CAPITULO I – Parte II
Aparte de eso, nunca nadie le había susurrado con una voz tan dulce.
‘Resultó mejor de lo esperado.’
Le gustó su toque sincero, sentirlo intentar ser amable con ella la hizo disfrutar de su primera vez.
Karinna siempre pensó que la mano de un hombre sólo servía para lastimar, forzar y golpear a alguien. Pero descubrió que le gustaba el tacto de una mano que la sostenía suavemente por la nuca.
Con un largo bostezo, Karinna cerró los ojos y soñó con el hombre que la salvó.
∴※✻※∴
¡Klank-! ¡Klank-!
Se oyó un furioso golpe en la puerta de hierro, seguido de un chirrido, y la luz inundó el sótano. Karinna abrió los ojos, atontada por el sueño.
«¡Te volviste loca!»
¡Zap!
Karinna gimió y abrió un poco los ojos al sentir el escozor en la espalda. Se puso en posición fetal por reflejo, pero fue en la espalda expuesta donde el golpe aterrizó y el dolor se intensificó.
Fue un alivio dormir contra la pared. De lo contrario, por la mañana me habrían azotado en la cara o en el estómago. Me lo esperaba, pero el golpe repentino que me dieron mientras dormía fue más doloroso de lo esperado.
«Ngh…»
Karinna se mordió con fuerza el labio inferior. El pinchazo fue implacable, por poco alcanzó a ahogar un grito.
Sabía muy bien que llorar sólo avivaría sus tendencias sádicas.
«¡Perra loca!»
¡Zap-, zap-!
«¡Patética bastarda! ¡No sirves para nada!»
Luego de perder la cuenta de cuántos golpes recibí, finalmente el vizconde Tyrian tiró al suelo el látigo de cuero empapado en sangre sólo cuando su brazo empezó a perder fuerza.
«Está sucio, tíralo y compra uno nuevo».
«Sí, mi señor.»
El vizconde Tyrian se acercó a la cama, agarró a Karinna por el cuero cabelludo y la levantó de la cama.
Karinna gimió y se arrodilló en la cama para evitar cualquier daño en su abdomen inferior.
«¿Cómo te atreves a huir? O es que no sabes que si huyes, te atraparé, te cortaré todos los miembros, te daré de comer a las bestias y tiraré tu cuerpo al cubo de la basura».
«Ugh…»
«Te quedarás quieta y harás lo que te digan y te casarás con el Conde Buffo. ¿Entiendes? Es lo único que puedes hacer para devolverme el favor de sacarte de las calles, el verdadero lugar al que perteneces, puta loca».
Karinna apretó los dientes sin decir palabra. El vizconde Tyrian le soltó el cabello y ella se desplomó en la cama, gimiendo de dolor.
Su camisón estaba hecho jirones, y la sangre que corría por su espalda empapaba la cama, el látigo de cuero era la peor forma que él tenía de castigarla.
No tomaba el látigo con facilidad, pero una vez que lo hacía, la azotaba hasta ver sangre correr.
La buena noticia es que, con el tiempo, la herida secará, dejando sólo una cicatriz difusa o talvez inexistente en absoluto.
Una cicatriz que no es realmente perceptible a menos que se mire de cerca.
«Si huyes una vez más, te cortaré un dedo en carne viva».
“…”
“Maldita sea, estoy harto de ti”.
Karinna apretó los dientes, sabiendo que de todos modos no podría tocarla; él estaba empeñado en venderla, de un modo u otro, y necesitaría cada miembro intacto para hacerlo.
«No puedes beber nada más que agua durante la próxima semana».
«…»
«Perra».
Cuando Karinna se negó a abrir bien la boca, el vizconde Tyrian chasqueó la lengua y salió furioso del sótano.
Rodó sobre su estómago y gimió contra su dolorida espalda.
Aunque su situación no parecía mejorar, la vaga esperanza aminoraba un poco el dolor.
∴※✻※∴
Bañado por la luz del sol que entraba por la ventana sin cortinas, un hombre tumbado en la cama abrió lentamente los ojos. Iris rojos sangre asomaron bajo sus pesados párpados.
A diferencia de ayer, sus ojos no estaban desenfocados y veían perfectamente su alrededor.
«¿Estás despierto? Lamento dejarlo solo. No preví que ayer sucedería algo tan inesperado, perdone mi incompetencia por no haber llegado antes» dijo un sirviente vestido de negro, haciendo una profunda reverencia. El hombre estiró las manos en señal de silencio y frunció el ceño con molestia. Su mano tanteó el lateral de la cama y luego soltó una risita.
«Ni siquiera me diste tu nombre, y luego simplemente desapareciste «.
