CAPITULO XII – Parte V
Basster cerró y abrió los ojos pausadamente. Si puedes envolver tu malicia en bondad sin que otros lo detecten, al final lo recordarán como bondad. Si las buenas intenciones se envuelven en maldad, por muy buenas que sean, se convierten en maldad.
«Habría huido, junto a ella».
«…»
«O derribo a mi amo para ocupar su lugar».
La voz de Basster se tornó impasible. Shuri respiró hondo, sus ojos se abrieron de par en par con incredulidad, luego de verlo sorprenderse, Basster se dio la vuelta.
«No se trata de tener dinero o no tenerlo, de tener poder o no tenerlo, Shuri. Se trata de tu incapacidad para engañarme y salirte con la tuya».
Si hubiera escapado con ella sin ser detectado, quién habría sabido si era una buena o mala decisión, al final solo sería un asunto entre él e Yvette Pearson, solo eso habría quedado registrado como la verdad.
«Escogiste al oponente equivocado en primer lugar. Debieron habértelo dicho la primera vez que llegaste a la familia Kayenne: si no puedes contra ellos, huye».
Shuri acarició varias veces la daga que tenía en la mano. No dijo nada durante un largo rato, frunció ligeramente el ceño y luego asintió lentamente.
«… Sé que fui un estúpido, y que pensará que estoy loco por abandonar todo por una chica, lo siento, mi señor.»
Basster caminó despacio a la salida, sin darse la vuelta.
«La verdad es que no. Te entiendo, pero no necesito a mi lado un miembro que vaya por ahí revelando secretos internos».
«… Gracias por su misericordia.»
Basster se volvió para mirar a Shuri una última vez antes de salir, y con un leve gesto de la mano, todas las sombras se escabulleron fuera del sótano.
«¿Algo más que deba saber?»
«Creo que no, mi señor».
«Localicen a Yvette Pearson y denle caza. No dejen que se acerque a nadie del Imperio».
«Si, amo».
La sombra encorvada retrocedió. Basster cerró y abrió los ojos lentamente, con un sabor amargo en la boca.
Los humanos no siempre pueden ser razonables y racionales. Siendo un hombre que vive a diario en medio de muchas encrucijadas, no puede darse el lujo de tomar la decisión equivocada. Sea cual sea el razonamiento detrás de los actos de esos dos, esto era inaceptable para Basster.
Basster suspiró pesadamente al salir del sótano. Se frotó los ojos con fuerza, se sentía más cansado de lo habitual.
«… ¿Papá?»
«Nitens».
Su ceño se frunció ligeramente. La mirada del niño estaba fija en algo más que no era él. Bajó la cabeza, siguiendo los ojos de Nitens, y vio que la espada que chorreaba sangre seguía en su mano. Chasqueó la lengua, fue descuidado.
«Nitens. Esto es…»
«¿Se fue el monstruo?»
Los ojos de Basster se abrieron ligeramente al oír la vocecita del niño.
Deslizó lentamente la espada en la funda, colgada de su cintura.
«¿No le duele a mamá nunca más?»
El niño, que pensé que estaría aterrorizado, ladeó la cabeza mirándolo fijo con sus ojos carmesí llenos de inocencia. Tras un largo momento de silencio, como si esperara una respuesta por parte de Basster, parpadeó un par de veces.
«No, nunca más. Me ocuparé de todo lo que intente dañarlos».
«¿También de él?»
«¿Él?»
«… El papá de mamá.»
Mientras Basster observaba la interesante reacción de Nitens, la comisura de sus labios se curvó hacia arriba. Se acercó lentamente a él y lo cargó en brazos. Incluso para estar en la Academia, el niño era muy pequeño.
«¿Qué quieres que haga?»
«A Mamá y Nity, si no dejas de molestarlos, te cortaré con mi espada».
«Bien. Haré que así sea. Para que nunca pueda aparecer frente a ti y Karinna por el resto de su vida.»
Nitens asintió y se sujetó de la túnica de Basster. El niño apoyó cómodamente la cabeza en su hombro. Basster subió las escaleras lentamente para no incomodarlo.
«Nity, mamá duerme».
«Papá, pero es muy temprano todavía, ¿mamá está sangrando?, Nity siempre llora cuando se hace daño.»
