Capítulo 16: El Juego
En algún momento, empezó a nevar copiosamente. Los copos de nieve, como amentos de sauce, se arremolinaban y danzaban como flores sobre su vestido blanco puro. El cielo y la tierra estaba en silencio, solo se oía el susurro de los copos de nieve al rozar la tierra.
A diferencia de la calma del exterior, la partida de ajedrez dentro del pabellón ya era turbulenta y la batalla estaba en su apogeo. El viento frío arrastraba los copos de nieve que entraban por los cuatro lados del pabellón, ventilado el ambiente y haciendo que el frío fuera aún más intenso. Jun Min se sentía mejor; después de todo, tenía una gruesa capa que la protegía del viento y la nieve, pero Luo Chang’an estaba mucho peor, las yemas de sus dedos, que sostenían las piezas, estaban rojas de frío, y ocasionalmente sorbía por la nariz, y sus finos labios estaban pálidos.
Luo Chang’an reflexionó un momento antes de colocar una pieza blanca. El sonido de sus movimientos era extremadamente suave, como la calma antes de la tormenta, muy similar a su personalidad cautelosa y astuta. Pero Jun Min Xin, por otro lado, era diferente, desde el principio, se lanzó a la carga, cada pieza negra rebosante de veneno, cada movimiento un golpe mortal. A Luo Chang’an le costaba creer que esa chica aparentemente tranquila y elegante que tenía ante él, pudiera jugar un ajedrez con una determinación tan despiadada, cada movimiento parecía llevar consigo una furia desbordante, decidida a derribar al oponente, una persecución implacable, sin descanso hasta la muerte.
Al otro lado del tablero, Jun Min Xin rodeó las piezas negras; los oscuros tonos hacían que las yemas de sus dedos parecieran blancas como el jade. Entonces alzó la vista para mirarlo; sus grandes y oscuros ojos eran más fríos que la nieve acumulada durante diez mil años, irradiando una determinación solitaria, orgullosa y obstinada que desafiaba al mundo.
* * *
Cuando el Rey Jing los encontró, ya había pasado una hora. El viento y la nieve disiparon la tenue fragancia de las flores de ciruelo y el Rey Jing miró al joven y a la joven que luchaban en el pabellón y esbozó una sonrisa amarga e impotente.
“Estos dos jóvenes, los hemos estado buscando por todas partes y aquí están, escondidos en este lugar.”
Feng Zhao, que estaba a su lado, dijo con suavidad: “Jugando al ajedrez, ¿eh? Ese chico, Chang’an, es difícil de batir.”
El Rey Jing se abstuvo de hacer comentarios, sus agudos ojos escudriñaron las profundidades del pabellón y dijo: “Parece que la partida está casi por terminar. Padre, hace demasiado viento aquí. ¿Por qué no regresa a descansar con la venerable dama? Los llevaré para cenar después de que terminen esta partida.”
Feng Zhao asintió. – “Hace frío, voy a encargar a los sirvientes que preparen sopa de jengibre.”
Después de ver partir a Feng Zhao, el Rey Jing se dirigió con paso ligero al pabellón para observar la batalla.
La meticulosa estrategia de Luo Chang’an dio a las piezas blancas una clara ventaja en el tablero, pero las negras aún tenían una oportunidad, aunque una victoria contundente seguía siendo difícil. Luo Chang’an realizó un movimiento, y era hora de que las blancas cerraran la red.
Jun Min Xin permaneció impasible, las piezas negras se volvieron cada vez más ágiles y el siguiente movimiento sorprendió a Luo Chang’an. Originalmente, las blancas habían estado avanzando paso a paso, obteniendo una posición dominante, pero justo en ese momento, las piezas negras forjaron una brecha a la fuerza en un rincón insignificante. la gran red de las piezas blancas se rompió, y las negras recuperaron gradualmente el terreno perdido, abriéndose un camino hacia la supervivencia con una determinación inquebrantable…
Luo Chang’an tuvo de repente la ilusión de que la chica que tenía delante no estaba jugando al ajedrez, sino arriesgando su dignidad y su vida, por lo tanto, no estaba dispuesta a perder, no podía perder. ¡Solo podía seguir matando, matando, matando sin cesar!
