MNM – Episodio 24
Rasmus contó sin inmutarse las cosas embarazosas que hizo con Karolia la noche anterior, como si fuera un caballero que regresaba del campo de batalla con un botín de guerra.
A César le resultaba incomprensible el comportamiento de Rasmus y del Emperador. Mencionar algo ocurrido en la cama a plena luz del día, incluso en presencia de otros, y vanagloriarse de ello como si fuera un gran logro. César a duras penas contuvo un suspiro.
Entonces sus ojos se encontraron con los de la Emperatriz, ella miraba a César con interés.
Ella preguntó moviendo los labios.
‘¿Está aburrido?’
César sonrió levemente en lugar de responder. Naturalmente, la Emperatriz no podía disfrutar de un momento como ese y fue en ese momento en el que los asistentes a esa reunión tan aburrida se dividieron claramente en dos grupos.
La Emperatriz sonrió levemente y dio un sorbo a su té.
Tanto la Emperatriz como el Emperador eran igualmente inescrutables, porque los miembros de familia imperial tendían a ocultar fácilmente sus verdaderos sentimientos. Sin embargo, en ese momento, los verdaderos sentimientos de la Emperatriz parecían más transparentes que los del Emperador.
Para soportar ese tedioso momento, César optó por la evasión mental.
En lugar de escuchar esa conversación sin sentido, le pareció que sería mejor reflexionar sobre la conversación significativa que tuvo ayer.
‘¿Acordar un número de veces que compartirían el lecho conyugal?’
Era algo que nunca había oído ni visto. Y más aún porque no tenía necesidad de fisgonear en los detalles íntimos de los demás…
‘¿Tres veces por semana?’
César apretó la mandíbula, tres veces por semana, ¿podría César soportar esas tres veces? Se avergonzó de su propia naturaleza bestial. Por supuesto, sabía que se podía tener relaciones sexuales sin sentir nada.
Pero César no quería ser ese tipo de persona, en parte se debía a las enseñanzas casi coercitivas de su madre, y en parte a su nacimiento, que no fue limpio. César no quería que Irenea experimentara el dolor de su madre.
Esperaba que Irenea nunca, ni por un instante, se sintiera atada por su hijo.
Él también conocía el contenido de la profecía dada a Irenea, sin embargo, César no quería que Irenea fuera infeliz. Gracias a que se convirtió en la protagonista de esa profecía, Irenea ya había vivido una vida llena de turbulencias, no había necesidad de que César contribuyera con una parte.
‘Irenea…’
Parecía considerarse a sí misma como una herramienta.
Quizás Rasmus, e incluso la familia Archiducal de Benito, la habían moldeado para ser así. Nada más nacer dado que poseía el cabello de la divinidad, asesinaron a su madre, y la obligaron a integrarse en la casa de Aaron. Considerando que la hija mayor de la casa de Aaron no se había mostrado públicamente hasta ahora, era evidente que no había sido ‘favorecida’, sino más bien ‘descuidada y discriminada.’
‘¡Uf!’
El poder, el trono, la profecía.
Todas las fuerzas poderosas se habían unido para condenar a una persona al infierno. César detestaba esas cosas, había aceptado la oferta de Irenea y había firmado un matrimonio por contrato, pero eso también sería su vergüenza.
César tuvo que tragarse una sonrisa falsa ante la contradicción de su situación.
Necesitaba sobrevivir, pero no podía hacerlo solo.
Estaba resentido con el difunto Emperador por haberlo empujado a ese destino a la fuerza, lo odiaba por obligarlo a tomar una decisión que iba en contra de sus creencias. Si el difunto Emperador no hubiera codiciado a su madre, que ya estaba comprometida desde el principio, eso no habría sucedido, pero su destino estaba sellado incluso antes de nacer.
Quizás su vida y la de Irenea compartían un patrón similar, quizás por eso sentía tanta familiaridad con Irenea, incluso cuando la conoció por primera vez.
El hecho de que decidieran casarse en cuestión de horas y fueran hasta el templo para firmar los votos solo podía explicarse por una conexión espiritual. Parecía provenir de una afinidad compartida entre ellos.
Y esa noche era uno de los tres días de la semana estipulados en el contrato, se preguntó de qué debería hablar esa noche para fomentar la intimidad y conexión con Irenea.
‘¿Cuál es la comida favorita de Irenea?’
Pensándolo bien, ni siquiera lo sabía.
Sería agradable comprarle algo de camino a casa.
César se rascó la mejilla.
Y una mirada observaba a César, quien dibujaba una sonrisa en su rostro como si pensara en algo, no era otra que la Emperatriz.
Desde la perspectiva de la Emperatriz, el comportamiento actual de César era más tranquilo, a diferencia de su ímpetu anterior. Si antes había sido como un animal salvaje, ahora parecía estar volviéndose paulatinamente más purificado…
Debido al comportamiento que mostró César con Karolia el día anterior, la Emperatriz se había inclinado involuntariamente hacia él. Se preguntó si de verdad era esa clase de persona, que tenía valores.
‘Parece que hubo algún cambio de opinión.’
