DLHA – Cap 11 – Part3

CAPITULO XI – Parte III

 

«Solo diré esto una vez más, si se meten en otro sucio asunto conmigo y causan daño a mi hijo, voy a deshacerme por completo de todos ustedes».

«Sabia elección, Karinna.» interrumpió fríamente Basster, pues su negativa a contradecirla significaba que le estaba dando rienda suelta en todo este asunto, y en el momento en que lo hizo, el rostro de la condesa perdió todo color al darse cuenta de que aquello no sería un mero castigo.

Karinna los miró, suspiró y asintió.

Tras observar la situación desde soslayo, el Marques Cotton se adelantó.

«Perdone Archiduque, pero ¿es Nitens realmente tu hijo biológico? Ha habido mucho debate en los círculos sociales, así que pensé en preguntarle a usted directamente».

«Así que ha sido un tema recurrente.»

Basster contestó sombríamente.

«… ¿Significa que los rumores sobre tu relación amorosa secreta con la Archiduquesa eran ciertos?».

«Bueno, soy quien la he estado persiguiendo.»

Basster soltó un comentario significativo. Por supuesto, la estaba persiguiendo. Karinna estuvo atrapada por su padre, y Basster la buscó por todas partes, aunque fue en un sentido muy distinto.

Karinna se sonrojó al escuchar las palabras de Basster.

«Oh, Basster.»

«Por un demonio, si vuelvo a oír a alguien hablar de eso, yo mismo le arrancaré la lengua con mis manos».

Basster miró a Kavil y luego al conde. El conde se quedó pasmado, con la boca abierta. Su rostro muy pálido se coloreó como un tomate al recordar todas las cosas que había dicho. Se sonrojó al recordar todas las palabras groseras que él y su esposa habían repetido contra ella.

«Debería darles vergüenza, conde y condesa de Palette».

Al ver esto, Karinna alzó la voz con un gruñido. Sus ojos se llenaron de rabia, Basster la observó y saboreó la vista por un momento antes de darle una caricia en la espalda.

«Karinna, creo que hemos terminado aquí, luego puedes decidir qué hacer con ellos, aparte de mantenerlos fuera de tu vista, me lo haces saber, o puedes dar la orden tú misma».

«¿Yo?»

«Sí, ordena a Ten y ella se encargará».

«De acuerdo».

Cuando Basster le enseñó a utilizar su poder, Karinna asintió lentamente en señal de comprensión.

«Perfecto, eso es suficiente para mí. Tú también eres una víctima, así que… haz el resto».

«Sí, lo sé, lo siento por ti. Debes estar sufriendo, querida».

Los párpados de Basster cayeron mientras murmuraba algo que nadie creería.

«… Sé que estás en shock, lo siento.»

Nadie en la sala creería tal cosa, excepto por una persona.

«No tienes nada por lo que disculparte, querido».

Karinna asintió a las decididas palabras de Basster y pasó cansada junto al conde y la condesa.

«No he vivido una vida limpia…, pero siempre he intentado hacerlo lo mejor posible delante de mi hijo, diciéndole sólo cosas buenas y mostrándole sólo cosas buenas», dijo Karinna sin rodeos.

«No sé cuánto más limpia eres que yo, que aun teniéndolo todo, lo único que fuiste capaz de hacer fueron cosas malas para tu hijo».

«Uhh…»

«Espero que nunca nos volvamos a ver, Condesa Palette.»

Karinna volvió a hablar, con más fuerza, y se dio la vuelta. Se alejó rápidamente sin mirar atrás. Basster la observó con satisfacción, pero su expresión se endureció lentamente cuando sus pasos dejaron de ser audibles.

«¿Qué debería hacer contigo? ¿Eh?»

La mirada inclemente y la voz helada que ya no se ocultaban se abalanzaron sobre las cabezas de los restantes como si ya no existiera nada que lo contuviera. El conde Palette se tambaleó, apenas capaz de mantenerse en pie, y habló entre aspiraciones superficiales.

«Deja ir a mi hijo, ¿no es momento de que solo hablen los adultos?»

«… Hazlo rápido.»

El conde Palette hizo un gesto rápido para sacar al niño. Y al momento siguiente, un aura aún más sobrenatural los abrumó. El marqués Cotton entrecerró los ojos. Si su antiguo yo se hubiera comportado con un poco más de impaciencia, podría haberse enemistado abiertamente con la Archiduquesa.

