MNM – Episodio 9
“Pero mi apariencia es bastante llamativa…”
“Creo que deberíamos cubrirla lo más posible. Si como dice la Señorita, si llamamos la atención de la gente y llega a oídos de Benito, podría traernos consecuencias negativas.” (César)
“El problema está dentro del templo.”
“¿Dentro del templo?” (César)
“A pesar de que mi existencia está registrada en el templo, nadie me conoce. Solo el Archiduque Benito y el Conde Aaron saben que la protagonista de la profecía ha aparecido, eso solo pudo ser posible porque hay un cómplice en el templo.”
“Tiene razón. Si hay un cómplice de Benito en el templo, también hay uno de Benoit. Hay un sacerdote que tiene una relación cercana con mi madre.” (César)
César sonrió levemente.
“Si se lo pedimos, podemos concluir nuestros votos en secreto, en un lugar privado donde no haya nadie.” (César)
“¿Cómo entro al templo?”
“Por suerte, tengo excelentes caballeros. Señorita, ¿alguna vez has escalado un muro?” (César)
Irenea sonrió, comprendiendo lo que significaba. Estaba sugiriendo que escalaran el muro con los caballeros para contactarlo en secreto.
“Buena idea.”
No podía creer que haya sido una aventura tan emocionante desde que se encontró con César.
Esperaba con ansias el día en que, después de cumplir su promesa a César, pueda viajar más allá de Merrywhite y llegar hasta el Oeste, tal como César le había dicho a Irenea en el pasado.
Por otro lado, César nunca sabría de dónde provenía la leve atracción que sentía por Irenea. Porque comenzó en un futuro que ya se había desvanecido.
* * *
“Pero ¿adónde fue Irenea?”
Karolia ladeó la cabeza.
“No tiene adónde ir. No es que esté oscuro bajo la lámpara*…”
(N/T: *설마 등잔 밑이 어둡다고 = Eso significa que alguien no sabe en absoluto que hay algo cerca.)
“No lo sé. Quizás se dejó seducir por el cartero que pasaba y salió. Esa chica puede que sea un poco tonta, pero no está nada mal, ¿verdad?” (Condesa)
La Condesa frunció los labios y añadió:
“¿No has visto esa sonrisa? Lo hace para seducir a los hombres.” (Condesa)
Karolia rió entre dientes.
Sus recuerdos de Irenea, que simplemente pasaba sus días en la cocina con el personal, se habían desvanecido por completo de sus mentes. Charlaban libremente, editando recuerdos y reimaginando a Irenea. Si ese era el talento que poseían, que así fuera.
“¡Así es, madre! Yo sé cuál es mi lugar. ¡Ay! Si tan solo ella fuera así, qué bueno sería. ¿Acaso Su Alteza el Archiduque solo verá al niño en esa moza? Tal como dijo mi Madre, no sabe lo horrible que es su apariencia.”
Si pudiera ocupar el lugar de Irenea, podría vender todas sus joyas. El apuesto rostro de Rasmus, su estatura imponente, su riqueza, su estatus, era el hombre perfecto en todos los sentidos, era el hombre más destacado de ese vasto imperio.
¿Cómo puede ser que Rasmus, el objeto de deseo de las mujeres de la alta sociedad, estuviera ligado a Irenea? ¿Qué podría ser más injusto que eso? En realidad, Irenea nació con cabello plateado, pero también con una mutación que le dio ojos desiguales, y era la hija de una doncella que ni siquiera conocía a su padre.
Y, sin embargo, ¿apoderarse de la mayor fortuna del imperio?
Era un hombre demasiado bueno para Irenea, que era una mujer malhumorada y nunca estaba satisfecha con lo que tenía.
‘Si de verdad se fugó de casa siguiendo al cartero, no sería algo bueno.’
Últimamente, ella se había esforzado al máximo por acercarse a Rasmus cada vez que había una reunión social.
Se compraba vestidos con escotes pronunciados y consiguió con dificultad un perfume que, según se decía, contenía feromonas. Cada vez que tenía la oportunidad de encontrarse con Rasmus, sacaba pecho con todas sus fuerzas y adoptaba una voz coqueta para asegurarse de llamar su atención.
‘Estoy segura de que Su Alteza el Archiduque Rasmus también está interesado en mí.’
Parecía que solo necesitaba cruzar una última delgada línea, pero cruzar esa última línea resultó ser difícil. Karolia hizo un puchero y revolvió el pastel sin motivo.
“No tienes que ponerte así, Karolia. Su Alteza el Archiduque no tiene ningún interés en Irenea, simplemente abraza a esa chica por genuina necesidad. Dicen que el hijo que dé a luz es mujer se hará con la hegemonía el continente. ¿Qué significa eso? ¡Eso solo puede significar que el Archiduque Rasmus se convertirá en Emperador! ¡Y tú te convertirás en la mujer del Emperador!” (Conde)
El Conde Aaron consoló a su hija.
