CAPITULO I – Parte III
Karinna estaba harta de todo.
Odiaba el dolor de espalda que no se curaba cada noche y las llagas que se abrían poco después de haber empezado a sanar. Así que todo en el mundo era ahora inútil para ella. Excepto por una cosa, el niño que llevaba dentro y al que había dado a luz.
El niño se convirtió en su único motivo de respirar.
El vizconde Tyrian movió el brazo para alcanzar su cigarrillo. El movimiento hizo que Karinna bajara la cabeza y su cuerpo temblara violentamente. El vizconde Tyrian rió divertido al verla temblar.
«Mírate luciendo tan débil y asustada, hubiera sido mejor para ti ir con el Conde Buffo cuando tuviste la oportunidad».
Era un miedo instintivo. Cuando levanta la mano, le pegan. Ese hecho se había grabado en Karinna durante años. Aunque, desde hace un año la mano de su padre solía ir dirigida al niño, no a ella.
Se ha convertido en algo habitual envolver su cuerpo alrededor del niño para evitar que reciba alguno de sus golpes feroces.
Incluso desarrolló un caso extremo de agorafobia.
«Alégrate, porque tus años de servidumbre por fin han servido para algo».
El vizconde Tyrian rió con maldad.
No dejaría que Karinna se librara de arruinar diez años de arduo trabajo para lograr un matrimonio arreglado. El vizconde Tyrian tenía la fuerza y el poder para hacerlo, y por mucho que ella luchara, no era nada contra él.
«He oído que el Archiduque Basster Kayenne está buscando pareja».
«…»
Karinna agachó la cabeza sin responder.
Ella sabía de él. El número de personas que morían en la mansión era incontable, y siempre había cadáveres y sangre alrededor.
Las provincias del sur suelen ser invadidas porque limitan con otros países y son muy ricas en recursos. Él era el encargado de mantenerlos a raya y limpiar los alrededores.
Incluso se rumoreaba qué si le mirabas a los ojos, morirías en el acto.
Debido a todos los rumores inoportunos, no podía casarse, aunque era plenamente capaz y la persona más influyente, después del Emperador.
Ese rumor lo había oído hacía tres años, cuando aún participaba en algunos banquetes y fiestas de té. A estas alturas, probablemente los rumores sobre él ya habían pasado el punto de no retorno.
Además, era conocido por no acercarse a las mujeres. Se dice que una vez cortó la cabeza a una mujer por el simple hecho de confesársele, así que ¿quién querría desposar a alguien como él?
En cualquier caso, aunque reunía las condiciones perfectas como esposo; estatus, riqueza y poder, no pudo casarse con ninguna dama noble debido a todos los rumores. Y parecía ser lo mismo ahora, tres años después.
«No importa si eres imperfecta cuando no se está buscando amor. Te recomendé y me dijeron que sí».
«… ¿Qué se supone que recibirás a cambio?»
«Veinte caballos finos de Quebec, varios sets de seda exclusiva, siete pares de lingotes de oro y los derechos exclusivos de distribución durante un año de la fruta única que se obtiene en las tierras del sur».
Karinna cerró la boca. En el pasado, se habría reído de semejante dote, pero ahora no hizo nada; no tenía energía para ello.
El hambre diaria y el miedo a la violencia la hacían pequeña, y no quería montar un escándalo y dejar que la ira de su desalmado padre se direccionara hacía su hijo.
«¿Quién más aceptaría a una zorra con un hijo? Esta es una oportunidad de oro para ti, porque han dicho que está bien que tengas un hijo».
«… ¿Dijo que está bien que ya tenga un hijo?»
«Ajá. Escúchame bien, si vuelves a meter la pata, realmente… tú y tu cachorro terminarán vendidos a un burdel, ¿lo sabías? he oído que hay algunos bastardos peculiares con ese tipo de gustos enfermizos».
«…”
«Partirás dentro de una semana, así que mientras tanto vístete bien y has algo con esa cara de muerta que tienes. No dejes que ninguna tontería impida tu salida al territorio del Archiduque».
Karinna no respondió, pero el vizconde Tyrian confiaba en que ya no se dedicaría a desafiarlo inútilmente.
Sabía cómo utilizar la violencia para que la gente se sometiera y obedeciera, y eso es lo que ha estado haciendo durante los dos últimos años con su hija para domarla.
«No pongas a tu esposo de los nervios o te cortará el cuello de inmediato. Haz lo que te digo, puede que esta sea la última oportunidad que te da la vida, para enmendar tus errores pasados».
