Capítulo 131— Soy una persona
* * * *
—….Bastardo.
Björn sólo se dio cuenta de lo que pasó cuando el dolor en su mejilla extendió un calor abrasador por el resto de su rostro. Erna lo abofeteó con fuerza, haciéndolo retroceder.
—¿Amor? En primer lugar, no tienes amor que darme.
A pesar de su enojo, Erna hizo todo lo posible por perseverar y mantener la compostura. Sintió que necesitaba reafirmar su situación, lo cual no era muy fácil teniendo en cuenta su oponente. El hecho de que no le sorprendiera en absoluto el arrebato de Björn sólo aumentó su frustración.
—Si crees que amar es simplemente tratarme como a una mascota, mimarme cuando te conviene, comprarme regalos caros que nunca quise y servirme cada vez que te apetece, no me hagas reír. — El enfado de Erna era palpable.
Ya no era el trofeo ganado en un juego de cartas, ya no era una flor artificial que nunca se marchitaría. Era la señorita de la casa de Baden y Erna se sentía obligada a defender los valores de su abuela. Para permanecer tranquila y elegante en todo momento, incluso en pleno invierno y en pijama, frente a su futuro exmarido.
—Soy una persona, Björn.
Las tranquilas palabras de Erna parecieron borrar todos los recuerdos del pasado, dejando las cosas más claras que nunca. Se dio cuenta de que había suplicado el amor de ese hombre y se regocijaba cada vez que él le mostraba un poco de atención. La mujer andrajosa en la que se había convertido ya no estaba allí.
—No necesito nada de ti, Björn, ni tu amor ni tu atención, así que vuelve con Lechen y busca a alguien que esté más dispuesto a ser tu ramo perfecto de flores artificiales.
—¿Hablas en serio?
Björn todavía se frotaba la mejilla enrojecida. Cuando la vergüenza, la ira y la desilusión disminuyeron, finalmente pudo ver a Björn con claridad. Su mirada pasó de sus zapatos polvorientos y ropa arrugada a su brazo, que parecía haberse lastimado de alguna manera.
Erna apretó el puño y levantó los ojos hacia los de él. El rostro demacrado y el cabello revuelto de Björn, que era lo peor que había visto en su vida, lo hacían parecer una persona completamente diferente.
Erna no podía creer que hubiera venido desde Schuber sin un solo asistente a cuestas y en tal estado. El Björn que ella conocía nunca actuaría de esa manera.
Ella lo odiaba.
Erna estaba decidida a vivir una buena vida, libre de Björn y de cualquier dolor adicional que el hombre cruel y egoísta pudiera causarle. Ella creía que esa era la única manera de seguir adelante y vivir su vida al máximo.
—Sí, lo digo en serio, ya no necesito ese gran amor tuyo. ¿No entiendes lo que eso significa? Entiendo que esto te haya herido y hayas venido hasta aquí para intentar darle sentido a todo, pero a mí también me ha herido, así que ninguno de nosotros está en desventaja aquí. Después de considerar todo, nuestro matrimonio ha sido bastante equitativo.
—¿Yo herido? No me malinterpretes, Erna, tenía curiosidad. — La reacción de Björn fue peculiar mientras sonreía. —Bueno, puedes pegarme todo lo que quieras. — Susurró, pasando suavemente sus dedos por su cabello, mientras la luz de la luna arrojaba un brillo resplandeciente en las profundidades de sus fatigados ojos cenicientos. —Muy bien entonces. Divorciémonos.
La voz ronca de Björn atravesó la quietud de la noche como un cuchillo de hielo. Aunque le había dado a Erna la respuesta que estaba buscando, ella permaneció en silencio.
Björn se alejó de Erna, dejando atrás a la mujer con disgusto. Erna permaneció en la puerta, con la postura erguida y la espalda recta, hasta que escuchó el ruido de la puerta cerrarse.
Björn se alejó de la Mansión Baden sin pensarlo dos veces y ni siquiera miró hacia atrás. Subió a la diligencia que esperaba al final del camino y Erna pudo escuchar los cascos y las ruedas rodando por el camino adoquinado durante la helada noche de invierno.
Se quedó allí hasta que ya no pudo oír el carruaje.
* * * *
El lobo, que había estado crónicamente irritable desde que su pareja lo dejó, finalmente se calmó.
Este fue un cambio bastante dramático en el Príncipe Björn, desde su regreso después de estar desaparecido durante dos días. Incluso los sirvientes, que se habían puesto tensos en las últimas semanas, se calmaron al aceptar la nueva realidad. Las cosas todavía no eran lo mismo que antes.
—Esto es suficiente para que a uno se le hiele la sangre. — Murmuró Karen para sí misma.
La señora Fitz cerró el libro que había estado leyendo y se quitó las gafas de la punta de la nariz. Karen caminaba inquieta ante el escritorio de la señora Fitz.
—El Príncipe… debe haber ido a visitar a Su Alteza, ¿verdad? — Karen se mordió el labio.
—Bueno, no puedo sacar conclusiones precipitadas sobre cosas que el Príncipe no menciona. — Ya era un secreto a voces entre los sirvientes de la residencia del Gran Duque, pero la señora Fitz no consideraba tales cosas.
El palacio se sumió en el caos cuando el Príncipe no regresó una noche. El cochero que había llevado al ebrio Björn a la estación de tren se enfrentó a críticas durante dos días enteros y si Björn hubiera aparecido un día más, todo el asunto habría llegado a conocimiento de la policía.