«No te preocupes, nunca más la lastimarán ni tú llorarás por ella. Está descansando un poco. Escucha, lo que viste hoy, será nuestro secreto, Nitens».
Nitens asintió y se tapó los ojos, simulando no haber visto nada.
Basster entró en la habitación, llevando al niño en brazos. Karinna seguía durmiendo muy profundamente. Dejó la espada junto a la entrada y depositó al niño en el centro de la cama, luego Basster se tumbó a su lado.
«¿Vamos a domir?»
«Sí, no quiero dejar sola a Karinna. Vamos, finjamos dormir mientras la cuidamos juntos».
Llevándose un dedo a los labios, murmuró un pequeño “shhh”, y el niño soltó una suave risita, para luego asentir enérgicamente. Viendo que Nitens cerraba los ojos, Basster besó ligeramente a ambos en la frente.
Fue una tarde tranquila.
∴※✻※∴
«Lo-lo siento, Su Excelencia.»
«¿Qué quiere decir con que no sirve nuestra línea de financiación?»
«Es que… parece haber sido presionados por el Archiduque Kayenne».
La gente que se suponía que iba a comprar los productos, la gente que se suponía que iba a entregar los materiales, todos le dieron la espalda.
Incluso las rutas comerciales estaban completamente bloqueadas.
No era bueno, los inventarios aumentaban, las deudas disminuían. El conde Buffo apartó bruscamente a la mujer que tenía en brazos. La mujer, que se retorcía, no gritó ni una sola vez al ser arrojada al suelo.
Era como una marioneta con una cuerda rota. Estaba de rodillas, con la cabeza fija en el suelo.
«¡Por qué tiene que ser el Archiduque Kayenne!»
«Nosotros tampoco…»
¡Krack, plaff!
El conde Buffo barrió todo lo que estaba sobre la mesa y lo tiró al suelo. Arrugó la cara y dio un pisotón. La impotencia se reflejaba en su rostro contorsionado.
«¡Pide dinero prestado, vende el edificio, haz algo ya!».
«Eso es…»
El criado que estaba ante el conde Buffo sacudió los hombros. Sus ojos se entrecerraron y el conde Buffo no pudo ocultar su presentimiento.
«… debido a la reciente presión del Emperador.»
«¿El Emperador? ¿También él? ¡¿Qué demonios está pasando?!»
La carne del Conde Buffo se estremeció. Dio un pisotón y apretó los dientes como un hombre que ha perdido el mundo. El criado respiró hondo.
«Están a punto de auditarnos y nos han dicho que no podemos deshacernos de los bienes que tenemos».
«¿Auditoría de qué…?»
«No lo sé, Conde.»
El criado sacudió la cabeza, con rostro adusto.
De hecho, las órdenes de la corte imperial solían enviarse directamente a la nobleza, por lo que los criados y peones encargados de tareas sencillas no tenían forma de conocer los detalles.
«Qué demonios…»
El conde Buffo se dejó caer en el sofá.
‘… De ninguna manera, no puede ser por esa puta‘.
La hija del Vizconde Tyrian. Dudo que sea a causa de ella. Por supuesto, he contactado con él para ver si estaría dispuesto a vendérmela, pero Basster Kayenne es un hombre razonable. No haría tanto desastre a otro noble por una mujer ordinaria como ella.
‘¿Cuál es la razón entonces?’
El Conde Buffo se sentía perdido.
‘Cortemos lo podrido y pensemos en ello luego‘.
Es mejor deshacerse de las cosas que causan pérdidas. Es un desperdicio, pero no vale mi vida.
En cualquier caso, no podía entender la auditoría que pedía el Emperador, ni las sanciones que le impuso el Archiduque Kayenne. Tal vez sería mejor averiguarlo por sí mismo. Se puso lentamente en pie.
«Deberíamos ir a ver al Emperador…»
«No tienes que ir.»
La puerta de su despacho se abrió de par en par. Una aterradora sensación de inminente fatalidad descendió sobre el conde Buffo, con un olor a sangre que le picó en las fosas nasales.
Al Conde Buffo se le revolvió el estómago al oír una voz familiar. El Emperador entró despacio y observó la habitación.
«Bueno, no hay nada más que ver».
«¿Qué asuntos tiene Su Majestad… aquí…»
«Verás conde, estoy en plena limpieza de mi jardín. Estoy quitando las malas hierbas para que las flores y árboles puedan prosperar».
