Capítulo 2:
Tras sus palabras pude recordar una conversación que tuvimos hace tiempo, donde hablamos sobre estas flores, la rosa de Ellenwork. De hecho, estas eran las flores que habían decorado mi ceremonia de mayoría de edad, mostrando su belleza en esa brillante y cuidada noche.
Corté mis pensamientos de golpe y lo miré con ojos asombrados.
“¿Lo recordabas?”
“Lo único que recuerdo es esta flor…”
“…”
“Como padre, nunca he sabido lo que te gusta.”
Desde que llegué a la mansión del Duque, empecé a llamarlo Duque, trazado una clara línea entre nosotros. Aún y así, él no paraba de llamarse padre a sí mismo. Me reí con amargura, todo parecía una broma y, sin saber que decir, le respondí suavemente.
“No sabía que me las habías enviado, lo siento.”
“No importa quién las envió, solo espero que hayas disfrutado viéndolas. La comida se está enfriando, vamos, come.”
La comida, que se había detenido, se reanudó con la orden del Duque. Pero antes de probar bocado olfateé la comida, arrugando mi rostro en el proceso, algo se sentía muy raro. Alcé la mirada para preguntarle sobre los ingredientes del plato cuando me quedé contemplándolo desconcertada.
Ahora que lo veía con calma, ese aire de nobleza y dignidad que desprendían los Eckart ya no estaban en él, bueno, no la mayoría. ¿Puede que haya bajado la guardia frente a mí?
Hace cinco años que vine a despedirme de todos, pensando que con tiempo a lo mejor los perdonaba, aunque realmente en mi corazón esa opción se veía demasiado lejana. Creía firmemente que no los perdonaría, pero ahora no estoy segura de mantener mi odio hacía ellos.
El Duque estaba tratándome igual que hace cinco años, logrando que mi corazón latiera con fuerza por primera vez en mucho tiempo.
“¿No tienes apetito? ¿Te gustaría dejar estos platos e ir directamente al postre?”
El Duque me preguntó de repente, debía estar inmersa completamente en mis pensamientos porque no me di cuenta de que me estaba observando. Asentí sin dudarlo, no sabía por qué, pero no tenía ganas de comérmelos, no creía que la causa fuera el embarazo, pero tampoco quería forzarme y acabar con fuertes náuseas.
Tan pronto como dio la orden, retiraron la comida, dejando el té y trayendo un apetitoso sorbete de melón. Y, a diferencia de mi actitud de hace unos segundos, nada más ver el precioso color verdoso, empecé a babear. Un vistazo y arrasé con el sorbete, dejando la elegante copa completamente vacía.
El Duque tosió y, como si no pudiera soportar más el silencio, lo rompió dándome una mirada extrañamente complacida.
“¿Debería pedir más?”
Mi rostro se enrojeció de vergüenza y le respondí de forma apresurada.
“¡Oh no! No, no, estoy bien, gracias.”
Nos quedamos un rato más en silencio, cada uno inmerso en sus pensamientos, y otra vez fue el Duque el que inicio una nueva conversación.
“Ya has vuelto definitivamente, ¿no?”
“Sí, vuelvo para quedarme.”
“Y de inmediato te vas a casar…”
“…”
Ante mi falta de respuesta, preguntó con voz preocupada.
“¿Necesitas hacerlo tan rápidamente?”
Durante estos cinco años, los Eckart han sido conscientes de las noticias que Callisto daba sobre mí en el Palacio Imperial y de las acciones pertinentes con el compromiso, más no sabía nada con tinte personal. Aún y así, mientras estuve fuera gocé del total apoyo y protección del nombre de mi familia, gracias a este apellido pude vagar libremente eliminando mi enorme estatus como prometida del Emperador.
Ahora que lo pienso, está visita es una forma de expresar mi agradecimiento por el trato de estos últimos años. Esta reflexión me vino de golpe, pensaba que venía a cortar los lazos y estaba yendo al lado opuesto.
“¿Por qué tienes que casarte con ese hijo de…? Oh no, quiero decir, ¿por qué te quieres casar con Su Majestad?”
Bebí un poco de té mientras lo escuchaba parlotear solo.
“¿Por qué no sigues viviendo como antes? Puedes estudiar lo que quieras, explorar, investigar y moverte libremente por el mundo.”
“…”
“Si vas por todo el mundo, posiblemente encuentres un marido mucho mejor. ¿Por qué estás tan impaciente con ese loco, no, ese perdedor, no… ¡Ese bastardo!?”
Sus ojos azules estaban llenos de preocupación por mi causa. Esta vez ya no le era indiferente, y no esos ojos no mostraban ni una pizca de rechazo.
“Padre.”
Al llamarlo con un título diferente al de Duque, su rostro se volvió tan brillante como la nieve en la primavera.
“¿Eh?”
A través de esa mirada cálida y cariñosa pude ver que me miraba como un padre miraría a su verdadera hija.
“Estoy embarazada.”
No quería que se enterará por los demás, quería ser yo quien le comunicara la buena noticia.
“¡¿Qué qué?!”
La cara del Duque se iba volviendo más pálida a medida que los segundos pasaban.
“Justo ahora… ¿Qué dijiste?”
Con la boca bien abierta, el Duque emitió un sonido ahogado.
“¿Dijiste que estas embarazada?”
“…”
“No, no, debo haber escuchado mal.”
“…”
“¿Embarazada de embarazo?”