Pero, afortunadamente, él también era alguien que no había tenido ganas de mostrarle a Kirian el mundo de los adultos todavía, y observó cómo el Conde y la Condesa se desmoronaban miserablemente, temblando, con una sonrisa pausada en la cara.

«Ya lo has oído, estamos dolidos y conmocionados por todo esto».

Las palabras que se pronuncian con tanto descaro son las que en realidad nadie cree.

«Conde, Kavil probablemente no asistirá nunca más a la Academia.»

Lentamente, desenvainó la espada y la arrastró ligeramente contra el suelo.

«¡Su Excelencia, por favor, tenga piedad del niño!»

«No lo tocaría, no es por la razón que crees, sino simplemente porque no tendrá dinero para asistir a la academia».

Basster continuó, con las comisuras de los labios fruncidas en una mirada helada, sus iris carmesí contenían la ira de un infierno que amenzaba con desatarse. Sus labios se curvaron en una sonrisa silenciosa. El diálogo unilateral continuó durante largo rato.

Con cada palabra que salía de sus labios, el cuerpo del Conde se hundía más y más en el suelo. Después, cayó de rodillas y empezó a suplicar, casi con las manos juntas.

La empuñadura de la espada de Basster golpeó el hombro del conde con un ruido sordo. El cuerpo del Conde rodó por el suelo mientras gritaba de dolor.

«Enderécese, Conde» dijo Basster con una sonrisa burlona. El conde, retorciéndose de dolor, volvió a arrodillarse y se sentó ante él.

«Otra vez».

Puck.

«Otra vez».

Puck.

Durante diez minutos de violencia unilateral contra el Conde, la Condesa sollozaba débilmente, mientras el Conde yacía en el suelo jadeando de dolor.

De hecho, ni siquiera fue violento. No hubo derramamiento de sangre, y no estaba ni lastimado ni despeinado. Incluso las ropas del Conde estaban intactas, solo gesticuló con los ojos mientras el cuerpo del Conde se desplomaba. Basster sonrió satisfecho mientras aplastaba uno de los hombros del Conde con un simple movimiento de su vaina.

«No te mueras, Conde, y vive mucho para criar a tu hijo.»

El conde asintió rígidamente, sin darse cuenta de lo que decía Basster. Basster se guardó la espada en el cinto con expresión relajada.

«Mi dulce Karinna es débil de corazón, por eso, no creo que pudiera dormir tranquila por la noche si oyera que has muerto». Dijo en voz baja, casi como un suave susurro.

«Tal vez deberías haber cuidado mejor tu boca».

Basster se acercó al profesor con pasos lentos. El profesor ya estaba en el suelo, temblando.

«Yo, piedad…»

«No creo que necesite oídos para ser oído ni ojos para ver nunca más…» Basster sonrió satisfecho.

Ninguno de los presentes podía creer que un hombre que no derramó ni una gota de sangre pareciera tan aterrador.

«Después de hoy, quiero que se vaya lejos, señor. ¿Me expliqué? Lo suficientemente lejos para que mi esposa no oiga rumores sobre usted».

Basster desenvainó su espada. El maestro no se movió, aunque vio la punta afilada y brillante de la espada danzando frente a él.

«Entonces no te tocaré a ti ni a tu familia nunca más.»

El profesor asintió, aunque estaba muy asustado y lloraba. Al oír sus sollozos, Basster blandió ligeramente su espada. La sangre salpicó el suelo.

El decano tragó saliva al ver a las tres personas tendidas en el suelo, llorando de dolor. Por alguna milagrosa razón, ninguna había muerto. Teniendo en cuenta su locura y sed de sangre, eso era muy, muy, generoso de su parte.

La mirada de Basster se posó en el Decano, y éste negó con la cabeza, con la mandíbula apretada. Como si nunca fuera a hablar.

«Marqués».

«Mis labios están sellados».

Los ojos del marqués Cotton brillaron enrojecidos y bajó lentamente los párpados al responder.

«Que le sirva esto de ejemplo, Decano. Si una cosa desagradable más llega a mis oídos, lo resolveré a mi modo…»

Se rió, levantando la espada chorreante de sangre.

«Entonces tendrás que darme voluntariamente uno por uno, tus diez dedos y tus dos ojos.»

«Lo tendré en cuenta, lo tendré en cuenta».

Si perdiera sus dedos y ojos, le quitarían el trabajo de toda su vida, sus preciosas investigaciones. El decano se estremeció e hizo una profunda reverencia. La muerte no sería una opción para los que hoy estaban en apuros. A partir de ahora, las sombras de Basster lo vigilarán constantemente.