Murmuró, con la voz quebrada.
A lo largo de la noche, mientras daban vueltas en la cama, le hizo algunas preguntas, pero ella se mantuvo en silencio, sin responder a ninguna, e incluso tomó varias veces la iniciativa de robar sus labios para distraerlo y evitar hablar.
Al principio se mostró un poco reservada y torpe, pero tras un par de caricias y movimientos empezó a responder de forma bastante positiva, lo que resultó en una noche inesperadamente agradable.
‘Era simplemente el pago por ayudarme’.
Al principio, me pareció que sería una lástima enviar a mi benefactora a algún lugar desconocido sin imaginar la clase de consecuencias con los que se pudo haber topado en su camino.
Aunque resultó ser una experiencia maravillosa para ambos, ella se marchó sin un ápice de arrepentimiento, dejándole solo el vago recuerdo de su existencia.
‘Debería haberlo previsto ya que no dijiste nada que pudiera identificarte ante mi…’
Tampoco había esperado que le sueño se apoderara de él haciéndolo dormir tan profundamente; siempre se sentía incómodo en las noches sin luna; manteniéndose despierto hasta altas horas de la madrugada, pero increíblemente, ayer durmió hasta entrada la mañana en una posada que no reconocía.
Fue una experiencia maravillosa y extraña a la vez.
«Es una lástima…».
«¿Qué? ¿Qué quiere decir?»
«Sal y encuentra a la mujer que vino aquí conmigo ayer. Era así de alta, de contextura delgada y pequeña».
El hombre señaló cierta altura de su pecho.
“Me gustaría ayudarla un poco más en su búsqueda de venganza, si no le importa que nos veamos nuevamente”, musitó el hombre.
«Ya veo.»
El sirviente obedientemente acató la orden. El hombre se levantó lentamente de la cama. Su cuerpo desnudo quedó totalmente al descubierto bajo la cálida luz del sol.
«Gracias.”
Dijo ella cuando se abrazó a mi cuello en un pequeño susurro antes de dormirse. Y aun así, se vistió, sin dejarle ningún rastro suyo o carta que pudiera utilizar para encontrarla una vez más.
‘Si te encuentro… ¿Qué harás esta vez?‘
El hombre sonrió un poco para sí mismo. Luego él también salió de la posada.
∴※✻※∴
¡Klank!
La puerta se cerró de golpe, sumiendo nuevamente el sótano en oscuridad. Karinna, tumbada en la cama, soltó un largo suspiro. No solía utilizar las manos para pegarme, algo debió ponerlo hoy muy enojado.
«Ah, eso se siente bien».
Para él fue todo un espectáculo ver cómo su pálida y delicada tez se volvía roja, y después hinchada y azul.
El hombre constantemente le recordaba que tenía el mando sobre su vida cuando aprovechaba para golpearla en el sótano cada vez que algo lo hacía enojar fuera.
Karinna rodeó lentamente su vientre con los brazos y se recostó en la desgastada cama. Una cosa era dar a luz a un hijo y criarlo por sus propios medios, sin embargo, dudaba de que, al enterarse, el vizconde la dejaría marchar tan fácilmente.
‘… Espero que esta sea la mejor decisión.’
El Vizconde Tyrian había volcado tanto tiempo y dinero en Karinna, que intentará recuperar su inversión de una forma u otra. A menos que el Conde Buffo, aún conociendo su estado de embarazo, diga que está bien llevarla con él, no podrá salir con facilidad de esa casa.
«Realmente no veo cómo puedo salirme con la mía».
Karinna dejó escapar un largo suspiro. A pesar de su nerviosismo, el vizconde Tyrian no acudió más a ella en el resto del día.
Fue aproximadamente una semana más tarde cuando vino de visita, para desquitarse por alguna razón que desconocía.
Mientras tanto, durante esa semana, sólo le dieron unos trozos de pan y un cubo de agua. La puerta del sótano permanecía cerrada, sin otra fuente de luz que la entrada, Karinna tuvo que sobrevivir a oscuras con unas rebanadas de pan durante una semana. Menos mal que tenía algo de comida guardada. Cosas como la cecina seca no se echaban a perder y duraban mucho tiempo, y el agua que había estado guardando ayudaba a saciarse un poco.
En realidad, este nivel de hambre no era nada para ella. Cerró los ojos en la oscuridad familiar y la soportó con confianza.
Era lo mismo de siempre.
∴※✻※∴
«Bienvenido, Conde Buffo, debió ser problemático para alguien tan noble como usted, tener que recorrer un camino tan largo para llegar hasta aquí, jaja, es un honor recibirlo en mi humilde hogar».
«Ajá, sí. Gracias por invitarme».
