Capítulo 20: El Pequeño Palacio Li
“¡El General ha regresado! ¡Abran las puertas de la ciudad!”
Con un fuerte chirrido, las puertas de la ciudad del reino de Jing se abrieron lentamente y dos corceles magníficos, uno negro y otro blanco, pasaron galopando a toda velocidad, sus cascos frenéticos levantando mil pétalos caídos y aplastando el fragante barro del suelo.
El cielo permanecía aún oscuro, el viento traía una ligera brisa fresca y la corte matutina acababa de comenzar. El Rey Jing, vestido con una túnica real púrpura, se irguió, guiando a los oficiales civiles y militares desde el palacio para recibir personalmente al joven general que había regresado victorioso de la batalla.
Las túnicas ondeantes estaban manchadas por la fatiga y el polvo de la marcha, y una ligera melancolía se dibujaba en las comisuras de sus cejas. Jun Xian y Chen Ji desmontaron simultáneamente y se arrodillaron sobre una rodilla. Jun Xian, con armadura blanca y túnica roja, apretó los puños y dijo solemnemente:
“Este humilde servidor se inclina ante a su hermano mayor, Su Alteza Real. ¡Larga vida a nuestro Rey!” (Jun Xian)
El Rey Jing se adelantó y ayudó personalmente a los dos hombres a ponerse de pie y sus ojos violetas brillaban con un destello de alegría. – “No hace falta que se inclinen, ¡levántense!” – Tras un largo momento, el Rey Jing desvió la mirada hacia el joven de ojos azules y cabello rizado que estaba a un lado, lo observó y sonrió. – “Ah´Ji ha crecido considerablemente y se ve más sereno.”
El contenido de la audiencia matutina consistía únicamente en ascensos a Jun Xian y Chen Ji por sus victorias y recompensas para los tres ejércitos, etc. El Rey Jing, de buen humor, aprobó cada una de sus peticiones. Tras salir de la corte, invitó a Jun Xian y Chen Ji a quedarse, preparó el desayuno y los refrigerios en un salón lateral y los atendió personalmente.
El Rey Jing sonrió, pero su mirada se perdió en la distancia. Jun Xian comió apresuradamente unos bocados de arroz, miró al Rey Jing y dijo: “Hermano, ¿tienes algo que decirme?”
El Rey Jing, despertando de sus pensamientos errantes, sonrió con impotencia: “De verdad que no puedo ocultarte nada.” – Al verlo regresar corriendo y exhausto, había planeado esperar a que durmiera bien antes de hablar de eso, pero ahora no podía mantenerlo en secreto.
Suspiró suavemente, sus profundos ojos violetas se llenaron de una extraña tristeza. – “Anoche recibí una carta en paloma mensajera de Suifeng, diciendo que Min’er tuvo un accidente en el condado de Li.”
Los palillos de Chen Ji temblaron violentamente, y miró al Rey Jing conmocionado, con la boca llena de comida que ni siquiera había tragado, como si no pudiera creer la mala noticia que había escuchado. Jun Xian también se sorprendió. Después de recuperar la compostura, frunció el ceño heroicamente y dijo enojado:
“¿Qué demonios está pasando? ¿Cómo es posible que ese inútil de Qin Suifeng haya manejado así las cosas?” (Jun Xian)
El Rey Jing se frotó las sienes y dijo: “Esa mujer, Ji Ru no es un asunto sencillo. En un abrir y cerrar de ojos, Min’er fue secuestrada ante las narices de Suifeng, y su paradero sigue siendo desconocido… He ordenado a Dong An que despliegue a todos sus agentes encubiertos para traer a Min’er de vuelta sana y salva a toda costa.”
“¡Te dije que no dejaras que mi sobrina corriera esos riesgos! ¡Todavía es una niña!” (Jun Xian)
Jun Xian, furioso, golpeó los palillos con fuerza, mirándolo con ojos inyectados en sangre, su rostro, normalmente tranquilo, ahora estaba cubierto de nubes oscuras. Chen Ji también dejó en silencio su taza y palillos y al bajar la cabeza, un rizo de cabello oscuro cubrió sus profundos ojos, sus finos dedos se apretaron en puños, agarrando su túnica con tanta fuerza que sus nudillos se pusieron blancos.
El Rey Jing, despierto toda la noche y con un fuerte dolor de cabeza, lo tranquilizó: “Hermano, fue Min’er pidió ir. No te preocupes, esa niña tiene suerte…”
“¡Chen Ji, reúne inmediatamente a tres mil soldados de élite y espera órdenes en el campo de entrenamiento!” – Jun Xian se limpió la boca, se levantó y salió a grandes zancadas. – “¡Aunque tenga que excavar tres pies bajo tierra y poner patas arriba el condado de Li, encontraré a mi sobrina!” – Con un gesto de la mano, su capa roja oscura rompió la quietud de la habitación.
