[Historia paralela: decimo episodio]
«Me encontré con ella».
Walter se sorprendió cuando escuchó la historia de Rothesay. Walter se había preguntado por qué su amigo había venido a verlo la mañana siguiente al banquete del Día Nacional de la Fundación. Aparentemente, era para traerle estas noticias.
«¿Te encontraste con ella?», preguntó Walter para confirmar.
«Sí».
«¿Quién era ella?».
«La hermana gemela de la Reina Patrizia», respondió Rothesay.
«¿La hija del Marqués de Grochester?».
«Sí».
«¡Wow. Sorprendente!».
«¿El qué?».
«No, es que es sorprendente que pudieras encontrarla ayer», dijo Walter estupefacto. «Eso no debió haber sido fácil. Hay muchas chicas jóvenes con pelo rojo y ojos dorados en la capital».
«Sí». Una sonrisa apareció en la cara de Rothesay. «Así que, le dije que estábamos destinados a encontrarnos».
«Tonterías».
«Usa palabras amables. ¿Acaso quieres que se lo cuente a la Condesa?».
«Capullo». Walter hábilmente cambió de tema. «Pero fue realmente increíble. Entonces… ¿Qué hiciste ayer?».
«¿Hacer qué?».
«Algo…».
Solo entonces Rothesay se dio cuenta de lo que trataba de decir Walter, y luego lo golpeó en la espalda con fuerza. Walter dejó escapar un aullido y comenzó a maldecir con ganas. A pesar de la apariencia de Rothesay, él era un hombre sorprendentemente fuerte.
«¡Duele!» gritó Walter.
«¿Por qué no le echas la culpa a tu rudeza y a tus palabras vulgares?».
Walter le lanzó una mirada feroz a Rothesay. «Chico malo», murmuró Walter. Sin embargo, él continuó hablando. «Entonces, ¿me estás diciendo que no pasó nada?».
«Nosotros bailamos… bueno, casi bailamos. Pero no pasó», dijo Rothesay desanimado.
«Santo cielo. ¿Por qué?».
«Ella se fue de repente. Parecía que era una emergencia».
Las cejas de Walter se levantaron de incredulidad. «Espera un segundo. ¿Es ese el final? ¿No aceptó la proposición?».
«Ella se fue tan rápido que ni siquiera tuvo tiempo para hacerlo». La expresión de Rothesay lucía decaída. «¿Fui rechazado?».
«¿Rechazado? ¿Qué hiciste?».
«Le dije que estaba enamorado de ella».
«Bastardo loco», respondió Walter mientras sacudía la cabeza en señal de desaprobación.
«No lo digas mucho, ¿sí? Hiere mis sentimientos», dijo Rothesay con un gruñido.
«Te lo mereces. Usa tu sentido común. ¡Un sujeto que solo había visto dos veces le dijo que la amaba! ¿Quién no se sentiría abrumado?» dijo Walter con franqueza. «¡Debes comenzar con algo pequeño! Si te confiesas de la nada, ella no dirá que tú también le gustas».
Rothesay lucía desesperado. «Entonces, ¿Qué debería hacer? Nunca había pensado en eso. Estoy en problemas».
«¿Qué más? Tienes que crear otra oportunidad. Ve a encontrarla ahora. ¡Pregúntale por qué no bailó contigo y solo salió corriendo!».
«¿Yo? ¿Solo?».
«Entonces, ¿deberíamos ir juntos? ¿Quieres ir conmigo? ¿Qué pasa si ella se enamora perdidamente de mí?».
«Qué desagradable eres», dijo Rothesay con asco.
«¿Qué hago?».
Mientras los dos discutían, Rothesay contemplaba si debería ir o no. Walter pareció haber leído su mente y le ofreció un consejo.
«Si pierdes esta oportunidad, lo vas a lamentar».
«Sí. De verdad lo lamentaré».
Rothesay se levantó repentinamente de su asiento y dijo que tenía que estar en algún lado.
«No casarse, mi trasero. Incluso una hormiga se reiría de él», dijo Walter cuando Rothesay se había ido.
—
Rothesay había avanzado mucho gracias a Walter… pero no sabía que hacer después. Caminó con nerviosismo en frente de las puertas de la residencia del Marqués. Si alguien lo veía ahora, probablemente lo reportaría por comportamiento sospechoso.
Rothesay agonizó por media hora. Si Walter lo veía ahora, seguramente se reiría de él por estúpido. Entonces, finalmente tomó una decisión y reunió su coraje para tocar la puerta.
Knock, knock, knock.
Un momento después, alguien apareció para abrir la puerta.
«¿Quién es usted?», preguntó un mayordomo.
«Ummm…» tartamudeó Rothesay como un tonto. Sus palabras tropezaron mientras salían de su boca.
