Episodio 84 – Después de quitar la cáscara
La noche llena de acontecimientos transcurrió. La luz comenzó a adherirse a la parte posterior de la oscuridad.
Tan pronto como Elizabetta salió del Palacio Imperial, se dirigió directamente a la residencia de Baldr. Las luces aún estaban intensamente encendidas. El mayordomo que la recibió con calma la condujo a la oficina del Duque como si la hubiera estado esperando.
“¿El Marqués Herbert está aquí también?”
“Si, Su Alteza.” (Mayordomo)
Los dos caminaron con premura por el oscuro pasillo. Finalmente, cuando Elizabetta entró en la oficina, los hermanos, cada uno perdido en sus pensamientos, se levantaron de sus asientos al unísono.
Después de intercambiar miradas con Theseus, Elizabetta giró la cabeza para mirar a Lionel.
“¡…!”
Pero en el momento en que hizo contacto visual con él, Elizabetta se congeló. Fue porque una energía aguda fluía sobre el rostro de Lionel, que estaba en sombras por la luz de la lámpara. No eran llamas explosivas, pero la sensación de plomo frío cubría todo su cuerpo.
Ignorando cortésmente la reacción de Elizabetta, Lionel levantó la cabeza y abrió la boca.
“¿Cuál fue la razón de su destronamiento?” (Lionel)
Elizabetta estaba interiormente sorprendida. El Lionel que ella conocía era una persona que no mostraba sus emociones en absoluto, pero ahora era como un río a punto de desbordarse. Elizabetta contuvo el aliento y respondió a la mirada peligrosamente fluctuante en sus ojos.
“Fue un motivo muy difícil para protestar. El motivo de su destitución…”
“…” (Lionel)
“La primera noche conjunta fue rechazada.”
Un frío y pesado silencio cayó sobre los tres. Después de un momento, Theseus dejó escapar un breve suspiro y dijo.
“¿La Emperatriz lo aceptó?” (Theseus)
Ante su pregunta, Elizabetta asintió con una expresión amarga.
“…Dijo que quería detenerse.”
Lionel recordó el rostro desesperado de Adele y sus palabras que su carga era pesada. Frustrado, como si se le hubieran bloqueado el pecho, logró tragar su aliento reprimido.
Elizabetta dijo mientras dejaba sobre la mesa los papeles en su mano.
“Primero, revisemos estos documentos. Es la evidencia que me dio la Emperatriz… No, la Princesa de Gotthrof.”
Lionel y Theseus, perdidos en sus pensamientos, se sentaron frente a Elizabetta y leyeron rápidamente los documentos. Su mirada a través del material fue rápida y hábil.
La gran cantidad de datos recopilados durante un largo período de tiempo era suficiente para acusar al Duque de Despone y al Emperador de sus crímenes. Sin embargo, el problema era que los magos seguían en manos del Duque Despone y la Emperatriz había sido destronada.
Lionel, que había estado perdido en sus pensamientos durante mucho tiempo, habló primero.
“¿Por qué no difundimos algunos rumores antes de presentar una agenda?” (Lionel)
“¿Rumores?” – Cuando Elizabetta inclinó la cabeza, Lionel agregó una explicación.
“El Palacio Imperial está desordenado. Los magos todavía están en manos del Duque de Despone y el Emperador, por lo que incluso si esparcimos esos rumores ahora, hay muchas posibilidades de que se apaguen. Sería mejor correr la voz e informar a todos y luego adelantar la agenda.” (Theseus)
Theseus reflexionó sobre las palabras de Lionel y luego asintió con la cabeza.
“Hmm. De hecho, eso sería mejor. ¿Qué opina, Gran Duquesa?” (Lionel)
Elizabetta asintió como si estuviera de acuerdo y presentó una cosa más.
“Sería bueno informar no solo a la capital, sino también a las provincias de todo el país. Hagamos saber a la gente común acerca de esto. Y asumiré toda la responsabilidad por ello.”
“Puede ser peligroso.” (Theseus)
Ante la rápida disuasión de Theseus, Elizabetta rehusó con la cabeza.
“Nunca, ni por un solo momento, he cumplido con mis responsabilidades como Princesa. Nunca le he dado todo mi corazón a ninguna parte de mi vida, así que ahora es el momento de hacerlo.”
Sus ojos morados brillaron con una luz más fuerte que nunca.
****
Después de su conversación con los hermanos Baldr, Elizabetta salió de la oficina del Ducado y caminó por el pasillo. Estaba pensando en pasar por la residencia del Gran Ducado para cambiarse el vestido que llevaba puesta.
Mientras caminaba de repente escuchó el sonido imperioso de pasos. Elizabetta se detuvo y miró hacia atrás.
La persona que caminaba apresuradamente hacia ella no era otra que Lionel.
“Marqués Herbert.”
Lionel se detuvo frente a Elizabetta y la miró con una mirada penetrante.
“¿Tienes algo que decirme?”
“¿Hasta qué punto quieres hacer lo mejor que puedas?” (Lionel)
“¿Cuán lejos?”
“Sabes muy bien que el Duque de Despone no es el único responsable de todo esto.” (Lionel)
Por supuesto, por orden del Duque, nadie más que el mayordomo podía acceder a este lugar secreto, pero era una declaración bastante peligrosa. Pero Elizabetta no le dijo que tuviera cuidado. Lionel continuó mientras ella escuchaba en silencio.
“Si tratas de corregir lo que está mal, pero aun así se niega a cambiarlo, ¿qué harás entonces?” (Lionel)
Los ojos azul oscuro de Lionel miraron de manera penetrante a los ojos morados de Elizabetta. Entre ambos, que intercambiaban tensas miradas sin concesiones, una luz nebulosa comenzó a brillar.
