MNM – 61

MNM – Episodio 61

 

“¡Menos mal! El Norte también logrará un progreso notable, César. César está trabajando muchísimo.”

“No. No lo habríamos logrado sin Irenea.” (César)

Llegaron al comedor, irradiando un hermoso amor conyugal, reconociendo el mérito mutuo.

Los sirvientes los saludaron.

Nadie en el Norte cuestionó por qué el cabello de Irenea había crecido tanto. Claro que quienes la vieron expresaron cierta extrañeza, pero Emma insistió: ‘Le arreglé el cabello, lo hice parecer corto’, y la gente le creyó.

No había razón para dudar de esas palabras.

Y que el cabello de Irenea fuera largo o corto les daba igual, Irenea poseía las cualidades de una magnífica Gran Duquesa. Su llegada trajo consigo muchos beneficios.

Irenea organizó el horario de trabajo del personal del Gran Ducado. Ellos, que antes andaban a la deriva, ahora tenían un sentido del orden y un día de descanso. Lo más sorprendente fue precisamente la disponibilidad de un día libre. Algunos de los sirvientes comenzaron a alabar a Irenea por su cuenta, tal como Bigtail.

E Irenea mandó renovar los alojamientos de los sirvientes, cuidando los detalles que César había pasado por alto. Era solo cuestión de tiempo que todos sirvientes se enamoraran de Irenea.

En fin, habían llegado al punto en que podían confiar que Irenea incluso convertía los frijoles en filetes.

Por eso les encantaba la estrecha relación entre Irenea y César.

Muchísimo.

En el norte, donde el verano estaba en pleno apogeo, había llegado un rayo de sol llamado Irenea. Era una luz solar brillante y hermosa.

 

* * *

 

Y la plaga que Irenea había previsto, la plaga que había devorado a innumerables personas en su vida anterior, estaba germinando en la oscuridad. Una plaga verdaderamente horrible, no como la que el Conde Aarón había urdido.

“¡Ugh!”

El rostro del hombre, que escupía sangre, estaba cubierto de horribles ampollas. Ampollas llenas de pus que supuraban sangre.

La fiebre era abrasadora, los humanos vomitaban sangre tres veces al día y las puntas de los dedos de las manos y los pies se les pudría y caía a pedazos.

“…Debemos informar de esto a la corte imperial inmediatamente.”

“Nuestra aldea ha expirado.”

La gente, aterrorizada, cerraba sus puertas y no salía; sin embargo, la epidemia se propagó aún más rápido. La desconocida y contagiosa enfermedad, de la que ni siquiera se sabía cómo se transmitía, estaba diezmando a la población. Los sacerdotes del pequeño templo de la aldea clamaban que el juicio divino había comenzado, y la pequeña enfermería de la aldea estaba abarrotada de gente.

Médicos y voluntarios, con paños blancos en la cara, limpiaban el pus sanguinolento de los pacientes y les administraban medicamentos, pero no había ninguna mejoría significativa.

Era una enfermedad de la que ni siquiera se sabía el nombre.

Tres personas morían cada día en la pequeña aldea.

El señor, que había intentado resolver el problema discretamente, se vio finalmente obligado a bloquear la aldea y enviar un mensajero a la corte imperial.

 

* * *

 

El Conde Aarón se sintió aliviado de que hubiera llegado su oportunidad.

Rasmus no lo había abandonado, le ofreció al Conde Aaron otra oportunidad. Dado el comportamiento despiadado y cruel de Rasmus, fue un gesto misericordioso.

“Buscar un reemplazo para Irenea.” (Condesa)

La Condesa Aaron se frotó la frente como si le doliera la cabeza.

“No le dé tantas vueltas, señora. Los que se mueven por dinero abundan. Si le decoloramos el cabello y lo teñimos con mercurio, como sugirió el Gran Duque, podríamos engañar a la gente por un tiempo.”

“Pero esa mujer será nuestro punto débil. Podría amenazarnos y extorsionarnos en cualquier momento…” (Condesa)

“Vaya, señora. Solo tenemos que encontrar a una mujer ciega, sorda y muda. Si no existe, podemos crearla. Solo estamos buscamos a alguien para colocar simbólicamente al lado de Su Alteza el Archiduque.”

“…Esa mujer se convertirá en la Archiduquesa. Una mujer con discapacidades físicas no puede ser miembro de la familia imperial, ¿verdad? Lo mismo ocurre con el puesto de Archiduquesa.” (Condesa)

La Condesa Aaron expresó su preocupación. Tras haber conseguido a duras penas una sustituta para la Santa, sería un desperdicio de esfuerzo si no pudiera cumplir con su papel.

“No tiene que preocuparse por eso, señora. Ese puesto le pertenece a nuestra Karolia. No tiene por qué preocuparse demasiado por una mujer que no es más que una carta que se usa una temporada y luego se desecha. Por cierto, ¿has sabido algo de Karolia?”

“Sí. He oído que Su Majestad la Emperatriz ha empezado a sentir aversión por Karolia últimamente.” (Condesa)

“¿Y?

“Me pidió que preparara un regalo a Su Majestad la Emperatriz.” (Condesa)

“Mmm. Tendremos que ver si hay algo útil. ¿Por qué esa mujer odia a nuestra Karolia?”

“¿Quién puede conocer el corazón de una mujer arrogante en un alto cargo? Es solo que me da pena nuestra Karolia.” (Condesa)

La Condesa frunció los labios con insatisfacción.