* * *
Cuando volvió a despertar, Jun Min Xin se sobresaltó por el frío.
Al abrir los ojos, la recibió una celda parecida a una mazmorra. La rodeaban muros de piedra blanca grisácea y un rayo de luz de luna se filtraba oblicuamente por la estrecha ventana de hierro, empañando el frío suelo de piedra azul.
Suaves sollozos llegaban desde un rincón, Jun Min Xin se frotó las sienes palpitantes, sentía el cuerpo tan flácido como fideos cocidos. Se quedó tumbada en el suelo helado, descansando un momento antes de incorporarse finalmente con algo de dificultad.
“¿Estás despierta?” – Una voz femenina, clara y melodiosa, resonó sobre su cabeza, y entonces una mano blanca, como el jade, se extendió hacia ella, un fino grillete de plata tintineó alrededor de su esbelta muñeca. – “El incienso que usaron es muy fuerte, probablemente necesites descansar un rato antes de que puedas recuperar las fuerzas.”
…Esa voz femenina, aunque claramente le resulta desconocida, era tan ligera como una brisa primaveral que derrite la nieve, como si fuera una amiga a la que no ha visto en años.
Jun Min se estabilizó instintivamente agarrándose de la mano de la doncella, apoyando la espalda contra la fría pared de piedra para descansar. Luego, levantó la vista, siguiendo la línea de esa delicada mano de jade esposada.
Llevaba un vestido blanco, con una falda sencilla, su cabello como la tinta, sus cejas tan oscuras como montañas lejanas, sus ojos como laca, su piel tan blanca como la crema. Al curvar sus cejas, una sonrisa floreció como una flor, con un aura de desapego del mundo mundano, trascendente y etérea, erguida con gracia… La chica que tenía delante, apenas mayor que Xiao Jiu, era una hermosa niña de belleza incomparable.
‘Una belleza tan etérea y sobrenatural, como la de un ser inmortal.’
Los sollozos continuaban por todas partes, además de Jun Min Xin y la chica de blanco, varias otras chicas que habían sido secuestradas con ellas se acurrucaban en la sombra de un rincón, secándose las lágrimas que corrían sin cesar con las mangas. Algunas de las más tímidas lloraban desconsoladamente, gritando con voz lastimera: “Padre, madre… Quiero ir a casa, ¡uy, uy!, tengo miedo…”
Jun Min Xin levantó la muñeca y vio que también estaba sujeta con finos grilletes de plata. Los fríos grilletes rozaban su delicada muñeca, helándole los huesos.
Jun Min Xin tiró de las cadenas de su muñeca con expresión solemne, sintiendo un fuerte dolor de cabeza. Tras un largo momento, levantó la mirada nublada y miró a la chica de blanco que tenía delante y preguntó en voz baja: “Señorita, ¿sabe dónde está este lugar?”
“Usted es forastera, ¿verdad? ¿Cómo es posible que no lo supiera?” – La chica vestida de túnica blanca rió entre dientes y se giró, las cintas de su cabello ondeando al viento, trazaron un hermoso arco bajo la luz de la luna. Estaba de pie frente a la ventana de hierro, con las manos cruzadas a la espalda, sus delicados rasgos bañados por la luz de la luna, incluso sus labios rosados se tiñeron de un suave rosa al abrirse y cerrarse.
“… ¡Este es el Pequeño Palacio Li, el harén donde el actual Gobernador del Condado de Li colecciona las bellezas del mundo!”
“¿Ha…rén?” – Al oír eso, el corazón de Jun Min tembló de miedo y preguntó. – “¿No es el Gobernador del Condado de Li, Ji Ru, una mujer? Si necesita secuestrar a alguien, no debería secuestrar a hombres. ¿Qué tiene eso que ver con nosotras, las mujeres?”
La mujer de blanco soltó una risita baja. – “Yo tampoco lo entendía al principio, pero pronto sabrás la respuesta.”
La pálida y fría luz de la luna se filtraba oblicuamente, empañando la oscura celda de piedra. Los dedos de Jun Min Xin apretaron en secreto la fina cadena de su muñeca y, al cabo de un rato, dijo con voz grave: “¡Un simple gobernador de un condado se atreve a actuar con tanta audacia!”
