Cuando llegaron los primeros invitados, Anna empujó a Freya escaleras arriba.
“Es mejor tener más tiempo para prepararse que menos”.
Freya pensó que tenía mucho tiempo.
Sin embargo, el tiempo que le llevó vestirse fue mucho más largo de lo esperado.
No era mi primera vez asistiendo a una fiesta, pero sí la primera vez que tuve la experiencia de ser vestida de pies a cabeza por más de diez personas que me atendían.
El color básico del vestido que hizo Hazel fue azul para combinar con el color del collar ‘Lágrimas de la Luna’ que Freya usaría hoy.
Fue innovador porque no era ni blanco ni rojo.
Pero parecía combinar con el cabello azul violeta de Freya.
“Ah, eres realmente hermosa.”
Hezel juntó las manos y pareció conmovida.
‘Valió la pena todo el esfuerzo que puse para hacer ese vestido.’
Ante sus ojos se extendía una visión más perfecta de lo que Hezel jamás hubiera imaginado.
Ninguna de las criadas que estaban alrededor pensó que Hezel las estaba adulando.
Las criadas trajeron un espejo grande y lo colocaron frente a Freya.
Todos miraron fijamente el reflejo de Freya en el espejo.
La puerta se abrió, pero nadie se dio cuenta.
Toc, toc, todos volvieron su atención cuando oyeron un golpe en la puerta.
Freya miró a Aran a los ojos mientras él estaba frente a la puerta y la miró.
Se quedó mirando a Freya durante un largo rato sin decir nada.
No sonrió en absoluto, pero nadie pensó que estaba enojado.
Miró a Freya como si sólo pudiera verla a ella.
Las criadas que la rodeaban se sonrojaron una a una y bajaron la cabeza.
Me hizo sentir más cosquillas que ver una escena de contacto físico intenso.
Dejó escapar un pequeño suspiro.
Hoy es un día importante.
Ella hará público que tiene prometido y también anunciará su compromiso.
Pero de repente se me ocurrió otro pensamiento.
No sé qué piensa la gente aquí.
Quería llevársela al imperio sin mostrársela a nadie.
Aran se acercó lentamente a Freya.
Mientras hacía un gesto hacia atrás, Chris, que lo seguía con una caja de madera, abrió la tapa.
Dentro había lágrimas de luna.
Aran sacó tres collares uno por uno y se los puso alrededor del cuello, comenzando por el más corto.
Se paró al lado de Freya y le extendió la mano.
Freya lo miró, sonrió y puso su mano en la de él.
Ahora era el momento de salir al salón de banquetes.
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