Sabía que César, por naturaleza, se mantenía a distancia de las mujeres. La Emperatriz era una persona que conservaba la misma pureza que tenía antes del matrimonio, prefería un vestido cómodo y sencillo a los extravagantes atuendos de Emperatriz.
Desde pequeña, su sueño había sido tener hijos inocentes y dulces como conejos y vivir una vida tranquila, sin embargo, su condición de Emperatriz se convirtió en un obstáculo para realizar ese sueño. El mundo de la Emperatriz era muy diferente de lo que ella había soñado, era una vida de esplendor, pero llena de enemigos por todas partes y donde todo la debía ser calculado.
Además, era una vida que ignoraba absolutamente la santidad del matrimonio.
En un momento en que sentía el aburrimiento y el vacío de la vida, la actitud de César ayer le dio un toque diferente. Esa fue la razón por la que la Emperatriz se interesó en César.
‘Quizás. ¿Tiene una mujer?’
Si hubiera tenido a alguien con quien prometió casarse, las cosas podrían haber sido diferentes. Así como la vida de la Emperatriz había cambiado a través del matrimonio, el matrimonio estaba destinado a ser un punto de inflexión para todos.
Si la Emperatriz tuviera la oportunidad de apostar por la sucesión, preferiría no elegir a Rasmus que…
La Emperatriz sonrió con ironía.
* * *
De repente, hubo un aumento repentino de extranjeros desconocidos cerca de la zona del puerto, no estaba claro cuál era su propósito, pero el número de figuras de aspecto sospechoso merodeando por allí no podía haber aumentado sin ninguna razón.
“¿A lo mejor Inmigración ilegal…?”
“Puede ser. ¿Sabe Selma lo que están haciendo esos cabrones?”
“¿Selma, la de la casa de Cerveza de Mantequilla? He oído que no lo sabe. Si Selma no lo sabe, ¿quién más lo sabría? Es la persona más sociable de este puerto.”
“¡Ay, Dios mío! ¿Por qué andan por ahí de esa manera tan espantosa?”
Otro hombre se unió a la conversación de los marineros, con el rostro pálido, tosiendo con fuerza, de repente contuvo la respiración y dijo:
“¡Buscan a una mujer!”
“¿Una mujer?”
“¿No recuerdan a la mujer de hace unos días? ¡La mujer que estaba llorando! Tenía el cabello de un color extraño bajo el sombrero…”
“¿Te refieres a la mujer con los ojos de diferente color?”
“¿Tenía un color de pelo inusual? Parecía rubio a la luz del sol.”
“¿El cabello rubio no es inusual? En cualquier caso, ¡el color de sus ojos no era diferente!”
“Sí.”
“Esos tipos buscaban a esa mujer. ¡Casi me orino en los pantalones cuando me pillaron!”
“Jeje. ¿Así que te orinaste encima?”
“Afortunadamente antes de poder hacerlo, se lo dije y salí corriendo.”
“¿Qué les dijiste? No me digas que hablaste del Gran Duque, ¿verdad? ¡Lidiar con gente importante es agotador!”
“¡Oye! ¡Ni hablar! ¡Solo dije que vi a una mujer, que estaba allí y luego desapareció!”
Los hombres que charlaban, miraron a su alrededor con cautela. Habían oído historias de nobles que a veces contratan mercenarios para encontrar a sus hijas o esposas que han escapado, por lo que ese incidente podría estar algo relacionado con uno de esos casos de celos.
Y cuando el dinero y la pasión se entrelazan, siempre terminan de la manera más sucia.
Los hombres intercambiaron miradas y luego cerraron la boca con fuerza.
“Supongo que es mejor esconderse hasta que las cosas se calmen.”
“Buena idea.”
Dicho esto, los tres hombres unidos en su propósito, se movieron.
Mientras tanto, los mercenarios recabaron información de los trabajadores del puerto, era un testimonio que decía haber visto a una mujer que creían que era Irenea. Cuando el Conde Aaron les pidió ayuda para encontrarla, no les dieron ningún detalle sobre la identidad de la mujer, solo que era un monstruo con ojos de diferente color.
Sin embargo, ese era el único lugar de la Capital imperial donde había aparecido una mujer con ojos de diferente color. Les habían ordenado que la trajeran de vuelta sin falta e ilesa… Por suerte, ningún barco había zarpado del puerto desde ese día.
¿Quién se atrevería a zarpar tan pronto, antes del festival de la diosa?
Así que, después de que termine la fiesta de la diosa, sería el momento perfecto.
“Será mejor que nos mantengamos aquí al acecho.” (Mercenario 1)
“Está bien. Supongo que cobraré por esto también, ¿no?” (Mercenario 2)
Tras llegar a esa conclusión, los mercenarios acamparon en la posada del puerto.
Y…
Un hombre apoyado en la pared de un sombrío callejón chasqueó la lengua.
“Sabía que esto pasaría.”
Su nombre era Humtail, era un caballero perteneciente al Norte y había estado vigilando allí bajo las órdenes de César, quien le había ordenado que le informara si alguien que buscaba a Irenea llegaba al puerto. Humtail comprobó las actividades del puerto y se marchó.
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