MNM – Episodio 5
La esencia no cambia. Simplemente la avaricia ciega.
Irenea decidió confiar en la verdadera esencia de César.
Ah, mañana iba a ser un día largo.
Antes de la festividad de la diosa, habría una cena de gala entre el Conde Aaron y el Gran Duque Benito, ello era para confirmar el vínculo entre las dos familias. El matrimonio de Santa Irenea y el Gran Duque Benito.
‘¡Uf! Debería preparar un digestivo.’
Irenea bostezó perezosamente.
Más importante que mañana era el día siguiente, un día que marcaría el nuevo comienzo de Irenea.
* * *
El difunto Emperador había engendrado numerosos hijos ilegítimos.
El heredero al trono era el único hijo de la Emperatriz, Torben Kian Lizandros. La Emperatriz, que tenía un cuerpo frágil, no pudo tener más hijos después de Torben. El difunto Emperador era un hombre lujurioso y tuvo muchos hijos con sus concubinas y amantes.
Entre ellos, solo tres recibieron el título de Gran Duque, se dio ese caso cuando la posición la madre biológica era de alto rango. Una de ellas murió joven.
Quienes quedaron por delante fueron Rasmus Benito Lizandros y César Benoit Lizandros.
Ambos se convirtieron en los herederos indiscutibles del trono.
(N/T: Les voy a contar un chiste: Pensé que ambos tenían el mismo apellido, pero al traducir, me salía diferente, pero como pensé que era el mismo apellido, a ambos les cambié el apellido de Benito a Benoit y grabe, pero era incorrecto: Rasmus se apellida: 베니토 = Benito y César: 브누아 = Benoit… ¡Y ahora no sé cómo lo voy a corregir en los 30 capítulos donde hice el cambio!! Me podre a hacer la lloración.)
Rasmus gobernaba la Casa Ducal de Benito, y César la Casa Ducal de Benoit y desde temprana edad, poseyeron vastos territorios.
Como la Gran Duquesa Benito, quien dio a luz a Rasmus, era de la Capital, este recibió el territorio más extenso cerca de la Capital Imperial y dado que la Gran Duquesa Benoit era del Norte, César estableció su base en el norte.
Sin embargo, el problema comenzó cuando Torben Kian Lizandros no logró engendrar herederos.
El siguiente en la línea de sucesión al trono recaía en los hijos del anterior Emperador, incluyendo a Rasmus y César. Era natural que ellos, que habían vivido en la sombra, mostraran su ambición.
En ese momento, Irenea nació como hija de una doncella en el Archiducado de Benito.
Con una cabellera plateada divina.
Con la profecía avalándola, era natural que el linaje imperial que poseía a Irenea tuviera legitimidad. La Gran Duquesa Benito mató a la criada y se llevó a Irenea, una niña de siete años.
Por la gloria de su hijo.
Irenea solo se enteró de toda la verdad después de que Rasmus se convirtiera en Emperador.
Era repugnante.
Ella pensaba que su madre biológica había vendido a Irenea al Archiducado y huido. Sin embargo, no era cierto; su madre biológica había sido asesinada por la divinidad innata de Irenea.
De ahí provenía el profundo odio y desconfianza de Irenea hacia la humanidad.
‘Siento como si fuera a vomitar.’
Irenea se obligó a masticar y tragar la comida a regañadientes, conteniendo un suspiro. A instancias de la Condesa se había vestido elegantemente y, a pesar de ser verano, llevaba mangas largas para ocultar sus quemaduras.
“No estás comiendo bien. ¿No te gusta la comida?” (Rasmus)
Irenea levantó la cabeza y miró a Rasmus. Su rostro se parecía a la de esa persona. Tanto César como Rasmus, gracias a su fuerte linaje imperial, tenían el cabello negro oscuro y ojos verdes. Sin embargo, mientras que los ojos de César eran de un verde cálido, los de Rasmus eran de un verde frío.
Irenea sacudió la cabeza, reprimiendo su disgusto.
“No, Su Alteza el Gran Duque, es que no me siento bien.”
‘Bien hecho, Irenea.’
Con qué serenidad lo manejó. Irenea se esforzó por sonreír, elogiándose a sí misma.
Rasmus dejó los cubiertos, el tintineo fue particularmente fuerte, parecía que algo había ofendido a Rasmus. Irenea chasqueó la lengua para sus adentros.
‘Aún tienes esa personalidad sucia.’
Irenea ignoró la reacción de Rasmus y removió el risotto con la cuchara, de todos modos, ya no podía comer más. Rasmus ya había dejado sus cubiertos, así que ¿quién podía seguir comiendo?
Vio a la Condesa Aaron arrebatarle los cubiertos de la mano al Conde y dejarlos apresuradamente junto a ella, Karolia permanecía sentada con modestia. Llevaba su vestido más elegante y estaba adornada con joyas.
Un rubor rosado apareció alrededor de sus pómulos.
No era diferente en lo más mínimo del pasado.
‘¿De verdad te gusta tanto este tipo, que solo tiene buena apariencia?’
Pensó Irenea aturdida. Karolia amaba de verdad a Rasmus, aunque lo que empezó como un pequeño interés romántico podría haber evolucionado hasta convertirse más tarde en una obsesión.
Rasmus también era una de las razones por las que Karolia odiaba especialmente a Irenea.
Y Rasmus…
‘En efecto, él lo sabe.’
‘¡Guau! ¿Alguna vez he visto semejante basura?’
