MNM – Episodio 20
Los caballeros se burlaron de César, quien se encontraba frente a la entrada de la mansión, incapaz de entrar. Le preguntaron si era demasiado tímido para entrar porque era un nuevo novio. Eran los caballeros del Norte, corpulentos y grandes en tamaño, pero con un lado infantil.
César los miró con frialdad y entró en la mansión.
“¿Estás aquí?”
Irenea, quien había sido informada con antelación y ya estaba abajo, saludó a César con una sonrisa radiante. Por lo que había notado durante su primer día en la mansión, César parecía esperar que Irenea cumpliera el rol de una típica Archiduquesa. Por lo tanto, salir a recibir a César de esa manera probablemente era parte de sus deberes.
“Irenea, he vuelto.” – César habló con torpeza.
Era la primera vez que alguien salía a saludarlo así. Irenea le preguntó a César, quien se estaba aclarando la garganta.
“¿Has cenado?”
“Sí, en el templo.” (César)
“Ah, ya veo.”
Irenea asintió.
“Seguro que ya está preparada el agua para tu baño, será mejor que te laves primero.”
“Hmm. Sí, mi Señora.” (César)
La voz a sus espaldas se había reducido en volumen. César, inconscientemente abrumado por la vergüenza, giró la cabeza hacia un lado. Irenea, sin embargo, parecía ajena a ello y su rostro estaba perfectamente sereno.
‘¿O es que no me había oído?’ (César)
Tendría que volver a intentarlo la próxima vez.
Eso fue lo que pensó César.
* * *
Irenea finalmente pensó que hoy era el día.
Por fin, era el día en que pasaría su primera noche con César.
Su contrato establecía explícitamente disposiciones sobre hijos y herederos. No se podían arrancar estrellas del cielo sin esfuerzo, era imposible dar a luz a un hijo sin trabajar.
Así que anticipó que pasarían la noche juntos.
También pensó que sería prudente abordar con naturalidad el tema de la autoridad de la archiduquesa y aclarar qué deberes se esperaba que desempeñara.
Las criadas parecían tener pensamientos similares, ya que vistieron a Irenea con la lencería más fina, llena de encaje y visualmente más atractiva que tenían.
Irenea jugueteó con su túnica y bebió un poco de agua.
Irenea había estado casada con Rasmus, pero carecía de experiencia, porque una Santa que ni siquiera había sido imbuida con divinidad estaba por debajo del nivel de Rasmus.
Pero aparte de eso, disfrutaba amenazando a Irenea, Karolia también disfrutaba humillándola, así que, a pesar de su inexperiencia, a menudo se encontraba presenciando situaciones extrañas e incomprensibles.
Por ejemplo, ser obligada a entrar en el dormitorio donde se alojaban Rasmus y Karolia y observar su noche juntos.
Esta noche a solas con César era diferente, quizás por eso estaba tan nerviosa.
Poco después, se oyeron pasos acercándose a su dormitorio. Irenea, naturalmente, asumió que era César, sin embargo, no fue César quien llamó a la puerta de Irenea.
“¿Jefa de doncellas…?”
“Sí, Su Alteza la Gran Duquesa.” (Jefa de doncellas)
La doncella principal inclinó la cabeza, con el rostro sonrojado por la vergüenza.
“¿…Y el Gran Duque?”
“Me dijo que como es tarde, sería mejor que hablen mañana.” (Jafa de doncellas)
“… ¿Qué?”
La jefa de doncellas, tampoco esperaba esa situación y rió entre dientes con torpeza.
“El Gran Duque dijo que es tarde, así que por ahora…” (Jefa de doncellas)
“¿Eso tiene sentido? ¿Acaso el Gran Duque me está evitando?”
“¡No es así, Su Alteza la Gran Duquesa! Me pidió que le transmitiera que esperaba que tuviera sueños tranquilos esta noche. También me pidió que le dijera que lamentaba haber llegado tarde a casa hoy.” (Jefa de doncellas)
Irenea arqueó las cejas.
Un momento.
‘Entonces, cuando César se disculpó por llegar tarde ayer, ¿lo decía en serio?’ – Irenea soltó una risa hueca.
No sabía qué estaba pensando César, por tanto, Irenea se levantó de la cama de un salto.
“Tengo que ver al Gran Duque ahora mismo. Guíame.”
Irenea se ajustó los cordones de su vestido y los ató con fuerza. La doncella principal no pudo decir nada e inclinó la cabeza, ante la actitud combativa de Irenea.
La doncella principal comprendió perfectamente el desconcierto de Irenea. Bien, era cierto que César nunca había salido con una mujer, pero ¿por qué era tan incapaz de comprender el corazón de una mujer?
La doncella principal negó levemente con la cabeza y se apresuró a continuar.
“César.”