Un hombre bajo y protuberantemente gordo de pies a cabeza, entró dando tumbos, secándose el sudor de la cara con un pañuelo.
Karinna tragó saliva cuando el conde Buffo entró pisando fuerte.
‘… Eso es horrible.’
El hedor a sudor que emanaba de su cuerpo era repulsivo, pero su mirada lasciva era aún peor. El conde Buffo se deleitó mientras contemplaba a Karinna de arriba abajo.
Los surcos de su boca se estiraron haciendo que la carne flácida de su cara se levantara, revelando una línea de dientes amarillentos.
El vizconde Tyrian había invitado a cenar al conde Buffo. Tendría que soportar por un rato más esta tortura.
El problema principal era que el vientre de Karinna estaba ligeramente distendido, así que tuvo que soportar a la criada que al vestirla le apretó el corsé como si intentara matar a su hijo nonato, a pesar de sus esfuerzos el vestido no ocultaba del todo su estómago lleno.
Karinna se mordió con fuerza el labio inferior.
El vestido vaporoso que llevaba a instancias del vizconde Tyrian, los polvos blancos para blanquearle la cara, el colorete rojo en los labios, todo ello era sencillamente horrible.
«Síguenos, Karinna.»
«…»
Karinna se tragó su disgusto y siguió al conde Buffo y al vizconde Tyrian.
Si se rebelaba, se desataría la violencia, y si huía y la atrapaban, no sólo se pondría en peligro a sí misma, sino también a todos los sirvientes encargados de vigilarla. Así que todos la observaban desesperadamente, midiendo sus pasos y acciones. Karinna no podía ni pensar en huir de aquel lugar.
‘Quiero ser libre’.
Karinna siguió al vizconde Tyrian y se situó a un lado, un poco detrás de él. El conde Buffo se sentó frente a ella, una posición bastante buena para mirarla a sus anchas.
El objetivo del vizconde Tyrian estaba claro.
Otra persona habría lamentado usar a su hijo como medio para fines comerciales, pero él ni siquiera lo veía como algo malo, era lo menos que ella podía retribuirle por darle su apellido. Así, el vizconde Tyrian la vendería por dinero, incluso si eso significara cortar él mismo los tendones de los miembros de su hija.
Karinna se mordió el labio inferior mientras ponía fuerzas en sus débiles piernas, no podía sentarse sin permiso de su padre.
«Mmm… En realidad, he estado esperando por demasiado tiempo. Viendo a su maravillosa hija, creo que ha llegado el momento, pero la boda no será sino hasta el mes que viene. Creo que es mejor adelantarla ¿Qué opina, Vizconde?»
«Por supuesto, estamos de acuerdo con que sea incluso mañana, lo más pronto que desee su Excelencia».
El vizconde Tyrian sonrió con satisfacción. Había una pizca de impaciencia en su rostro estoico.
Karinna decidió actuar, se tapó la boca con la mano para evitar reírse demasiado.
«Sin embargo conde, tengo un pequeño problema…»
«¿Problema?» respondió el conde Buffo, con la voz tensa contra la carne y el sudor empapando el sofá.
Karinna tragó saliva ante la bomba que estaba a punto de soltar y sonrió.
«Si, es que estoy embarazada.»
«… ¡¿Qué?!»
«Hace aproximadamente medio año, mezclé mi cuerpo con un hombre que conocí en un bar y tal parece que me quedé embarazada».
Los antes pequeños ojos del conde Buffo se abrieron de par en par, doblando su tamaño y se volvieron con ira hacia el vizconde Tyrian. Él a su vez, miró a Karinna con cara de desesperación.
“Esta zorra…”
Apretó los dientes y fulminó a Karinna con la mirada, sin poder evitar maldecirla en voz alta. Karinna sonrió y se rodeó el vientre sobresaliente con las manos para demostrar que no mentía.
«¡¿Es- es verdad?! ¡Vizconde Tyrian!»
«Eso… también es la primera vez que lo escucho, pero siempre puede abortar al niño y mantener las cosas en secreto, le aseguro que nadie lo sabrá…».
«¡Cierra la boca!»
La boca del Conde Buffo escupió saliva al gritar.
El vizconde Tyrian miró al conde Buffo con expresión incómoda al verlo ponerse de pie con un salto, como si estuviera a punto de explotar. El sofá, oprimido por sus pesadas caderas, no recuperó su forma fácilmente.
«No me interesa una puta usada, te pedí una virgen. Prometiste que podría comprar una de esas con mi fortuna, ¡cómo te atreves a engañarme!».
«Su Excelencia, Conde Buffo, eso fue… Lo siento mucho. Pero, de verdad, sólo fue cosa de una vez».