«Yo…yo soy Rothesay Aile Le Braddington de la Casa Braddington».
«Sí, el hijo del Conde Braddington». El mayordomo aceptó su respuesta con expresión tranquila. «Pero, ¿por qué está aquí…? ¿Acaso algo le pasó al Conde Braddington?».
«Ah, no. No estoy aquí en nombre de mis padres…» Rothesay tragó y luego terminó su oración lentamente. «Umm… Estoy aquí para ver a la señorita Petronilla».
«¿A la joven señorita?», El escepticismo se mostró con claridad en la cara del mayordomo. Rothesay asintió con la cara un poco roja justo cuando la voz de alguien vino desde adentro.
«¿Mowett? ¿Qué pasa?».
«Creo que tenemos un invitado».
La voz amable le pertenecía a la matriarca de la Familia Grochester. Rothesay se puso rígido cuando se dio cuenta de que se iba a enfrentar al jefe final. Esto era inesperado. ¡Dios, sálvalo!.
«Oh, Dios, ¿tan temprano en la mañana? ¿Quién es?» preguntó la Marquesa de Grochester.
«Hmm, el hijo del Conde Braddington».
«¿En serio?», dijo ella con sorpresa. Rothesay estaba tan nervioso que estaba constantemente tragando su saliva.
«¿Por qué no lo llevas adentro?» dijo la Marquesa. «¿Vas a dejar que un invitado se quede de pie ahí afuera?».
«No, señora».
Finalmente, la puerta se abrió y solo entonces Rothesay fue capaz de ver a la Marquesa de Grochester cara a cara. Petronilla había heredado la apariencia de su madre. La Condesa era una mujer impresionante con el mismo cabello rojo y ojos dorados que Petronilla.
«Es un placer conocerla, Marquesa Grochester. Soy Rothesay Aile Le Braddington de la Casa Braddington», dijo Rothesay con su mejor reverencia.
«¿Eres el hijo de esa maravillosa pareja de cCndes casados?».
«Ja, ja, sí», dijo Rothesay con vergüenza.
«Bienvenido. Pero, ¿por qué…?».
«Ah…» Rothesay dudó por un momento antes de responder con valentía. «Estoy aquí para ver a la señorita Petronilla».
«Oh, Dios, ¿a mi hija mayor? ¿Conoces a Nil?».
«La conocí ayer», explicó Rothesay.
«Ja, ja, ja, ya veo». Los ojos de la Marquesa de Grochester destellaron como si hubiera extraído toda la información que necesitaba de esa corta oración. Luego, una sonrisa apareció en su cara. «Sígueme. Nil está en el segundo piso. Vamos».
Mientras iban subiendo las escaleras, la Marquesa de Grochester repentinamente comenzó a interrogar a Rothesay de nuevo. «¿Por qué estás buscando a Nil?».
Rothesay se sonrojó ante la pregunta, pero respondió honestamente. «Mi encuentro con la señorita Petronilla ayer fue muy memorable».
«¿De qué forma?».
«Ella era increíblemente hermosa».
«Ja, ja, ja. ¿En serio?».
«Sí. Y después de conocerla a usted hoy, es obvio que ella heredó esa belleza de usted».
«Oh, cielos, esa clase de cumplidos son demasiado obvios», bromeó la Marquesa.
«Solo espero que usted piense bien de ello».
Finalmente llegaron a la puerta de la habitación de Petronilla. Justo cuando Rothesay estaba considerando seriamente el salir volando del lugar, la puerta se abrió y alguien apareció.
«¿Señor… señor Braddington?» dijo Petronilla ligeramente sorprendida.
Cuando Rothesay escuchó su voz, se dio cuenta de que todo el tiempo que pasó dudando había sido un desperdicio. De hecho, se culpó a sí mismo por no ser valiente antes. Rothesay saludó a Petronilla con una sonrisa.
«Ha pasado un tiempo, mi señora».
«No, no había pasado nada de tiempo. Nos vimos anoche».
Rothesay se quedó mirando a Petronilla mientras su corazón palpitaba esperanzado en su pecho. Petronilla se volvió hacía la Marquesa de Grochester en busca de respuestas, pero su madre solo sonrió.
«Este buen señor dijo que su reunión contigo anoche fue muy memorable. Es por eso que vino a verte».
«Madre, pero yo…».
«Si se siente incomoda, entonces me iré, mi señora», dijo Rothesay rápidamente. Sin embargo, la Marquesa de Grochester dejó la habitación y los dejó solos. Entonces, Petronilla se volvió hacía Rothesay con una expresión indescifrable en el rostro. Petronilla le preguntó:
«¿Qué le trae todo el camino hasta aquí…? Estoy un poco ocupada. Diga sus razones, por favor».
