CAPITULO VII – Parte I
Basster Kayenne era un hombre impaciente que no se interesaba en las relaciones personales. Si estás mucho tiempo con alguien, claro que desarrollas cierto cariño, pero no eran de su interés el trasfondo de esos pequeños detalles. Y menos aún se preocupaba por los sentimientos de sus subordinados o sirvientes.
En cualquier caso, cuando cerraba la puerta para escuchar un informe de La Sombra, nadie se le acercaba; era inusualmente implacable con los miembros de La Sombra en comparación con el resto de sus subordinados, pero nadie se quejaba de eso.
Las sombras forman parte de la historia de la Casa Kayenne desde hace mucho tiempo, sombras que literalmente los apoyan, los protegen y hacen cosas en la oscuridad que nadie nunca debería ser capaz de ver.
Esa era su única función, al fin y al cabo, era el costo de manejar tanta información secreta de la Casa Kayenne.
Ser una sombra significa que tienes que renunciar a mucho, pero puedes conseguir lo que quieras si sigues ciertas líneas. Pasado el tiempo adecuado, pueden seguir adelante con sus vidas, lo que quizá no sea tan malo después de todo.
La Sombra, el recluta más reciente, también pensaba de ese modo. Mientras se mantuviera con vida y bien, la indemnización por despido y otros beneficios no eran nada comparados con otros trabajos.
Si forma parte de las simbras sin mover un dedo el resto de su vida, podrá vivir cómodamente durante tres generaciones, por no hablar hasta que muera.
Por supuesto, entre los beneficios se incluía el coste de su jubilación.
«Entonces tu informe es que no sabes nada. En cuanto a Karinna… No, ¿realmente no averiguaste nada sobre la Archiduquesa?»
«Así es, me disculpo mi señor, no creo que nadie lo recuerde porque fue hace tiempo y el personal cambia de un día para otro».
«Aparte de eso, te ordené que buscaras a las criadas que trabajaban directamente para el vizconde».
«Ah…»
Al recluta se le pusieron los pelos de punta y se estremeció al oír aquella voz helada. Entrecerró los ojos, avergonzado, pero volvió a hablar rápidamente, esperando no haber ofendido a su amo.
«Las he encontrado».
«¿El resultado?»
«Hubo tres personas que renunciaron al vizconde Tyrian en ese lapso de tres años, dos fallecidas y la última no parecía saber nada».
El recluta llegado tragó saliva y habló con cuidado. Mantuvo la mirada baja y los labios fruncidos, intentando mostrar la menor emoción posible. Por suerte, Basster parecía demasiado sumido en sus pensamientos como para notar nada raro.
Las yemas de sus dedos hormigueaban de nerviosismo. Respiró lenta y profundamente, controlando sus emociones. Las largas horas de entrenamiento habían merecido la pena.
«Es extraño que dos de las criadas estén muertas».
«Sí. Deben haberse retirado del trabajo por alguna razón, he investigado un poco y todo apunta que el vizconde fue quien se ocupó de ellas».
«¿Cómo murieron?»
«En ambos casos fueron suicidios, pero encontré evidencias que no parecían propias de un suicidio. Hasta el último de sus días no parecían personas que estuvieran dispuestas a morir».
Basster asintió a las palabras del recluta. Tal vez, entonces, el vizconde Tyrian tuviera algo que ver. Aunque se había vuelto imposible que los nobles ordenaran abiertamente el asesinato de plebeyos, había muchos que lo hacían implícitamente.
Para los plebeyos, era la diferencia entre morir inmediatamente o morir más tarde. Los derechos humanos de los plebeyos seguían estando muy por debajo de los de la nobleza.
Las percepciones no cambiarían fácilmente, por mucho que lo intente el emperador. Se trataba de aristócratas que llevaban mucho tiempo manejando a conveniencia los plebeyos y sus señoríos.
Para ellos, los plebeyos eran bichos descartables, y sería difícil hacerles cambiar de opinión de inmediato.
«Sigue registrando la zona y tráeme la criada que afirma no saber nada».
El vizconde Tyrian habría querido no dejar rastro de su sucio secreto. Por la forma en que trató a su hija Karinna, tenía una idea bastante clara de cómo trataba a sus sirvientes.