«…»
Cualquier cosa con tal de alejarme de esta casa estaría bien. Incluso si tuviera que encerrarme en algún sitio el resto de mi vida y guardar silencio, podría hacerlo.
«He hablado con las doncellas, será mejor que estés lista para salir de esa pocilga desde mañana. Ahora, sal de mi vista.»
Karinna hizo una reverencia sin decir palabra y salió del salón. El olor a cigarrillo llenaba la habitación y le producía náuseas.
Se tambaleó hasta el sótano, donde ya no era la única que vivía en lo que se había convertido en su habitación. Empujó la puerta de hierro con ojos cansados y entró.
«¡Mamá!»
Karinna inclinó la cabeza con cansancio mientras miraba al niño de ojos rojos sentado en la vieja y mohosa cama.
El niño, que tenía el pelo blanco plateado como el suyo y los ojos rojos del hombre con el que había pasado la noche, no comía bien y estaba en un estado similar al de ella, desordenado y polvoriento.
«¿Te duele?»
El niño asoma la cabeza y pregunta.
«… No, no duele.»
Karinna le acarició la cabeza una vez y luego se tumbó en el suelo. La vieja alfombra olía a humedad, pero ahora quería estar sola.
«¿Mamá está enferma?», vuelve a preguntar el niño mientras lucha por levantarse de la cama. El niño con la pronunciación incorrecta tiene ahora 26 meses.
A pesar de la falta de cuidados adecuados, el niño afortunadamente estaba sano. No sabía si tenía una constitución sana por ella o por el hombre que lo engendró.
«Te dije que no duele», dijo Karinna irritada. El niño dejó de moverse para bajar y se puso rígido. Había notado que su humor no era bueno.
«… Lo siento mamá. Nity es un niño malo.»
Se tapó la boca con sus pequeñas manos y se retiró en silencio a la esquina de la cama. Tumbada de lado en el suelo, con los ojos cerrados, Karinna los abrió lentamente y se incorporó.
«… No, mamá lo siente. Está bien Nity.»
Se subió a la cama y cargó al niño en brazos. Karinna enterró la cara en el pelo plateado del niño y le acarició la espalda mientras lo abrazaba con fuerza. El niño frotó la cara contra su cuerpo.
«Mamá, ¿Qué pasa?»
«Dicen que pronto saldremos de aquí. Dejaremos este lugar».
«¿Nity también?»
«Sí. Nity y mamá saldrán juntos».
El niño sonrió ampliamente y abrazó con fuerza a Karinna.
Nunca pudo salir completamente del sótano y tampoco se había quejado de eso.
Grrrr.
El estómago del niño rugió. Nitens se estremeció y se rodeó el estómago con los brazos.
«¡No! ¡Nity, no tiene hambre!»
«Podrás comer bien mañana, así que por ahora cómete esto».
«Pero, esto es de mamá”, dijo el chico con firmeza.
Esto era lo que Karinna le tocaba comer por la mañana, el chico lo sabía muy bien.
Karinna lo miró extrañada. Su hijo aprendía palabras con una rapidez asombrosa. También era rápido para pensar. No necesitaba hacerle un test para saber que era muy inteligente.
Sin duda, con un poco más de educación, podría haber volado con unas alas mucho más grandes de lo que ella lo hizo.
Al verlo negar con la cabeza, Karinna le puso la comida en las manos.
«Mamá está bien».
Las palabras que había recitado delante de él por costumbre, las dijo hoy con voz cansada.
Una vez tomada la decisión, todo fue muy rápido.
Cuando se dio cuenta de que podía salir de casa, Karinna no se rebeló y la trasladaron a una habitación un poco más grande en el segundo piso. Aunque en realidad, no cambió mucho la situación de Karinna y Nitens. El niño seguía sin poder salir de la habitación y Karinna era la única que podía ir y venir en la casa.
Sólo era cuestión de tomarle las medidas para su nueva ropa y arreglarle el pelo desordenado, todo lo necesario para darle un cambio de imagen.
Sin embargo, la espalda de Karinna era literalmente un amasijo de cortes, costras y cicatrices, pero nadie se dio cuenta porque la toma de las medidas y los baños los hacía junto a una criada que era la única que sabía lo que pasaba. Del resto utilizaba prendas que evitaran que su espalda se viera abiertamente.
El vizconde Tyrian era un hombre muy observador, por lo que siempre estaba atento a los puntos débiles de su personal, asegurándose de que no se filtrara nada innecesario.
Como no protestó durante la preparación, la comida se sirvió tres o cuatro veces al día, solo una porción, por lo que seguía sin haber comida para Nitens.
