Episodio 64 – Una excusa para dejar ir la piedad
Mientras tanto, la señora Giggs, que estaba a punto de irse a la cama, se despertó cuando alguien se presentó buscándola con urgencia. La persona que vino a visitarla no era otra que un asistente en el Palacio Imperial.
La Señora Giggs reconoció el problema tan pronto como vio el rostro del asistente.
“¿La doncella ha desaparecido?” (Sra. Giggs)
El sirviente respiró hondo y asintió.
“Se confirmó que fue llevada al Palacio de Marfil. Parecía dirigirse a la clandestinidad.” (Asistente)
No había forma de que no supiera que eran los nobles los que estaban usando Diane Poitier como arma para proteger el lado del Emperador.
Cuando la Emperatriz ascendió al trono y Diane ya no pudo manejar a los sirvientes del palacio a su antojo, los nobles comenzaron a enviar mujeres rubias de ojos azules al Palacio Imperial como doncellas, como si hubieran estado esperando ese momento.
Cuando una de las doncellas rubia de ojos azules llamó la atención de Diane, la Señora Giggs pagó mucho dinero al asistente para que la sacara del palacio en secreto.
Sin embargo, las mujeres rubias de ojos azules siguieron siendo contratadas como doncellas por nobles codiciosos. Los nervios de las personas se vuelven sensibles con el tiempo, así que no quería que Diane la lastimara.
Diane de deshizo deliberadamente a la Señora Giggs, diciendo que estaba obsoleta, pero la Señora Giggs era una veterana que había sobrevivido mucho tiempo en el Palacio donde los puñales llegaban de todas partes. Teniendo en cuenta eso, la Señora Giggs predijo que este día llegaría algún día.
Los sentimientos que el Emperador tenía por su madre biológica, Lady Beatrice, no era amor, solo lástima y los sentimientos de compasión se enfrían más rápido que el hierro candente.
La Señora Giggs se cambió de ropa, sus ojos azules brillaban sombríamente. Luego, después de peinar en forma tirante cada mechón de su cabello, enderezó su espalda y se dirigió al Palacio Imperial.
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Karl se enfrentó a la Señora Giggs, quien vino a visitarlo tarde en la noche, con una mirada de perplejidad en su rostro. Incluso a medianoche, la anterior administradora se veía igual que siempre, pero esperaba que el motivo de su visita no fuera algo trivial.
“¿Qué está pasando a esta hora tan tardía?”
La Señora Giggs respiró hondo y miró directamente al Emperador. Luego abrió la boca, prestando sumo cuidado a sus palabras para no mezclarlas con animadversión.
“Su Majestad. Por favor, salve a la pobre doncella. Solo Su Majestad puede salvar a esa niña, así que vine a pesar de que era una falta de cortesía, incluso a una hora tan tardía.” (Sra. Giggs)
Las cejas de Karl se fruncieron ante sus palabras.
“Explícame de qué demonios estás hablando.”
“Una de las doncellas a cargo del Palacio Imperial ha desaparecido. Algunos sirvientes fueron testigos de cómo fue llevada al Palacio de Marfil, y se cree que ahora está en el sótano del palacio.” (Sra. Giggs)
“…Palacio de Marfil? ¿Por qué la doncella del Palacio del Emperador estaría en el Palacio de Marfil? ¿Hizo algo mal?”
“Incluso si cometió un error, debe ser castigada de acuerdo con la ley de la corte, Su Majestad.” (Sra. Giggs)
Ante la voz solemne, la expresión de Karl cambió gradualmente.
La Señora Giggs inclinó la cabeza cortésmente.
“Por favor, permítame inspeccionar el Palacio de Marfil.” (Sra. Giggs)
“…”
El Emperador guardó silencio ante las palabras de la señora Giggs. Mientras el tiempo pasaba sin respuesta, la Señora Giggs miró al Emperador. Y en un momento fugaz, fue muy consciente de los sentimientos del Emperador.
‘Qué ligera es la palabra compasión. ¿Necesita una gran razón para querer hacer la vista gorda ante un ser que antes era digno de compasión?’