Chorreando sangre fresca.
Pasó un tiempo indeterminado antes de que se realizara el movimiento final y el polvo se hubiera asentado.
Empate.
Se hizo un silencio absoluto. Luo Chang’an abrió los ojos con incredulidad. Por primera vez, alguien había logrado convertir una victoria segura bajo su control en un empate… Conmocionado, pero secretamente aliviado, se preguntó cuántos movimientos más habría podido aguantar ante un ataque tan desesperado, a todo o nada.
“¡Nunca pensé que Min’er fuera tan hábil al ajedrez!” – Sonrió el Rey Jing, quitándole la nieve del cabello. – “Las habilidades ajedrecísticas del Noveno Príncipe son realmente notables, Min’er podría no ser capaz de conseguir un empate la próxima vez.”
Al oír la voz del Rey Jing, ambos se sobresaltaron, estaban tan absortos en su partida de ajedrez que ni siquiera se dieron cuenta de su aparición. Al levantar la vista y mirar a su alrededor, vieron que una gruesa capa de nieve se había acumulado en los hombros de ambos, y el cielo se había oscurecido considerablemente. ¡Esa partida de ajedrez entre piezas blancas y negras había durado más de dos horas!
Sabiendo que las humildes palabras del Rey Jing de hace un momento, pretendían moderar su propia agresividad, para evitar enemistarse con el arrogante Luo Chang’an, Jun Min Xin le dedicó a su padre una sonrisa de agradecimiento, se frotó los hombros entumecidos y doloridos, y se puso de pie.
Justo cuando se levantó, se oyó un débil “¡Achís!” mientras Luo Chang’an estornudaba suavemente, con dos hileras de mocos claros corriéndole por la cara. Jun Min Xin miró fijamente al frágil joven vestido de negro, justo cuando sus miradas se cruzaron en un momento de vergüenza.
Tras un momento de silencio, no pudo evitar soltar una carcajada. ¡La imagen del digno Noveno Príncipe, con esa nariz mocosa, qué embarazoso! Jun Min Xin sintió un placer mezquino y malicioso por su desgracia, una pequeña satisfacción vengativa.
Luo Chang’an la miró inexpresivamente, con los ojos llenos de rabia y vergüenza, pero sin rastro de intenciones asesinas. El Rey Jing intervino suavemente para detener a su hija: “Min’er, deja de hacer tonterías.”
Jun Min Xin dejó de reír, sacó un pañuelo cuadrado de su manga y se lo entregó a Luo Chang’an, luego se dio la vuelta y se alejó. Su capa escarlata trazó un arco ardiente en la nieve, como si fuera a estallar en llamas al momento siguiente. Sus pasos sobre la nieve solo producían un leve susurro, como la más silenciosa de las burlas.
Su silueta transmitía una deliberada frialdad y una contención indescriptible, como si fuera a romper a llorar si se daba la vuelta más tarde. En ese momento, incluso el viento traía el aroma de la desilusión amorosa… Luo Chang’an pensó así mientras aferraba el pañuelo limpio y fragante.
Fue solo un momento de sentimentalismo, el Noveno Príncipe suprimió de inmediato cualquier expresión facial superflua, volviendo a su habitual comportamiento arrogante y severo. Echó una mirada fría al pañuelo blanco que tenía en la mano, se lo llevó a la nariz y luego… se sonó la nariz con fuerza. Levantó la mano para tirar el pañuelo sucio, pero su brazo se detuvo en el aire y finalmente no pudo deshacerse de él.
Los siguientes días pasaron como un rayo, y todo el cebo que Qiu Chuzhao había tendido se había desperdiciado como una piedra que se hunde en el mar*, sin dejar rastro alguno. Qiu Chuzhao era famoso por su crueldad en el campo de batalla, y con sus métodos, comprendió naturalmente que el Rey Jing debía de haber comandado un ejército secreto y desconocido y los hombres que él había enviado probablemente habían sido interceptados y asesinados a mitad del camino.