La voz del Emperador cantó al entrar, seguido lentamente por Basster, que escudriñó la habitación. Vio a la mujer tirada en el suelo como una máquina rota y se acercó a ella.
«¿Estás bien?»
«Eee…»
«Tsk. ¿Dónde están las otras mujeres?»
Basster dio una ligera palmada en el hombro y sus ojos se enfocaron por fin. La mujer levantó la cabeza, puso los ojos en blanco como si tratara de evaluar la situación y luego abrió la boca lentamente.
«Una por habitación…»
«¿Habitación? ¿Puedes llamarlas y que se reúnan en el vestíbulo?»
La mujer negó lentamente con la cabeza.
Por lo que ella sabía, era la tercera esposa del conde Buffo. Aunque la palabra concubina era más adecuada que esposa. Había sido vendida sin ninguna autoridad y parecía estar esperando la muerte.
«Nadie, no pueden salir.»
«¿No pueden salir? Diles que es una orden».
La mujer volvió a negar con la cabeza, abatida.
«Yo me encargaré de esto, Archiduque, y usted puede irse a cumplir su misión. ¿No es por eso que me has seguido hasta aquí? Para cumplir los deseos de tu amada Archiduquesa».
A las palabras del Emperador, que fueron pronunciadas con el ceño fruncido y una sonrisa, Basster se levantó obedientemente, aunque frunció ligeramente el ceño, y luego, con un rápido empujón, levantó a la mujer para ponerla en pie.
«Si no pueden salir, guíame a ellas».
«… Si.»
El conde Buffo miró a la mujer, que no podía mantenerse en pie con facilidad y se agarraba la cabeza. Pero no podía intervenir, Emperador no le había permitido levantar la cabeza.
‘Está completamente desganada.’
Es el resultado de la violencia y la realidad, de ser presionado hasta más allá del límite.
Rota y quebrada una y otra vez, incluso el emperador se encontró impotente contra ella. Su rey o ley era sólo el Conde Bufo. El conde Bufo las hizo así, y así permanecieron durante todo este tiempo.
Se me revolvió el estómago al pensar cómo habría sido para Karinna.
«Su Majestad, me ha prometido ese cuerpo».
«Si el problema es el miembro que tocó a la Archiduquesa, ¿por qué no lo cortas primero y me dejas conservar el cuerpo del conde?».
Basster frunció el ceño ante las palabras del Emperador. En realidad, no era algo que pudiera hacerse en segundos. Sólo quería darle al Conde Buffo una dosis de realidad.
«No somos nosotros los que debemos decidir cómo serán desgarrados los miembros de este cuerpo».
Basster miró lentamente a la mujer. Los ojos de la mujer se abrieron de par en par al sentir que la miraban fijamente.
«¡No, miente! ¡Yo no la he tocado!»
El conde Buffo gritó alarmado ante las palabras asesinas de Basster. El rostro de Basster se descompuso ligeramente y giró lentamente la cabeza.
«No solo se atrevió a tocar a Karinna con sus sucias manos, incluso me sugirió que se la vendiera».
Las comisuras de los labios de Basster se torcieron ferozmente. Sus ojos carmesíes centelleaban de forma espeluznante. Se rió con tanta frialdad que parecía que iba a agarrarlo de inmediato y arrojarlo contra la pared. Los hombros del conde Buffo temblaron y sus labios se crisparon.
«Tenemos sus irregularidades, sus libros dobles, sus negocios en el mercado negro, su contrabando ilegal e incluso su compraventa de mujeres para distribuir droga».
Sus ojos recorrieron perezosamente su entorno.
«Y tal como van las cosas, estoy seguro de que habrá una docena más de hallazgos».
El Emperador asintió lentamente mientras escuchaba las palabras de Basster. Sonrió, pero sus ojos estaban desprovistos de humanidad. El Conde Buffo se estremeció.
«Digamos que te felicito por venir al infierno».
«Espere, Su Alteza el Archiduque Kayenne, soy inocente…»
«Las pruebas están en mis manos, así que no te molestes en retener al ya ocupado Archiduque. Si tienes algo que decir, dímelo a mí, Conde Buffo. Te escucharé», intervino perezosamente el Emperador.
«Si tienes una buena razón, podría ser un atenuante, soy un monarca razonable después de todo».
Su sonrisa era asesina.