“¿Crees que un título es importante? No. Aunque no te conviertas en Emperatriz, podrás vivir cómodamente el resto de tu vida, tus hijos también vivirán con lujo bajo el amparo del Archiduque Rasmus. Eso es lo que importa.” (Conde)
“¡Pero sigo estando celosa! Esa chica es como un monstruo, con los ojos disparejos …”
Karolia clavó el tenedor en el pastel con un fuerte golpe.
“Realmente detesto verla.”
“Aun así, no puedes tocar a Irenea. Esa niña debe permanecer ilesa y sin rasguños, caso contrario, cuando la declaren Santa, podría afectarnos negativamente.” (Conde)
“¡Lo sé, lo sé!”
Karolia espetó y se puso de pie de un salto.
En ese momento, una brisa sopló en el solario donde estaban reunidos. Era claramente una brisa cálida, pero se sentía tan afilada como un vendaval.
* * *
El carruaje continuó avanzando sin detenerse.
Y con la misma implacabilidad, los destinos de Irenea y César siguieron avanzando al unísono. Quizás fue una decisión tomada con la mente nublada, influenciada por el balanceo del carruaje.
“¿Matrimonio?”
César se mordió el labio con fuerza.
Pero en ese momento, él tenía el fuerte presentimiento de que, si dejaba ir a Irenea, nunca tendría otra oportunidad. César garabateó sus condiciones en el pergamino que Irenea había sacado de su equipaje. Había seguido el consejo de Irenea de que las condiciones eran necesarias para un matrimonio contractual sin contratiempos.
[‘1. César protegerá a Irenea.’]
Esa fue la primera cláusula que César escribió. Irenea estaba siendo perseguida por el Conde Aaron y el Gran Duque Benito. Y aunque poseía poder divino, era vulnerable, estaba sola y podía verse amenazada en cualquier momento. Necesitaba desesperadamente la ayuda de César, que dominaba las artes marciales y poseía una fortaleza en el norte.
Si se casaban, proteger a su esposa ara algo natural, así que lo anotó como el primer punto.
César le entregó a Irenea el pergamino y la pluma. Tras examinar el pergamino, Irenea le preguntó con voz desconcertada:
“¿De verdad es esta tu condición?”
“Sí.” (César)
Irenea puso una expresión extraña, sin embargo, como César lo había colocado, no había nada más que añadir, así que anotó en silencio el punto número dos.
[‘2. Irenea tendrá un hijo con César.’]
Ese hijo era la esencia de la profecía sobre Irenea, así que era una cláusula natural. Irenea había prometido su futuro a César. Se decía que el hijo que diera a luz inevitablemente se haría con la supremacía del continente.
César, al recibir el pergamino, puso una expresión tan extraña como la de Irenea.
Y luego se le enrojecieron los lóbulos de sus orejas.
‘¿Qué?’
Irenea ladeó la cabeza. César se cubrió los labios con su gran mano y le susurró a Irenea:
“¿De verdad es esta una condición?” (César)
“Sí. Es uno de los puntos cruciales. También es una de las razones por las que nos casamos. Dicen que el hijo que dé a luz obtendrá la hegemonía del continente, así que necesito a ese hijo para protegerte a ti también.”
César bajó la mano.
¿Está ella segura de saber cómo nacen los niños? A juzgar por piel agrietada de sus dedos y el cabello áspero, parecía que no había tenido una vida digna.
El hecho de que el Conde Aaron hubiera adoptado una hija era ampliamente conocido en la alta sociedad.
¿No decían que era débil y demasiado bondadosa para salir en público?
La gente no paraba de decir que seguro había algún plan oculto, y hasta cierto punto, era cierto. Sin embargo, aunque no hubiera recibido el trato que merecía como hija de un Conde, esa reacción fue inesperada.
‘Acaso… ni siquiera había recibido una educación sexual adecuada…’ (César)
‘Irenea quizá ni siquiera sabía cómo nacen los niños.’ – César consideró tal escenario. Entonces, solo con pensar que había tenido esos pensamientos sobre Irenea, sus lóbulos de las orejas se enrojecieron con un calor sofocante.
César bajó la cabeza y anotó el siguiente punto:
[‘3. César ayudará a Irenea a evitar las amenazas del Conde Aaron y del Gran Duque Benito.’]
Ese también era uno de los deberes esenciales de César.
Proteger a Irenea significaba protegerla como su esposa, y eso significaba protegerla de cualquier daño de una familia en particular. El daño en que él pensaba también incluía el daño emocional.
César le devolvió el pergamino a Irenea.
“… ¿Esta es una condición?”
“Así es.” (César)
Irenea se acarició la mejilla con la pluma y asintió.
Ahora que se daba cuenta, los valores de César e Irenea parecían ser diametralmente opuestos. De hecho, incluso su caligrafía era muy distinta. Mientras que la caligrafía de Irenea era redonda y bonita, la de César era poderosa y se extendía con vigor.
Irenea parecía haber vislumbrado cierta faceta de César. Siempre había sido una persona honesta y recta desde el principio… Pero su verdadera naturaleza parecía aún más bondadosa.
Irenea continuó escribiendo sus condiciones.
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