‘Es que su interés ya se ha enfriado, apareció algo que le interesa más, y ahora se siente molesto y está cansado.’ (Sra. Giggs)
‘Las razones por las que desaparece la piedad son infinitamente volubles y muchos, y sólo las personas de corazón fuerte son los que cuidan de los pobres hasta el final, cuidando sus sentimientos… Pero el Emperador no es ese tipo de persona.’
Quizás ahora estaba buscando una excusa para dejar ir a su ahora engorrosa amante. Quizás por eso, a pesar de que odia y está tan resentido con la Señora Giggs, no la echa de inmediato y escucha su pedido.
“¿Estás segura de que Diane tomó a la doncella del palacio y la encerró en el sótano del Palacio de Marfil?”
“Lo supongo.” (Sra. Giggs)
“Si fue suficiente para venir a mí y hacerme tal requerimiento, debes estar más que segura, ¿verdad? Si buscas en el sótano del Palacio de Marfil y no encuentras nada, ¿puedes hacerte responsable de esa decisión?”
“Si Su Majestad. Lo haré.” (Sra. Giggs)
El Emperador, que había estado mirando a la señora Giggs, se levantó y se puso el abrigo. Luego pasó junto a la señora Giggs y ordenó.
“Tomaré la iniciativa.”
(N/T: Hace unos día vi un comentario de una lectora que decía que le daba pena Diane, y yo siento lo mimo…, que rápido se acaba el amor, o la calentvra, y el moscardón este, está dispuesto a deshacerse de su amante y arrojarla a los lobos. En otro momento hubiera enviado a un guardia secreto a avisarle a su amante de lo que se avecinaba… Aunque seamos sinceros, la cara que Diane siempre le ha mostrado al Emperador, es la de una mujer desvalida y lamentable, incapaz de hacer un acto tan vil como torturar a otra doncella…)
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Cada vez que Diane agitaba la mano, la cabeza de la doncella se tambaleaba de un lado a otro. Sus manos se sentían entumecidas mientras la saliva goteaba de su boca.
“Me esconderé fuera de su vista. Lo haré… Ayúdeme… Aarhh, ah”
La doncella lloró y rogó, pero Diane fue despiadada.
Diane, como si hubiera entrado en trance, derramó todo el resentimiento que había acumulado a lo largo de los años sobre la pobre doncella. <imreadingabook.com> A primera vista, un destello de locura se pudo visualizar en los ojos inyectados en sangre de Diane mientras seguía golpeando a la doncella con sus manos.
Lorraine y varias sirvientas que veían el espectáculo al otro lado inclinaron la cabeza para no mirarlo, apretando sus temblorosas mandíbulas.
Diane, que había estado descargando su ira, de repente agarró a la doncella por el cabello y gruñó.
“¿Pasaste la noche con Su Majestad el Emperador?” (Diane)
“… ¿Qué?”
“Sé que viniste a propósito para ocupar el tiempo de Su Majestad. ¡Dime correctamente, pasaste la noche con Su Majestad!” (Diane)
“¡Ay, ay, no!”
Lo que dijo Diane era mitad correcto y mitad equivocado. Es cierto que venía apuntando al Emperador, pero aún no lo había logrado. Cuando la doncella abrió mucho los ojos y sacudió la cabeza, su cabello suelto se balanceó. Diane miró el lustroso cabello que brillaba como el oro y luego se dirigió a Lorraine.
“Trae las tijeras. Necesito cortar ese cabello.” (Diane)
En un instante y con un sonido espeluznante, el codiciado cabello rubio fue cortado en pedazos.
La doncella, que gritaba de terror, miró fijamente bajo sus pies el cabello que le habían cercenado. Lo que había estado pegado a su cabeza hace un rato ahora estaba esparcido por la alfombra roja.
“Ahora es tu cabello, pero tal vez tu cuello sea lo siguiente.” (Diane)
El miedo oprimió su garganta y ni siquiera pudo emitir un grito.
Fue en el momento en que Diane levantó sus ojos feroces y levantó las tijeras una vez más. La persona que estaba haciendo guardia afuera corrió apresuradamente y le susurró al oído a Diane.