«Cállate, tendré que replantearme lo de la exclusividad de los minerales, me has hecho perder el tiempo».
«¡Su Excelencia!»
Se intercambiaron palabras de negocios rotos y condiciones especiales, todo demasiado sucio para tratarse de una hija.
Karinna giró la cabeza y soltó una risita de satisfacción. Fue mejor de lo esperado. El conde Buffo la fulminó con la mirada y al vizconde Tyrian se lo sacudió con fuerza de encima, y salió del salón dando pisotones.
«¡Tú, maldita zorra inútil de mierd…!»
Una taza de té voladora chocó contra la pared y se hizo añicos. Los fragmentos rebotaron y le rozaron la mejilla, pero su cuerpo ya tenso no percibió el dolor con facilidad.
«¿Cómo te atreves… no sabes hacer ni una cosa bien?»
«Deberías haberlo previsto cuando mataste a mi madre».
«… ¿Acaso creíste que esta rabieta te salvaría? ¡¿Crees que voy a dejarte ir tan fácilmente?! ¡Tómenla y enciérrenla en este instante! ¡No le den nada durante una semana, ni siquiera agua!»
Dos soldados intervinieron y agarraron a Karinna por ambos brazos. Se retorció, pero, a diferencia de cuando la tomaban las doncellas, no le resultó fácil escapar de sus garras. Con el rostro contorsionado, miró con odio a Tyrian.
«Si lo que quieres es sufrir un dolor real ¡lo lograste!, ni siquiera sabrás si estás viva o muerta del infierno que te haré pasar. Luego te venderé a cualquiera que ofrezca un precio decente por ti y tu hijo bastardo», dijo el vizconde Tyrian, aporreando con fuerza una mano contra la mejilla de Karinna.
Con la mejilla roja y ardiendo, Karinna se mordió con el impacto repentino el interior de la mejilla.
«¡Sepan que si alguno de ustedes le da aunque sea un sorbo de agua, no vivirán para ver el día siguiente!».
«Sí señor.»
«Disfruta la vida que te espera con ese mocoso que esperas».
El vizconde Tyrian la miró con el ceño fruncido. Soltó de un manotazo su agarre de las mejillas de Karinna. En un arranque de ira se acercó y volcó la mesa de té.
«Maldito seas, cerdo asqueroso. Tú, el de la esquina, saca ese sofá de mi vista y pide uno nuevo».
El vizconde Tyrian chasqueó la lengua y dio un pisotón a los restos de comida regados en el suelo.
∴※✻※∴
«Tsk, que asco.»
Después de tanto tiempo viviendo en el sótano, Karinna acudió al llamado del vizconde Tyrian en el salón.
El vizconde Tyrian no se equivocó en lo que dijo. Karinna iba vestida con ropas harapientas, el pelo sucio y despeinado, con las manos ásperas cubiertas de polvo y suciedad.
Los ojos de Karinna estaban aún más apagados y muertos de lo que habían estado en aquel entonces cuando enfrentó al conde Buffo dos años y medio antes.
Hace tres años que compartió su cuerpo con aquel desconocido. Hace dos años y medio que nació su hijo. Estaba tan agotada mental y físicamente que sus recuerdos de estar con él ya le eran borrosos.
El vizconde Tyrian ya no la dejaba asistir a ningún evento de sociedad ni salir de casa.
Tras una semana sobreviviendo a duras penas con agua, pan y otros alimentos que quedaban en el sótano, estaba pasando literalmente un infierno.
Su padre, el vizconde Tyrian abusaba de ella, la azotaba y la mataba de hambre a diario.
No le había mostrado el menor respeto por su vida, como si se hubiera quitado la máscara que se había visto obligado a llevar puesta. Fue solo entonces que Karinna se dio cuenta, lo que el vizconde Tyrian había hecho hasta ahora, era sólo una muestra; en realidad podía ser mucho más cruel y cobarde de lo que ella había imaginado.
No satisfecho con eso, el vizconde Tyrian dio permiso a sus criadas para que la trataran como quisieran. Por tanto, a Karinna le correspondía una parte diaria de la pesada carga de sus trabajos. No hacerlo significaba pasar hambre, recibir palizas o algún otro mal trato.
Su cuerpo se había empequeñecido, sus mejillas estaban hundidas y sus ojos ambarinos habían perdido todo el brillo de vida que antes tenían. Ni siquiera le dejaban lavarse bien.
Francamente, había dejado de disfrutar de la vida. Querer ser libre se había convertido en un deseo inútil de antaño.
Todo lo que quería ahora era morir rápidamente. Y aunque no se atrevía a morir por su propia mano, sólo quería que esta vida podrida llena de miseria acabara rápido de una vez por todas.
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