La señora Fitz tuvo el presentimiento de que Björn se había escapado a Buford. Habiendo criado al joven desde que era un niño, sus acciones siempre fueron fáciles de predecir para la anciana niñera.
—Si realmente visitó la calle Baden, ¿por qué regresó solo? ¿Será posible que Su Alteza la Gran Duquesa haya decidido no regresar en absoluto? El Príncipe Björn acaba de recuperar su reputación, si se divorcia nuevamente por esto…
—Karen. — La señora Fitz soltó bruscamente el nombre de la mujer histérica. Karen se quedó helada de sorpresa.
—Lo siento, estoy muy preocupada por el Príncipe…
—Entiendo tus sentimientos, pero en momentos como estos, debes mantener la calma y tus palabras.
—Sí. — Respondió Karen, con las mejillas enrojecidas por la vergüenza. —Por cierto, señora Fitz, si Su Alteza no regresa debido a que la ridiculizamos en nombre de la Princesa Gladys… ¿qué tal si le expreso mis disculpas en nombre de los empleados?
—¿Disculpa?
La señora Fitz bajó los ojos y reflexionó. Sabía muy bien que el mundo dentro de los muros del palacio nunca fue un lugar acogedor para la Gran Duquesa. Aunque todos eran cuidadosos con ella, era imposible monitorear todas las palabras que circulaban en cada rincón de un lugar tan grande.
Estaba claro que la Gran Duquesa necesitaba ser reeducada para poder asumir una vez más el manto de una verdadera dama. Castigar a los sirvientes no iba a ayudar a su posición. La señora Fitz lamentó el estricto método de enseñanza que había adoptado en el pasado. En retrospectiva, deseó haber considerado un poco más las cosas desde la perspectiva de Erna.
La señora Fitz había hecho juicios basados en las necesidades del Príncipe, lo cual fue su mayor error ya que Erna no pudo establecer su propia autoridad y no importaba cómo fueran tratados los sirvientes, ellos no cambiarían sus puntos de vista, eran profundamente leales al Príncipe. y debido a esa lealtad, a la Gran Duquesa le resultaría difícil hacer valer la suya.
—La única persona que debería disculparse con ella soy yo. — Dijo la señora Fitz con un suspiro y se levantó de su asiento. — Consideremos eso en otro momento, sin embargo, por el momento, asegurémonos de que el palacio no esté abarrotado.
—Sí, señora Fitz. — Dijo Karen y salió de la habitación.
La señora Fitz vio salir a Karen y luego se acercó a la ventana para correr las cortinas. El fresco paisaje invernal la saludó.
Björn finalmente había regresado esa mañana. Se lavó y se fue directamente a dormir sin decir una palabra a nadie. Después de un día completo de descanso, volvió a su rutina habitual. Parecía bastante sano y ya no se permitía largas sesiones de bebida en el club social. Le parecía aún más peligroso así, pero no se atrevía a preguntar por la Gran Duquesa.
Perdida en sus pensamientos durante un largo rato, la señora Fitz finalmente salió de su oficina con el correo que había dejado sobre su escritorio.
* * * *
Las criadas abrieron las cortinas de la suite del Gran Duque, inundando el espacio con la vibrante luz de la mañana. Björn se sentó en su escritorio a tomar el té de la mañana y leer el periódico. A través de la ventana se podía ver el río Arbit congelado.
Cuando las criadas se marcharon y la habitación quedó en silencio, Björn inconscientemente tomó un cigarro y luego vaciló. Cerró la tapa de golpe sin tomar uno. No había fumado desde su regreso de Buford ni había bebido gota de alcohol.
Björn bajó la mirada y luego recogió la carta que había guardado cuidadosamente debajo de la caja de puros. Empezaba bastante amigable, ‘Querido Björn’ y estaba escrito por una mujer que alguna vez lo había amado más que a nada en el mundo.
Björn leyó la carta, aunque ya había memorizado cada frase del papel. Había perdido la cuenta del número de veces que había leído la carta.
Era una carta de amor, aunque la palabra amor no estaba escrita explícitamente en ninguna parte de la carta. Cada palabra y cada espacio entre ellos estaba imbuido de la esencia del amor.
Pero ahora ese amor se acabó.
Mientras reflexionaba sobre el amor escondido en la carta, Björn leyó la firma en la parte inferior: «Tu esposa, Erna Denyister.» — Mientras susurraba su nombre, alguien llamó a la puerta.
—Su Alteza, es la Sra. Fitz.
Björn rápidamente guardó la carta en su sobre y la volvió a colocar debajo de la caja de puros, como un niño que esconde algo de contrabando.
—Sí, adelante.
La señora Fitz entró y se detuvo al otro extremo del escritorio. Ella informó sobre los trabajadores internos del Palacio de Schuber, mientras Björn miraba por la ventana. La visión de los montones de nieve cayendo sobre el río helado le recordó a Björn la noche en que empezaron a caer las primeras nevadas.
Había perdido el control y se dejó llevar por sus emociones. Björn sólo se dio cuenta de esto en el viaje de regreso en tren. El hecho de que no pudiera detener el divorcio sólo lo hizo sentir aún más impotente.
—¿Su Alteza? — La voz de la señora Fitz devolvió a Björn a la realidad.
—He estado en Buford. — Dijo Björn. —Erna quiere el divorcio.
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