LTDLP – 35

Capítulo 35 – Vergüenza

 

En la cuarta noche de su viaje por el desierto, ocurrió un pequeño incidente.

El viento aullaba fuera de la tienda, Jun Min Xin se quitó la túnica y la ropa interior, sentándose en el suave sofá con solo una prenda interior blanca, mientras afinaba las cuerdas de la pipa con sus diez dedos. Según la costumbre, tras llegar al palacio del Rey Suji, debía realizar una presentación de su talento en público, primero para mostrar la profundidad de la cultura de las Llanuras Centrales y segundo para representar la majestuosidad de la familia real.

La noche anterior, había liberado a las doncellas y bailarinas del palacio que la habían acompañado con su dote, por lo que la responsabilidad de la técnica de la actuación recaía completamente sobre sus hombros.

Justo cuando estaba punteando las cuerdas, Chen Ji se agachó y entró con expresión compleja y dijo: “Min’er, el Rey Suji está aquí.”

‘¿El Rey Suji?’ – Jun Min Xin se detuvo un momento, pensando: ‘Es tarde en la noche; ¿por qué no está en su tienda? ¿Por qué vino aquí? ¿Podría ser que…?’

A Jun Min Xin le dio un vuelco el corazón, aunque desconociera por completo esos asuntos, sabía para qué venía un hombre a la tienda de una mujer a altas horas de la noche. Además, ¡ella era la ‘Princesa Changfeng’ designada por el Emperador, la futura Reina del Rey Suji!

Efectivamente, el alto e imponente Rey Suji entró, intercambió unas palabras halagadoras con Jun Min Xin y luego hizo un gesto con la mano hacia Chen Ji, Mu Jin y Xiao Jiu, que estaban de pie en la puerta, ordenándoles:

“¡Retírense todos! ¡Que nadie nos moleste ni a mí ni a la Princesa!”

Chen Ji permaneció tieso e inmóvil, las sombras de la oscuridad le cubrían el rostro, difuminando su expresión. Jun Min Xin solo podía ver sus labios apretados y las venas abultadas de sus puños… Mu Jin y Xiao Jiu intercambiaron una mirada y también se quedaron de pie, inmóviles.

El Rey Suji estaba claramente impaciente, al ver que nadie obedecía sus órdenes, se giró y preguntó con recelo: “Princesa, ¿sus subordinados no me entienden?”

Jun Min Xin apretó fuertemente la pipa en sus manos sintiendo el dolor de las cuerdas en la palma. Al cabo de un momento, las aflojó lentamente, dejó la pipa y forzó una sonrisa y fingiendo estar relajada, dijo:

“Ah’Ji, Mu Jin, Xiao Jiu, pueden retirarse, hablaré con el Rey.”

Este momento llegaría tarde o temprano; ¿acaso no se había preparado hacía tiempo para ello? ¿Por qué, cuando ese momento realmente llegó, sintió tanta pena y resentimiento?

Chen Ji la miró con los ojos llenos de una tristeza que parecía acumulada durante mil años, tan contenida, tan desolada…

Jun Min Xin susurró en voz baja: “Confía en mí.”

‘¡Sí, por favor, créeme!’

Tras un largo silencio, Chen Ji finalmente hizo una reverencia y se despidió, un solo rizo sobre su frente quedó suspendido en el aire, como el amor y el dolor que habían flotado durante milenios. Ese simple movimiento parecía haber agotado todas sus fuerzas.

Al marcharse, sus pasos seguían siendo ágiles, pero en sus ojos solo quedaba una mirada vacía.

Al ver que todos los presentes se habían marchado, el Rey Suji sonrió, avanzó con paso firme y se sentó con naturalidad en el suave diván de Jun Min Xin, haciéndole un gesto con la mano:

“Princesa, ¿qué haces tan lejos? ¡Ven aquí, ven aquí!”

Jun Min Xin apretó los dientes y se acercó unos pasos hacia él con la cabeza gacha y los ojos bajos. No sabía que, a ojos del Rey Suji, esa apariencia se percibía como la timidez y modestia propias de las jóvenes, algo que él encontraba excepcionalmente atractivo… La mayoría de las mujeres de la Región Occidental eran altas y fuertes, apasionadas como el fuego. ¿Cuándo había visto el Rey Suji a una chica tan menuda, delicada y elegante como Jun Min Xin? En ese momento, su deseo que había sido estimulado estaba ardiendo, ¡solo queriendo aplastar su suave y pequeño cuerpo bajo el suyo!

Extendió su largo brazo, atrajo hacia sí a Jun Min Xin, estrechándola con fuerza en sus brazos, inclinó la cabeza, inhalando profundamente el aroma de su sedoso y suave cabello negro, sintiendo la fragancia limpia y dulce que emanaba de la joven. La excitación del Rey Suji se intensificó, su cálido aliento rozó el cuello de la chica y con una voz baja y ronca dijo:

“Princesa… ¡Oh! Mi Reina, no tenga miedo, este Rey le ofrecerá todo lo mejor del Reino de Suji, ¡y la haré la Reina más feliz del mundo! ¡Hermosa Princesita…!”

