MNM – 31

MNM – Episodio 31

 

Sin embargo, Irenea y César no solo se quedaron con cosas brillantes, tenían la realidad.

A César le esperaba una realidad un poco más pesada que a los demás, César tenía el deber de advertirle a Irenea sobre esa realidad. No podía dejar que Irenea la enfrentara sin darse cuenta. César respiró hondo.

“Irenea. Yo tengo algo que decirte.” (César)

Irenea ladeó la cabeza, la fría brisa del amanecer pareció dividir repentinamente a los dos por un instante, como si les quitara la frescura y la calidez que habían sentido hasta entonces. César se frotó las comisuras de los labios, con una expresión tensa.

Irenea sintió como si hubiera metido los pies en barro sin darse cuenta. Aunque Irenea tenía su propio propósito, no podía evitarlo… Lo que estaba a punto de sacar a relucir era nada menos que la vergüenza de Benoit, su secreto más oscuro, una debilidad que existía en lo más íntimo de su corazón.

“Madame Benoit… es decir, mi madre, se opondrá a nuestro matrimonio, pensará que te he arrastrado al infierno. Mi madre cree que una criatura tan impura como yo jamás debería unirse a otro ser humano.” (César)

Irenea frunció el ceño ligeramente.

No había oído mucho de Madame Benoit, solo sabía que estaba comprometida, pero que el Emperador la v10ló y dio a luz a un hijo. El compromiso se rompió porque quedó embarazada, y Madame Benoit maldijo a la familia que la vendió.

‘Ah.’

‘César debió de ser un hijo no deseado para Madame Benoit.’

No sabía qué habría pensando, ya que no estaba en su lugar, sin embargo, se le ocurrió que Madame Benoit podría haber dirigido toda su ira contra César. La Gran Dama Benoit era una fuerza menor comparada con la familia imperial.

¿Estaría Madame Benoit, entonces, resentida con el Emperador, que estaba tan lejos?

¿Podría estar resentida con el hijo que dio a luz a la fuerza?

Era un hecho tan claro como una pintura. Irenea sonrió con amargura, el dolor oculto bajo esa rectitud era claramente visible, aunque él se consideraba una maldición, su expresión facial permaneció inalterada, como si ya estuviera acostumbrado. Para César, toda esa situación no era más que un fluir natural, como un río.

Pero para Irenea, César era la salvación y la luz. Fuera cual fuera su origen, no era culpa de César. Irenea recordaba la calidez y la bondad que César le había brindado. – ‘¿Era así de desesperado el pan ofrecido a un hambriento?’

Con un corazón así, el nacimiento de César no era una maldición.

Al menos para Irenea.

“…César. No sé qué decir, pero sé que no soy de las que se dejan influenciar por esas cosas. Hicimos un trato que puso nuestras vidas en juego y eso incluye el destino de César y el mío.”

“Irenea…” (César)

César hizo una mueca de amargura.

Quizás César e Irenea compartían similitudes, quizás por eso Irenea se sentía aún más atraída por él.

Irenea sonrió levemente.

“Mi madre es una persona con el corazón muy afligido.” (César)

César respiró hondo.

“Lo entiendo.”

¿Cómo podían aquellos golpeados por el mazazo de un poder absoluto salir ilesos? Eran personas heridas en mente, cuerpo y vida.

“Diga lo que diga mi madre, escúchalo por un oído y déjalo salir por el otro.” (César)

Irenea asintió.

Quizás quien se sentiría más dolido por los insultos y las maldiciones que la Gran Duquesa le lanzaría a Irenea era César, no Irenea.

Irenea lo comprendió, por un momento.

Por qué César había elegido rendirse en lugar de luchar contra Rasmus, él mismo se consideraba indigno, se arrodilló ante Rasmus y suplicó clemencia, salvando así a Benoit.

César debió pensar que no podía llevar a Benoit a tal sufrimiento. César…

Irenea cerró los ojos con fuerza.

“César. Estaremos bien. No le temo a nada. A quien temo es a Rasmus y al poder que ostentará, si no fuera por eso, no le temería a nada.”

“…Quizás seas una persona más fuerte que yo.” (César)

Los ojos de César se oscurecieron.

Madame Benoit no había salido de la mansión desde la ruptura de su compromiso, siempre insistía en vestir de negro, y su rostro estaba rígidamente inexpresivo. La Gran Dama creía que César algún día podría transformarse en una bestia, creía que el demonio que residía en su interior, convirtiendo a las personas en bestias, debía ser exorcizado.

César estuvo de acuerdo.

Porque la sangre imperial era una maldición, no una bendición. Además, como uno de los principales culpables de arruinar la vida de una mujer, César no tenía derecho a la felicidad.

¿Por qué mantiene una actitud tibia hacia el trono?

¿Por qué no le tiene ningún apego a ese puesto?