“…”
“¡Embarazada! ¡No puedo creerlo! ¡¡Estas embarazada!!”
El Duque no paraba de repetir las palabras con los ojos excesivamente abiertos. Estaba tan avergonzada que no podía hacer más contacto visual, por lo que terminé bajando la cabeza, preparándome mentalmente para la conmoción que esto causaría.
El duque, que hacía rato que no decía nada, se levantó empujando violentamente su silla y buscando al mayordomo a toda prisa.
“¡Mayordomo!”
Éste vino corriendo ante nosotros y, antes de que pudiera decir ni una palabra, el Duque le gritó.
“¡Trae mi espada! ¡Y recoge a todos los caballeros! ¡YA!”
Esa repentina orden dejó el rostro del mayordomo en blanco.
“¿Qué…?”
Ambos miramos al Duque con ojos asombrados, sin entender sus palabras. Pero rápidamente se encargó de manifestarnos el motivo de su orden.
“Llevaré a los soldados al Palacio Imperial de inmediato. ¡Voy a cortarle el maldito cuello! ¿Cómo demonios se atreve? ¡¡Es mi hija!! ¡Ugh!”
“¡Duque!”
“¡Padre!”
Ambos lo llamamos al observar que un leve mareo, causado por el cambio tan brusco de estado, hizo que detuviera su parloteo. Por suerte el mayordomo pudo sujetarlo y sentarlo en la silla antes de que se estampara contra el suelo.
“Embarazada… Embarazada… ¡¡Estás embarazada!!… Embarazada…”
Cual poseído no paraba de repetir las mismas palabras, una y otra vez, una reacción normal teniendo en cuenta que acababa de descubrir que había ignorado por completo el significado de la palabra castidad.
Cuando cometí el crimen no lo pensé mucho, pero ahora, viendo el rostro cansado y agobiado del Duque, me arrepentía enormemente.
“¿Estás bien, padre?”
Pregunté ansiosamente, sacudiendo su brazo levemente. Esa acción logró que el Duque me mirara de forma profunda mientras agarraba firmemente mi mano.
“Penélope, ¡un bebé! ¿Es su bebé?”
“Sí…”
“¡No quiero que te cases con él! ¡Es un puto imbécil! Le ha hecho algo tan desagradable a mi adorada hija… ¡Ese hijo de puta!”
Fue entonces cuando el Duque, al cual ya no le salían más palabras, empezó a llorar de forma desesperada.
“Padre…”
Por supuesto me había imaginado que el Duque se enojaría al saberlo, pero ni de lejos podía llegar a pensar en que se pondría a llorar.
“… Lo siento.”
Empecé a sentir rabia por haber bebido demasiado ese día, también me sentía culpable por Callisto, con cada nueva palabra recibía un título peor que el anterior.
“No debería haberlo puesto en el trono… ¡Mayordomo! ¡Mayordomo! Los soldados…”
El Duque apenas podía mantener la cabeza en alto debido a las lágrimas, pero seguía con la misma tontería de levantar armas contra el Palacio Imperial. El mayordomo, que no se aparto de su lado, me miró con determinación.
«No se preocupe, señorita. Hasta que el duque y el joven maestro regresen del entrenamiento externo, tomaré el mando militar en nombre del Duque.»
“¿Qué? ¿Qué diablos se supone que significa eso…?»
“La mansión Eckart está diseñada para servir como fortaleza en caso de una emergencia. Hay suficiente comida, por lo que podemos tomar cartas e ir a la defensiva, podremos estar bien durante un mes. Y tan pronto como los muchachos regresen, avanzaremos contra el Palacio.”
Al oír la seria voz del mayordomo, sacudí la cabeza salvajemente y exclamé.
“¡Detente! ¡Detente! ¡No! ¡No es así! ¡Fui yo la que se lanzó a él! Es que era demasiado irresistible…”
El Duque, el mayordomo y todos los sirvientes que nos escuchaban me miraron atónitos. Un frío silencio se extendió por todo el invernadero, parecía que alguien hubiera vertido hielo en él.
Tras muchas horas, mil palabras y demasiada vergüenza por mi parte, logré detener al Duque e ir de vuelta al Palacio.
Eso sí, solo pude abandonar el ducado tras jurarle y perjurarle al Duque que vendría a menudo con mi hijo.
***
La boda tuvo lugar un par de meses más tarde, bajo los rojizos colores del otoño, de hecho, el clima acompañó tan bien la ceremonia que rápidamente se consideró como la boda más grande de toda la historia del reino.
Mientras la primavera se abría paso se podían observar los pequeños brotes floreciendo y, acompañando a la naturaleza, el llanto de un pequeño ángel se escuchó entre tanta belleza.
Tras meses de espera, un pequeño y hermoso bebé, parecido a un dragón, vino al mundo.
———
JAJAJAJA, ¿qué os ha parecido? Personalmente me iba riendo silenciosamente (como cuando vas en tren y te ríes mentalmente para que no piensen que estas loca) mientras lo escribía. Son casi las 1am y ha sido horrible contenerme, llego a despertar a alguien y me matan, jajaja.
Pienso que la reacción del duque mola mil, aunque me quedo con las ganas de ver la reacción de los hermanos, eso ya sería para nota, jajaja. ¿No creéis lo mismo?
Como siempre, gracias por los comentarios y procuraré subir capítulo diario. ¡Gozarlos a tope porqué solo nos quedan 6 capítulos!
Miri
———
Anterior | Novelas | Menú | Siguiente |