“¡Su Alteza e Rey, le prepararé un té! Ah, y este pastel de frijol de mungo de las Llanuras Centrales, Su Alteza, ¡por favor, pruébelo!” – Jun Min Xin forcejeó para liberarse del abrazo del Rey Suji, hablando con voz ligeramente temblorosa por el miedo y la vergüenza.

El Rey Suji, con su físico corpulento y alto, inmovilizó a la chica que se resistía sobre el diván y sintió la cálida y suave piel de la chica bajo él, que exudaba una delicada fragancia; la lucha de la joven, como la de un gatito, solo alimentó su deseo de conquistarla. El Rey Suji no pudo resistirse a inclinarse y capturar sus suaves y rosados ​​labios, Jun Min Xin sintió como si el corazón se le saliera de la garganta; y ¡una sensación de crisis y miedo sin precedentes la invadió!

Debido a la humillación que sufrió antes de morir en su vida anterior, en esa vida odiaba tener contacto íntimo con cualquier hombre que no fuera Chen Ji. Al ver los sensuales labios del Rey Suji acercándose a ella, instintivamente apartó la cara, negándose a ofrecerle los suyos, y frunció el ceño, diciendo:

“¡Su Alteza el Rey, su barba pica mucho!”

El Rey Suji detuvo sus movimientos, alzando su mirada lujuriosa y lobuna, sin soltar a Jun Min Xin, le acarició la barbilla, murmurando algunas palabras en un idioma desconocido, luego rió con indiferencia y dijo en mandarín: “¿Qué hombre no tiene barba? La piel de la Princesa es tierna, así que seré gentil.”

Dicho eso, se inclinó de nuevo, cubriendo con su gran mano los exquisitos pechos de Jun Min Xin, sus dedos tanteando el interior de su cuello desabrochado mientras ella forcejeaba. Sus fuertes y largas piernas se encajaron entre los muslos de Jun Min Xin, intentando separar esas dos piernas delgadas y rebeldes… Jun Min Xin solo sintió vergüenza e ira a la vez; la dureza y el calor del p3n3 del Rey Suji la hicieron sentir completamente avergonzada.

“¡Gran Rey, no! ¡Gran Rey!”

Jun Min forcejeaba sin cesar, pero el Rey Suji, asumiendo que solo era la timidez de una joven que experimentaba el amor por primera vez, rápidamente le apretó el brazo para consolarla, diciendo: “No tengas miedo, no tengas miedo, no te dolerá…”

El Rey Suji se desabrochó la túnica, se aflojó el cinturón y al ver que estaba a punto de quitarle la ropa, Jun Min Xin, en un instante de desesperación, pensó en una solución y soltó sin dudarlo:

“Gran Rey, hoy tengo el periodo; ¡es inapropiado llevar a cabo actividades de alcoba*!”

(N/T: *行房 (xíng fáng) es un término chino que significa tener relaciones sexuales, a menudo usado como un eufemismo para referirse a la actividad sexual de una manera más formal, poética o discreta, y literalmente se traduce como «llevar a cabo la habitación» o «hacer la habitación».)

El Rey Suji se sorprendió por su expresión seria y, completamente desconcertado, preguntó: “¿Qué es el periodo? ¿Qué son actividades de alcoba?”

El Rey Suji no hablaba mandarín con fluidez, por lo que, naturalmente, no entendía el verdadero significado de palabras tan sutiles. Jun Min Xin solo pudo sonrojarse y verse obligada a explicarle tartamudeando:

“Significa que cuando una mujer tiene el periodo cada mes, sangra sin parar y no puede… No puede hacer eso con un hombre. Últimamente, he estado viajando día y noche sin parar, y aún no me he adaptado al agua y a la tierra*, por lo que yo… Estoy sufriendo un fuerte dolor abdominal. ¡Espero que el Gran Rey me perdone!” – Al terminar de hablar después de mucho esfuerzo, Jun Min Xin estaba tan avergonzada que quería desaparecer bajo tierra o desmayarse.

(N/T: *水土不服 (shuǐ tǔ bù fú) signfica no adaptarse al nuevo entorno de un lugar, especialmente a su clima, comida y agua, causando malestar físico o enfermedad, como diarrea del viajero o una reacción alérgica al cambio de ambiente. Literalmente, significa «no aceptar el agua y la tierra», refiriéndose a la incapacidad del cuerpo para aclimatarse a las nuevas condiciones locales, algo común en migraciones o viajes prolongados.)

