Episodio 39 – El deseo de Lionel
‘Si lo hace el, es romance, si lo hago yo, ¿es una aventura? Suena eso como un comportamiento adecuado.’
Adele, que había sido empujada hacia atrás por el Emperador y estaba medio apoyada en el escritorio, se sentó en el escritorio. Luego, desenrolló un pañuelo y lo envolvió lentamente alrededor del cuello del Emperador.
Karl retrocedió un poco ante la acción repentina, pero a Adele no le importó.
Mientras extendía las manos detrás de su cuello como si lo abrazara, Karl dejó de respirar por un momento.
Adele envolvió el pañuelo alrededor del cuello del Emperador y lo ató justo en el medio. Luego, sujetándolo con una mano como si fuera una correa, sonrió seductoramente.
“¿Por qué sigue olvidando lo que me dijo?”
Posiblemente reflexionando sobre el significado de esas palabras, el Emperador guardó silencio. Adele derramó de repente la ira que había estado conteniendo.
“¿Por qué diablos me está haciendo esto?”
“Porque estás confundiendo este lugar con Gotthrof.” (Karl)
“…”
“Es porque todavía se considera la Princesa que no tiene que doblegarse ante nadie, y porque no tiene el corazón para ceder ni un paso en esa confianza, y porque quiero que se dé cuenta de su estupidez.” (Karl)
Después de eso, Karl tiró del nudo del pañuelo. El cuerpo de Adele, que sostenía el nudo, fue arrastrado. Karl apoyó la mano en la parte posterior de su cabeza. La noche se derramó entre sus dedos.
‘Quiero inclinarme y besar sus labios rojos.’ (Karl)
Fue una voz lúgubre lo que detuvo a Karl, quien inclinó la cabeza pensando de esa manera.
“¿Cree que puede someterme así?” – Adele apartó su cuerpo con una mano y escupió.
‘Si quiero domesticarla, porque no mejor tratar de seducirla con cosas que le puedan gustar, en lugar de empujarla con mi cuerpo de esta forma. Entonces, cuando se encuentre distraída, podre envolver suavemente y con cuidado una correa alrededor de su cuello. Sin que se dé cuenta.’ (Karl)
(N/T: Michi… si me cae super mal esta lagartija… )
La fuerte voluntad de una persona nacida como Emperador por naturaleza surgió como olas y golpeó los oídos de Karl.
La noche espesa en la punta de sus dedos, las olas golpeando en sus oídos. Una luna dorada brillante.
Había un leve aroma a flores de primavera que podía sentir en su aliento.
Fue en ese momento que algo como un relámpago pasó por la mente de Karl.
Sus labios vagaron cerca de los labios de Adele. Justo antes de que sus gruesos labios se tocaran, Karl entrecerró los ojos y abrió lentamente sus labios rojos.
Era la primera sonrisa que esbozó desde que conoció a Adele.
La sonrisa del Emperador, como una flor en plena floración, era tan brillante e inocente que incluso Adele se quedó atónita por un momento.
El Emperador asintió ante la conclusión a la que había llegado por si mismo y dio un paso atrás. Y mientras se alejaba de ella, lentamente colocó su cabello negro detrás de su oreja. Cuando Adele frunció el ceño ante la mano que le tocaba el lóbulo de la oreja, Karl retiró respetuosamente la mano y dio otro paso atrás.
Y se dio la vuelta sin hacer ruido. El paso era tan aristocrático que Adele lo miró desconcertada.
Así como el Emperador llegó tan repentinamente, su partida también fue repentina.
‘¿Qué? ¿Qué demonios fue eso?’
Adele, que se quedó sola, murmuró con incredulidad.
“… Está loco. De todos modos, no puedo entenderlo.”
****
Esa tarde, los comerciantes acudieron repentinamente al Palacio de la Emperatriz. Como ya había sido expulsados una vez, las doncellas los detuvieron.
“¿Por qué están aquí? Todavía no los hemos llamado, ¿por qué vienen de esa forma?” (Doncella)
Entonces, el líder del gremio de comerciantes abrió mucho los ojos y habló en un tono confiado.
