MNM – 91

MNM – Episodio 91

 

Mientras cenaba con el Conde de Touleah, el Vizconde Kerton, que había estado escuchando el informe del sirviente, murmuró fríamente con el rostro pálido.

“…Es como mirar un rompecabezas bien armado. ¿El Conde de Touleah me pidió de repente una reunión, y el Sacerdote Fidelis fue a verme a la mansión?” (Kerton)

El Vizconde Kerton chasqueó la lengua.

“Le pediré al Conde de Touleah que investigue la verdad tras el asesinato de la Archiduquesa. Regresa y coméntalo con el Mayordomo Pincipal para que se encargue de eliminar todas las huellas. No podemos permitirnos quedar salpicados por esta situación.” (Kerton)

“Sí, Vizconde.”

Ya era imposible culpar por la muerte de Nika a la epidemia. ¿Acaso no vieron todos los presentes la imagen de Nika apuñalada con una espada hasta la muerte? Además, el insensato mercenario que contrató el Vizconde Kerton no pudo escapar, quedó tendido en el suelo allí y finalmente fue detenido.

El Vizconde Kerton apretó los dientes.

Aun así, si manejaban las cosas bien, podrían generar compasión en la opinión pública por la Archiduquesa asesinada. Incluso podría arreglar las cosas si lograba incriminar a Benoit, para ello, tendrían que sonsacarle el nombre de Benoit de la boca del mercenario.

Fabricar un falso testimonio y matar al mercenario era otra opción.

Si anuncian que murió por no soportar la brutal tortura…

El Vizconde Kerton, sumido en una serie de pensamientos complejos, no pudo contener su ira y pisoteó el suelo. Todo se había vuelto caótico desde la aparición la Archiduquesa Benoit, parecía que la mujer iba diez pasos por delante de Benito.

Podía adivinar cada plan que ideaban.

“¡Maldita sea!” (Kerton)

¿Cómo diablos iba a explicarle eso a Rasmus? El Vizconde de Kerton, con el ánimo cada vez más sombrío, cerró los ojos con fuerza.

‘Se lo diré luego.’

En lugar de eso, sería mejor contárselo después de incriminar a Benoit por el asesinato. El Vizconde Kerton se frotó la cara con fuerza y se despeinó deliberadamente.

Luego regresó a su habitación y le suplicó al Conde de Touleah.

“¡Dicen que nuestra Archiduquesa ha sido asesinada, Conde! ¡Esto es algo que no podemos pasar por alto de ninguna manera! ¡Por favor, descubra la verdad del caso y vengue a Su Alteza la Archiduquesa de Benito!” (Kerton)

El tono era completamente cortés, a diferencia de antes. El Conde de Touleah se puso de pie de un salto, con una expresión de sorpresa.

‘¿No se suponía que la Archiduquesa iba a ser sacada de contrabando? ¿Quizás le haya pasado algo a Benoit?’

Aún no había recibido noticias. Si algo le hubiera pasado a Benoit, le habría informado al Conde de Touleah, porque Rosaline aún seguía ayudando con el trabajo alrededor del barco de Benoit.

“Por supuesto que cooperaré. No se preocupe, no me detendré hasta que se descubra al culpable de este caso.”

Ese era un caso que debía resolverse sin falta. ¡Antes de que Benito pudiera hacer nada!

 

* * *

 

Lo mejor que los caballeros de Benoit podían hacer era sacar al Padre Fidelis sano y salvo. Mientras todos se agolpaban en el lugar, preocupados por el incidente del asesinato de Nika, el Padre Fidelis logró escapar con naturalidad.

“¿Qué vamos a hacer ahora que las cosas han salido mal, Su Alteza El Gran Duque?” (Fidelis)

“No pasa nada. Es un alivio que el sacerdote esté a salvo, eso es todo lo que importa. Hemos visto hasta dónde puede llegar Benito con su crueldad. Si hubiéramos cometido un error, el sacerdote también podría haber estado en peligro.”

“Uf.” (Fidelis)

“No pasa nada, de verdad. Gracias por su ayuda hoy. Creo que será mejor que regresen y descansen.”

“Sí, Su Alteza.” (Fidelis)

El sacerdote Fidelis regresó a sus aposentos, César se quitó el abrigo que llevaba puesto, se lo colgó en el brazo y subió al barco. Irenea estaba paseando por la cubierta, debía de estar esperando a César; su rostro se iluminó al verlo.

“César.” (Irenea)

A César le gustaba que Irenea lo estuviera esperando. Y era bueno que César estuviera esperando a Irenea, porque parecía como si las dos personas estuvieran verdaderamente unidas como una familia, destinadas a vivir juntos en la misma mansión de por vida.

“Irenea. Desafortunadamente, no pudimos obtener el premio.”

“¿Eh?” (Irenea)

Irenea se mordió el labio.

Parecía que César había captado todas las oscuras fantasías de Irenea, quizás por eso dijo esas palabras en cuanto la vio. Mientras Irenea buscaba una excusa, César habló primero.

“…Nika está muerta.”

“¿Eh?” (Irenea)

Los ojos de Irenea se abrieron de par en par ante la repentina declaración.

Pero después de aceptar esas palabras, asintió rápidamente. Ya había adivinado que Benito podría recurrir a ese tipo de estratagema. La expresión de Irenea se ensombreció.