“¡Princesa! ¡Su Majestad el Emperador se dirige hacia aquí ahora!” (Doncella)
El rostro de Diane se puso blanco cuando escuchó esas palabras.
‘¿Cómo?’ (Diane)
Diane sintió como si su cuerpo se enfriara, como si toda la sangre hubiera sido drenada de golpe. Su corazón latía tan rápido que todo su cuerpo parecía temblar. Sin embargo, Diane recuperó el sentido. El motivo de la repentina aparición del Emperador era un asunto para tener en cuenta posteriormente.
“¡Lorraine! ¡Apaga las luces!” (Diane)
Tan pronto como dio la orden, todos en la sala se movieron al unísono. Mientras arrastraban a la doncella del Palacio Imperial, tuvo que considerar las variables que pudieran surgir. Este dormitorio, ubicado en el sótano del Palacio de Marfil, fue especialmente diseñado para Diane, que tenía insomnio para que pudiera tomara una siesta.
Por la noche, cuando se quedaba despierta hasta tarde, prefería quedarse dormida en esta habitación hasta la mañana siguiente. Así que podrá sortearlo de alguna manera.
Lorraine rápidamente liberó a la doncella de la silla y desapareció en la habitación contigua. No se olvidó de ponerle una mordaza en la boca por si la doncella gritaba. En ese momento, se escuchó el sonido de la puerta que conducía al sótano abriéndose.
Las doncellas que estaban recogiendo el cabello esparcido por el suelo también desaparecieron rápidamente en la habitación contigua, y Diane rápidamente se tumbó en la cama y se cubrió con una manta. Se escuchó un sonido sibilante de la doncella que quedó en la habitación.
El sonido de zapatos bajando las escaleras se escuchó peligrosamente. Todos los nervios de Diane estaban de punta. Diane, que con impaciencia contaba los pasos, notó que había dos personas bajando las escaleras. Diane abrió los ojos y miró las escaleras.
Una pequeña linterna que colgaba sobre las escaleras se balanceó y alguien apareció de repente. Y pronto, una figura más pequeña también apareció frente a su vista.
Diane se dio cuenta de que las identidades de aquellos que aparecían solo como sombras eran el Emperador y la Señora Giggs. Y apretó los dientes con fuerza.
‘Hannah Giggs, esa mujer como una serpiente ¡qué astuta!’
(N/T: ¡Hagan sus apuestas! ¿La descubren o no?”
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Cuando el Emperador entró en el dormitorio del sótano, la doncella se levantó rápidamente y lo saludó. Luego, al ver el rostro de la Señora Giggs que apareció detrás del Emperador, respiró hondo y dio un paso atrás.
Como una persona que examina algo, el Emperador buscó a tientas en la oscuridad con una mirada aguda.
“¿Diane está dormida?”
“Sí.” (Doncella)
“Escuché un grito, ¿sabes de dónde vino?”
“¿Que? N-no escuché nada, Su Majestad.” (Doncella)
“¿Es así?”
“… Si Su Majestad.” (Doncella)
“Trae una linterna.”
La doncella contuvo su tembloroso aliento y se apresuró a encender una linterna a su espalda y la trajo de vuelta.
Diane Poitier, tendida en la cama, estaba inmóvil. Karl caminó lentamente hacia la cama, guiado por una doncella que sostenía la linterna. En ese momento, algo brilló en el suelo. Karl dejó de caminar y bajó la mirada.
Largos hilos brillantes estaban esparcidos por la alfombra roja. Karl dobló las rodillas y las recogió él mismo. Tras un examen más detenido, era cabello humano. Hay rastros de haber sido cortado con algo.
La mirada de Karl se volvió hacia Diane acostada en la cama. Empujó a la criada y caminó hacia la cama, mirando a Diane.
“Diane.”
“…” (Diane)
“Diane, despierta.”
Diane, que había cerrado los ojos como si estuviera muerta, abrió los ojos como si acabara de despertarse ante la voz urgente que la llamaba.
Mirando al Emperador con cautela, se puso rígida.
El Emperador estaba de pie frente a ella mirándola como un gigante. Su rostro, que brillaba a la luz, era impresionantemente encantador, pero sus ojos estaban helados hasta el punto de causarle escalofríos. Era como un segador que había venido a tomar su vida.