Aun así, esas porciones eran lo suficientemente grandes como para que la compartieran dos personas.
En el pasado, Karinna solía reírse mucho, pero, por alguna razón, en estos días su expresión era siempre seria. Intentaba ser dulce con su hijo, pero eso era todo lo que podía hacer.
«Mamá, ¿esto es de Nity?»
«Sí, es tuyo».
Karinna mostró su ropa al niño, que se acercó en silencio y la miró con los ojos muy abiertos.
Era de esperar que proporcionara ropa adecuada al niño. Para el vizconde Tyrian las apariencias eran lo más importante. Gracias a eso, Karinna consiguió una habitación con cuarto de baño privado, así que pudo lavar a Nitens varias veces para dejarlo totalmente limpio y aseado.
Cada vez que veía las mejillas hundidas de su hijo contra su piel clara, la invadía un sentimiento de remordimiento. Incluso después de dar a luz a su hijo, no podía importarle menos su propio bienestar. No podía darse ese lujo.
«¡Es precioso! ¿Es realmente de Nity?» preguntó Nitens con incredulidad. A Karinna le dolió el corazón y tuvo que inclinar la cabeza en silencio. Sabía que su hijo no se merecía todo aquello, pero alargó la mano y acarició la cabeza del pequeño.
«Sí, es de Nity, a partir de mañana iremos en carruaje durante un mes, y luego podremos vivir en una casa nueva».
«¿Una casa nueva? ¿Sólo Nity y mamá?»
«Umm, no, tendremos un casero, pero seguro que podrás salir y jugar fuera».
Los ojos de Nitens se abrieron de par en par ante la explicación de Karinna. El niño abrió la boca, incrédulo, antes de rodear las piernas de su madre con los brazos.
Karinna lo levantó y lo sentó en la cama.
«¿Podre ver el sol todos los días?»
Las palabras del niño se atropellaban por la emoción. Karinna asintió, recordando la última vez que había visto brillar como gemas los ojos de su pequeño.
«Bien, y, y, ¿la luna?»
«¿Hmm… quizás? Si el casero te deja.»
Se estiró en la cama mullida y sin chirridos, dando patadas con los pies y sonriendo expectante. En realidad Karinna no podía asegurar nada de esto, pero preferiría estar en cualquier sitio que aquí.
«Espero que sea una buena persona».
«¡Sí!»
Acarició lentamente el pelo del niño mientras éste respondía con voz firme. Karinna giró la cabeza para ver la brillante sonrisa del niño.
«¿Mamá está enferma?»
«No, mamá, está bien».
Karinna contestó con dificultad y, tomando al niño en brazos, se metió bajo las mantas; a veces cuando hacía este tipo de esfuerzos físicos le dolía la espalda, pero ya estaba acostumbrada y lo soportaba sin quejarse.
Comparado con el sótano, donde ni siquiera tenía una manta para taparse, la nueva habitación que les asignaron era el paraíso.
No olía a moho, no estaba sucia, la cama era mullida y espaciosa. Podía dormir con su hijo en brazos y quedaba espacio para moverse.
«Mamá, buenas noches…»
«Sí. Buenas noches, Nity».
«Je je…»
Un par de palmadas en la espalda y el niño no tardó en dormirse profundamente. Karinna le dio unas palmaditas en la espalda y le cerró la boca entreabierta por la sonrisa.
El cuerpo de Karinna estaba hecho un desastre, cubierto de feos moratones, los peores estaban a lo largo de su espalda, algunos eran demasiado viejos y no se iban.
Como las partes visibles estaban sanas, siempre llevaba ropa larga para que su hijo no pudiera ver sus cicatrices.
Agradecía que no le habían pegado ni una vez en el transcurso de esa semana.
«Lo siento, Nitens» murmuró Karinna en voz baja. Cada vez que miraba a los ojos claros del niño, se sentía culpable.
Karinna, con Nitens en brazos, se quedó dormida.
∴※✻※∴
Karinna y Nitens parten en un carruaje con una escolta de caballeros y doncellas.
El vizconde Tyrian, naturalmente, no la despidió, y su matrimonio se celebró en silencio, con escasa publicidad, incluso en los círculos sociales. Además, se había asegurado de que su escolta de caballeros y doncellas desconocieran las verdaderas circunstancias de Karinna.
Probablemente porque le preocupaba que se lo relacionaran con el Archiduque sangriento, pero a Karinna le pareció que esto era aún mejor.
Ajenos a la situación, trataron la seguridad de Karinna con severidad y disciplina.
