Episodio 23 – Candidatos corriendo
Karl endureció su boca y frunció ligeramente el ceño ante la mirada persistente. – ‘Si dije que te vayas, ¿por qué no te vas?’
Para el Emperador, Diane era una persona cómoda. Incluso si hablaba desde la vuelta de la esquina, o incluso sin decirlo, ella lo entendía como si hubiera mirado en su corazón. No tenía que decirlo dos o tres veces, y nunca hacía nada que no le gustara. – ‘Pero ¿por qué estás haciendo esto ahora?’
Iba a decirle que dijera algo si había algo que quisiera decir, pero Diane abrió la boca primero.
“… Escuché que la Emperatriz emitió un aviso de búsqueda de ayudante.”
‘Si el Emperador escuchaba la palabra Emperatriz, no preguntaría sobre ese día, por lo que es un contrataque indirecto.’
Pero contrariamente a sus expectativas, el Emperador solo la miró con una mirada fría.
Diane estaba perpleja.
“…Estoy preocupada. No importa cuán rápidas fueran las Emperatrices anteriores, contrataron a un ayudante un año después de su boda… Pero ella ya que está tratando de contratar a un ayudante menos de un mes después que contrajeron nupcias. Me pregunto quién será elegido por Su Majestad.”
Mientras sus palabras se prolongaban, Karl la interrumpió sin piedad.
“No es asunto tuyo, así que no te preocupes por eso.” (Karl)
“… ¿Sí?”
“…” (Karl)
“Ah, sí, Su Majestad.”
Karl volvió su atención al documento. Su actitud era tan fría que los ojos de Diane se llenaron de lágrimas. Pero no se debía mostrar esas lágrimas. Reprimiendo desesperadamente las lágrimas, se dio la vuelta, pero el Emperador lanzó unas palabras con un tono cortante que no podía hacer.
“Y para que no digas nada más sobre el tema, ocúpate de lo que dijiste que terminarías.” (Karl)
“…”
Sorprendida, Diane se dio la vuelta, pero el Emperador no agregó nada adicional. Solo ordenó al sirviente a su lado que trajera unos papeles y continuó ocupado con los siguientes documentos.
Diane tembló como si hubiera sido expulsada en el duro invierno por su actitud fría que ni siquiera le permitía hacer más preguntas. Lo que ella dijo que terminaría era el presupuesto suplementario del Palacio de la Emperatriz. Las palabras dichas no eran más que…
“Princesa…” – Lorraine también estaba ansiosa, por lo que siguió con cautela a Diane.
Cuando se dio la vuelta con un paso vacilante como si estuviera a punto de colapsar, las lágrimas que había reprimido cayeron como lluvia.
‘Estoy triste, muy triste’
‘Karl Ulrich. Él es el cielo y el infierno para mí.’
En ese momento, Diane fue lanzada al infierno por los ojos, el tono, la actitud y cada palabra de Karl.
‘Con demasiada facilidad convertiría mi mundo en un paraíso y luego en un infierno… Tan fácil.’
****
Cuando la puerta se cerró con un clic, Karl miró hacia la puerta cerrada.
Sus sentimientos por Diane eran como olas altas. La altura de las olas era tan alta que a veces fluía en una dirección que ni siquiera podía entender.
Una figura precaria como si estuviera a punto de colapsar, jadeando como si fuera a morir pronto.
Algunos días, su corazón se agitaba por su apariencia, la abrazaba con todo su cuerpo y la consolaba, pero otros días, odiaba terriblemente verla.
Karl sintió ganas de volverse loco cuando la voz que le arañaba su corazón resonó en sus oídos.
‘Hoy ha sido un día terriblemente desagradable.’
Karl barrió bruscamente su cabello rubio despeinándolo y luego bebió agua fría. El nombre de la emoción que siempre seguía después de ver a Diane era culpa.
“…Envía un médico al Palacio de Marfil. Que prescriba medicamentos que sean beneficiosos para el cuerpo.” (Karl)
“Si entiendo.”
Después de ordenar eso, la culpa que lo había estado atormentando se alivió un poco. Su cabeza palpitante pareció aclararse como una mentira.
La razón por la que dejó ir a Diane tan rápido fue porque había algo más que lo estaba molestando en este momento.
“Infórmame sobre el estado actual del anuncio de reclutamiento para el ayudante de la Emperatriz.” (Karl)
El asistente inmediatamente entregó el papel y comenzó a recitar la lista de nobles que habían respondido al anuncio.
“El segundo hijo del Barón Armandy… el tercer hijo de Sanam… el segundo hijo de…”
‘Aunque el anuncio se hizo solo esta mañana, parecía que los descendientes de todo tipo de familias acudían como abejas.’ (Karl)
Karl sonrió y sacudió la cabeza.
Como la Emperatriz era un mago, parecía que todos los que podían ser enviados eran enviados, preguntándose cómo cambiaría el juego.
“¿Hay alguna personas relacionada con la familia Baldr?” (Karl)
“Aún no. ¿Debo informar cualquier noticia de inmediato?”