Elizabetta recordó los cientos de páginas y el vasto material sobre Ehmont de los últimos 14 años del informe de Adele. Recordó al gran bosque de Grand que ardía y a los niños que deambulaban por las calles con rostros miserables.
El calor que había estado reprimiendo hasta ahora salió de su garganta.
“…Una persona que eventualmente se niega y continúa empujando al imperio al infierno no merece sentarse en el trono.”
Los ojos de Lionel se agitaron con frialdad ante su respuesta. Inclinó respetuosamente la cabeza, luego se dio la vuelta y desapareció rápidamente en algún lugar.
****
Cuando el amanecer cayó pálido y una luz brumosa comenzó a colorear el mundo. Lionel corrió hacia el Palacio Imperial.
Anoche se dio cuenta de lo que significaba desgastarse.
Dado que el Palacio Imperial también era una institución gubernamental oficial, se abría al amanecer a menos que estuviera bajo la ley marcial*. Al día siguiente de emitida la orden de expulsión, no hubo excepción.
(N/T: * Regla o norma establecida por una autoridad superior para regular, de acuerdo con la justicia, algún aspecto de las relaciones sociales.)
Mientras se alejaba rápidamente con una cara desconcertada, el Keeper del Palacio Imperial miró la espalda de Lionel.
“…Se emitió una prohibición de ingreso al palacio para el Marqués Herbert… ¡Vamos, atrápenlo!” (Guardia 1)
Pero él ya había desaparecido.
“¡Ah en serio! ¡Descubre rápidamente dónde está!” (Guardia 2)
****
Luego de una larga noche y estando frente a la muerte, Adele se quitó una a una las pesadas cáscaras que cubrían su rostro.
Después de ser conducida al borde de un precipicio, muchas cosas que pensó que eran importantes se sintieron como conchas… Trono, poder, honor, creencias…
En el lugar donde todo eso fue dejado de lado, solo quedó Adelaide.
Sin embargo, extrañamente, después de tirar todas esas conchas, se perdió. Nunca había vivido para ella en ninguna momento de su vida, así que sintió como si estuviera caminando descalza por una sombría montaña.
Mientras Adele luchaba con una inutilidad y desesperación más profunda que la muerte, él apareció como un milagro. Parecía que había venido corriendo.
Adele trató de decir su nombre: ‘Lionel’ como por costumbre, pero se tragó esa palabra. En cambio, conscientemente enderezó la espalda y gritó.
“Marqués Herbert.”
“…” – Lionel contuvo la respiración ante ella mencionando un nombre desconocido.
Adele silenciosamente rodó su nombre en su boca, luego se aclaró la garganta antes de continuar.
“Si hubiera sabido que las cosas serían así, habría obligado a mi ayudante a renunciar hace mucho tiempo, lo siento.”
Lionel miró a Adele con ojos temblorosos.
Ella, con una tez pálida, voz tensa y un cuerpo que parecía haberse marchitado durante la noche, todavía estaba tratando de fingir entereza.
El mundo de Lionel se detuvo al verla enderezar la espalda y ajustar su expresión con todas sus fuerzas.
Lionel miró fijamente a Adele, cuyos ojos estaban teñidos de rojo y apenas mantenía su expresión sin distorsión.
Fue un momento donde cayó el silencio y hasta el tiempo parecía haberse detenido.
Estaba en silencio, pero al mismo tiempo todo su cuerpo parecía hablar.
‘¿Estás bien?’
‘¿No fue difícil?’
La expresión de Adele, que había estado fingiendo estar tranquila, comenzó a colapsar lentamente. La razón por la que no había podido beberlo mientras lo sostenía y no encontraba la liberación en la muerte repetidamente era por estos ojos.
Todos lo que creía importante en su vida voló, y lo último que tenía en su mente, para su sorpresa, no fue ni su tierra natal ni nada… Era esta mirada preocupada.
‘Fue este hombre quien sin miedo extendió sus brazos hacia ella mientras caía.’
En ese momento, la brillante luz del sol de la mañana penetró por la ventana y entró en la habitación.
Mientras Lionel miraba a Adele, una botella de vidrio brilló bajo la luz entrante en su campo de visión. <imreadingabook.com> Lentamente dirigió su mirada hacia el pequeño frasco sobre la mesa.
“…” (Lionel)
Adele, al notar su mirada, se apresuró a agarrarlo, pero Lionel se acercó más rápidamente y agarró el vial antes que ella.
“¡Marqués!”
“Por favor, perdone la grosería.” (Lionel)
Lionel miró el vial con expresión determinada. Una pequeña botella de vidrio grabada con un patrón de Gotthrof contenía un líquido azul oscuro.
“¡Devuélveme eso!”
Adele habló con firmeza y le tendió la mano, pero Lionel sostuvo la botella en su mano y preguntó con voz tensa.
“… ¿Qué es esto?” (Lionel)
“Un calmante para la fatiga.” – Adele respondió rápidamente.
Lionel, que había estado mirando el vial, giró lentamente la cabeza para mirarla. Su corazón fue salvajemente sacudido por los ojos del hombre, pero Adele finalmente mintió.
“Es una pastilla para aliviar la fatiga que traje de mi tierra natal. Lo saqué porque me encontraba muy cansada.”
Frente a Adele, quien finalmente con una cara a punto de colapsar mintió, Lionel se mordió los labios con fuerza y abrió la tapa de la botella de medicina sin dudarlo.
“Entonces, ¿puedo beberlo primero?” (Lionel)
Luego, como haciendo el ademán de beberlo de inmediato, se llevó la botella a la boca. Sorprendida, Adele saltó de su asiento y estiró la mano.
“¡No!”
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