«Ah, sí, usted es una de las damas de compañía de la Reina. Ese dato había escapado de mi mente».
Rothesay sonrió y le entregó algo a Petronilla. Era un ramo de flores. Rothesay lo había comprado por impulso en su camino hacía aquí.
«Estaba dando un paseo y vi unas flores que me recordaron a usted…».
Rothesay no había dado un paseo, pero era verdad que esas flores le había recordado a ella cuándo pasó frente a una florería. No pensó mucho al respecto cuando compró el ramo de flores, algo que normalmente no compraría.
«Gracias, buen señor, ¿pero por qué me daría esto a mí…?».
«¿Ya no se lo había dicho, mi señora?» respondió Rothesay con una sonrisa encantadora. Todo lo que hacía era totalmente sincero. «Dije que haría lo que fuera por la persona que amo». Y esa era su manera. «Hice lo mejor que pude a mi manera, así que, espero que seas capaz de aceptarlo».
«¿No es de tu agrado?».
«No, no es eso… Muchas gracias, señor».
La cara de Rothesay se iluminó ante la respuesta positiva. Al ver eso, Petronilla comenzó a reírse suavemente, y Rothesay encontró el coraje para hacerle la pregunta qué lo hacía sentir tan nervioso.
«¿Por qué se fue repentinamente ayer?», preguntó.
«El incidente de ayer me distrajo, y lo olvidé. Me disculpo por haberle hecho esperar».
«No, lo entiendo. Incluso yo lo hubiera olvidado considerando las circunstancias. Hizo lo correcto».
«…».
«Entonces, quizás…» Rothesay repentinamente se sintió tímido, pero Petronilla lo motivó a continuar.
«Hable, por favor».
Rothesay se sintió envalentonado. No podía dejar pasar algo por lo que pudiera arrepentirse. «Dado que no pudimos bailar ayer… Si usted está de acuerdo, ¿tendría una cita conmigo?».
‘¡Hecho! ¡Lo hice!’.
Rothesay ni siquiera trató de calmar su palpitante corazón mientras esperaba su respuesta. Pero había un problema. La expresión de Petronilla se oscureció. ¿Lo rechazaría? Esa era la última cosa en la que quería pensar, pero el miedo seguía dándole vueltas en la cabeza. Todos los escenarios negativos pasaron por la mente de Rothesay, pero Petronilla dio una respuesta inesperada.
«De acuerdo».
Al escuchar esa palabra, la cara de Rothesay, la cual había perdido todo su brillo, volvió a la vida de golpe. ¡Oh, Señor, ¡gracias! Trabajaré más duro en el futuro.
«¿En serio?» preguntó.
«No lo diré dos veces». Petronilla añadió una condición. «Sin embargo, debo regresar a casa antes de que se ponga el sol».
«Por supuesto, mi señora. No soy una persona promiscua».
‘Sería diferente si se tratara de Walter’, añadió Rothesay en su mente.
«¿Cuándo estaría bien para usted, mi señora? Si está libre ahora, estaría más que feliz de hacerlo en este ins..».
«Ah, lo siento, pero no puedo ahora mismo…» dijo Petronilla con el ceño ligeramente fruncido. «Enviaré un mensajero al estado del Conde Braddington. ¿Qué le parece eso?».
«Maravilloso», dijo Rothesay con alegría, dejando en claro que cualquier momento estaría bien para él. Lo importante era que ellos tendrían una cita. Quizás no sería hoy, pero tarde o temprano.
En ese momento, los ojos de Rothesay se fijaron en la visión de Petronilla riéndose en voz baja. Rothesay no podía dejarlo pasar.
«¿Oh, Se acaba de reír?», señaló Rothesay con tono infantil.
«…».
«¿No es cierto?».
«… ¿Es ese un gran problema?».
«Sí, es muy importante», dijo Rothesay con su dulce voz. «Esa fue la primera vez que se ha reído mientras me mira».
¿Qué tan magnifico era eso? ¡Ella rio con él cerca! Rothesay no se molestó en esconder su emoción y se preparó para irse.
«¿Ya se va?» preguntó Petronilla.
«Creo que usted había dicho que estaba ocupada. No deseo quitarle más de su precioso tiempo, mi señora».
Con esas palabras, Rothesay se arrodilló frente a Petronilla. Mientras ella estaba demasiado ocupada mirándolo con sorpresa, él le besó la parte posterior de la mano derecha. Ese beso no… escondía ningún motivo oculto. Era solo una cortesía.
«Entonces, la veré mañana, mi señora», dijo Rothesay.
Esa fue la primera vez que Rothesay esperaba con ansias el futuro. No pudo dejar de sonreír.
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