El Emperador había hecho la vista gorda ante el Conde Bufo durante bastante tiempo, así que había mucho que construir, sobre todo porque Bufo se retiraba rápidamente a su guarida e intentaba acabar con los cabos sueltos de sus negocios.
Eso hizo que el Emperador se moviera un poco más rápido de lo que tenía planeado inicialmente. Basster parpadeó perezosamente y se dio la vuelta, y hacia donde él iba, la mujer lo seguía impotente.
«¿Estás segura de que estás bien?»
«No importa, ¿qué pasará con el Conde Buffo…?»
«Se revolcará en las brasas de las fosas del infierno el resto de su vida, pero no te preocupes, no morirá tan fácilmente».
Basster se rió un poco, incluso mientras hablaba.
Nunca me ha interesado mucho el trabajo de los demás y me parecía una pérdida de tiempo. Pero también era un poco gratificante pensar que un precio tan pequeño podría significar la vida o la muerte para ellos. Basster dejó escapar un pequeño suspiro.
«¿Son todas las esposas del Conde Buffo tan indefensas como tú?»
«Están agotadas, y no pueden salir…»
«¿Por qué?»
«Puedes averiguarlo mirando…»
La mujer inclinó lentamente la cabeza. Señaló una hilera de habitaciones en el segundo piso.
«Están en orden de aquí al fondo, con la habitación de la primera esposa en el extremo, y la mía en el tercero».
Basster llamó lentamente a la puerta y la abrió de un empujón. Pero no pudo evitar quedar rígido ante la imagen que descubrió.
«Este desquiciado sádico», gruñó Basster en voz baja y chirriante.
Llevaba una cadena alrededor del cuello, cuyo extremo estaba anclado a la pared. No podía moverse más allá de un radio determinado. La habitación estaba impregnada de un olor dulce y desagradable, que no era normal ni mucho menos saludable.
«La quinta es relativamente nueva, así que puede que se vea mejor que el resto».
Mientras decía esto, la mujer arrugaba la nariz para aspirar el incienso. Basster la empujó fuera y cerró la puerta.
«Espera ahí. Las drogas que alteran el sistema nervioso no son buenas».
El concepto de la habitación era como tener un animal enjaulado.
Basster se quedó atónito ante la escena, que parecía una perrera donde se criaban bestias salvajes. Había cuencos para perros en el suelo, ni camas, ni alfombras, solo trozos de tela y heno.
«Maldito malnacido…»
Qué habría pasado si hubiera enviado a Karinna con alguien así. Era espeluznante y aterrador. Ventiló la habitación y apagó el incienso. Al cabo de un rato, los ojos de la mujer volvieron a enfocarse lentamente. La situación en la otra habitación era la misma. Había mujeres colgando en el aire con los miembros extrañamente atados, y otras llorando y enloqueciendo de placer como si las hubieran drogado.
Peor aún le fue a la primera esposa. Desaparecida de los círculos sociales, se sentaba aturdida como un adorno, su cuerpo ya no era normal. Cuando Basster hubo recorrido las cinco habitaciones y sacado a las mujeres una a una, las palmas de sus manos chorreaban sangre.
«Hijo de puta».
Basster ladró algunas órdenes a las sombras y luego volvió al despacho del conde Buffo. El Conde estaba de rodillas, con las manos juntas, suplicando lo que el Emperador hubiera dicho. Sus pantalones estaban húmedos como si se hubiera orinado. El Emperador, tumbado en el sofá, abrió lentamente los ojos.
«Oh… volviste»
¡Chak!
«Que asco».
La boca del emperador se torció en una mueca al contemplar los dos trozos de carne que se elevaban hacia el cielo y la sangre que brotaba como una fuente. Levantó ambas piernas con brusquedad.
«No soporto las cosas sucias y menos sangre inmunda sobre mí, Archiduque.»
«…»
«¡Argh! ¡Aaaahhhhhhhhh!»
El conde Buffo gritó y rodó por el suelo, agitando el brazo al que le faltaba la muñeca. Entonces Basster le aplastó la boca con la bota. Con un ruido sordo, se le rompieron algunos dientes, fue solo entonces que Basster dio un paso atrás.
«Archiduque».
«…»
«Basster, tienes las pupilas dilatadas, te estás sobrepasando».