Aun así, es difícil creer que sólo tres personas hayan renunciado en todo ese tiempo. Además, era posible que la criada estuviera mintiendo.
«Eso también… será algo difícil de cumplir, mi señor».
El recluta negó lentamente con la cabeza.
«¿Qué es lo difícil?»
«Al día siguiente de mi contacto, la encontraron muerta, despedazada por aves de rapiña».
«¿Qué diablos hacías…?»
«Lo siento mi señor. La tenía vigilada, pero me fui a otra búsqueda y cuando volví al día siguiente…»
El recluta inclinó profundamente la cabeza. Basster se cruzó de brazos y chasqueó la lengua. Se llenó de ira. No soportaba que otro le arranque las pocas pistas que ha recolectado, lo hacía sentir como un lagarto que de un momento a otro perdió su cola en un descuido.
«Tal vez el Vizconde Tyrian ya tenía planeado cómo erradicarla y mi contacto apresuró ese hecho….»
Basster asintió ante el comentario añadido del recluta.
«DePaul».
“Ordene”.
Basster llamó a la otra sombra, que se colocó a la espalda del recluta. Ante las palabras de Basster, el hombre llamado DePaul habló.
El hombre iba vestido de negro, con una máscara, y tenía un gran corte diagonal sobre un ojo.
«Hazte cargo y averígualo. Mira si alguno de los que renunciaron sobrevivió, y si no, tráeme aquellos con más tiempo de servidumbre…» Basster entrecerró los ojos con malicia, «No le vendrá mal al vizconde tener una o dos personas más desaparecidas», dijo en voz baja.
El Vizconde Tyrian es una figura parecida a un murciélago. Es un maestro de la manipulación y la adulación. También era muy perceptivo, era capaz de percibir rápidamente lo que alguien quiere y sacar provecho de eso. También era ser muy cobarde.
Si el líder de la manada es cobarde, es naturalmente sensible a la seguridad de los que le rodean. Probablemente se aferraría a la vida de cada uno de sus sirvientes. Así que, de hacerlo, tendrían que buscar un modo de que el secuestro pasara desapercibido.
Es más molesto y frustrante atrapar a un ratón que a un gran lobo. A diferencia de un lobo, que enseña los dientes tras unas cuantas provocaciones, una rata se escabullirá de nuevo a su madriguera cuanto más la provoques.
Así que Basster debía cerrar todos los agujeros por los que podía escabullirse sin que se diera cuenta, cerrar las puertas con llave y no darle ningún sitio al que huir. Si aplicaba este método, cazar ratas no era tan difícil.
Todo lo que necesitaba era el queso adecuado y algunas trampas.
«Sí, Excelencia».
«Sí, mi señor.»
En voz baja, Basster volvió a mirar al recluta. Él tragó saliva y fijó su mirada a los pies de Basster.
«Llevas aquí unos tres años. Ya no es momento para que sigas cometiendo errores».
No supo por qué las palabras que sonaban como un inocente llamado de atención se arrastraron a sus pies como una serpiente goteando veneno. El recluta apretó los puños e inclinó lentamente la cabeza.
«Lo siento, mi señor».
«La próxima vez, espero que no pierdas a nadie, menos si está bajo mi mando, hasta que este asunto este resulto, seguirás bajo mi supervisión directa. No toleraré otro error de este tipo».
«Así se hará. Seré cuidadoso, mi señor».
Basster lo reprendió una vez, lo oyó pedir disculpas y eso era suficiente. Ambos sabían que no habría una segunda oportunidad de decir lo mismo.
«Hubo otra cosa, se me informó que encontraste a la mujer que tuvo una aventura de una noche conmigo hace tres años».
El recluta volvió a asentir, ocultando su nerviosismo. La búsqueda de esa persona fue su primera misión para salir del estigma de ‘recién llegado’.
«¿Quién es?»
«… Ella es.»
El recluta respiró hondo. Si da un paso más aquí, ya no habrá vuelta atrás. ¿Estaba seguro de poder cruzar este río?
«Sabes, yo también quiero vivir como un ser humano, y no puedo evitar desear que alguien me acepte y me permita tener una vida mejor… Lo entiendes, ¿verdad? Shuri«.