Basster trazó ligeramente su espada en el suelo y la deslizó con pausa en su vaina, luego se dio la vuelta para salir.

∴※✻※∴

«¿Estás bien, Karinna?»

«Ah, sí. Llegas un poco tarde».

Basster se detuvo ante las palabras de Karinna. Llegó tarde, pero no por ninguna razón en particular. Simplemente tardó un poco más en llegar luego de asegurarse que todo quedó resuelto.

Por supuesto, todo lo sucedido se hizo sin la presencia de los niños. No sabe qué decisiones tomarán Nitens y Kirian al respecto, solo puede esperar sus respuestas.

No se verán por un tiempo.’

No tomé medidas drásticas, tampoco hacía falta. El Conde Pallete probablemente estaba en la lista de purga del Emperador de todos modos. Lo más probable es que fuera despojado de su título y sus propiedades. El descenso de conde a barón no era difícil.

Por lo que Basster sabe, el Conde Palette ha hecho más que su parte justa de actos sucios, y la información que el Emperador ha reunido es probable que sume a su caída, no que le reste.

Me imaginé que estaría muy arriba en la lista, si no en el primer puesto.

«Sí, tuve que limpiar un poco. Lo tengo todo arreglado así que no volverá a pasar».

«Vale.»

La voz de Karinna era muy delgada. Basster ladeó la cabeza un momento, con el ceño fruncido, y luego se sentó a un lado de la cama. Karinna se agitó un poco al sentir que la cama se hundía.

«¿Qué te preocupa?»

«Es que… Es culpa mía lo que le sucedió a Nitens. Yo…»

«Detente. Esto es responsabilidad exclusiva del Conde Palette y su esposa por ser patéticos y estúpidos, no es tu culpa», Basster la cortó bruscamente.

Por alguna razón, siempre se echaba la culpa a sí misma, como para señalarse como culpable, cuando en realidad el verdadero problema eran las personas que hablaban demás, no ella.

Ninguno podía hacer nada para evitar lo que ya había ocurrido, y no por eso era culpa suya. No había nada más que pudiera haber hecho con las pocas cosas que tenía a la mano.

En ese tiempo, no tenía poder, era la más débil entre los débiles, se volvió parte de una minoría absoluta. ¿Cómo iba a atreverse a desafiar al vizconde Tyrian, que lo tenía todo?

Tyrian era el amo y señor del vizcondado. Así como ningún súbdito podía ir en contra de los deseos de su rey, ella tampoco.

«Debes saber que Nitens tampoco culpa».

«… ¿Lo dices de verdad?»

«Sí. ¿Has tenido oportunidad de hablar con él?» preguntó Basster.

La expresión de Karinna se ensombreció aún más y negó lentamente con la cabeza. Nitens se había encerrado en su habitación nada más llegar y se había metido bajo las sábanas, alegando que iba a dormir.

No estaba enfadado ni lloraba, pero eso le molestaba a Karinna más que nada. Sabía que lo más normal era llorar.

No era buena señal desaparecer bajo las sábanas o en su habitación sin decir una palabra. Lo sabía, porque ella misma lo había aplicado, que no era muy buena señal.

«Creo que te preocupas por nada, no tienes por qué sentirte mal ni reprocharte».

«¿Por qué…?»

«Nitens tiene su propio…»

«¿Por qué no me preocuparía por esto? ¿Por qué actúas como si esto… fuera poca cosa?» dice Karinna, con una mueca en el rostro.

La cabeza le daba vueltas. Dice que estuvo bien que me enfadara por que hayan dicho eso, pero no puedo preocuparme por mi hijo.

«¿Es tan raro que me preocupe?»

«No, no me refería a eso».

«Basster… ¿Cómo hago para que Nitens crezca bien? ¿Cómo hago…», Karinna cerró los ojos con fuerza.

¿Cómo puedo mostrar a mi hijo sólo cosas felices? ¿Cómo criaban a sus hijos y vivían sus vidas otras personas? Por mucho que pensara en ello, no podía saber nada porque no había crecido en medio de una familia ‘normal’.

Puede leer un libro y saberlo en su cabeza, pero cuando se enfrenta a la realidad, todo está borroso. Nada parece calzar con lo real. Por lo menos para Karinna, lo era.

«Karinna».

«…»

Agachó la cabeza y no contestó.