Nitens era un encanto para quienes lo conocían, incluso para los caballeros de escolta y doncellas, ya que se acercaba sigilosamente a ellos y les hablaba de todo tipo de cosas.
Así, a todo el mundo le encantaba Nitens.
Karinna, en cambio, permaneció muy callada, casi ajena de todo.
Siempre mantenía la boca cerrada y rara vez salía del carruaje, su semblante permanecía sin cambios, sin mostrar expresión alguna.
El ambiente era tan incómodo que las doncellas dejaron de hablar con ella salvo para lo que estuviera relacionado directamente con su bienestar.
Nitens, en cambio, veía todo con ojos de curiosidad.
Las estrellas en el cielo nocturno, la niebla por la mañana, las gotas de agua en las hojas al despertarse, las hormigas que se arrastraban en apretadas filas, los escarabajos voladores, todas estas cosas le eran desconocidas y fascinantes.
En la mansión, solo Karinna le hablaba, el resto del personal fingía ignorar su existencia, así que estaba a gusto ahora, al ver que podía hablar con cualquiera y todos le respondían amablemente.
«¡Mamá, es una flor!»
Nitens arrancó una flor silvestre y se la tendió a Karinna con ambas manos.
Karinna lo aceptó con una leve sonrisa, mirando su pequeño traje y manos sucias.
«Gracias. Pero, ¿por qué trajiste una flor con raíces?»
«Es para que mamá se sienta mejor, uh… mmm. Nity le dará palmaditas para que también esté feliz».
“¿Palmaditas?”
«¡Sí! ¡Si no la acaricias, la flor morirá!»
‘¿Está tratando de decir que va a replantarla de nuevo en el suelo?’
Karinna ladeó un momento la cabeza y volvió a poner la flor en la mano del niño.
Al contrario de lo que pensaba, Nitens creció muy puro de corazón.
«Sí, mamá se siente mejor, ve y plántala de nuevo. Pronto tendremos que retomar el viaje.»
«¡Sí!»
Nitens, que ahora tiene 2 años y algunos meses, se tambaleó precariamente hacia delante y se arrodilló en el suelo.
Karinna lo observó mientras hundía torpemente las manos en la tierra y apretaba las raíces contra el suelo.
Sus manitos de helecho eran aún muy pequeñas y torpes. Intentando taparla, sacaba la flor, la enterraba en la tierra y volvía a sacarla al mover la tierra asegurarse de que las raíces estaban bien plantadas.
Incapaz de apartar la mirada, Karinna caminó detrás de él y se puso en cuclillas, luego alargó el brazo y superpuso su mano a la que sostenía la flor.
Los ojos rojos de Nitens se abrieron de par en par, sorprendidos. Su pelo blanco plateado y sus ojos rojos se entrecerraron en una amplia sonrisa, por un momento se pareció un poco a un pequeño conejo.
Karinna se rió un poco. Los ojos del niño se abrieron aún más.
«Mamá te reíste, ¿también te sientes feliz?» pregunta el niño con una clara sonrisa.
«Sí. A mamá le gusta Nitens porque tiene un corazón bonito».
Karinna movió suavemente la mano del niño para enderezar las raíces y cavó el hoyo un poco más profundo con la otra mano.
Una vez bien ubicada, Karinna la cubrió con tierra.
«Vaya, mamá es increíble».
«Vamos, límpiate las manos y subamos al carruaje».
«Sí.»
Karinna tomo su mano y lo condujo hasta el carruaje. La escolta les abrió la puerta y las criadas se apresuraron a limpiarles las manos con pañuelos húmedos con loción hidratante.
Nitens se quedó muy quieto mientras lo levantaban y lo colocaban en el asiento del carruaje. Karinna se sentó frente a él, la puerta del carruaje se cerró y empezaron a andar.
«Mamá», dijo el niño en voz baja.
«¿Sí?»
«Me gusta, esto es bonito».
El niño hizo un gesto con su pequeña mano, moviéndola arriba y abajo. Karinna miró desconcertada el gesto, que claramente significaba sonreír, pero siguió el gesto de Nitens e inclinó el torso un poco más cerca de él.
«¿Por qué?»
«Oohhh… Nity lo sabe mamá, eres la más guapa cuando te ríes».
El niño sonrió y dijo con orgullo.
Karinna lo observó sin decir palabra, luego alargó la mano y le acarició la cabeza con dulzura.
El mes de camino al territorio del Archiduque y la semana en el Vizcondado de Tyrian fueron insuficientes para mejorar sus mejillas hundidas y tez pálida.
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