Capítulo 96 – Mentira
* * * *
El estómago de Erna comenzó a revolverse una vez más. Cerró los ojos con fuerza y contó hasta diez. Una vez que llegó a las diez, las náuseas desaparecieron.
Hoy habría sido el día perfecto para salir a caminar, pero estaba teniendo problemas incluso simplemente pararse sin que la amenaza de vomitar se hiciera notar.
—Su Alteza, tal vez…— Lisa comenzó a decir.
—No, Lisa, es sólo un poco, simplemente no me siento bien. — Dijo Erna.
—¿No sería más seguro llamar a un médico?
—Ella no necesita un médico.
Al oír la voz, acercándose sigilosamente detrás de ella, Lisa se giró y vio al Príncipe acercándose a ella. Ya había regresado de desayunar con la Baronesa.
—Mi esposa simplemente está lidiando con los efectos secundarios de beber demasiado.
—¡Björn! —Erna lo regañó.
Estaba avergonzada por su estado y no quería que Björn anduviera por ahí y lo anunciara a todo el mundo. Lisa puso los ojos en blanco y con un suspiro dejó a la pareja en la habitación.
—¿Por qué le dijiste eso?
—¿Mentí? —Preguntó Björn, mientras caminaba con indiferencia y se sentaba al final de la cama.
—Eso… — Avergonzada por el recuerdo, Erna miró hacia la ventana, la luz del día era muy brillante. —No sé de qué estás hablando. —Sabía que la mentira probablemente no funcionaría, ella recordaba todo.
Erna recordó vívidamente haber tenido que pedirle a Björn que la llevara de regreso a la mansión en un estado desaliñado. El shock en el rostro de su abuela al ver a una nieta muy borracha y la mandó a la cama para que durmiera. Recordó la forma en que la habitación seguía girando cada vez que cerraba los ojos, mareándola mientras intentaba dormir. Lo peor de todo es que recordaba el horrible dolor en la cabeza cuando se despertó a la mañana siguiente.
—Oye, casta dama, sé honesta. —Te acuerdas de todo, ¿no? — Björn dijo con tono sarcástico.
—No, no, no lo hago.
—Cuanto más lo niegas, más miserable pareces.
—Bueno, creo que recuerdo algo de eso. — Erna ofreció el compromiso.
—Está bien, si eso te hace sentir más cómoda.
—Pensé que el alcohol era algo bueno, pero parece que estaba muy equivocada.
Björn se rió de la confesión de Erna. Ella se quedó mirando el patrón del papel tapiz, como si estuviera en shock.
—¿Es esto lo que te pasa cuando bebes siempre? —Erna le preguntó a Björn con seriedad.
—Eso sucede cuando bebes más de lo que debes. — Björn soltó una nueva risa.
—¿Te encuentras bien? —Bebiste mucho más que yo.
—No soy nuevo en la bebida, como tú. — Björn alborotó juguetonamente el cabello de Erna.
Erna se alisó el cabello desordenado. A pesar de que había estado bastante borracha la noche anterior y esta mañana, parecía estar volviendo lentamente a su serenidad habitual.
—¿Puedes asistir a la cena de esta noche?
—¿Cena? (Erna)
—Sí, la Baronesa nos está organizando una cena de despedida.
—Oh… — Erna dejó escapar un sonido de sorpresa.
La idea de tener que abandonar Buford mañana pesaba mucho sobre Erna, deseaba tanto quedarse en Buford y no volver nunca más a la ciudad, pero tenía deberes como Gran Duquesa.
—Solo necesito descansar un poco más y estaré bien. — Dijo Erna con calma, sacudiendo la cabeza para liberarse de todas las excusas para retrasar su partida.
Erna odiaba el constante escrutinio y crítica que acompañaban cada una de sus acciones. Los desdeñosos rumores que se difundían, comparándola constantemente con la Princesa Gladys, la perseguían por la ciudad como un hedor no deseado. No tenía ningún deseo de volver a una vida en la que la despreciaban y la trataban como a una villana. Deseaba permanecer en Buford y disfrutar de aquellos maravillosos días como si volviera a ser una niña.