(N/T: «石沉大海» (shí chén dà hǎi) es un modismo chino cuyo significado literal es «una piedra se hunde en el gran mar». Su significado figurado en español es: Quedar sin respuesta o sin rastro: Se utiliza para describir una situación en la que algo (como una carta, una solicitud, una noticia, o incluso una persona) desaparece por completo y no se vuelve a saber de ello, como si se hubiera hundido en el fondo del océano.)
‘Jun Xian, Jun Xian…’ – El nombre cruzó por su mente varias veces, y Qiu Chuzhao soltó una carcajada. – ‘¡El hijo de la ex emperatriz del caído Reino de Li! Esta también podría ser una pista importante.’
Al expirar el período de inspección, Qiu Chuzhao y Luo Chang’an se prepararon para regresar al Gran Reino de Jiang.
Antes de irse, Luo Chang’an le preguntó a Jun Min Xin: “¿De verdad me detestas?”
Fue una pregunta totalmente inesperada, y Jun Min Xin lo miró sorprendida. La expresión de Luo Chang’an permaneció fría, y en sus palabras no se podía discernir alegría o ira.
“Ese día, cuando jugamos al ajedrez, pude apreciar un par de cosas por tu estilo de juego.” – Ella luchó contra él como si se le fuera la vida, si no lo odiara tan profundamente, ¿cómo podría una mujer tan gentil y serena como ella…?
Jun Min Xin guardó silencio. Pero en su corazón se burló varias veces. – ‘Fuiste a quien una vez amé con todas mis fuerzas, y también la persona a quien deseo con ansias beber su sangre y devorar su carne. ¡Arrojaste mi corazón al suelo, lo pisoteaste con fuerza y luego lo destrozaste con una sola flecha! Dime, ¿crees que te odio? ¿Crees que te odio?’
Al ver su silencio, Luo Chang’an murmuró para sí mismo: “Es extraño, claramente es la primera vez que nos vemos, no hay ningún rencor profundo entre nosotros, así que ¿por qué me desprecias tanto?” – Tras una larga pausa, volvió a suspirar. – “¿Podría ser, un rencor de una vida pasada?”
El corazón de Jun Min tembló y una repentina oleada de tristeza le subió por la garganta, amenazando con ahogarla. Tras una larga pausa, finalmente recuperó la voz, se dio la vuelta y dijo con calma: “Siempre he sido así. Su Alteza, por favor, no se preocupe en vano.”
El joven de túnica negra dio la vuelta y montó de un salto en su caballo, con las mangas de su túnica ondeando al viento. La miró fijamente, con los labios ligeramente curvados mientras decía: “Si tenemos suerte y el destino nos concede otro encuentro, terminemos esa partida de ajedrez, ¿qué te parece?”
La capa escarlata de la chica danzaba tristemente en el viento nevado, su larga cabellera negra trenzada en dos mechones y cubriendo su pecho, atrajo su atención. Ella no asintió ni negó con la cabeza, simplemente sostuvo su mirada en silencio, sin pestañear en absoluto, con sus ojos oscuros brillando de orgullo y confianza.
Solo cuando Luo Chang’an y sus compañeros de grupo desaparecieron en la nieve helada, se deshizo de la fachada que había estado manteniendo a duras penas y, con algo de debilidad, arrastró su cuerpo cansado de regreso al Palacio Chaolu.
La campanilla de camello en el alero tintineó, un sonido claro y etéreo. Jun Min Xin escuchó atentamente; su cuerpo, tenso durante días, se relajó gradualmente, hasta que un momento después, se quedó dormida sobre la mesita junto a la ventana.
Mu Jin, al entrar en la habitación, vio el inusual sueño profundo de la Princesa y, temerosa de que se resfriara, fue a la habitación interior y trajo una manta para cubrirla.
En un instante de ensoñación, le pareció oír a la Princesa murmurar en sueños, con una voz amarga como si estuviera empapada de lágrimas:
“Chang’an, Chang’an ha caído…”
El autor tiene algo que decir: Hermanas, por favor, consuelen a Chen Ji, quien lleva un tiempo varada en la frontera norte.
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