«Sí, pero fue solo por un rato. Dijo que no llegaría tarde, así que podrás saludarlo.»
«Es un alivio. Tenía muchas ganas de ver al Duque y a la Sra. Lizelle».
«Yo también Elensia, ¿cómo fue tu vida en el templo? ¿No fue difícil?»
Preguntó la Duquesa, y luego empujó la bandeja de tres niveles más cerca de la joven.
La repisa contenía todo tipo de bocadillos, macarons, tartas, éclair y magdalenas hechas con frutas de temporada.
Lizelle lo preparó especialmente para Elensia, porque quería consentirla un poco más, a aquella persona preciosa a la que no había visto en mucho tiempo.
«Fue realmente buena. Los sacerdotes y los funcionarios del templo me cuidaron mucho».
«Veo que hiciste un gran trabajo. Seguro que extrañaste mucho a tus padres».
Lizelle miró a la chica con ojos cariñosos, debido a que era una lástima que la niña, que amaba tanto a sus padres, tuviera que soportar la soledad sin compañía de nadie, aun así, al mismo tiempo se sentía emocionada debido a que la protagonista femenina original, que antes tenía 5 años, ahora era una adulta.
Mientras el tiempo pasaba, Lizelle cumplió 33 años y se convirtió en madre de una niña de 5 años.
Verdaderamente el tiempo pasó muy rápido…, pensó.
Sintió como si fuera ayer, cuando ella estaba luchando por pagar su deuda tan pronto como poseyó este cuerpo.
«Oí que ayer viste a Raphael en el baile de debut».
«Sí, pude verlo, parece que ha cambiado mucho».
«Cierto… Una cosa que ha cambiado es que ahora siente más responsabilidad que antes».
Mencionó la Duquesa con una mirada decepcionada, mientras agarraba una taza que contenía té negro.
Cuando era niño, Raphael la siguió como un patito inocente, pero a partir de los 8 años había sido muy educado con ella llamándola ‘tía’.
Esto era natural en una sociedad noble, y ella deseaba que el chico fuera muy fuerte para abrirse camino sin importar lo que sucediera.
Cuando Raphael era un niño, era muy cercano a Lizelle, solía sonreír alegremente y hablar varias veces al día, pero cuando nació Juliet, trató de madurar y, a medida que pasaban los años, se volvió más responsable y cortés con sus tíos.
Su cara juguetona desapareció gradualmente y, a partir de un día, incluso emitió un semblante tranquilo.
Fue recién a los 13 años que…
«Es porque no soy lo suficientemente buena…».
La Duquesa colocó en silencio la taza de té en la mesa y bajó las comisuras de su boca con amargura.
«¿Qué? ¿De qué estás hablando? No, Lizelle».
Elensia, que estaba escuchando atentamente, se sorprendió y abrió la boca.
Ella podría estar segura que no era cierto lo que la mujer decía.
¿No lo leyó en la carta de Raphael hace unos días?
Lizelle siempre aparecía en las innumerables cartas que intercambiaba con él, incluso había ocasiones en las que no hablaba mucho del Duque, pero de ella sí. Esto se debe a que siempre estuvo en la vida diaria de Raphael.
Incluso si no lo expresaba abiertamente, Elensia se dio cuenta con solo mirar las cartas, cuanto ama el joven a Lizelle, cuanto la cuida y la respeta.
Incluso si los dos no comparten la misma sangre, eran familia sin importar lo que dijeran los demás.
Una relación sólida creada por el amor mutuo los convirtió en una familia.
«Ja, ja. Gracias por consolarme, Elensia».
«¡No! ¡Te estoy diciendo la verdad!»
«Bien, bien».
La mayor sonrió feliz ante el consuelo de la contraria, sin poder creer que esa pequeña niña de antes hubiera crecido y la estuviera consolando, de modo que se sintió orgullosa como si fuera su madre.
Por otro lado, Elensia notó que Lizelle no creía lo que decía y comenzó a recordar la carta que Raphael le envió.
«Estoy ansioso estos días. Quiero ser un buen hermano mayor y un buen ejemplo para mi hermanito, que nacerá el próximo año, pero temo que no podré».
«¿Enisha?»
Lizelle estaba desconcertada ante las repentinas palabras de la otra.
«Quiero darle tanto amor como mi tío y mi tía me dieron. Tal como me dijo mi tía, también quiero hacerle sentir a mi hermano lo cálida y confiable que es su familia, y cómo el hecho de que haya llegado a mi lado ha hecho que mi vida sea más rica y feliz, pero me temo que no será así».
Cuando las palabras de Elensia terminaron y los hermosos ojos verdes de Lizelle, que estaban agitados, se calmaron.
«Esta es la carta que Raphael me envió. Él probablemente está tratando de ser un buen hermano, piensa que debería ser un ejemplo de honestidad para Juliet».
«…..».
«Lizelle siempre ha sido más que una madre para Raphael. Así que no lo malinterpretes así».
Los párpados de la Duquesa cayeron lentamente sobre el consuelo de la joven, y una profunda sensación de alivio y tranquilidad impregnó su expresión, en donde la ansiedad y la autocrítica habían desaparecido.
«…Está bien. Ahora entiendo, eso es lo que estaba pasando».
