Capítulo 42 – En silencio, bellamente y sin causar daño
No importa adónde fuera Erna, no podía escapar de los susurros de los chismes. La siguieron como la estela de un barco.
Incluso aquí, en el hospital, Erna escuchó a la gente charlar entre ellos. Primero fueron las enfermeras en sus pequeños grupos al final del pasillo. Luego se sintió como si la gente estuviera parada afuera de la puerta, mirando como niños en edad escolar.
—¿Es ella realmente la indicada? — Hablaron las mujeres detrás de sus manos, dándole miradas de soslayo.
—Lo sé, ¿el Príncipe está ciego? — Dijeron las enfermeras, fingiendo estar hablando con sus portapapeles.
La gente no podía creer que ella fuera Erna Hardy, la que venció a la bella Princesa Gladys por el corazón del Príncipe. Comentaban lo andrajosa que se veía, con sus sencillos vestidos de algodón y su maquillaje hortero.
(N/T: Vulgar y de mal gusto.)
—¿No es ella una dama noble, de una familia noble? ¿Por qué se ve así? Esa no puede ser Erna Hardy.
Peor aún fue que la Baronesa Baden escuchó esos rumores de los médicos y enfermeras que la atendieron. Cada vez que venían a controlarla a ella o a sus medicamentos, hablaban sobre ella pensando que estaba dormida.
—Es todo mi culpa. — Dijo en voz baja. —No debería haberte dejado ir. Arruiné tu futuro para proteger la casa y ahora tendré que enfrentarme a tu abuelo y a Annette.
Mientras la Baronesa se culpaba a sí misma, las lágrimas llenaron sus cansados ojos azules y justo cuando se recuperaba de una dolencia, otra amenazaba con apoderarse de la anciana. Erna ya podía verlo, lo que hacía que la Baronesa pareciera cada vez más cansada. Sus arrugas se profundizaron ante los ojos de Erna.
—No digas eso abuela, el Príncipe y yo no tenemos nada que ver. — Dijo Erna.
Deseaba poder decir algo para convencer a la Baronesa de que nada de eso era culpa suya, para tranquilizarla. La mayoría ya estaba convencida de que Erna era una dama caída, pero al menos este pequeño punto puede tratar de aclararle a su abuela.
—¿De verdad vas a decirme que todo este alboroto es por nada? — Dijo la Baronesa.
—Abuela, por favor, sabes muy bien que las personas inventarán las historias que deseen, a partir de cosas de las que no saben nada. — Dijo Erna.
—Aun así. — La Baronesa miró a Erna con ojos tristes. —¿Cómo puedes casarte con él y manchar tu reputación de esta manera?
—No nos vamos a casar, así que todo estará bien y la gente lo verá. — Erna dio una sonrisa alegre. —Solo aguanta ahí. Saldrás del hospital mañana y luego podremos regresar a Buford. Podemos vivir felices allí juntas. Todo aquí se convertirá en un mal recuerdo.
—Erna, mi pequeña Erna, no puedo estar a tu lado para siempre. Pronto estaré con tu abuelo. — Las lágrimas en sus ojos se profundizaron.
—No digas eso. —Dijo Erna y tomó la mano de la anciana. Se sentía delgada y como papel, y podía sentir las venas.
—Erna, por favor, es la triste realidad de envejecer. Deberías contenerte por mi bien, tienes que salir y formar tu propia familia. El tipo de familia que te amará y te protegerá. No como tu padre.
—Abuela.
—¿Qué esperas que haga, cuando amenazas con arruinar tu matrimonio por mi culpa? Si pudiera, arrojaría todo lo que amenaza con entristecerte a las llamas del infierno. — La Baronesa se alejó de Erna y gritó a la puerta. —Incluyendo a todos estos traficantes de rumores sucios, malhumorados. — Se volvió hacia Erna con un tono suave y uniforme. —Ese terrible Príncipe y tu padre, Walter Hardy y yo misma, si arruinas tus posibilidades por mi culpa.
Erna se puso de pie abruptamente, cuando hubo un fuerte golpe en la puerta.
* * * *
Björn irrumpió en la habitación después de llamar, sin esperar una respuesta. La sorpresa en el rostro del director se desvaneció rápidamente y fue reemplazada por una rápida muestra de rango emocional. Inmediatamente se enojó de que alguien tuviera la audacia de irrumpir en su oficina, se sorprendió cuando se dio cuenta de quién era el que ahora estaba frente a él, se confundió cuando trató de comprender la situación y finalmente algo que solo podría describirse como estreñimiento, mientras trataba de recordar la etiqueta adecuada. Björn no le dio oportunidad.