Los dedos de Basster se crisparon ante la escalofriante voz del Emperador. La sangre que se le subió a la cabeza al abrir cada habitación, pensando en Karinna, que podría haber estado allí, corría a gran velocidad por sus venas. Respirando con dificultad, Basster dio un paso atrás. Sus ojos carmesíes, inyectados de cólera, no se apartaban del conde Buffo.
El conde Buffo, mientras tanto, se arrastraba hasta los pies del emperador, que le había perdonado la vida. El emperador frunció el ceño.
«Conde Buffo, siempre me gusta terminar las cosas amigablemente, así que ¿por qué no firma estos papeles?»
El Emperador le tendió un papel.
«Con la condición de que toda tu propiedad privada pase a la familia imperial, no tocaré más al conde Buffo. Por lo que has hecho, serás degradado de conde a barón, pero siendo tu caso, eso no será tan malo».
El conde Buffo aspiró un suspiro cuando el Emperador esbozó una sonrisa de satisfacción y añadió que seguiría siendo un noble. Basster dio un paso hacia el conde Buffo, con la espada colgando amenazadoramente, chorreando sangre.
«¡Hee hee!»
«¿Hmm? Basta con que haga un gesto con la cabeza y dejaré al Archiduque seguir».
«No… Ayúdame, ayúdame…»
«Le dije que no lo tocaría, Conde.»
El Conde Buffo asintió a las palabras del Emperador y levantó la mano que le quedaba del suelo, untándose los dedos con la sangre, los presionó firmemente contra el papel a modo de firma. El Emperador sonrió satisfecho.
«Muy bien. Le daré más instrucciones. Me despido, Conde».
El Emperador palmeó el hombro de Basster.
«Se llevarán a las mujeres del Conde Buffo y se tomarán las medidas oportunas. Sin embargo, no seas demasiado duro; no debemos perder lo ganado a causa de tu ira».
El Conde Buffo se quedó boquiabierto al ver al Emperador salir de la habitación con pasos ligeros.
«¡No, lo prometió, que me salvaría!»
«Dije que me mantendría al margen, y me mantendré al margen. Pero los rencores personales del Archiduque con el Conde son otro asunto».
El Emperador recogió sus papeles y salió de la mansión con paso tan ligero como había llegado. El conde Buffo se estremeció y juntó los brazos, suplicando a Basster.
Su rostro, pálido y sin sangre, parecía que iba a dejar de respirar en cualquier momento.
«Va a ser un infierno agradable, Conde Buffo», dijo Basster con fiereza.
La espada ensangrentada se elevó y se insertó en la cara del Conde Buffo.
∴※✻※∴
«Hola, ¿cómo están todas?»
«Ni me preguntes, mi marido tenía un negocio que estaba haciendo este tiempo y que por un poco quedó involucrado en algo ilegal y le dieron una gran multa…»
Las voces, una tras otra, estaban llenas de ansiedad. Karinna ladeó la cabeza, tratando de ignorar las voces de aquí y de allá. El marqués de Cotton se acercó y se sentó frente a ella.
«¿Por qué estás sentada sola otra vez?»
«Con un esposo tan reconocido como Basster…, no estoy segura de poder entrar en ninguna de esas historias, Marqués Cotton…».
«Sí, por suerte no le pasó nada».
El marqués de Cotton respondió con una leve inclinación de cabeza. Se hizo un lento silencio. Estos días tenían menos de qué hablar, viéndose cada vez que recogían a los niños.
«Por cierto, ¿ha oído la noticia? Sobre el Conde Bufo y… el Vizconde Tyrian.»
Karinna bajó lentamente los ojos al oír que disminuían las voces del resto. Debían de intentar hablar entre ellos en voz baja para que nadie más pudiera oírlos, pero el silencio que los rodeaba hacía imposible no hacerlo.
«Nunca se sabe, quién iba a decir que pasaría eso».
Karinna miró al marqués Cotton, que había vuelto a sorber su té.
«He oído que la mayordomo principal del Archiduque Kayenne va a transferir su afiliación a la Casa Imperial».
«Oh, es cierto, Ten… irá al Palacio.»
Karinna respondió a las palabras del marqués de Cotton. Aquello era mucho mejor que escuchar sus inútiles divagaciones. La expresión del marqués de Cotton se frunció.
Parecía que se estaba riendo o conteniendo la risa.