Mientras Erna se preguntaba por su hermoso mundo dentro de su mente, su imaginación siempre la traía de regreso a Björn. Podía ver su rostro en todas partes y, sin embargo, si permanecía en Buford, él se alejaría de ella, su Príncipe, el caballero con traje real que le había salvado la vida, con una sonrisa arrogante.
Desde debajo de la acogedora manta, Erna extendió suavemente su mano, como una tortuga saliendo de su caparazón, y tomó la mano de Björn. Sus ojos, que habían estado estudiando la vista más allá de la ventana, la miraron. Mientras sus miradas se cruzaban, Björn sonrió suavemente y de repente una calidez se extendió por Erna como si alguien le estuviera haciendo cosquillas en lo más profundo de su barriga. Fue un momento que ella apreciaría para siempre.
Ella tenía que tener paciencia.
Después de quitarse las telarañas de su mente, pudo devolverle la sonrisa. Ella estaría bien, razonó, mientras estuviera con él y aunque él se lo ponía muy difícil, ella lo amaba mucho.
—¿Por qué me miras así? Si hay algún problema, dímelo. — Dijo Björn, mirando a Erna. —¿Que estás sintiendo? Incluso si sientes la necesidad de usar palabras duras, no me importa, prefiero que me digas cuando algo anda mal.
Erna respiró hondo y cerró los ojos con fuerza, intentando evadir la pregunta de Björn.
—¿Por qué no me lo dices? Ayer hablamos todo el tiempo. — Björn se dio unos golpecitos en un lado de la nariz.
—¿Qué? Bueno, creo que eso pertenece a la mitad de mi memoria que no recuerdo.
A pesar de sentir vergüenza por sus acciones de ayer, una parte de ella estaba feliz y contenta de haber podido brindarle a Björn algo de felicidad. Ella lo había hecho reír mucho.
* * * *
—Lo siento, pero esto va a ser un poco difícil. — Dijo el publicista de mediana edad.
Su sonrisa era algo incómoda, pero aun así transmitía inequívocamente su decepción por la negativa. Ella reconoció bien la expresión, ya que la había visto varias veces.
—Este es el manuscrito de mi hermano, del cual puedes estar seguro. Una vez más…
—Lo sé. — Él interrumpió la súplica de Catherine Owen. —Son frases hermosas, sí, muy claramente Gerald Owen, eso no lo dudo. Pero señorita Owen, debe comprender las referencias si tuviera que publicar este trabajo.
—¿Entonces? Se trata de la verdad, hay que decirla.
—¿Nunca pensó que la verdad dañaría la reputación de su hermano? — El anciano le lanzó a Catherine una mirada de amonestación, como si fuera una niña. —La familia real no se quedará de brazos cruzados ante esto y no sólo en Lars, sino también en Lechen. Su hermano, el genio poeta, que se involucró con una Princesa casada y tuvo un hijo ilegítimo, su hermano quedará arruinado.
—Lo sé. — Dijo Catherine con tristeza.
Ella respiró hondo y sin otra opción, aceptó la realidad. Después de descubrir el manuscrito condenatorio, ella tuvo los mismos pensamientos. Muchos le han dicho que sería mejor si ocultara la verdad y protegiera el honor de su hermano. Sin embargo, no pudo desviar su mente de esta tarea. La Princesa Gladys disfrutaba del centro de atención explotando la angustia y el dolor de los demás.
—Lo que mi hermano quería era la verdad, no una fachada de honor. Tengo la obligación de seguir su voluntad. Si no tiene el coraje de publicar la verdad, encontraré a alguien con agallas. — Después de repetir la misma perorata, Catherine se dio la vuelta y se fue. Podría haber visitado todas las editoriales de Lars, pero eso no significaba que fuera hora de darse por vencida.
Entonces, ¿dónde ahora?
Con cada paso que bajaba las escaleras para salir de la oficina de publicistas, la mente de Catherine corría con pensamientos sobre su próximo paso. Justo cuando estaba pensando en ir a Lechen, un joven apareció de repente al pie de las escaleras. Para su sorpresa, se trataba de un joven editor con quien había coincidido antes.
—Señorita Owen, me alegro de haber logrado encontrarla, ¿tiene un momento para hablar?