Un fugaz pensamiento la asaltó: si Irenea no hubiera distorsionado el futuro, tal vez no habría habido un chivo expiatorio como Nika. Irenea murmuró con voz grave.

“Ah… al final.”

“Fue después de que los mercenarios contratados por Benito asesinaran a Nika. Los caballeros testificaron que había un cadáver junto a ella, con la misma complexión, tamaño y color de cabello de Nika. Probablemente fue un intento de disfrazar a la mujer enferma de epidemia, como Nika.”

“…Ellos era capaces de planear algo así fácilmente.” (Irenea)

“Así que los caballeros solo sacaron el cadáver y reunieron a la gente de los alrededores para que vieran el cuerpo sin vida de Nika, claro está.”

“Creo que fue una decisión sabia. Debió de ser una situación repentina, pero todos la manejaron bien.” (Irenea)

Irenea sonrió levemente.

“…Irenea.”

“Si hubiera actuado más rápido, ¿no habría sobrevivido Nika?” (Irenea)

“Irenea, esto no es tu culpa. Fuiste tú quien intentó salvar a Nika, fueron Rasmus y sus hombres quienes abandonaron el camino de la humanidad y asesinaron a Nika.”

“Supongo que así es. Entonces debo hacer lo que pueda por la difunta Nika.” (Irenea)

Incluso en esa situación, el acorralado Vizconde Kerton seguramente intentará encontrar otra salida. ¿Acaso no fue con esa misma tenacidad que se ganó el favor de Rasmus? Irenea enumeró las posibles opciones que podían utilizar.

“Quizás el Vizconde Kerton intente echarle la culpa a Benoit de este asesinato.” (Irenea)

“¿Es posible? ¿Cómo podría hacer algo tan despreciable?”

César frunció el ceño y murmuró. La sola idea de culpar a alguien le era ajena a César, quien pensaba que debían asumir la responsabilidad de sus propios actos.

“Rasmus es capaz de hacer cualquier cosa para derribar a Benoit. Será mejor que le escriba una carta al Conde de Touleah, todo el mundo necesita saberlo… ¿Qué tal si César va allí en persona y se lo pregunta en público? Ve y dile al Conde de Touleah que revele la verdad sobre este asunto. Para eso, Benoit no escatimará en esfuerzos de cooperación.” (Irenea)

“Benito armará un escándalo, si están decididos a incriminarnos.”

“Por supuesto que sí. Así que permitiremos que los caballeros de Benito también participen en la investigación, para que podamos vigilar a los caballeros de Benito y ellos puedan vigilarnos a nosotros. Mientras tanto, el Conde de Touleah revelará la verdad del crimen. Y antes de eso, es crucial asegurar al mercenario que asesinó a Nika.” (Irenea)

Irenea respiró hondo.

Si fuera Rasmus y el Vizconde Kerton no habrían dejado en paz a ese mercenario. Después de todo, ¿no es el agresor alguien que puede ser tanto testigo como prueba?”

“Podrían intentar matar al mercenario para silenciarlo, o podrían intentar sacarle una confesión falsa. Creo que sería mejor rescatar al mercenario e instarlo a cooperar.” (Irenea)

“…Tenemos que movernos rápido, para evitar que nos superen en maniobras como esta vez.”

“Así es. César, ve a buscar al Conde de Touleah inmediatamente y haz que movilice su ejército privado. Probablemente él también se esté preparando.” (Irenea)

Porque él sabía lo suficiente sobre Rasmus como para intuirlo. César asintió. Percibió la determinación de Irenea de que eso debía concluirse debidamente.

César se giró para irse, pero luego volvió a darse la vuelta.

César atrajo a Irenea, que estaba pálida y sumida en sus pensamientos, hacia él. La rodeó con el brazo por la cintura y le dio un breve beso en los labios, sujetó la mejilla de Irenea, que tenía una expresión de sorpresa, y la besó aquí y allá.

“El premio que no recibí hoy, seguro que lo recibiré algún día.”

“¡Ce…sar!” (Irenea)

Irenea, a punto de reprenderlo por decir eso ahora, abrió la boca. Fue porque César penetró con ímpetu en el interior de la boca de Irenea, la carne caliente y blanda invadió su boca y luego se apartó. Los penetrantes ojos de César brillaron en la oscuridad.

Esos ojos estaban llenos de deseo por Irenea.

Irenea bajó la mirada avergonzada.

“Irenea. No fue tu culpa. Lo que pasó hoy, ni nada que pase en el futuro, no es culpa de Irenea. Fueron Rasmus y sus hombres quienes cometieron esos actos. No puedes leer todos sus pensamientos tú sola. Irenea hizo lo que pudo, simplemente tuvimos mala suerte. ¿Entiendes?”

César preguntó con suavidad.

Aunque su tono pudo haber sido rígido, como corresponde a alguien que ha vivido como caballero toda su vida, el corazón que contenía no lo era. Irenea asintió levemente, su corazón se había ablandado por el beso anterior, lo que lo hacía más fácil de aceptar.

“Nadie puede culparte.”

La mirada de César prometía que, si aparecía una persona así, la aplastaría con ambos puños. Nadie quedaría impasible ante esa mirada. Irenea sintió que podía superar cualquier cosa con a César a su lado.

Irenea superó su vergüenza y besó a César en los labios.

“Esto… es una recompensa por tu amabilidad, César.” (Irenea)

Fue una recompensa breve pero dulce.

“…Juro ser amable contigo por el resto de mi vida.”

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