Shuri, el recluta, hombre joven, esbelto, de piel blanca y voz suave, respiró lentamente. Ella era la única que tiene permiso de pronunciar su nombre. La única por la que daría su vida con tal de protegerla.
«La joven dama, Yvette Pearson, hija del Conde Pearson.»
«¿Yvette Pearson? ¿Había una hija en la familia Pearson?»
«Sí, resulta que es una hija ilegítima del Conde de Pearson…»
«Con qué una hija ilegítima».
Basster murmuró para sí mismo.
‘Así que por eso andabas por ahí en mitad de la noche’.
Los hijos ilegítimos eran una mancha en el mundo de la nobleza. Su mera existencia era como estar salpicado de inmundicia. Aunque fueran sus padres quienes los habían creado, fueron los hijos los que cargaron con el estigma.
Aun así, no era raro que la gente tuviera hijos ilegítimos, solo que a menudo se los mantenía ocultos y criados por terceros, o incluso se les permitía vivir en secreto dentro de la servidumbre. Tal vez ése fuera su caso.
‘Así que por eso no sabías cómo funcionaba el mundo’.
A Basster se le ocurrió entonces que el hombre contra quien buscaba vengarse podría no ser un esposo, sino su padre, el Conde.
El conde Pearson no le era extraño, pero tampoco son especialmente cercanos. Para los Pearson el negocio cervecero era el principal sustento de su hogar, como Archiduque coincidió un par de veces por asuntos comerciales, pero nada muy grande ni personal.
«Tendré que hablar con el Conde de Pearson. ¿Va a asistir Yvette Pearson a este banquete?»
Dándose la vuelta, Basster miró a Ten. El ceño de Ten seguía fruncido en señal de desaprobación, pero no desafió abiertamente a su señor.
«Concertaré una cita con el Conde Pearson; Yvette Pearson nunca ha estado en un banquete».
Basster asintió. Era lógico siendo una hija ilegítima.
«Notifica que veré a los condes Pearson y su hija Yvette debe estar presente».
“Entendido”.
Es un poco irónico que haya estado buscando a esa mujer desde hace tres años y sea en este momento de su vida que por fin se encuentre con ella. Por aquel entonces, solía esperar con impaciencia lo que hablaría con ella cuando se encontraran finalmente…
‘El vizconde Pearson no debió ser bueno con su trato.’
Se rumoreaba que su personalidad cambiaba completamente de cuando estaba sobrio a cuando bebía.
‘Yo no lo he visto, así que no puedo asegurarlo, pero no sale humo de una chimenea apagada, así que es difícil descartarlo como simple habladuría… Tal vez esté en problemas.’
Basster se cruzó de brazos y bajó la mirada en un ángulo.
‘Si necesita ayuda, solo tengo que brindársela’.
Sería más rápido exigir su silencio a cambio de ayudarla a mejorar su situación con su padre. Basster consideró con ligereza que ese sería un buen final.
Antes llegó a pensar que podrían llegar a establecer una relación formal. No obstante, ahora estando junto a Karinna y a Nitens, no tenía tiempo para pensar en ello. Se sentía abrumado sólo por descubrir su existencia, pero ahora que lo sabe, descubrió que saberlo no lo conmueve.
Sin embargo, ahora que está casado, es lo menos que podía hacer para ayudarla y evitar que se mezclaran otro tipo de cosas más molestas en el futuro.
Bueno, más bien sería un apaciguamiento.
‘Si eso no es suficiente…’
No puedo garantizar su vida ni la de sus allegados.
Basster siguió buscándola, en parte por codicia, en parte porque tenía que asegurarse de que mantuviera la boca cerrada. Tardó más de lo que esperaba, pero la encontró de todos modos.
Resultó ser hija ilegítima de un noble, así que por eso fue más difícil de encontrar.
‘Ahora que lo pienso, Karinna también es una hija ilegítima.’
El vizconde Tyrian actuaba como si la mimara, siendo todo lo contrario en la realidad.
«DePaul, ¿qué pasó con lo que te pedí el otro día? El informe sobre Tyrian y sus fechorías».
«Escribí un informe separado».
«¿Y el agujero?»
