MNM – Episodio 63
“Fui descuidado, Irenea. Si no había nadie que te cuidara, debería haberlo hecho yo mismo…”
César suspiró.
“Soy tan incompetente.”
“¡Eso no es cierto, César!” (Irenea)
“Serpin. Lleva a la Archiduquesa de compras hoy y asegúrate de que compre todo lo que necesita.”
“Sí, ¡confíe en mí!” (Serpin)
Serpin apretó los puños. Había una persona más que podía ayudar con eso. ¡Nada menos que Emma!
“Su Alteza el Gran Duque, lo siento, pero creo que debe irse ahora, porque parece que tenemos algo que hacer entre nosotras las damas.” (Serpin)
Serpin, que había estado trabajando como un zombi todo el día, por fin se sintió con energía. Finalmente, César fue empujado por Serpin y expulsado de la oficina.
Serpin miró a Irenea con la mirada de un cazador que observa a una presa vulnerable.
“Su Alteza la Gran Duquesa. ¿Está lista?” (Serpin)
“Mmm…”
Irenea parpadeó. Nunca había vivido nada parecido, así que no lo comprendía del todo. ¿Comprar ropa no se trataba solo de ir y probarse lo que le gustaba? Irenea simplemente se ponía lo que Karolia le elegía y listo.
Así que Irenea no le dio mucha importancia.
¡Quién iba a imaginar lo poderosa que sería la combinación de Emma, Madame y Serpin!
* * *
Habían pasado tres horas.
En ese tiempo, Irenea se había probado siete vestidos. Y los había comprado todos. Irenea vio cómo la astronómica suma se esfumaba ante sus ojos. Había acordado que los vestidos se ajustaran y que Madame se los enviara antes de que terminara la semana.
Irenea pensó que ya había tenido suficiente.
Pero eso fue solo una ilusión de Irenea.
“Esto, esto y esto. Y también le sugiero que se los pruebe. Creo que Su Alteza la Gran Duquesa se vería bien con cualquier cosa.” (Madame)
“Yo también lo creo. Ah, y esto también.” (Emma)
“Bien. Su Majestad el Gran Duque dijo que puede comprar todo lo que quiera.” (Serpin)
“Jejeje. Es suficiente dinero para comprar belleza.” (Emma)
Irenea palideció al oír esa conversación. Pero, incapaz de detenerlas al ver que se mostraran tan entusiasmadas, se dejó llevar dócilmente.
Irenea compró trece vestidos ese día y había gastado una cantidad que jamás había imaginado posible.
‘¿Está bien hacer esto?’
No podía ser.
Le pareció que lo mejor era regresar a la Gran Residencia Ducal, hablar honestamente con César sobre el dinero que había gastado hoy y pedirle un reembolso. Así que Irenea, exhausta, regresó a casa y buscó inmediatamente a César.
“¡César!”
“¿Irenea?” (Cesar)
César, que había estado revisando los documentos, se levantó de su escritorio.
“¿Qué ocurre?” (Cesar)
El rostro de Irenea estaba excesivamente pálido, entró nerviosa y cerró la puerta.
“Creo que me he excedido en los gastos de hoy, César.”
“Ajá.” (Cesar)
“¡No es algo para tomar a la ligera!”
Irenea susurró, conteniendo el aliento, cuánto había gastado ese día, estaba segura de que César se sorprendería o se enfadaría. ¡Gastar tanto dinero en vestidos! Quizás porque nunca antes había ido sola a una tienda de vestidos, el corazón de Irenea latía con fuerza.
“¿Compraste suficiente ropa?” (Cesar)
“No, no es eso, es que es excesivo…”
“Para nada.” (Cesar)
César sonrió con dulzura.
“Por supuesto que fue un gasto necesario, así que no te preocupes.” (Cesar)
“¡Pero, pero…!”
Esta vez, Irenea palideció aún más.
“¿Irenea?” (Cesar)
“¡Uf! Creo que voy a vomitar…”
Impactada por el gasto excesivo, Irenea no pudo contenerse y vomitó todo lo que había comido. En mitad de la noche se armó un pequeño revuelo. César, más pálido que Irenea, llamó al médico de cabecera, y el alboroto se produjo porque la gente que corría de un lado a otro hacía mucho ruido.
E Irenea no pudo devolver ni un solo artículo.
* * *
El Conde Aaron accedió a todas las peticiones de Karolia y Rasmus. Tal y como habían acordado, trajo a una mujer ciega, la dejó sorda y la silenció, decolorarle el cabello no fue difícil.
En ese momento ya había comprando la medicina y estaba pasando por ese proceso, así que pronto conseguirían un tono blanco puro.
La criada había dicho que si teñía el cabello de la mujer con mercurio se le pudriría la piel lentamente, pero eso no le importaba al Conde Aaron. Pagó una cantidad suficiente, y la mujer solo tenía que aguantar hasta que Rasmus ascendiera al trono.
Lo único que tenía que hacer era imitar el color del cabello de Irenea, y asunto resuelto.
Además, la petición de Karolia era aún más sencilla.
“La Emperatriz carece de ojo perspicaz.” (Condesa)
La Condesa murmuró con mal humor mientras registraba la caja fuerte. Obviamente había muchas cosas producto de sobornos que había aceptado de la gente, pero no encontraba nada que merezca la pena. Como Emperatriz, debía tener una gran cantidad de objetos valiosos… La Archiduquesa Benoit le había enviado un pequeño colgante de diamantes rosas, así que necesitaría algo mucho más exquisito para que Karolia pudiera llamar su atención.