“Su Majestad el Emperador.” (Diane)
Diane se levantó de su lugar sorprendida, parpadeó con una expresión inocente.
“¿Qué hace aquí a esta hora… ¿Señora Giggs?” (Diane)
Diane estaba pensando en aferrarse a sus palabras hasta el final. Lorraine ya debe haber dejado el Palacio de Marfil con la doncella.
Entonces, el Emperador le puso la mano en la oreja. Diane, que volvió la cabeza porque no podía entender lo que estaba haciendo, casi gritó involuntariamente al momento siguiente. El Emperador estaba comparando el puñado de cabello de Diane que sostenía en su mano izquierda con los pocos mechones que sostenía en su mano derecha.
A diferencia del cabello rizado de Diane, el cabello de su mano derecha era más liso.
Karl volvió lentamente su mirada e hizo contacto visual con los ojos de Diane.
“Una doncella en el Palacio Imperial ha desaparecido. ¿Sabes dónde está?”
La voz era tan fría y contundente que Diane con la barbilla temblorosa apenas logró responder.
“Estuve durmiendo todo el tiempo… ¿Por qué me preguntas eso, su Majestad?” (Diane)
“¿Es así?”
Lágrimas fluyeron de los ojos de Diane.
“¿Pero por qué no estás usando pijama? ¿No escuchaste los gritos también?”
“…” (Diane)
“Además, no creo que este largo cabello rubio sea tuyo.”
Ante el interrogatorio del Emperador, Diane se bajó rápidamente de la cama, lo agarró del brazo y se aferró a él.
“¡Su Majestad, en qué está pensando! ¿Por qué me está haciendo esto?” (Diane)
Karl miró fijamente a Diane y luego desvió su vista hacia la misma puerta que había dejado Lorraine. El corazón de Diane latía salvajemente. Diane agarró aún más urgentemente el brazo del Emperador y se aferró a él, suplicando.
“Su Majestad, estaba durmiendo. ¡Confíe en mí, Su Majestad!” (Diane)
Karl miró la puerta en silencio por un rato, luego estrechó lenta pero firmemente la mano de Diane que sostenía su brazo.
“Diane Poitier.”
“…” (Diane)
“El otro día, dije que recuperaría toda la autoridad que te di. Aun así, también sabía que estabas ejerciendo mi autoridad en secreto.”
“…Su Majestad…” (Diane)
“No lo toleraré más.”
Karl arrojó al suelo el cabello que sostenía en la mano y mientras escupía esas palabras, reflexionó sobre sus sentimientos.
‘La razón por la que no pude tirarla y por la que la mantuve en mis manos fue porque no había justificación para ello. Tirarla sin una buena razón es molesto porque la culpa me acompaña.’
Mirando sus grandes ojos conmocionados, el Emperador finalmente eliminó toda la culpa que había dentro de él.
En un momento, le dio a Diane un poder comparable al de una Emperatriz. Sin embargo, estaba convencido de que la única persona que estaría a su lado sería Adelaide, ella sería la única.
El Emperador se dio la vuelta sin arrepentimiento y fue tan despiadadamente que Diane ni siquiera pudo pensar en atraparlo mientras se alejaba. La Señora Giggs, que había estado de pie en silencio al otro lado, también miró a Diane sin comprender, luego se dio la vuelta para seguir al Emperador.
No había forma que Hannah Giggs, la dama de compañía de la Emperatriz, le brindara consuelo a la desconsolada mujer que tiene a cuestas el favor del Emperador. Los ojos de la Señora Giggs brillaron de color azul.
Al amanecer, una doncella fue encontrada fuera del palacio con el cabello cortado. La Señora Giggs la reconoció en persona, pero la doncella estaba tan asustada que no dijo nada.
“¿Qué tengo que hacer?” (Asistente)
A la pregunta del asistente, la Señora Giggs se levantó de su asiento y respondió con calma.
“No preguntes más, dale una generosa indemnización por despido y sácala del palacio. De todos modos, la persona que dejó a la doncella así pagó el precio, y seguirá pagando el precio en el futuro.” (Sra. Giggs)
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