“Si. Repórtalo. No hay forma de que Duque Baldr o el Ministro se presenten directamente, por tanto, enviarán a alguien de una familia vasalla relevante.” (Karl)
“Si su Majestad.”
Karl miró fijamente el papel que sostenía el asistente, luego giró la cabeza y murmuró.
‘Voy a comer un poco.’
****
De hecho, Hannah Giggs era una persona que merecía el favor de la anterior Emperatriz. No había duda de que su cabeza contenía un vasto diccionario biográfico. La pregunta es cuánto se puede confiar en ella, pero desde el punto de vista de Adele, no había otra alternativa.
Después del anuncio de contratación de ayudantes y antes de la entrevista, Adele recibió un informe de la Señora Giggs sobre las figuras clave y eventos importantes en el mundo político de Ehmont.
“Mirándolo de esta manera o de otra, lo mejor que puedo hacer es abrazar a la familia Baldr.”
El Duque Baldr era el jefe de la facción representativa que estaba en desacuerdo con el Emperador actual.
La familia antípoda* a la familia Baldr era el grupo encabezado por el Duque de Despone, al que también pertenecían los Condes de Poitier.
(N/T: * Que vive en un punto de la superficie terrestre o posición diametralmente opuesto a otro.)
En este punto, si Adele eligiera a alguien de la Casa Despone como su ayudante, se vería muy divertida. Sin embargo, no había forma de que un descendiente directo de la familia Baldr se presentara al puesto de ayudante de la Emperatriz, por lo que Adele revisó cuidadosamente la lista de personas que podían enviar.
Al menos tenía que escuchar una señal de la familia de Baldr.
****
El tiempo pasó como un arroyo, y finalmente comenzó la entrevista para el puesto de asistente.
Cuando el Palacio de la Emperatriz abrió sus puertas para aceptar oficialmente a los postulantes a la entrevista, los candidatos se alinearon.
“Su Majestad la Emperatriz. En el momento en que la conocí, no podía creer lo que veía. ¡¡Si hay un ángel, ese es usted! Ya me lo imaginaba.” (Candidato 1)
‘¿Yo? ¿Un ángel? ¿Mi apodo era la Bruja de Gotthrof?’
“Ah, es un gran honor conocerla, Su Majestad la Emperatriz. No podía ver los pasos que estaba dando, así que bajé la cabeza y solo miré los dedos de los pies de Su Majestad… Estoy muy nervioso. Este momento es como un sueño.” (Candidato 2)
‘Yo también me siento como en un sueño.’
“¡Soy extremadamente fuerte! ¡El poder es muy bueno! ¡¡Mire, esta manzana también se puede partir así! ¡Justo así!” (Candidato 3)
“…”
“¡Como esto!” (Candidato 3)
“…”
“Parece ser una manzana especial. Las manzanas con pulpa firme saben bien… Hacen un gran zumbido… bueno. Coma muchas manzanas.” (Candidato 3)
“Su Majestad, mi especialidad es el canto. ¿Le gustaría escucharme?” (Candidato 4)
‘¡No, por favor deténganse!’
“¡Su Majestad la Emperatriz! Sus ojos son como minas de oro. Si derrama lágrimas, ¿Me quedaré sin oro?” (Candidato 5)
‘Es la primera vez que escucho una metáfora como esa. ¡Es novedoso, es increíble! Sí hombre, a tus ojos parezco una mina de oro, pero a mis ojos ni siquiera eres una mina de carbón.’
‘¿Fue un error decir que seleccionaría al asistente a través de una entrevista? ¿Es esta la razón por el que es necesario el papeleo?’
Tan pronto como el bastardo que había estado alabando sus ojos como minas de oro hubo salido, Adele se derrumbó en el sofá. La ingeniosa señora Giggs salió y ganó tiempo diciendo que Su Majestad estaba descansando.
‘Mi cabeza estaba latiendo.’ – Adele murmuró con cansancio cuando escuchó entrar a la señora Giggs.
“Mire Condesa. ¿Porque la gente de Ehmont está actuando así? Tan pronto como publiqué el anuncio, acuden aquí desconcertados como si estuvieran esperando algo.”
“Yo no tengo esa tendencia, tal vez ellos sí.” (Sra. Giggs)
“Bueno, de todos modos. Incluso con el falso título de ayudante, es un puesto en el que no pueden evitar que los ridiculicen como ‘el amante de la Emperatriz.” – Adele saltó y preguntó.
“La verdad es que yo pensaba que como máximo vendrían tres o cuatro personas, como máximo unas 10 personas. Nunca pensé que vendrían de tal manera que ni siquiera puedo recordar su nombre.”
“De todos modos, si se convierten en el ayudante de Su Majestad, incluso el segundo hijo de una familia noble puede ingresar al Palacio Imperial.” (Sra. Giggs)
“Entonces, en otras palabras, ¿tienen mucho que ganar?”