Y Rasmus, usando su superioridad emocional, agarró las manos de Karolia. Sintió que debería darle una palmada en la espalda y gritarle: ‘¡Reacciona, mocosa!’ Sin embargo, qué más daba.
‘No es mi vida.’
No tenía intención de que esa basura de cara bonita siguiera jugando con ella. Ahora era solo su exmarido.
‘Me gusta ese título.’
‘Exmarido.’
Le gustaba cómo estaba escrito el título, como si ya no tuviera ningún significado. Irenea rió para sí misma. Mientras Irenea se revolcaba en su propio jardín de flores, Rasmus habló lentamente.
“…Irenea pronto cumplirá la mayoría de edad.” (Rasmus)
“Sí, así es, Su Alteza.” (Conde)
El Conde Aaron hizo una reverencia y respondió. Era un claro ejemplo de una relación señor- vasallo.
‘Te estás comportando como si fueras el Emperador.’
Pensó Irenea con ironía.
“Entonces Irenea se convertirá en la Archiduquesa y se unirá a la familia del Archiducado de Benito.” (Rasmus)
“¡Es un honor infinito, Su Alteza Imperial!” (Conde)
“Pero.” (Rasmus)
Rasmus sonrió con dulzura, pero a los ojos de Irenea, esa sonrisa superficial le pareció tan fría como la de una serpiente. Irenea se recostó en su silla, con los brazos cruzados sobre el cuerpo.
Irenea tiró los dados.
En lugar de contarle a Rasmus lo que sucedió ayer, decidió esperar a ver qué pasaba. Ese era un evento que nunca había sucedido en el pasado, así que quería dejarlo en manos del destino.
Finalmente, los dados de Irenea se detuvieron.
Rasmus miró a Irenea con cariño, luego, le puso una mano en el hombro y acercó a Irenea un poco hacia él.
‘¡Oh, no hagas eso!’
Irenea respiró hondo con gran esfuerzo. Rasmus pareció emanar un olor a sangre, por lo que, conteniendo la respiración, Irenea puso los ojos en blanco y su mirada se posó en Karolia, que temblaba.
‘Tómalo. No necesito a este tipo.’
Irenea bajó rápidamente la cabeza con una expresión de disgusto. Mientras Irenea estaba luchando con su agitación emocional por su cuenta, Rasmus continuó hablando.
“El Conde todavía piensa que Irenea es una niña, ¿verdad?” (Rasmus)
“¿Eh?” (Conde)
El Conde, percibiendo el disgusto de Rasmus, lo negó rápidamente.
“¡Cómo podría ser eso posible!” (Conde)
“¿Por qué estás tan preocupado? Para los padres, incluso los hijos adultos siguen pareciendo niños.” (Rasmus)
La voz de Rasmus resonó en el oído de Irenea.
Parecía como si estuviera a punto de criticarla abiertamente. – ‘¿Como lo he ofendido?’
“Aun así, Conde.” (Rasmus)
“¡Sí, Su Alteza el Gran Duque!” (Conde)
Respondió el Conde Aaron con voz tensa, a diferencia del día anterior.
“Creo que debemos cambiar la forma en que disciplinamos a los hijos adultos.” – Señaló Rasmus abiertamente, esas palabras fueron como un mazo para el Conde Aaron, para mantenerlo bajo control. El rostro del Conde Aaron palideció.
Irenea lo observó con indiferencia.
El rostro de la Condesa no era diferente. El dinero que había gastado la Condesa se había vuelto inútil en un instante, porque uno de ellos le había confesado todo el asunto a Rasmus.
El Conde respondió con labios temblorosos.
“¡Sí, sí! ¡Su Alteza el Gran Duque! ¡Lo corregiré como me ha ordenado!” (Conde)
Rasmus asintió brevemente.
“Me preocupa que Irenea parezca adolorida, parece tan desconsolada que se ha saltado la comida, así que asegúrate de que coma cuando regresen.” (Rasmus)
Uf… ¿Lo torció desde el principio?
El mero hecho de que Irenea comiera en presencia de Rasmus era en sí mismo una ofensa. Como era un tipo así por naturaleza, no había necesidad de pensar en la razón.
Y eso no era más que presión sobre Irenea. Él estaba decidido a asegurarse de que comiera y también era una oportunidad para examinar al Conde Aaron y su esposa y comprobar si eran perros obedientes.
Irenea chasqueó la lengua.
‘Maldito bastardo retorcido.’
* * *
“Come.” (Condesa)
Al final, tan pronto como regresó a la mansión, Irenea fue convocada al comedor. La Condesa la fulminó con una fría mirada, teñida de desprecio.
“¿Te lo dije para que lo entendieras, y aun así actúas tan insensatamente?” (Condesa)
Ella lo entendió claramente.
No se dejaría manipular más por la familia del Conde.
Pero Irenea tenía demasiada hambre para responder a las palabras de la Condesa. La razón por la que no había comido bien antes era porque estaba asqueada. Tener que sentarse junto a Rasmus y escuchar su voz mientras comía era una tortura.
Era porque aún no había desarrollado inmunidad.
Sabía que no debía mostrarle nada a ese tipo, pero no pudo evitarlo. Quizás era porque Irenea había regresado hace poco tiempo.
Un suntuoso banquete estaba dispuesto delante de Irenea.
La Condesa le dió este trato a Irenea porque sabía que los ojos que la vigilaban de cerca volverían a contarle cada detalle a Rasmus. E Irenea no tenía intención de rechazar esa hospitalidad.
“Comeré ahora…”
‘Oh, está delicioso.’
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