“El condado de Li fue otorgado originalmente por el Emperador de Jiang a las mujeres nobles del antiguo clan Ji, y ha sido heredado de generación en generación. Aunque teóricamente el condado Li está bajo la jurisdicción del Rey Jing, ¿quién en el mundo no sabe que la familia Ji ha convertido el condado de Li en un pequeño estado independiente?” (Joven)
Ignorando los lloriqueos de las otras chicas en la esquina, la hermosa chica de blanco recogió una brizna de paja caída en el suelo, se sentó contra la pared con las piernas cruzadas y, con una mano apoyada en la barbilla, dijo con voz clara y melodiosa:
“He oído que el actual gobernador del condado de Li admira sobre todo a la difunda emperatriz Jun Lian Shu, no solo emula su determinación, crueldad y brutalidad en todas sus acciones, sino que incluso ha bautizado el lujoso complejo palaciego, construido con oro y joyas a costa de los tesoros de la prefectura de Li, llamándolo el ‘Pequeño Palacio Li’, en honor a la residencia de la difunda Emperatriz.” (Joven)
Jun Min Xin se quedó atónita y preguntó con incredulidad: “Dijiste que este gobernador admira sobre todo…” – Hizo una pausa, recordando de repente que su identidad no podía ser revelada, y corrigió sus palabras. – “… ¿admira sobre todo a Jun Lian Shu? ¿Por qué?”
La chica de blanco sonrió suavemente, con una voz como el sonido de jade salpicado: “¡Simplemente porque por las venas del gobernador Ji corre la sangre más pura del Reino de Li! Hace unas décadas, el Reino Li era una sociedad matriarcal, donde las mujeres dominaban a los hombres, pero desde la caída del antiguo Reino de Li y la unificación del mundo bajo la dinastía Jiang, un gran número de hombres de Jiang inundaron el territorio de Li. Aquellas mujeres de la nación caída, antaño orgullosas, murieron o resultaron heridas, y la mayoría de las que quedaron se convirtieron en dependientes de los hombres de Jiang…
Más de treinta años después, quedan pocas personas de sangre pura del reino de Li, por lo tanto, como la única con la sangre noble más pura del Reino Li, el Gobernador Ji tiene muchos motivos para estar orgullosa. Además, la anterior Emperatriz del reino de Li se erige como la soberana sin igual en los anales de la historia matriarcal.” (Joven)
Dicho eso, la mujer guardó silencio lentamente, pero no hizo más comentarios.
Cuando Jun Lian Shu estaba viva, era vilipendiada por todo el mundo, la gente de Li condenó su crueldad y falta de piedad, incluso aliándose con los espías de Jiang para incitar una rebelión, obligando finalmente a la Emperatriz a destruir con sus propias manos el próspero Reino de Li… Solo años después de su muerte la gente comenzó a venerarla.
Por más grandiosa que sea la historia, al final se desvanece en risas y suspiros, así es la vida.
Los pensamientos de Jun Min Xin daban vueltas, por un lado, la llenaban de sospecha y resentimiento hacia el Gobernador del Condado de Li, mientras que, por otro lado, desconfiaba constantemente de todo lo que la rodeaba. Incluso si no podía escapar de esa guarida de lobos y tigres, haría lo que fuera necesario para que los hombres de su tío la rescataran. ¡Quería regresar con vida para ver a su padre y a Chen Ji! ¡Quería demostrarle al mundo, y a sí misma que…!
¡Jun Min Xin ya no era una cobarde, ya no era una persona humilde! ¡Se había vuelto fuerte, increíblemente más fuerte!
Ella levantó los delicados grilletes de su muñeca y los examinó detenidamente y tras reflexionar durante un momento, recordó cómo su tío, Jun Xian, había mencionado casualmente que, con un poco de habilidad, insertando las diminutas horquillas que se encuentran en el cabello de una mujer en la cerradura podía abrir incluso los candados más comunes.
En ese momento, Jun Xian incluso bromeó: <“En caso de que Min’er sea secuestrada por villanos, podría usar este método para escapar.”>
Jun Min estaba encantada: <“¡Mi tío sí que es un hombre previsor!”>
Pensando en eso, rebuscó apresuradamente entre su cabello y se dio cuenta de que le habían confiscado todas sus valiosas horquillas de oro y jade. Aún sin darse por vencida, se soltó el moño y, con el cabello suelto, buscó durante un buen rato hasta que finalmente encontró una fina horquilla de cobre sin valor.
Sus ojos se iluminaron y, frenéticamente, comenzó a introducir la horquilla en la cerradura.
La chica de blanco frente a ella, con la barbilla apoyada en la mano, la observó con interés un momento antes de decir con una sonrisa: “No puedes abrir esta cerradura.”
“…”
Nameless: Nos quedamos aquí, realmente pensé que no había posibilidad de terminar, porque esta semana he tenido varias actividades: mi cumple, una Kermese que duro todo el día, citas médicas y hoy el cumple de mi hija, pero al final, lo logré…
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