“¡Ay, esta vez, su Majestad el Emperador nos ha enviado aquí!” (comerciante)
“…”
“Entonces, ¿no estaría bien entrar?” (comerciante)
“Ahora, ahora… Espere un minuto. ¿Su Majestad el Emperador dijo?”
Después de confirmar el sello oficial del Emperador, las sirvientas respiraron profundamente y se precipitaron a la velocidad de la luz para contarle a la Señora Giggs lo que estaba sucedido.
“¿Dicen que Su Majestad el Emperador los envió?” (Sra. Giggs)
“¡Sí! ¡Dicen que es así!”
“… Solo esperen, se lo informare a la Emperatriz.” (Sra. Giggs)
“¡Sí!”
La señora Giggs se dio la vuelta con gracia y caminó, reflexionando sobre lo que estaba sucedido. A diferencia del Yaksha que vino corriendo, el Emperador sonreía claramente cuando salió del Palacio de la Emperatriz.
La Emperatriz estaba ocupada leyendo un libro que había traído de su residencia conjunta.
“Su Majestad la Emperatriz.” (Sra. Giggs)
“Dime.” – Dijo sin apartar los ojos del libro.
“Comerciantes enviados por Su Majestad el Emperador la están esperando.” (Sra. Giggs)
La mano que pasaba las páginas del libro se detuvo por un instante, y la Emperatriz, que había enterrado la cabeza en el libro, levantó la mirada.
Luego, se negó rotundamente. – “Regrésalos. No lo necesito.”
“Su Majestad la Emperatriz.” (Sra. Giggs)
“… Realmente no lo entiendo, pero obviamente no vino corriendo en un ataque de ira.”
“Cuando Su Majestad el Emperador se fue, el ambiente estaba en un estado relajado.” (Sra. Giggs)
‘¡Realmente discutimos y peleamos!’
“¿Entonces, por qué? Quiero decir que no sé por qué está haciendo esto. No fue así en absoluto.”
Si no hubiera sido del Emperador sobre quien estaban hablando, Adele le habría preguntado con amargura: ‘¿No estás loco?’
“No necesito nada y no quiero conseguir nada. Regrésalos. Ha pasado menos de una semana desde que se canceló el presupuesto suplementario. ¿No significa esto que se está burlando de mí?”
“No tienes que cortar la mano que está siendo extendida, ¿verdad? El prestigio de la familia imperial podría verse disminuido.” (Sra. Giggs)
Adele suspiró nerviosa y se secó la cara recién lavada. – ‘Más bien, destruir una torre era mucho más cómodo y fácil.’
No era que no entendiera los sentimientos de la Emperatriz, así que después de pensar por un rato, a la Señora Giggs se le ocurrió una idea.
Si los mercaderes eran enviados de regreso de esa manera, sería equivalente a ofender abiertamente al Emperador, por lo que no habría ningún beneficio para la Emperatriz.
Aunque no quisiera recibir ningún regalo, la Emperatriz se enfadaría si tuviera que recibir algo a la fuerza.
“¿Qué tal comprar oro en su lugar?” (Sra. Giggs)
“… ¿Oro?”
Los ojos de la Emperatriz se entrecerraron.
De hecho, era una digna idea de un Administradora general del Palacio Imperial con mucha experiencia.
(N/T: Brillante Sra. Giggs… Hay que guardar pan para marzo. O para ayudar a otros por lo menos.)
****
La noticia de que los mercaderes enviados por el Emperador habían entrado en el Palacio de la Emperatriz se extendió como una ola por todo el palacio antes de que se pusiera el sol.
“Los días de Diane Poitier están llegando a su fin.” (Noble 1)
“Pensé que recuperaría el Palacio de Marfil pronto, pero no lo hizo. Traslado su residencia al Palacio Imperial de Su Majestad el Emperador, ¿verdad?” (Noble 2)
“Eh. Una concubina sin un hijo es una linterna en el viento.” (Noble 3)
“Todavía no lo sé. Después de todo, Su Majestad el Emperador no echó a Diane Poitier del palacio ¿verdad? Escuché que el único lugar al que no llega el permiso de residencia de Su Majestad la Emperatriz es el Palacio del Emperador.” (Noble 4)
No sabía que la gente pasaría el tiempo hablando de esto una vez que se reunieran.