Algo más grande y lujoso.
Mientras murmuraba esas palabras, una joya que brillaba en un rincón captó su mirada, era una pieza lujosa, con un gran zafiro en el centro, rodeado de esmeraldas verdes; un collar que cualquiera podía ver a simple vista que era caro.
La Condesa Aaron, pensativa, lo tomó.
“Uf. Con esto será suficiente. Al fin y al cabo, esa mujer también es una esnob.”
La Condesa Aaron hizo un puchero y salió de la cámara acorazada, en su mano sostenía el collar, que brillaba intensamente, más que nada.
* * *
Como Karolia, la mujer de Benito, le había enviado un regalo, así que decidió echar un vistazo. Abrió la caja y lo que encontró fue un enorme collar enjoyado sin un ápice de elegancia.
Era un regalo que no había pedido ni deseaba recibir.
Además, el color no le sentaba bien a la Emperatriz. Era un simple regalo caro, sin la más mínima consideración ni cuidado hacia quien lo recibía.
“¿Por qué me envió esto? ¿Es un soborno?” – Murmuró la Emperatriz, estupefacta.
“Parece que sí.” (Nettleya)
“Ja.”
La Emperatriz se tocó la frente.
“Supongo que solo les parezco una snob más. Devuelvan esta monstruosidad inmediatamente y deja claro que no se debe repetir tal insolencia. Nettleya, ve a devolverlo tú misma.”
“Sí, Su Majestad la Emperatriz.” (Nettleya)
Nettleya hizo una reverencia.
Enseñar modales a una joven recién llegada a la familia del Archiduque Benito no era difícil. A menos que, como la Archiduquesa Benoit, los hubiera tenido desde el principio. Aun así, solo podía preguntarse cómo los Condes de Aaron, una familia noble con una larga historia, habían criado a sus hijos.
Nettleya acunó la caja que la Emperatriz había arrojado a un lado como si fuera basura.
Incluso a los ojos de Nettleya, era un objeto de muy mal gusto que solo costaba dinero. Además, un regalo enviado así, sin motivo alguno; era un objeto y un comportamiento que no encajaban en absoluto con la naturaleza frugal y noble de la Emperatriz.
Chasqueando la lengua, Nettleya se puso de pie. Lo mejor era deshacerse de este tipo de cosas rápidamente.
* * *
Karolia pensó que ahora todo estaba resuelto, estaba convencida de que la Emperatriz ya no interferiría en su trabajo.
‘¿Cuánto valía eso?’
Karolia tarareó mientras comía su fruta. La familia Archiducal de Benito era un verdadero paraíso. Claro que complacer a Rasmus no era fácil, pero ese tipo de dificultades formaban parte de la vida matrimonial, ¿no?
Además, la Gran Duquesa Benito, conocida por su sensibilidad, era muy amable con Karolia. Y aún más después de que concebir un hijo, se volvió aún más cariñosa y trataba a Karolia con ternura. Le dijo que le daría a Karolia todo lo que quisiera con tal de que diera a luz a un niño sano.
Con semejante cuidado, no había razón para que aquello no fuera un paraíso.
En ese preciso instante, llegó una visita muy bienvenida para Karolia.
“Lady Karolia. Ha llegado una invitada del Palacio Imperial.” (Criada)
“¿Del Palacio Imperial? ¿No se encarga la Gran Duquesa de esos asuntos?”
“¡Dicen que ha venido a ver a Lady Karolia! Es la Dama de Honor principal Nettleya. La Gran Duquesa ha pedido que informe a Lady Karolia de inmediato.” (Criada)
“¿Sí… la Dama de Honor principal?”
Karolia había oído hablar de ella. Como la dama de compañía y la confidente más cercana de la Emperatriz, su poder e influencia eran incomparables en el Palacio Imperial. Se decía que todos los sirvientes la respetaban, y había oído que el mismísimo Emperador también.
Esto se debía a que provenía de una familia prominente y contaba con el favor absoluto de la Emperatriz. Además, ¿acaso no había sido la dama de Honor principal Nettleya quien le había entregado el regalo a la Archiduquesa Benoit? Seguramente había venido a ver a Karolia con un obsequio de agradecimiento.
No había otra razón para que la doncella de honor principal Nettleya viniera a ver a Karolia.
“¿Llamo a los sirvientes? (Criada)
“Eh, ¿por qué?”
“Pensé que sería mejor dar la impresión de que estamos aquí para darle la bienvenida.” (Criada)
La doncella dijo con cautela.
El estatus de Nettleya ahora se extendía incluso a las criadas que realizaban tareas serviles dentro del actual imperio.
Sin embargo, Karolía pensaba de otra manera. Aunque Nettleya era la dama de compañía que trabajaba para la Emperatriz, no había necesidad de llegar a tanto por una dama de honor, ¿verdad? Karolía estaba destinada a ascender más alto que Nettleya.
‘¿Pero por qué debería ir tan lejos? Deco hacerlo yo misma.’
Karolía hizo un puchero. Era un pensamiento arrogante, posiblemente porque estaba más acostumbrada a una vida en la que alguien la sostenía.
Ella no había aprendido a inclinarse ante nadie.
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