Esta vez, el Rey Suji por fin lo entendió, miró fijamente a Jun Min Xin con los ojos muy abiertos, respiró hondo un buen rato y, de repente, se enderezó, cogió la tetera de té frío de la mesa, bebió varios sorbos, se arregló la ropa y le dijo a Jun Min Xin:

“La Princesa no huele a sangre.”

Jun Min Xin acababa de dar un suspiro de alivio, al escuchar las palabras del Rey Suji, la mano que abotonaba su ropa tembló y lo miró con asombro.

El Rey Suji respiró hondo varias veces, como si estuviera haciendo todo lo posible por reprimir su deseo y tras un instante, recuperó la compostura, le dedicó a la asustada joven una sonrisa tranquilizadora y dijo con confianza: “Forzar a una mujer no es propio de un héroe. ¡Esperaré hasta que la Princesa me acepte plenamente! Todos los hombres de mi desierto son valientes y fuertes y ¡algún día la Princesa se enamorará del desierto y de mí!”

Dicho eso, recogió el abrigo que había tirado al suelo, se lo puso y salió de la tienda a grandes zancadas.

El Rey Suji era en realidad un hombre decente, un verdadero héroe, pensó Jun Min Xin. Lo ocurrido ese día era solo el principio, no sabía cuántas veces más podría rechazarlo con sus propias fuerzas, y sus sentimientos por Chen Ji eran como un cuchillo afilado clavado en su corazón, causándole un dolor agudo cada vez que pensaba en ello. Ya fuera por el bien de los intereses nacionales, por su esposo nominal o por el hombre al que realmente amaba, no conseguía encontrar su lugar… Una pesada sensación de culpa e impotencia la oprimía, dificultándole la respiración.

Pronto, Chen Ji entró corriendo y al ver a Jun Min Xin, pulcramente vestida, no pudo evitar respirar aliviado. Entonces, frunció el ceño, se desplomó abatido junto a Jun Min Xin y dirigió su mirada hacia la lejanía inalcanzable, perdido en sus pensamientos durante un largo rato, murmuró:

“Sabía que tendría que enfrentarme a esto tarde o temprano, pero soy incapaz de cambiarlo. A veces, me dan ganas de llevarte y huir sin pensarlo dos veces, pero al final no tengo el coraje de Luo Chang’an…” — Hizo una pausa, se cubrió la cara con las manos y dijo con voz ronca. — “Min’er, el corazón de tu hermano duele tanto… ¡Solo pensar en esto me duele tanto el pecho que no puedo respirar!”

“Está bien, está bien, Ah’Ji.” – Jun Min Xin abrazó suavemente a Chen Ji, con una mirada desprovista de lujuria, consolando al niño herido como un familiar, luego sonrió levemente y dijo. – “Mientras Ah’Ji esté a mi lado, puedo ser fuerte, ¡puedo volverme muy, muy fuerte!”

Al día siguiente, Jun Min Xin se sorprendió al descubrir que el Rey Suji se había afeitado su preciada y hermosa barba, dejando al descubierto una barbilla bien afeitada y lisa, lo que le daba un aspecto mucho más joven y atractivo. Jun Min Xin miró al Rey Suji, cuyos ojos brillaban de pasión, y se quedó sin palabras por un momento.

Septiembre trajo consigo la distribución de ropa de invierno, el desierto era abrasador y caluroso durante el día, pero gélido de noche, a principios de otoño, los gansos salvajes volaban hacia el sur, pero quienes habían abandonado sus hogares debían continuar su viaje hacia el norte. Entre el sonido de la pipa, el tintineo de las campanillas de camellos, cada nota hablaba de la infinita añoranza de los que están lejos de casa fuera de su espléndida tierra natal.

El noveno día del noveno mes lunar, el día del Festival de Chongyang* en las Llanuras Centrales, Jun Min Xin finalmente llegó a la capital de las tribus nómadas de la Región Occidental con el Rey Suji.

(N/T: * El 重阳节 (Chóngyáng Jié), o Festival del Doble Nueve, es una festividad tradicional china el noveno día del noveno mes lunar, que simboliza la longevidad y el respeto a los mayores, ya que el número nueve (九, jiǔ) suena como «largo tiempo» (久, jiǔ) en chino, y se celebra subiendo montañas, bebiendo vino de crisantemo y visitando tumbas ancestrales para alejar la mala suerte y honrar a los antepasados.)

Con sus cúpulas blancas y puntiagudas, castillos de diferentes alturas, vidrieras, torres de ladrillo rojo: esa ciudad construida sobre un oasis era bullicioso y próspero. En medio de la animada y apasionada música y danza extranjera, los miembros de la tribu Hu, vestidos con chaquetas de mangas estrechas y botas de montar, con el pelo teñido de diversos colores, se agolpaban ansiosos a su alrededor con regalos de melones vitoreando y queriendo ver el rostro de la futura Reina de Suji.