La Condesa Giggs hábilmente se dio cuenta que el monto del regalo era una cantidad extraña, que era más alto de lo moderado para no ser llamado lujo. <imreadingabook.com> Esto no es algo que pueda ser enseñado a cualquiera.
Adele miró fijamente a las doncellas que estaban ocupadas trayendo los lingotes de oro.
Dedos golpeando la barandilla, frente firme, labios apretados.
Al darse cuenta de que la Emperatriz no estaba muy cómoda, las doncellas no se molestaron en mostrar sus adulaciones frente a ella.
‘¿Cuánto es todo esto?’
Adele abrió la cuenta que sostenía en una mano y comprobó la cantidad. Era como un presupuesto suplementario, y la cantidad superaba con creces la cantidad que se había fijado. Incluso si trató de pensar positivamente, estaba claro que esto no era un regalo, sino una burla.
‘Aunque tengo la capacidad de asignarte un presupuesto suplementario, no lo haré. Te daré un regalo en su lugar. Cómprate un vestido o alguna joya…. ¿No es solo eso lo que significa?’
“Mire esto, Condesa Giggs.”
“Sí, Su Majestad.” (Sra. Giggs)
“¿Debería tomar esto e ir a decir gracias?”
Dos personalidades muy difíciles se encontraron. La Señora Giggs suspiró para sus adentros y respondió cortésmente.
“Haga lo que considere correcto.” (Sra. Giggs)
Adele dobló la cuenta y se la entregó a la señora Giggs, luego se volvió y entró en la habitación.
****
Mientras tanto, el Príncipe Baldr en ese momento.
‘El distinguido invitado que vino en secreto regresó silenciosamente incluso cuando se fue.’ (Mayordomo)
El mayordomo de Baldr, que entró para ordenar la habitación utilizada por la Emperatriz, miró alrededor de la habitación tan limpia que no quedaba ni un solo mechón de cabello y sonrió sin comprender.
Las personas que nacieron con dignidad y no necesitaban ordenar por sí mismas suelen requerir mucho trabajo, pero el espacio que la Emperatriz utilizó estaba tan bien organizado que ya no tuvo que arreglarlo.
“Su Majestad parece tener una disposición muy limpia.” (Mayordomo)
Lionel asintió y estuvo de acuerdo con las palabras del mayordomo.
La noche en que la Emperatriz abandono el Ducado, Lionel se tumbó en la cama y dio vueltas y vueltas por un rato antes de levantarse nerviosamente y lavarse la cara. Fue hasta el punto de que dudo que tuviera insomnio, que nunca había tenido antes, debido a la agitación de su pecho.
Lionel estaba sentado en la cama, pensando en algo.
‘¿Qué diablos es y por qué me está pasando esto?’
Cuando no pudo encontrar una respuesta después de pensar y pensar en ello, cambió de dirección.
‘¿Qué quiero hacer ahora?’
Era una cuestión de deseo… Entonces, una respuesta brotó de su interior tan rápidamente que perdió el color durante mucho tiempo.
Algo rojo debajo de su pecho se deslizó fuera de sus extremidades. Los ojos azul oscuro se entrecerraron y miraron hacia la ventana. El deseo dio un paso más y comenzó a enderezar su cuerpo agazapado.
‘Los ojos dorados reflejaban la luz resplandeciente, el rostro pulcro y bonito, y las manos frías y pequeñas.’
Aunque ni siquiera podía atreverse a pensar en lo que quería hacer, solo pensar en ella hacía que su cuerpo y su mente hirvieran como un adolescente febril.
Lionel no pudo soportarlo y salió furioso de la habitación ante las emociones apasionadas que ni siquiera él podía entender.
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