Una cálida sonrisa como el sol en la primavera se extendió sobre su rostro. Era la sonrisa de una verdadera madre.
Si la preocupación por criar a un hijo deja de lado el afecto y la atención, es porque las relaciones no pueden ser perfectas, pero los padres sentían que dar todo de sí a sus hijos no era suficiente.
«No podía decirle a Lizelle porque era tímido. Todos los chicos son así».
Elensiase encogió de hombros.
«Gracias».
Expresó la Duquesa su sincero agradecimiento y sintió como si la carga de su corazón finalmente hubiera desaparecido.
«Raphael se preocupa mucho por Julie. Cuando está en casa, pasa su tiempo con ella».
«Es tan amable».
«Tal vez es por eso que esa niña puede hacer todo sola cuando está con su mamá y papá, pero finge que no puede para estar con Raphael».
Lizelle sonrió feliz y continuó la conversación.
Poco después, el salón se llenó de risas amistosas e historias triviales, aunque fue Lizelle quien habló principalmente y Elensia quien escuchó.
La joven se dio cuenta de la interesante relación de Raphael y Juliet, porque pudo escuchar el pasado desconocido de su amigo.
«Juliet se parece mucho a Lizelle.
«La cara de Julie se parece a la mía, pero si de verdad me pareciera a mi hija, ¿no me haría eso un gatito? Los ojos de mi pequeña son tan agudos».
«Creo que el Duque debe haber estado muy feliz».
Elensia sabía muy bien que al Duque Halos le hubiera encantado que Julie se pareciera a su esposa.
Casi todos sus recuerdos de la infancia estaban borrosos, pero algunas escenas permanecieron claras, y una de ellas era sobre el Duque Halos.
Frente a Lizelle, el Duque, que pensó que solo era frío y aterrador, se convirtió en una oveja infinitamente gentil, cuidándola y apreciándola, como si ella se fuera a ir volando o se desmoronara si la sostenía.
«De ninguna manera. Esto es un secreto, pero te lo diré porque eres especialmente tú, Elensia. El día que nació Julie…».
«Lloró mucho».
«¿De verdad?»
«Sí. No importa cuánto lloró, todos los sirvientes de la mansión se sorprendieron. Lohan se pellizcó la mejilla varias veces preguntándose si estaba soñando».
«Supongo que estaba muy feliz con el nacimiento de su hija».
«Bueno, sí, lo estaba».
Lizelle le dio una sonrisa significativa, con una respuesta ambigua.
Cuando Elensia ladeó la cabeza ante una actitud que parecía no ser…
«Tía.»
La voz de un hombre se escuchó a través de la puerta cerrada.
«Pasa».
Cuando se concedió el permiso, la puerta se abrió y entró Raphael, sosteniendo la mano de una niña muy pequeña
«Julie».
Cuando Lizelle vio a su hija junto a su sobrino, les dio la bienvenida.
Ella lamentó saber que Raphael y Juliet volverían a su habitación, pero estaba feliz de volver a ver a la niña.
La niña caminaba temerosamente con sus cortas piernas, sujetando con fuerza la mano de su hermano.
«¿Qué pasó?»
Preguntó Lezel, cuando los hombros de su hija temblaron de forma inusual.
«Juliet, ¿tienes algo que decirle a Elensia?»
Raphael se detuvo frente a si tía y la invitada, luego inclinó la cabeza y miró a la pequeña niña.
«Vamos».
«Por favor…».
Rogó Juliet a Raphael con una mirada llorosa, pero fue rechazada con firmeza.
«……».
La pequeña niña rápidamente dio un paso adelante con una expresión que daba a entender que comenzaría a llorar en cualquier momento. No, en realidad sus suaves ojos ya estaban rojos, como si ya lo hubiera hecho.
«Julie, ¿estás bien?»
«Eso, eso…».
El rostro de Julie se puso aún más lloroso ante la pregunta amistosa de quien ahora era su hermana mayor.
Hermana, lo siento, me diste un regalo tan bonito, cariñoso y que ahora es mi favorito.
A la niña le fue muy difícil hablar, así que solo movió sus manos frente a ella.
Lizelle leyó el ambiente y esperó a su hija, sin decir una palabra, del mismo modo lo hicieron Raphael y Elensia.
Unos segundos después, los labios carnosos y suaves de la menor, que habían estado bien cerrados, comenzaron a abrirse.
«Oye, hermana mayor. Lo siento mucho…».
«¿Eh?»
«Solo quería ver lo que a mi hermano le gustaba…».
Juliet no pudo terminar sus palabras debido a las crecientes lágrimas.
La pequeña niña estaba conteniéndose porque no quería llorar, aún cuando las pequeñas gotas de agua colgaban cerca de sus ojos.
No había forma de saber qué sucedió, así que Elensia finalmente levantó la vista y miró a Raphael, quien sacó algo de su bolsillo y se lo entregó.
Lo que sostenía en su mano era un papel de color amarillo con mucha tinta esparcida, cuya parte inferior estaba arrugado.
La hoja que se secó a la luz del sol, estaba deshecha, pero había algo negro en ella.
Cuando miró de cerca, algo estaba escrito allí.
[Tu amiga, Elensia].
las cartas que nunca mando supongo
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