Ese puesto es el lugar del diablo, un abismo infernal que convierte incluso a la gente cuerda en demonios. César, hijo del difunto Emperador, no confiaba en ser mejor que su padre, sentía que un día, como le había advertido la Gran Dama, se convertiría en una bestia, en un demonio.

(N/T: Madame = Gran Dama = Gran Duquesa = Madre de César.)

Ese era el miedo fundamental que residía en lo más profundo de César. Desconfianza en sí mismo.

Rabia por su propio nacimiento.

Desconfianza en su propia existencia.

Todas esas cosas lo envolvían. Contrario a la apariencia recta, honesta y brillante de César, su interior estaba sumido en una profunda oscuridad.

Las manos de Irenea y la Emperatriz extendidas hacia él eran a la vez una carga y una bienvenida. César no podía comprender ese sentimiento contradictorio, esa esperanza que albergaba en su interior, a pesar de…

“César. Todo cambiará y todo estará bien.” – Dijo Irenea con voz firme. – “Porque así lo quiero y así lo haré.”

César rió con impotencia. La luz que había inundado su vida, Irenea, parecía destinada a arrastrarlo hacia la luz.

Eso probablemente era…la salvación.

 

* * *

 

Los mercenarios enviados a buscar a Irenea habían desatado un revuelo innecesario.

‘¡La Gran Casa Ducal de Benoit!’

El Conde Aaron paseaba por la habitación, la Gran Casa Ducal Benoit era uno de los santuarios que no debía tocarse en la situación actual. Aunque Rasmus tenía al Gran Ducado de Benoit en la mira, era una fuerza demasiado poderosa para ser tocada en ese momento.

Pero los mercenarios sin escrúpulos, ajenos a la situación, habían acorralado a Benoit de inmediato como una colmena, incluso había oído hablar de un conflicto armado, así que, si la Gran familia Ducal de Benoit le apuntaba, no tendría nada que decir. Además, la criada de la que sospechaban tenía ojos marrones en ambos lados.

Eso significaba que no podía ser Irenea.

Aunque puede teñirse el cabello, ¿cómo podría ocultar tus ojos? Si Benoit e Irenea no estaban relacionados, la familia del Conde Aaron simplemente había sido grosera con Benoit. Si Benoit se aprovechaba de eso y rastreaba a los mercenarios, la familia del Conde Aaron tendría que pagar el precio.

‘¡Y tendré que explicarle al Archiduque Benito por qué tuve un conflicto con Benoit!’

El Conde Aaron se pasó una mano por el cabello, irritado.

De repente, una extraña sensación de inquietud lo invadió, la repentina idea de que Irenea podría desaparecer y no volver jamás lo asaltó. ¿Cómo reaccionaría Rasmus si Irenea no regresaba?

El Conde Aaron se estremeció, sería mejor decir simplemente que Irenea murió de fiebre. Si pudiera encontrar un cadáver y disfrazarlo de Irenea… El Conde Aaron se llevó la mano a la frente, sería mejor dejarlo como último recurso.

Si dice que Irenea murió de una enfermedad infecciosa, nadie se molestaría en abrir el ataúd, pero ¿y si Irenea aparece?

‘…Tendría que matarla.’

Los ojos del Conde Aaron brillaron con crueldad, su mirada no mostraba ni un ápice de afecto por Irenea, quien había vivido toda su vida como su hija.

Entonces el Conde Aaron sacudió la cabeza.

‘Ese es el último recurso.’

Un mes.

Podría ganar tiempo, otro mes, aludiendo la fiebre contagiosa. Irenea ya había estado enferma así antes.

Además, era cierto que la fiebre contagiosa que había sufrido hacía tres años había sido grave, si más tarde planea la muerte de Irenea, no sería mala idea decir que cogió esa fiebre y murió, que la superó una vez, pero la segunda vez no pudo.

“Mayordomo.”

“Sí, Conde.” (Mayordomo)

“¿Dónde está la doncella que atendía a Irenea?”

“La he encerrado en su habitación, como usted ordenó.” (Mayordomo)

“A partir de ahora, durante el próximo mes, convertiré a esa mujer en una digna noble.”

‘Si tuviera que convertirse en un cadáver, ¿no sería esa mujer la elección adecuada? Después de todo, no había servido debidamente a su amo e incluso lo había perdido.’

“Sí, Conde.” (Mayordomo)

El Conde Aaron, tras haber ideado un último recurso, se sentó. Si Karolia lograba quedar embarazada en un mes, la familia del Conde Aaron podría evitar la mayoría de los problemas. Acaso que Rasmus no tenga a Irenea, ¿significa que no puede convertirse en Emperador?

El único apoyo de César proviene del norte y la influencia del Norte en el centro era relativamente pequeña.

Aunque Rasmus tenía grandes esperanzas en Irenea, seguía siendo una mujer sin poder sagrado, si comparaban a esa chica con Karolia de la familia Condal de Aaron, ¿no sería obvio que Karolia pesa más?

¡Por supuesto, suponiendo que Karolia tenga un hijo!

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