Charla de mujeres(1)
Las copas que todos levantaron al unísono eran brillantes.
Después de ver la extraña sonrisa de Fabián, Evelyn se tragó la vergüenza en su corazón. Aunque no supiera cuál era la intención, en sus ojos negros, que parecían mirarla con cara fría, la hacían sentir incómoda.
«¿Qué? Él es… tan aterrador…»
De hecho, a su manera, él trató de mostrar su poca sinceridad. Pero ella fingió no ver esa sonrisa y rápidamente volvió los ojos.
En sus ojos, aquella expresión facial parecía amenazadora e intimidante, a diferencia de las verdaderas intenciones de Fabián.
«¿No me digas que va a matarme?»
Si él supiera lo que ella estaba pensando, se habría vuelto loco y se sentiría injusto, pero afortunadamente, disfrutó del banquete con orgullo. (mi Fabi, el incomprendido 🙁 )
La aparición del Emperador era rara incluso en un banquete de la Familia Imperial, así que los nobles se reunían con calidez y estaban ocupados dando a mostrar sus caras.
«Tendré que saludar al Emperador.»
Arturo y Miriam se levantaron de su asiento para mostrar algo de etiqueta.
Pero Evelyn sacudió la cabeza después de recordar su malvada mirada de antes. «Creo que voy a saludar al resto de las damas». Afortunadamente, Rebecca se acercó a su lado, y ella rápidamente humedeció sus labios secos con vino.
Al final, los ojos de las nobles damas se volvieron hacia ellas. Iban a chismorrear sobre dos divorciadas problemáticas con su colorido cabello recogido mientras sostenían su abanico de mano.
«Princesa, las hienas están aquí».
«Lo sé. Ya me duele la cabeza por el olor del perfume. ¿Estarás bien?» Había sentido curiosidad por ello desde antes.
«No pude evitarlo. Creo que ya perdí mi sentido del olfato».
«Tienes una mente similar a la mía. Creía que el hombre imperial tenía un sentido del olfato muy singular».
No era un chiste. El olor le provocaba dolor de cabeza incluso a unos pasos de distancia. No dejaban ninguna parte de sus cuerpos sin perfumar ya que vertían varios de ellos, con botellas completas y hablaban con la frente en alto.
«Vienen hacia aquí». Rebecca susurró fríamente con una hermosa sonrisa.
Las nobles damas estaban tan enfocadas en decorarse que parecían una bandada de pájaros. Aunque, con su nivel intelectual no era tanta la diferencia.
«Ten cuidado, antes de que el banquete empezara, fui a ver a Su Majestad y me miraron cínicamente.»
«Vaya, estoy tratando de recordar cómo era en los viejos tiempos.» Al igual que su amiga, Evelyn, armada con su sonrisa, susurró en voz baja.
«Saludos a la Princesa del Reino de Felice y a Lady Akshire.» Lady Satin, la líder del grupo, dio una reverencia con su abanico de plumas azules, que era similar a su traje.
Las otras damas también sonrieron extrañamente y dieron los saludos apropiados. Cuando Evelyn era Emperatriz, siempre fueron egoístas, así que ahora no hacía nada más que mirarlas.
«Me alegra ver a la Princesa con tan buena salud cuando he tenido tantas preocupaciones sobre ti en el mundo social.»
«Ah… creo que sigues siendo la misma que en aquel entonces.»
«Debes haber tenido muchos problemas para prepararte para dar este banquete.»
Entre sus palabras de amor, había demasiadas espinas invisibles. Y dentro de su experiencia, de todo lo dicho, nada era un cumplido.
«No están con la Familia Imperial, así que estoy segura de que no fue fácil hacer estos preparativos en un lugar donde no hay nada», dijo la Condesa Hernia.
Ella estaba haciendo bien su papel. En sólo unas pocas frases, señaló que Evelyn y Rebecca se habían divorciado y dejado el Imperio. Que el Reino Felice era un país pequeño. Incluso subestimaron la capacidad de ambas.
Evelyn tuvo la sensación de haber regresado a la Familia Imperial por un momento. Las damas no cambiaron ni un poco, como si se hubieran conocido ayer.
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