Ella no tenía la culpa. Como siempre, les parecía natural culpar a los demás. Mientras la Condesa y el Conde discutían su siniestro plan, la peste se extendía sigilosamente hacia la capital.

 

* * *

 

Irenea invitó a Bigtail.

Había oído noticias interesantes y quería recompensarlo. Se excusó diciendo que ella y Serpin aún no estaban familiarizados con el trabajo.

“Serpin. Ve al estudio y tráeme los libros de contabilidad con el registro de las importaciones de grano anteriores.”

“Sí, Su Alteza la Gran Duquesa.” (Serpin)

Irenea despidió a Serpin de la habitación con naturalidad, tras asegurarse que, el sonido de sus pasos, se habían desvanecido, habló con cautela.

“Sir Bigtail. ¿Dijo usted antes que el Conde Aaron enmascaró mi muerte como si fuera a causa de una epidemia?”

“Sí, es correcto.” (Bigtail)

“Entonces, ¿qué tal si usamos eso en su contra?”

“¿Eh?” (Bigtail)

“Irenea está viva, pero es cierto que los sirvientes en la finca del Condado de Aaron han muerto, ¿no?”

Irenea sonrió alegremente.

“De todos modos, siempre surgen los rumores, así que dejemos correr algo interesante: Que la epidemia se originó en el Condado de Aaron. Eso es todo lo que se necesita. La gente se encargará de unir el esqueleto.”

El origen de la epidemia se disfrazó en el territorio de los Condes de Aarón, y ampollas brotaban en los rostros de los muertos. Estaba ansiosa por ver qué rumores se extenderían.

“Su Alteza, la Archiduquesa.” (Bigtail)

Los ojos de Bigtail brillaron.

Bigtail respondió con valentía. “Es una estrategia excelente. Incluso los hechos no confirmados, si son lo suficientemente sensacionalistas, tienden a difundirse como rumores. Me pondré manos a la obra de inmediato. No debería ser difícil contratar a un recadero para que difunda esa noticia.” (Bigtail)

“Creo que el mejor momento para hacerlo será después de que se anuncie la epidemia.”

“¡Sí!” – Respondió Bigtail con rapidez.

Como era de esperar, había más esperanza para Irenea que para César.

Tras otra conversación satisfactoria, como era de esperar, Bigtail regresó con el corazón palpitante. Si la cabeza es Irenea, Bigtail es quien actúa. Parecía que los dos hacían un buen equipo y trabajaban bien juntos.

Más de lo que esperaba.

 

* * *

 

Pensó que la boda traería algún cambio drástico, pero no fue así. Solo un poco, mucho, ¿un poquito de felicidad? César tarareó. Los días no eran diferentes a los del año pasado. Manteniéndose precavido con los bárbaros y precavido con la Capital Imperial.

Cuidando de los asuntos de la finca, pensando en el presupuesto. Era una rutina muy normal y sin nada de especial, la única diferencia era que Irene estaba a su lado. Alguien con quien podía comer, tomar té, hablar de los asuntos del territorio e ir a la cama y dormir juntos.

Ese pequeño pero significativo cambio le estaba dando vida a la monótona existencia de César.

Pero César no era el único que parecía estar de buen humor últimamente.

“Bigtail.”

“¿Eh?” (Bigtail)

“Hoy pareces excesivamente feliz.”

“Hay días en que uno se siente bien, ¿sabe?” – Dijo Bigtail con formalidad.

Y lo mismo ocurría con el mayordomo principal que servía el té.

“Tú también pareces estar de buen humor.”

“Hmm. ¿Por qué no lo estaría?” (Mayordomo)

César sospechaba que todo eso era un efecto mariposa provocado por Irenea. Irenea estaba generando un viento de cambio al norte.

“¿Qué tal si sale a una cita hoy?” (Bigtail)

“¿Una… cita?”

“Sí, Su Alteza el Gran Duque. Desde que Su Alteza la Gran Duquesa llegó, no ha podido disfrutar la playa como es debido. Como solo ha vivido en la Capital Imperial, así que esta debe ser la primera vez que ve el mar.” (Bigtail)

“Una cita… Una cita en la playa. Es una buena idea. Creo que nunca le he mostrado el mar como es debido a Irenea.”

“La vista del mar desde un barco es diferente a la que se tiene caminando directamente por la playa.” (Bigtail)

“¿Qué tal si hacemos esa fiesta campestre de la que hablé antes?”

“Si habla de una fiesta campestre…” (Bigtail)

“Para celebrar la llegada de Irenea, abriremos la propiedad. Nos reuniremos allí y disfrutaremos de una fiesta campestre, prepararemos fuegos artificiales y comida.”

De hecho, solo habían celebrado la boda, pero no habían tenido una reunión social como es debido para presentar adecuadamente a Irenea. Aunque Irenea no parecía muy interesada, y no contaba con ninguna dama que preparara algo especial.

Esa fiesta campestre le parecía una buena oportunidad para hacer eso.

“¡Buena idea! Como hace calor, sería buena idea considerar en un regalo de agradecimiento refrescante. Unos abanicos, tan populares últimamente en los países orientales, serían una buena opción, y preparar platos agridulces también estaría bien. Colocar incienso y velas también.” (Mayodomo)

El mayordomo principal dio una palmada. Acorde con la atmósfera sombría de la Gran familia Ducal en los últimos tiempos, la playa y la villa privadas del territorio habían estado prácticamente cerradas, pero ahora que Irenea estaba allí, se estaban dando conversaciones como esa. El rostro del mayordomo principal reflejó una emoción intensa mientras rodaba los pies.

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