Sabe que Basster le dirá que no pasa nada, que estas cosas pasan. Le dirá que no debe preocuparse ni alarmarse, que lo está haciendo bien… Lo sabe, pero, ¿Sabe él lo que se siente ser alguien insuficiente que no está segura de nada, aunque ya lo sepas todo en tu mente?

Basster exhaló lentamente y miró a Karinna, que aún parecía conservar algo de su disgusto anterior.

«Sólo intentaba decirte que Nittens necesita tiempo para pensar en todo lo que pasó».

«Eso no es normal, se supone que tiene que llorar y enfadarse por lo que le ha pasado».

«Está creciendo muy rápido, así que no puede evitarlo, pero en el fondo sigue siendo un niño de solo 4 años».

«Lo ves… Después de todo, sí es culpa mía».

Basster frunció el ceño al escuchar la voz de Karinna que se atrincheraba en un agujero, culpándose constantemente. Era como si sólo se sintiera mejor una vez que se había flagelado a sí misma.

«Entonces soy igual de malo por tomarte esa noche».

«Ese no es el punto, aquello pasó sólo mi terquedad…»

«Pasó porque esa fue mi elección”, interrumpió Basster. Miró a Karinna con expresión ligeramente enfadada. Sus miradas se encontraron y Karinna aspiró y apretó los puños.

Hay cosas en la vida que son inevitables. Un error puede llevarte por muchos caminos de los que no puedes volver atrás.

«Y fui el mayor estúpido por no encontrarlos a tiempo».

«No…»

«No suficiente con eso, no reconocí a la única mujer con la que me acosté hace años, y tampoco reconocí a mi hijo, que es tan similar a mí, aun viéndolo todos los días, soy el hombre más idiota que existe».

«No, no digas eso…»

«Así que tú sufres por haberte juntado con un perdedor, y él crecerá defectuoso por los malos genes de su padre».

«No, ¿cómo puedes decir algo así? Yo nunca te culpé de nada, Basster».

Karinna tragó saliva, incapaz de decir nada más al escuchar el desprecio tan grande que expresaba de sí mismo con rostro inexpresivo. Permaneció en silencio durante un largo momento, frotándose la cara, avergonzado.

Se frotó la cara con la palma de la mano durante lo que pareció una eternidad y luego bajó la mano, molesto.

«A ti nadie te ha culpado, pero sigues atrapada en el pasado».

«¡Porque yo…!»

«Sé que tengo la mayor parte de la culpa en esto, sé que podría haberlo hecho mejor, y sé que esos sentimientos me van a perseguir por mucho tiempo», dijo Basster lentamente. Su voz pausada le causo cosquilleos en la oreja. Karinna no dijo nada durante un largo rato, se mordió el labio con fuerza y volvió la cabeza hacia otro lado.

«A mí me pasa igual Karinna. Me pregunto si debería haberme aferrado a ti cuando te conocí, o por lo menos presionarte lo suficiente para que me dijeras tu nombre. Constantemente pienso en eso».

La boca de Karinna se abrió lentamente al oír las tranquilas palabras de Basster. Su rostro permaneció pétreo durante un largo instante, como si hubiera oído algo inesperado, pero no volvió la cabeza.

«Pero aferrarme a esa culpa no va a cambiar nada, sólo me va a deprimir, sólo me va a hacer sufrir, y sólo me va a hacer perder de vista lo que tengo ahora mismo, Karinna».

Basster habló con calma. Hablaba despacio, como acariciándole el alma, eso era lo que quería decir. Karinna respiró hondo, pues no esperaba que él hubiera pensado en eso.

«Pero no lo hice, y pasaste por muchas cosas peores».

Las palabras de Basster caen como un suspiro en su oído. Las pupilas de Karinna se dilatan y luego disminuyen lentamente.

«Tú no pudiste hacerlo, y yo no pude hacerlo, ninguno de nosotros pudo hacer nada al respecto».

Fue doloroso decirlo.

Pero al mismo tiempo, esa era la verdad.

Saber que ya no puedes hacer nada. Y que por eso mismo sigues dándole vueltas al pasado. Piensas: ‘Ojalá hubiera hecho esto, ojalá hubiera hecho aquello’.

Ella por su parte, tenía el corazón roto porque la vida le había enseñado muchas cosas que no necesitaba ver. Estaba disgustada consigo misma por todo lo que le tocó vivir. Así que Karinna quería mostrar a su hijo solo las cosas mejores y más felices, aunque solo fuera un poco.

 

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