Irenea llamó a la puerta.
“¿Irenea?” (César)
Una voz perpleja salió del interior e Irenea dijo bruscamente:
“Voy a entrar.”
Abrió la puerta y vio a César, que estaba leyendo, incorporarse a medias. El hecho de que estuviera leyendo significaba que no estaba tan cansado como para irse a dormir directamente. Irenea entró en la habitación y se sentó en el sofá. La doncella principal cerró la puerta rápidamente y se fue.
“¿Irenea?” (César)
“Vine porque pensé que tenemos algo de qué hablar.”
“Es… es cierto. No hemos tenido una conversación adecuada desde que firmamos los votos matrimoniales.” (César)
Irenea asintió. César, que se había levantado, volvió a sentarse.
A decir verdad, había estado debatiéndose con la decisión. Aunque era tarde, se preguntaba si sería correcto ir a ver a Irenea o esperar hasta mañana. Aún había muchas cosas que no había hablado con Irenea sobre su vida matrimonial.
Por supuesto, César, al ser hombre, también había pensado en la rutina nocturna de la pareja.
¿Pero no era demasiado pronto para abordar esos temas con Irenea?
No se conocían desde hacía mucho, además, aún no se había creado una relación de confianza y afecto suficiente entre ellos. En esa situación, intentar algo parecía una desfachatez.
Así que, para evitar malentendidos, César decidió posponerlo todo hasta mañana.
Pero Irenea vino a buscarlo.
“Primero, César. Necesito determinar hasta qué punto debo ejercer mi autoridad y qué debo hacer como Gran Duquesa.”
“¿Qué es eso…?” (César)
“Tenemos una relación contractual, pero la jefa de doncella me entregó hoy la llave de la caja fuerte. ¿Es correcto que la acepte? Aún no se me ha reconocido oficialmente como Archiduquesa.”
César parecía perplejo.
“Irenea, tú eres la Gran Duquesa, como tal, puedes disfrutar de todos los privilegios y poderes de la Gran Duquesa.” (César)
El rostro de Irenea se tornó inescrutable ante esas palabras.
“¿Por qué? ¿No somos solo una relación contractual? Ah, ¿es temporal? Si César encuentra a otra candidata para Gran Duquesa, puedo renunciar fácilmente.”
César respiró hondo.
Por eso había sido más cauteloso, no estaba seguro de qué pensaba Irenea de César, pero desde luego no lo consideraba un hombre normal, en cuanto a esta parte, pensó que sería mejor especificarlo en el contrato.
Por mucho que César insistiera, Irenea no parecía dispuesta a aceptarlo.
“Irenea. Creo que necesitamos modificar nuestro contrato.” (César)
“Estoy de acuerdo.”
“Por ahora, tengo una condición que a añadir: Debemos llevar una vida de pareja normal, no debemos descuidar los derechos y obligaciones de cada uno. Quiero dejar claro que debemos vivir como una pareja casada, tal como lo prometimos ante el Padre Fidelis.” (César)
“Bien.”
Irenea asintió.
Para que eso sucediera, César tenía que acceder entrar en la habitación de Irenea y consentir en consumar sus deberes conyugales nocturnos.
‘¿Podría ser que… no entiende el proceso de concebir un hijo?’
Surgió en ella la sospecha razonable de que ese podría ser el caso. De lo contrario, no podría mirar a Irenea con esa expresión tan sacerdotal.
‘O si no, es que no me ve como a una mujer.’
Esa era una posibilidad. Karolia solía presumir de su voluptuosa figura y decirle a Irenea: <“¿Cómo podría Rasmus sentirse atraído por una chica tan flacucha como tú?”> Tal vez, como había dicho Karolia, Irenea careciera del atractivo para seducir a los hombres.
Pero, en cualquier caso, Irenea tenía que darle un heredero a César.
“Entonces yo también añadiré una condición.”
“¿Cuál es?” (César)
“Creo que sería bueno establecer un número mínimo de veces que durmamos juntos.”
César abrió mucho los ojos y se quedó paralizado, nunca imaginó que Irenea sacaría semejante tema.
“Le prometí claramente a César que le daría un heredero, ese podría ser mi mayor valor de utilidad, pero César parece creer que puedo tener un hijo sola. Puede que sea una Santa, ¡pero nunca podré tener un hijo sola! Por lo tanto, exijo que pases la noche conmigo tres veces por semana, aunque sea obligatorio.”
El rostro de César palideció y luego volvió a sonrojarse, porque entendió lo que Irenea quería decir.
“E-eso…” (César)
César tragó saliva con dificultad.
“No olvides, César, que las relaciones maritales forma parte de una vida matrimonial normal.”
Irenea insistió una vez más.
Nameless: Nos quedamos aquí, nos vemos la próxima semana.
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