La Duquesa Perth(1)
Durante días, Evelyn se enterró en la biblioteca y estuvo ocupada recopilando información necesaria que la ayudaría. Se preguntaba si el verano había llegado sin noticias nuevas desde que comenzó la temporada de lluvias.
«En la temporada de lluvias, la biblioteca huele más a libros.» Aprendió una cosa más que no sabía. En la Biblioteca Real, que guardaba valiosos libros antiguos, su aroma a antigüedad se mezclaba con el sonido de las gotas de lluvia en el exterior aumentando su frescor.
Lo que descubrió durante los días de investigación era que el acuerdo comercial firmado entre los países del Sur, liderados por el Reino de Felice, presentaba con lujo de detalles las cláusulas a seguir, pero quedó solo en papel y el Imperio los ignoró, desde entonces se había tomado lujos cercanos a la explotación.
«En otras palabras, nuestro acuerdo no tiene ningún problema, pero el Imperio ni siquiera lo trató como tal y lo usó a su antojo.» Los ojos de Evelyn estaban llenos de ira. Siempre había odiado las costumbres imperiales del pasado. Pero ahora sus víctimas no sólo era ella, sino también su pueblo. ¿Cuál era su especialidad que lastimaban el duro trabajo del pueblo?
«Tienes que lograr hacer un trato justo. De lo contrario, será como obtener algo de dinero de un ladrón cada año. Es una situación difícil, y no hay garantía de que no empeore.» Arturo la colocó formalmente en el Parlamento hace un par de días. Además, también le dio un puesto como Jefe de la Delegación para los Acuerdos Comerciales contra el Imperio.
«No sucedió sólo una o dos veces, sino muchas veces…» Evelyn, olvidando su fatiga, miró el informe de daños que había recibido de los nobles que se habían unido al acuerdo comercial. Después de leerlo, se sintió tan enfadada que golpeó el escritorio con el puño. «Tengo que mostrarles que no somos fáciles.»
Respiró hondo y cogió una carta de papel. Era un documento oficial que nunca había escrito en su vida. Después de dudar en escribir la primera frase, escribió toda su investigación con una letra elegante.
La ignorancia Imperial de los acuerdos comerciales con el sur y la venta de sus bienes con fines de lucro enfocados en la explotación eran acciones que no se permitían en la ley Imperial ni en ningún otro Reino del sur. Y peor aún, porque todo fue hecho abiertamente por el Imperio.
Al principio, nadie pensó que esto sería un problema tan serio. El acuerdo comercial comenzó en las ricas tierras del sur y se esperaba que expandiera aún más la red comercial a través del intercambio con países lejanos. Pero el Imperio parecía haberse convertido en un obstáculo muy grande.
«Esta gente siempre es el problema».
En lugar de firmar el acuerdo, los enfrentaron a pagar por enormes derechos de aduana. Incluso peor, los problemas no terminaron ahí. Después de recibir los derechos de aduana, deliberadamente les interrumpieron el movimiento de los puertos o canales y a veces los obligaban a entregar bienes de lujo a bajo precio. Su razón era que ellos eran el Imperio, así que podían hacerlo.
[Los Países y Provincias del sur que firmaron Acuerdos Comerciales, liderados por el Reino de Felice, han decidido dejar de presenciar la tiranía imperial que continuamente explotaba nuestro comercio. Si el Imperio no hubiera firmado un acuerdo comercial, o si se hubieran tomado precauciones necesarias para arreglarlo, nosotros todos los Miembros del Acuerdo Comercial de la Región Sur no habríamos decidir cortar definitivamente nuestras relaciones comerciales con el Imperio.
Evelyn Felice, Ministro de Finanzas del Reino Felice, Jefe del Acuerdo Comercial.]
Evelyn firmó la carta sin dudarlo. Como escribió la carta ella misma, resultó mucho peor de lo planeado. Quizás Fabián sería la primera persona en la historia del Imperio en recibir una carta tan irrespetuosa de un pequeño Reino.
¿Pero qué le importaba? Fabián dijo en el banquete que sabía lo que ella quería decir. Si él conocía verdaderamente su corazón, no se habría sorprendido.
«Estoy realmente harta del imperialismo ahora». Evelyn miró la carta con ira y llamó al Jefe del Estado Mayor para que la enviara al Imperio. Entonces un rincón de su mente pareció enfriarse un poco.
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