—¿En qué habitación está la Baronesa Baden?
Björn no era exigente, ni nada más que educado y firme. Un gran contraste con la manera dramática en la que fluyó en la habitación. Mantuvo un aire de elegancia en toda la escena.
—Erm, ¿la Baronesa Baden? —El director tartamudeó.
Sabía el nombre, por supuesto que lo sabía, ella estaba en una de las suites reales cerca de la parte de atrás, por discreción, pero en ese momento, mientras su cerebro intentaba ponerse al día con la situación, luchó con los papeles en su escritorio mientras buscaba el número de la habitación.
—Uh, sí, ella está en la habitación 15.
—Genial, vamos. — Dijo Björn, dándose la vuelta para irse. Hizo una pausa cuando notó algo en el escritorio del director. —¿Le importa si lo tomo prestado? — Dijo y con delicadeza tomó la pequeña rosa roja de un jarrón que estaba en la esquina del escritorio. En términos de rosas, un tono más oscuro de rojo transmite un significado más negativo.
«¿Está borracho?» – Pensó el director, mientras guiaba el camino.
No era una idea irrazonable, dado el comportamiento habitual del Príncipe y era bastante tarde en la tarde.
El director condujo al Príncipe a paso rápido por los pasillos. Los médicos y enfermeras que se alineaban en los pasillos, hablando sobre los archivos y gráficos de los pacientes, inmediatamente dejaron de hacer lo que estaban haciendo y se hicieron a un lado para el Príncipe. El director ya podía oír los rumores, las preguntas murmuradas al fondo de la sala de descanso. ¿Qué estaba haciendo el director con el Príncipe?
El director se entusiasmó con la visita real y se encontró con los ojos de los espectadores con una sonrisa de suficiencia. Cuando llegaron a la habitación de la Baronesa, el director le abrió la puerta al Príncipe, quien pasó rápidamente junto a él y cerró la puerta detrás de él, sin siquiera mirarlo dos veces.
El director se dio la vuelta y sintió que el calor le subía a las mejillas cuando escuchó a un par de enfermeras en el pasillo riéndose. Tenía un objetivo para su creciente ira.
—Príncipe… — Dijo Erna. Involuntariamente se alejó y parpadeó rápidamente, como si al hacerlo borrara la escena frente a ella. Él no debería estar aquí y no tenía razón para estar aquí, así que ¿por qué estaba aquí?
La Baronesa se dio cuenta de quién había entrado en la habitación e hizo ademán de sentarse correctamente. Björn hizo todo lo posible por disuadirla de moverse y le hizo una reverencia.
—Baronesa, por favor, no se esfuerce por mí. Llegué tarde a verla, así que debo disculparme, lo siento. — Dijo Björn. Su voz era una nota suave que no se atrevía a perturbar la quietud serena de la habitación del hospital. La señora Greve, que estaba sentada en la esquina cerca de la puerta, finalmente dejó escapar un suspiro.
Erna cerró el resto de la distancia entre ella y Björn, más para comprobar que realmente estaba allí. ¿Por qué estaba aquí, en realidad solo estaba aquí para ver a la Baronesa? El momento era muy conveniente si ese fuera el caso. Un nudo de tristeza subió hasta su garganta. Esperaba que él no hubiera venido a pisotear su corazón frente a su abuela.
Esto era inaceptable. Él no debería estar aquí y empañar lo que podría convertirse en sus últimos recuerdos de su abuela. Aunque ella lo apreciaba a él y su ayuda, esto era inaceptable.
—También lo siento por usted, señorita Hardy. — Dijo Björn. Miró a Erna y ella pudo ver arrepentimiento en sus ojos.
¿Era genuino? La disculpa fue inesperada.
Vete. Quería decirle, pero se tragó el pensamiento.
—Lo lamento. — Dijo de nuevo, leyendo la preocupación en el rostro de Erna.
—¿En serio?
—Sí, es tarde, lamento haberte hecho esperar. —Björn le dio la sonrisa más encantadora que pudo.
Erna no entendió. Miró al Príncipe y vio en su sonrisa, pero sus ojos estaban tranquilos. Eran profundos y tranquilos mientras la consideraban.