«Ya veo. ¿Está bien el Vizconde Tyrian?»
Tras un momento de vacilación, el marqués de Cotton tomó la palabra. Karinna asintió lentamente y sonrió. Era una risa que parecía fría.
«Sí, no me molesta en absoluto».
«Ya veo… Es curioso que un conde y un vizconde desaparezcan al mismo tiempo».
Karinna asintió lentamente ante la interrogante adición del marqués de Cotton. Él tampoco añadió algo más en respuesta a su vacilante sonrisa.
«Si haces algo malo, te castigan. Ahora vivo con integridad, pero eso es todo lo que tendré que vivir».
«Eso sería mejor, al menos mientras Su Majestad esté aquí».
Sólo tardó dos meses.
Las purgas del emperador, que duraron dos meses, pusieron patas arriba a la aristocracia y pocos nobles quedaron intactos. Se rumoreaba que el tesoro imperial estaba ahora bien repleto.
Por alguna razón, el Emperador parecía estar de mucho mejor humor con su nueva asistente. Karinna soltó un pequeño suspiro. Las cosas iban llegando a su fin, una a una.
‘Nunca me contaron realmente lo que pasó, pero…’
El día que dijo que tenía que salir un rato por negocios, regresó de mal humor. Al día siguiente, al oler la sangre, le llegó la noticia de lo ocurrido al conde Buffo.
O, mejor dicho, Ten me lo había susurrado. Probablemente había pasado algo, pero no sabía nada más.
«¡Mamá!»
«Nity, ven aquí.»
Karinna abrió los brazos y el niño se dejó caer en ellos. Karinna sonrió ampliamente y Nitens se aferró a su cuello, para luego escabullirse.
«¡No debes cargarme porque Nity es pesado!»
Moviendo la cabeza de un lado a otro, Nitens rió con dureza. Karinna alargó la mano para besar la frente del risueño niño.
«¿Volvemos? Papá dijo que volvería en un momento».
«¡Esperemos juntos a papá!»
«Vale, ven al carruaje con mamá».
«Sí. ¡Hasta mañana, hermano!»
Nitens se despidió y Kirian le devolvió el saludo. Nitens, vestido con sus ropas de moda hechas a medida, era ahora dueño de todo lo nuevo.
Todo gracias a Basster, que le compra todas las telas, ropas y juguetes nuevos que salen al mercado.
Aunque le pareciera demasiado, demasiada carga, la hacía sentirse bien verlo tan feliz. Karinna estrechó con fuerza la mano de Nitens y se inclinó ligeramente ante el marqués de Cotton.
«Me retiro, Marqués.»
«Por favor, vaya con cuidado, Archiduquesa.»
El marqués de Cotton sonrió y saludó.
«Oh querida, estás aquí, ¿llego tarde?»
Acababa de salir de la Academia y estaba a punto de subir al carruaje cuando oyó una voz detrás de ella. Karinna se rió y sacudió la cabeza.
«En absoluto. Llegaste justo a tiempo».
«Es bueno saberlo».
Al acercarse, Basster besó a Karinna en los labios y abrazó a Nitens con un solo brazo. Karinna rió mientras Basster la acompañaba al carruaje.
«Gracias.”
La puerta del carruaje se cerró firmemente detrás de los tres. El cierre hermético de la puerta dio a Karinna una sutil sensación de seguridad. Miró la mano vacía de Basster y colocó con cuidado la suya sobre ella. Una sonrisa se dibujó en la comisura de los labios de Karinna al ver sus manos entrelazadas.
Era como si la paz que había estado buscando finalmente hubiera descendido sobre ellos.
✄——————————————
Divagaciones de la traductora: No sé como describir esto que siento, este cap estuvo lleno de emociones, besos candentes, venganza sangrienta y momentos felices. También quedé impactada con la reacción de Nitens al ver a Basster con la espada, pensar que no se inmutó para nada, me recuerda todo lo que tuvo que presenciar siendo tan pequeño… que doloroso. Te entiendo Basster, todos merecen morir. Les comento que ya el que viene es el último cap ( ͡╥ ᴗ ͡╥) ha sido una maravillosa experiencia poder avanzar tanto en esta historia llena de superación personal y amor. Nos vemos el fin de semana que viene. Los quiero!
Anterior | Menú | Portada | Siguiente (PROXIMAMENTE) |