«Hay bastantes, Su Excelencia. No será difícil enterrarlo, no importa dónde cave, será pan comido».
Basster asintió satisfecho ante la tranquilidad que se desprendía de la voz de DePaul. A juzgar por el grueso informe, no sería difícil enterrarlo, desenterrara lo que desenterrara.
«Prepárate para irte en cualquier momento. La rehabilitación de Karinna debería mantenerlo vivo por un tiempo».
Si temes a un hombre, debes vencerlo, y el vizconde Tyrian era un muy buen sacrificio.
‘Seré obedientemente su escalera hacía la venganza perfecta’.
Basster entrecerró los ojos deleitándose lentamente del futuro y exhaló un suspiro de cansancio.
«Creo que hemos terminado aquí, pueden irse.»
Basster agitó la mano hacia las sombras. Las sombras desaparecieron en un instante, excepto Ten.
«¿Hay algo más que deba saber?»
«No lo hay».
«¿Cuántas veces te ha molestado el emperador?»
«Su majestad envía mensajeros con cartas a mano todas las semanas para asegurarse de que le avise cuándo mi amo vendrá».
El ceño de Basster se frunció ante la respuesta ligeramente cansada de Ten, lo cual era curioso, ya que nunca antes el emperador lo había buscado tan activamente.
«Ya veo. ¿La seguridad de la mansión?»
«Hemos tenido algunos incidentes, pero ninguno pasó a mayores. Una vez irrumpió un grupo de lo que parecían restos de bárbaros, pero fueron sometidos en menos de 10 minutos».
«¿Alguno vivo?»
«Dos al ser atrapados se suicidaron, el otro era un hombre salvaje al que se le desenterró información, pero literalmente no sabía nada más».
Basster asintió ante la rígida respuesta de Ten. Aparte de eso, el informe no tuvo ninguna novedad.
«Karinna es sensible a la presencia de desconocidos, así que dile a la servidumbre que estén lo más atentos posible a no incomodarla, llegado el momento deben dar prioridad a sus órdenes como si fuesen mías».
«Sí, señor.»
«Trata de ser muy cuidadosa. Para mí puede ser cualquier cosa, pero para ella debe existir en cada comida una buena variedad de nutrientes e ingredientes. Principalmente sirvan todos los postres y bocadillos posibles. Eso incluye al niño también».
Ten observó perpleja cómo Basster le explicaba cada paso a seguir como si le estuviera dando instrucciones sobre cómo criar al precioso zorro y su cría que había traído consigo.
Una profunda arruga en su ceño expresaba su perplejidad.
«Sí, Su Excelencia. Lo tendré en cuenta».
Ten apenas pudo responder antes de ver que Basster se ponía en pie.
Normalmente, cuando llegaba a la capital, su amo se sentaba en el despacho y tenía como prioridad ponerse al día con el trabajo atrasado.
«¿Ira a ver a la Archiduquesa?»
«Sí, le dije que estaría allí en un minuto. He demorado más de lo que pensaba».
Ya había pasado más de hora y media. Normalmente, habría preguntado un poco más a las Sombras, pero esta vez fue muy indulgente.
«¿Necesita algo más, mi señor?»
«Prepara la comida para dentro de un rato, pero aparte de eso, no tienes que venir a la habitación hasta que te llame».
«Ya veo.»
Hizo una reverencia profunda. Basster sacudió la cabeza y salió del despacho a grandes zancadas.
Su habitación estaba en el segundo piso. Sugerí que la habitación del niño estuviera justo al lado, pero dada la personalidad de Karinna, era poco probable que pudiera mantener alejado a Nitens.
«Karinna, soy yo… Oh, diablos».
Con una maldición en voz baja, Basster cerró la puerta tras de sí. Karinna dormía profundamente, de espaldas al sol, con su hijo en brazos.
Su cuerpo está inclinado, como si se hubiera dormido mientras acariciaba el pecho de Nitens. Gracias a su escudo, Nitens no estaba expuesto a la luz del sol poniente.
«Fui un tonto…»
Con un susurro bajo e irónico, Basster se acercó a la espalda de Karinna. El sol brillaba y su cuerpo lo bloqueaba. Atrajo a Karinna entre sus brazos, bloqueando el sol con su propio cuerpo.
