«Puaj…».
«¿Estás bien?»
Chester le preguntó a Lizelle con una mirada de preocupación.
«Estoy un poco abrumada».
Habló con el rostro pálido mientras se apoyaba en el hombro de su esposo. Los tres Chester, Lizelle y Raphael, viajaban juntos en un carruaje para ir de picnic a «ese lugar», que mencionó Chester.
El problema era, que no importaba lo cómodo que fuera el carruaje, después de dos días estaban exhaustos.
El pequeño Raphael también se recostó sobre las rodillas de Lizelle derrumbado por el agotamiento. El lugar al que planeó ir Chester estaba a varios días de distancia, por lo que no tenían más opción que resistir.
Incluso si el carruaje era espacioso y agradable, estar sentado o acostado durante mucho tiempo hacía que todo su cuerpo se entumeciera.
Fue solo a través de este viaje que Lizelle pudo comprender el dolor. Porque dolía como si alguien le hubiera golpeado en todo el cuerpo.
De vez en cuando hacían una pausa y descansaban, pero sólo por un rato.
Como aún faltaba para llegar, tenían que volver a montar.
«¿Aún queda mucho camino por recorrer?»
«Creo que estaremos allí hoy. ¿La estás pasando mal? ¿Detenemos el carruaje un rato?»
Preguntó Chester, examinando cuidadosamente el estado de su esposa.
Él, a diferencia de Lizelle y Raphael, se encontraba bien.
Durante muchos años recorrió a caballo, y con varias expediciones realizadas, estaba acostumbrado a viajar largas distancias, así como dormir al aire libre.
«No, aguantaré un poco más, ya que llegaremos hoy».
Estaba sonriendo, afirmando encontrarse bien, pero la sonrisa de Lizelle veía forzada. Su rostro blanco estaba incluso más pálido.
No se sentía bien, pero no quería perder el tiempo tomando otro descanso. Era mejor llegar temprano y descansar.
«Debimos haber ido a un lugar cercano. Raphael y tu están sufriendo por mi culpa».
Las comisuras de los ojos Chester se hundieron con pesar. Fue porque no esperaba que los dos sufrieran tanto. Estaba muy triste porque podía parecer que no había pensado en ellos.
«No, yo también quería ir al lugar que mencionaste».
Lizelle trató de apaciguarlo, pero Chester estaba realmente deprimido, como si su cola invisible estuviera caída.
«De verdad, te lo he dicho antes. Realmente quiero ir contigo».
Lizelle sonrió suavemente y puso su mano sobre la de él. Aunque era difícil el trayecto, lo decía con sinceridad. Tenía muchas ganas de ir al lugar que Chester tanto le había contado.
Pero cuando pensó en que tenía que volver a montar el carruaje para el viaje de regreso, sintió que se volvería loca.
«Me sentiré mejor si tomo un poco de aire fresco».
Chester asintió ante el consuelo de Lizelle y agarró la manta que estaba a su lado para cubrir a los dos.
Abrió la ventana dejando que entrara el viento.
«¿Eh…?»
Los ojos de Lizelle se agrandaron por la sorpresa. El aire que entró a través de la ventana tenía un aroma que la hizo sentir nostalgia.
«Creo que hay un mar cerca».
De repente, miró hacia arriba y se inclinó hacia la ventana.
Cuanto más se acercaban, más profundo era el olor a mar.
Chaser sonrió ante la emoción que mostraba su esposa.
«¿Vamos al mar?»
Preguntó con los ojos brillantes.
«Así es».
«¡Wow! Me encanta.»
Lizelle expresó una ligera admiración ante su respuesta.
El mar era un lugar lleno de recuerdos antes de que poseyera a Lezel. Era un lugar nostálgico lleno de buenos recuerdos con su madre.
De hecho, podía ver el mar desde ahí.
Tan pronto como olió el mar, sintió que la fatiga acumulada se desvanecía. Porque todo su cuerpo ya estaba empezando a emocionarse con anticipación.
«Creo que llegaremos pronto».
Chester miró por la ventana e informó de la situación.
Al ver el mar acercándose cada vez más, podía asegurar que llegarían a la villa en unos pocos minutos.
Después de pasar el largo puente, el carruaje se detuvo suavemente cuando llegaron a lo más profundo. Chester, naturalmente abrió la puerta primero y salió.
Luego sostuvo a Raphael, que estaba acostado, y con una sonrisa más brillante que la luz del sol, le tendió la mano a Lizelle.
«Hemos llegado».
«Gracias».
Lizelle sonrió ante su consideración y puso su mano sobre la de él.
Finalmente, se bajó con cuidado del carruaje y el olor del mar se volvió más intenso que antes, perforando en la punta de su nariz.
«Esta es nuestra villa».
«Guau…».
Cuando Chester dio un paso atrás y señaló con su mano desocupada, la boca de Lizelle se abrió de asombro.