“Así es.” (Sra. Giggs)
“Se supone que es una entrevista para amante, pero como todos se jactaban de su fuerza, su dinero y su rostro, y elogiaban mi apariencia, parece que realmente querían divertirse conmigo.”
Adele suspiró profundamente y se apretó las sienes, pensando en los escritores a los que quería sacar de inmediato.
“¿Traigo a la siguiente persona?” (Sra. Giggs)
Ante la cautelosa sugerencia, la Emperatriz chasqueó la lengua y asintió.
“Y qué le parece si les dice que a la Emperatriz no le gusta mucho la gente habladora. Quiero decir, que prefiero a alguien que se presente de manera sucinta y diga solo lo esencial.”
La señora Giggs esbozó una rara sonrisa e inclinó la cabeza ante el comentario.
“Sí, se los informaré sigilosamente.” (Sra. Giggs)
Cuando salió, Adele miró por la ventana con una mirada fría y murmuró.
“Nadie entiende el propósito de mi anuncio.”
****
La paciencia de Adelaide comenzó a agotarse después del segundo día de entrevistas y, finalmente, el último día de entrevistas, quedó extenuada en el piso.
Se acostó temprano anoche, durmió como si estuviera muerta, e incluso cuando se despertó sintió que no había descansado lo suficiente.
Adelaide pensó seriamente cuando alrededor del mediodía incluso hubo un tipo que trajo algo como un ladrillo y lo golpeó con el puño para tratar de romperlo y se lo llevaron.
‘Hice algo estúpido. Aunque ya es el último día.’
Después de tanto mirar, había gente a la que despedía en cuanto les veía la cara porque cuando entraban ella parecía saber con solo mirarlos a los ojos que no eran los adecuados.
Sin embargo, todavía no había ninguna persona que pareciera haber sido enviada por la familia Baldr.
La Señora Giggs preguntó con cautela mientras Adele miraba los papeles del siguiente solicitante con cara de cansancio.
“Si está muy cansada, ¿debería enviar a todos de regreso?” (Sra. Giggs)
Era una sugerencia tentadora, pero Adele negó con la cabeza.
“¿No estamos cerca de acabar?”
“Sí, así es.” (Sra. Giggs)
“Déjelos entrar. Debo terminar rápido para poder descansar.”
“Está bien. Entonces inténtelo un poco más.” – La Señora Giggs se inclinó cortésmente y salió.
En el caso de las anteriores Emperatrices, los candidatos se filtraron al inicio a través de sus poderosas familias, y la mayoría de ellos fueron nombrados asistentes, por lo que no hubo muchos candidatos.
‘Quizás es natural que la Emperatriz esté cansada.’ – La Señora Giggs se puso sus lentes y escaneó los detalles del siguiente candidato.
“Está bien, entonces el próximo solicitante…” (Sra. Giggs)
Fue cuando. Como si una ola invisible viniera y sacudiera el mundo, la sala de espera se estremeció en un instante. La señora Giggs, que estaba a punto llamar al siguiente, levantó la cabeza con el ceño fruncido.
Todos en el pasillo miraban fijamente la entrada a la sala de espera. La mirada de la Señora Giggs también se volvió hacia allí.
“Ahhh…”
El sonido de las respiraciones se podía escuchar desde todas partes. Incluso la Señora Giggs entrecerró los ojos y agarró los lentes que estaba usando.
Un hombre con un traje negro ceñido se paró en la entrada de la sala de espera. La doncella que abrió la puerta también lo miró fijamente, rígida.
El cabello y los ojos que parecen negros a primera vista se veían azules bajo la luz del sol. Un hombre guapo con los ojos muy abiertos y que tenía una placa en el pecho que llamaba la atención tanto como su apariencia… Dos espadas cruzadas y una pantera negra enseñando los dientes.
La Señora Giggs se inclinó respetuosamente ante el hombre que se adelantó.
“Bienvenido, Sir Lionel Baldr.” (Sra. Giggs)
Lionel sacó un sobre rígido de su pecho y se lo entregó a la señora Giggs.
“No sé si es demasiado tarde” (Lionel)
La anciana asistente no dijo ‘¿Quiere aplicar?’, más bien sin hacer preguntas, aceptó con calma los documentos de su solicitud y habló en un tono cortés.
“Tiene que esperar un momento.” (Sra. Giggs)
“Lo haré.” (Lionel)
Después de que Lionel se sentó en el sofá preparado en la sala de espera según las instrucciones, la Señora Giggs llamó a la siguiente persona en la fila con actitud profesional y entró en la oficina de la Emperatriz.
Las personas que quedaron atrás estaban ocupadas espiándolo.
“¿Lionel Baldr está aplicando?” (Noble 1)
“¿Realmente aplicó?” (Noble 2)
“¿No es solo alguien que se parece a Lionel Baldr?” (Noble 3)
Pero él era un hombre que podía ser reconocido sin problemas. Esa cara, ese aura, la insignia de la familia Baldr en su pecho.
“¡Debe ser él!” (Noble 1)
“¡Es el verdadero Lionel Baldr!” (Noble 2)
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