La gente de la tribu Hu cantaba y bailaba, el aire se impregnó del embriagador aroma a vino y melones. La caravana se detuvo y Jun Min Xin levantó una esquina de la cortina de gasa del carruaje, descubriendo que las altas e imponentes puertas del palacio real se abrían lentamente, y un grupo de jinetes con armadura y empuñando espadas curvas, emergió de las puertas, se alinearon ordenadamente ante el Rey Suji y haciendo una reverencia, saludaron, dando la bienvenida al regreso del Rey en su lengua materna.

El Rey Suji rió con ganas, espoleó a su caballo e intercambió un cálido abrazo con el hombre más espléndidamente vestido que encabezaba la procesión, luego señaló con su látigo hacia el carruaje donde estaba Jun Min Xin y murmuró algo.

Jun Min Xin no comprendió del todo y preguntó, desconcertado: “¿Qué dice el Rey Suji?”

Mu Jin y Xiao Jiu negaron con la cabeza, completamente confundidas. Chen Ji, que estaba de pie fuera del carruaje, se dio la vuelta y tradujo: “El joven que abrazó al Rey Suji es su hermano menor, Suji Müller. El Rey Suji te está presentando a él ahora…”

Jun Min Xin se sorprendió un poco, y entonces recordó que Chen Ji había vivido entre el pueblo Hu durante diez años y dominaba muy bien su idioma y costumbres.

Al entrar en la ciudad, llegaron a un magnífico castillo con escalones de piedra talladas en jade blanco. Inmediatamente, las doncellas del palacio Hu, vestidas con túnicas ondulantes, ojos profundos y narices prominentes, recibieron a Jun Min Xin y a su grupo, ayudándolos a bajar del carruaje y los condujeron a un espacioso salón que era tan grande que parecía irreal, lleno de un bullicio ensordecedor.

Sus zapatos bordados se sentían como caminar sobre nubes sobre la suave alfombra de lana. Tan pronto como Jun Min Xin, vestida con un traje de novia carmesí y adornada con una corona de peonías, entró en el salón, todos guardaron silencio, girándose para mirarla, escrutándola de pies a cabeza y dejando escapar ocasionalmente suaves suspiros.

El Rey Suji rompió el silencio con una carcajada, pronunciando algunas palabras en idioma extranjero y luego salió de detrás de la mesa, tomando cálidamente la mano de Jun Min Xin, que estaba ligeramente sudorosa por el nerviosismo, y proclamó a todos los presentes, en un mandarín potente y resonante:

“Súbditos míos, por favor, den la bienvenida a nuestro embajador de paz, quien ha viajado desde lejos para una alianza matrimonial. ¡Den la bienvenida a la nueva Reina de Suji!” (Rey Suji)

Su voz majestuosa y autoritaria pareció estremecer los pilares de piedra. Todos los funcionarios presentes prorrumpieron en gritos de celebración, haciendo una profunda reverencia, colocando la mano derecha sobre el pecho izquierdo y proclamando en voz alta en idioma Hu: “¡Bienvenida, Reina!”

Jun Min Xin y sus doncellas de palacio de confianza y los guardias de la sombra que estaban detrás de ella devolvieron el saludo. El Rey Suji llevó a Jun Min Xin a su mesa, se sentó con las piernas cruzadas y le indicó con un gesto que se sentara a su lado. Jun Min Xin asintió y se sentó con las piernas cruzadas a un lado, siguiendo la costumbre de las mujeres de las tribus nómadas Hu.

En ese momento, un hombre en la fila de mesas de la izquierda se levantó e hizo una reverencia a Jun Min Xin. El hombre era muy joven, de unos veintidós o veintitrés años, con rasgos marcados y profundos, cabello corto y blanco puro que le caía hasta las orejas, y unos fríos ojos color esmeralda, como los de una serpiente. Al encontrarse con la mirada de ese hombre, Jun Min sintió una extraña sensación de crisis, como un conejo blanco acechado por una serpiente…

Justo cuando pensaba eso, el hombre se llevó la palma de la mano derecha al corazón, se inclinó y la miró con la cabeza levantada, con una sonrisa burlona en la comisura de los labios y dijo en mandarín fluido:

“Su Alteza, soy Suji Müller, medio hermano del Gran Rey. Permítame, en nombre del pueblo del Reino de Suji, hacerle una pregunta: Usted es la Princesa Jing del Reino de Jing y también la Princesa Changfeng del Gan Reino de Jiang. ¿Puedo preguntarle si su apellido es Jun o Luo?”

‘¡Esto no es solo buscar una sutil pelea, sino una provocación e instigación descarada!’

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3 comentarios en “LTDLP – 35”

  1. El Rey Suji me parece un gran prospecto de esposo… pero me apena su hermano… Espero haya final feluz para todos los que son buenos.

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