Fue porque la enorme villa, que constaba de una combinación de blanco y azul, era tan hermosa que la hizo sentir como si estuviera en Santorini.*
*una ciudad en Grecia
Además, no muy lejos de ahí, había un mar azul que brillaba como polvo de oro.
¿Qué es esto?
El sonido del mar moviéndose, junto con el sonido de las olas rompiendo, sonaban como música de fondo. Fue una vista tan hermosa que se sintió emocionada.
«Es tan, tan maravilloso».
Lizelle dio un paso y caminó cerca del mar. El viento sopló moviendo su vestido.
Su cabello ondeaba en una delicada curva.
Pero no hacía frío. Al ver el abierto paisaje, todo se sintió fresco.
«Me alegra que te guste. Esta isla te pertenece».
Chester dijo con una mirada de alivio cuando comprobó su expresión emocionada.
«¿Qué quieres decir con que es mía?»
Lizelle miró hacia atrás rápidamente con sorpresa. Pero Chester se limitó a sonreír sin responder. En ese momento, la mente de Lizelle recordó lo que había dicho antes.
«Voy a trasladar la mansión a la playa».
Cuando vio el paisaje del mar creado con magia en un restaurante y le gustó, Chester dijo que movería la casa a la playa.
Sí. Lo había dicho con una mirada muy seria que por un momento creyó que era verdad. Pero esa broma…
«Hablabas en serio cuando lo dijiste en el restaurante».
«Sí, desde ese día quería regalarte el mar».
Cuando Lizelle reconoció tardíamente lo que quería decir, Chester respondió con una sonrisa.
Recordó la sonrisa brillante que vio en el restaurante, esa que nunca pudo olvidar.
Más deslumbrante y fragante que cualquier otra joya. Ese día, Chester pudo darse cuenta de la razón de su existencia.
Estuvo deambulando durante mucho tiempo solo, hasta que ella llegó a su lado.
Quería mantener una sonrisa en esa cara bonita y protegerla para siempre.
«No, espera un minuto. ¿Una isla? ¡¿Una isla?!»
«Sí, el nombre de la isla aún no se ha decidido, pero me gustaría que llevara el tuyo».
Chester se sonrojó tímidamente.
La boca de Lizelle estaba muy abierta. Lo decía con una cara tímida como si solo le hubiera regalado una rosa.
«Jajaja…».
Una risa estalló entre sus dientes. Lo olvidó por un momento. Sobre la forma de actuar de ese hombre.
Fue él quien llevó toda la joyería y la boutique a la mansión…
«Si no te gusta la villa, construiré otra cerca».
«¡No! ¡Me encanta! ¡Lo digo enserio!»
Lizelle gritó apresuradamente. A este ritmo, podría terminar siendo propietaria de varias villas para diferentes temporadas y usos
«Gracias a Dios».
Las orejas de Chester estaban enrojecidas por la intensa reacción de Lezel.
Dándose cuenta de que le gustaba mucho, su corazón estuvo satisfecho.
Lohan, que estaba observando la escena desde lejos, negó con la cabeza al ver a su maestro.
«Waaa… ¿ya llegamos?»
En ese momento, Raphael, que estaba en brazos de Chester, se frotó los ojos y soltó un bostezo.
Gracias al viento frío que rozaba sus mejillas, estaba empezando a despertar.
«Sí, estamos aquí. Gracias por resistir el viaje».
El rostro de Raphael cobró vida gradualmente mientras miraba a su alrededor con los ojos entreabiertos ante la respuesta de Lizelle.
«¡Wow! ¡Abajo, abajo!»
Sacudió los pies mientras sus ojos brillaban de emoción. Chester lo puso directamente al suelo.
En cuanto estuvo abajo, Raphael corrió hacia el mar con una gran sonrisa como si nunca hubiera estado deprimido
«Lo seguiré».
Lohan persiguió a Raphael junto con Tia. Mirando al niño, que parecía mucho más feliz, Lizelle tomó las manos de Chester.
«Gracias, en serio».
Los ojos de Lizelle se pusieron vidriosos.
Ella sería la única persona en el mundo que recibiría una isla como regalo.
Al principio se sintió agobiada por ello, pero se puso muy feliz al pensar que él recordó su amor por el mar y preparó este regalo.
Porque en su corazón no había nada más que amor.
Él quería regalarle un mar real que fuera diferente a las simulaciones que vieron en el restaurante.
«¡Lizelle! ¡Tío! ¡El mar! ¡Vamos, dense prisa!»
Raphael, que había corrido hacia la arena blanca, agitó los brazos hacia los dos.
Al ver que el niño había vuelto a su estado de ánimo original, ambos adultos se echaron a reír.
Y luego, sin decir una palabra, se dirigieron hacia él.
El mar brillaba maravillosamente, como si le estuviera dando la bienvenida a esas tres personas.
Ahora si termine de dejarles las imagenes que han salido del manhwa, ¿qué les pareció el dibujo?
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