Ella frunció el ceño ligeramente. Aunque se sintió cómoda en su abrazo, permaneció un rastro de molestia, así que Basster alargó la mano y le trazó suavemente la frente con el dedo, suavizando por completo su expresión.
«Buenas noches, Karinna.»
En un susurro bajo, Basster le acarició ligeramente la mejilla. No pasó mucho tiempo hasta que los tres empezaron a respirar con regularidad.
∴※✻※∴
«¿Por qué pareces tan ansioso? Shuri».
«… No.»
El recluta negó lentamente con la cabeza.
Sus ojos rosa pálido y su cabello color ciruela capturaron por completo su atención, y bajó lentamente la cabeza, quitándose la máscara negra que llevaba.
«Si me descubren, no sólo yo estoy en peligro, sino también Yvette…»
«No pasa nada, porque, aunque lo descubriera, para entonces ya estará completamente enamorado de mí».
«… Debes recordad que mi señor es un hombre temible, frío y aterrador, temo que te haga daño».
El recluta habló con calma. Su mirada recorrió los hermosos ojos y cabellos que contrastaban con su pálida piel. No había el menor atisbo de ansiedad en su sinuosa risa.
«No te preocupes, si tú y yo mantenemos la boca cerrada, nadie lo sabrá».
«… Sí.»
El recluta asintió.
Si ella estaba segura, que así fuera. No había a dónde huir desde el momento en que se atrevió a decir la mentira.
Viva o muerta, sólo habría una conclusión. Si morimos, morimos juntos, y si vivimos, vivimos juntos.
De todas maneras, ni él ni sus compañeros Sombras lograron descubrir quién era esa misteriosa mujer en realidad.
El recluta respiró bajo. Yvette, extendió la mano y trazó la profunda cicatriz de la mejilla de Shuri.
«Gracias a ti, pronto podré vivir como un ser humano».
«… Espero que el deseo de Yvette se haga realidad.»
«Así será. Voy a ser la Archiduquesa de Kayenne, y voy a desenmascarar los sucios trucos de esta familia y ponerlos de rodillas ante mí.»
Los ojos rosados brillaron con locura. El recluta rió amargamente. Desde la primera vez que la conocí, me enamoré de ella a primera vista. Podía ver la codicia en sus ojos que habían empezado a cambiar, pero pensé que era demasiado tarde para escapar.
«Pero. Ya existe una Archiduquesa…»
Los ojos de Yvette se endurecieron ante las palabras del recluta. La mirada que antes era suave se vaciló como herida y luego se llenó de molestia. La boca del recluta se cerró.
«No esperas que sea una concubina, Shuri, tú dijiste que querías que fuera feliz, ¿verdad que sí?»
«… Por supuesto, quiero que Yvette sea feliz.»
El recluta asiente lentamente. Esperaba que su amada fuera feliz. Sin embargo, aún tenía dudas de que su felicidad estuviera al final de este camino que habían tomado.
«De todos modos, dijiste que es una hija ilegítima, y que tiene consigo el hijo de otro hombre. Soy mejor que esa mujer cualquiera.»
Yvette me puso la mano en el pecho y se inclinó muy cerda del recluta. Lo miró con ojos llorosos esperando su apoyo. Tras un largo momento, el recluta asintió.
«Claro que sí, solo Shuri me entiende de verdad”.
Él se quedó sin palabras al ver su sonrisa brillar tanto como la luna llena.
«Cuéntame más de lo que has averiguado sobre el Archiduque. Personalidad, comportamiento, cualquier cosa».
«… Está bien.»
El recluta respondió lentamente.
Quiere que ella sea feliz. Habiendo escupido una mentira a su amo, sólo puede llorar que esa mentira se convierta en una verdad.
«¡Gracias, Shuri!»
Yvette se lanzó hacia delante y se aferró al cuello del recluta. Las mejillas de él se sonrojaron ligeramente mientras agitaba las manos en el aire, avergonzado, y luego asintió lentamente.
«De nada, Yvette.»
«Te he hecho una tarta de manzana».
«Tengo otra orden que cumplir, así que creo que será para la próxima».
«Entonces te daré un pequeño pedazo, sólo espera.»
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