* * * *
Ubicada bajo la sombra de un altísimo fresno, la mesa del jardín se mezclaba perfectamente con el paisaje rústico. La vajilla y los candelabros irradiaban una elegancia atemporal, insinuando una historia querida. La comida en la mesa proporcionó un festín abundante y sin pretensiones.
Björn se sentó a la mesa, sorbió el vino en su copa y observó cómo Erna hablaba en su forma habitual, con su abuela. Estaba muy bonita, incluso con un sencillo vestido de muselina decorado con elaborados motivos florales. Se preguntó si su resaca finalmente se había disipado, mientras felicitaba a la Baronesa por una comida bien presentada. La Baronesa observaba a su nieta con ojos brillantes y llenos de adoración que brillaban a la luz de las velas.
—¿Qué tal si se queda en Schuber durante la temporada de verano? — Björn hizo una sugerencia por impulso.
Todas las familias nobles más prestigiosas acudían en masa a Schuber para sus vacaciones de verano. Incluso aquellos que hablaban descuidadamente sobre Erna no podrían objetar.
—Es muy amable por su parte ofrecerlo, su Alteza, pero me gusta estar aquí. Las grandes ciudades están demasiado pobladas para mi gusto. — Su tono era gentil y amable. —Pero siempre pueden quedarse aquí, cuando quieran, eso es suficiente para esta anciana, ¿verdad Erna?
«No, no es así.» — Era lo que Erna quería decir, pero le resultó difícil expresar sus verdaderos sentimientos y, en cambio, enrolló su servilleta y la apretó con fuerza. Su deseo de permanecer en Buford era tan fuerte como su renuencia a compartir sus verdaderos sentimientos. Aunque su abuela probablemente ya estaba al tanto de los viciosos rumores, no sabía qué pasaría si viera la situación con sus propios ojos.
—Sí, abuela. — Mintió Erna. —Volveré antes de fin de año.
Erna habló de su aprensión con inconfundible sinceridad, tranquilizando a su abuela a pesar de que volvería pronto. Si no antes del final de la ajetreada temporada de verano, al menos antes de las festividades de mediados de invierno.
—Sí, y estaré aquí, esperándote. — La Baronesa sonrió y asintió, como transmitiendo comprensión.
* * * *
La pareja ducal abandonó Buford a la mañana siguiente. Salieron temprano y la Baronesa los despidió con una cálida sonrisa. La despedida fue afortunada, ya que Erna actuó con más determinación de lo que la Baronesa esperaba.
Había tantas cosas que la Baronesa Baden quería decirle a Erna, pero al ver a su decidida nieta, terminó ocultándolo todo detrás de una sonrisa. No quería ser una carga y hacer que el corazón de Erna se sintiera más pesado de lo que ya estaba.
Erna había intentado volverse hacia su abuela, como si quisiera decir más, pero la Baronesa ya estaba abrazando a Björn. La forma en que llegó al carruaje, sosteniendo la mano de Erna, significaba que ahora definitivamente era familia. Él tenía que ser su fuente de apoyo.
—Por favor, cuide bien de nuestra Erna, Su Alteza.
—Por supuesto que lo haré. — Estuvo de acuerdo Björn ante las sentidas palabras.
La procesión, encabezada por el carruaje en el que viajaban los Grandes Duques, avanzó lentamente por el camino rural, dejando una pequeña nube de polvo a su paso. Erna agitó la mano por la ventana y el carruaje desapareció de la vista. En ese momento, no le importaba si su comportamiento poco femenino haría que el cielo se cayera.
La Baronesa permaneció en la entrada de la mansión hasta que se fue el último carruaje y finalmente entró. Fue recibida por la luz dorada de la mañana que entraba por las ventanas.
—Mi señora. — Dijo un sirviente mientras la Baronesa se dirigía a su dormitorio. —Su Alteza me pidió que le diera esto. — Dijo la criada, presentando un pequeño paquete.
—¿Qué hizo Erna?
La Baronesa aceptó el paquete con un dejo de sorpresa en su rostro. Mientras lo desenvolvía con cuidado, encontró un libro dentro. La Baronesa sonrió y soltó una risita, era un libro de crucigramas.
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