Se encogió y hundió los hombros mientras trataba de entender al Príncipe. Fue entonces cuando el Príncipe puso su mano frente a ella y reveló que había estado sosteniendo una rosa. Él se la tendió a ella.
Björn intentó una sonrisa más suave cuando notó que Erna fruncía el ceño ante la rosa, como si dudara. Llegó a una necesidad y miró a la mujer directamente a los ojos. Estaban tristes, preocupados y definitivamente cautelosos.
—Señorita Hardy.
La voz de Björn sonaba distante para Erna, mientras su mente se aceleraba.
* * * *
«¿Se casaría pronto?»
Björn se hizo la pregunta por centésima vez, mirando la pequeña moneda de plata que volaba entre sus dedos. ¿Sería apropiado decidir tal asunto de esta manera?
No tenía nada que ganar con el matrimonio. Ella era de una familia humilde, con más que su humilde cuota de complicaciones. Walter Hardy. La familia real y la sociedad en general nunca aceptarían ese pequeño problema. Podría significar que sería difícil interpretar el papel de la Gran Duquesa.
No era gran cosa. Puede que no se beneficiara, pero al menos no causaría más daño. Al igual que Gladys, tal vez ella todavía estaba guardando una espina para él, detrás de su dulce e inocente sonrisa. Pero las espinas de esta mujer débil no eran lo suficientemente fuertes como para lastimarlo.
Todo lo que Björn quería era que Erna viviera como el ramillete de flores que hizo con sus propias manos.
En silencio.
Hermosa.
E inofensivamente.
Consideró la apuesta. Sería la opción fácil, perder la apuesta y tomar la apuesta. Entonces estaría libre de este enredo hecho para él, pero eso solo llevaría a su padre a respirar sobre su nuca.
Björn lanzó la moneda y la vio volar por el aire, cayendo de punta a punta.
—Cara, sí, cruz, no —murmuró por lo bajo.
* * * *
—Erna Hardy, ¿quieres casarte conmigo? — Björn le tendió la flor a Erna.
Erna cerró los ojos y los apretó con fuerza, como si tratara de borrar la extraña realidad que se desarrollaba ante ella. Cuando volvió a abrirlos, Björn todavía estaba allí frente a ella, arrodillado sobre una rodilla.
«¿Realmente me está proponiendo, el Príncipe?»
El hecho de que esto estuviera justo frente a ella no hacía que el juego fuera más real. Su percepción de la realidad pareció desvanecerse y la habitación se extendió. Se encontró mirando a su abuela, que parecía emocionada. La habitación volvió a abarcar cuando ella miró de nuevo al Príncipe.
«¿Cómo puedes hacer esto?» – Erna pensó. – «No me amas»
Erna podía sentir que el estado de ánimo en su mente se asentaba en el resentimiento, estaba resentida con Björn por haber venido al hospital sin permiso. A ella le molestó esa sonrisa que él tenía mientras la miraba, esperando una respuesta.
Erna quería alejarse de esto, correr lo más lejos que pudiera y olvidarse del desastre que se desarrollaba ante ella. Ella extendió la mano con una mano temblorosa. Apartaría la rosa y lo negaría, pero cuando sus dedos tocaron los delicados pétalos, vaciló.
Lo siento, había dicho.
La disculpa fue tan descarada, pero aun así se alegró por ello. Dudaba que realmente lo dijera en serio, pero aun así estaba agradecida de que viniera, a pesar de lo tarde que era.
En ese momento, cuando más quería odiarlo, se encontró agarrando la rosa de la propuesta de matrimonio. La habitación se extiende de nuevo.
Erna se desmayó.
Björn se apresuró a atraparla y la Baronesa Baden inmediatamente llamó a un médico. El médico entró por la puerta en el mismo segundo. Había varios médicos y enfermeras agrupados en el pasillo.
En un abrir y cerrar de ojos, el rumor de que el Príncipe Björn le había propuesto matrimonio a Lady Erna Hardy se había extendido por toda la ciudad. Historias sobre dramatizadas de actos impulsivos de devoción y amor y una dama feliz que se desmaya llenaron los muchos salones de cigarros, bares de ginebra, salas de fumadores y bibliotecas.
La historia de amor de Lechen terminó abruptamente, con un final bastante trágico con la victoria del villano.
Atrás | Novelas | Menú | Siguiente |