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Capítulo 14: Luo Chang’an

 

Unos días después, cuando la nieve acababa de despejarse, Qiu Chuzhao y Luo Chang’an finalmente llegaron a la Estación de Correos de la Capital Real.

Ese día, el palacio estaba adornado con linternas y coloridas decoraciones, rebosaba de elegantes cantos y bailes, y suaves acordes de la música de cuerdas de seda llenaban el aire. El Rey Jing ofreció un banquete en el salón principal para dar la bienvenida a los enviados de la dinastía Jiang.

El Rey Jing vestía una túnica oficial púrpura con un borde en forma de nubes, una corona dorada y púrpura en la cabeza, calzaba botas que imitaban las nubes en los pies y una horquilla de jade blanco, acentuaba aún más su rostro, tan bello como el jade sin tallar, mientras que sus ojos brillaban con una encantadora luz violeta, de una profundidad insondable.

“El banquete está a punto de comenzar, Min’er.” – Ladeó la cabeza ligeramente, la mitad de sus rasgos ocultos en la sombra, con la luz de fondo difuminándolos, solo sus ojos violetas permanecían sorprendentemente nítidos.

A su lado, Jun Min Xin también vestía un elegante y hermoso atuendo palaciego, su cabello oscuro estaba recogido en dos trenzas en forma de espada, un toque de maquillaje de flor de ciruelo en la frente, vestida con toda la pompa ceremonial. Se miraba en silencio en el espejo de bronce, con el ceño ligeramente fruncido y una expresión profundamente compleja, tras un momento de vacilación, dijo a regañadientes.

“Esta hija no se siente bien, así que no irá.” – Porque allí estaba la persona a la que más temía ver, y a quien más detestaba.

El Rey Jing asintió sin hacer más preguntas y tras indicarle que descansara bien, salió del palacio y se dirigió al bosquecillo de ciruelos en el jardín trasero.

Una corriente de aire frío inundó la habitación y, a lo lejos, se oía el sonido de una música etérea tocada con cuerdas de seda. Jun Min Xin contempló su reflejo en el espejo de bronce: hermosamente maquillada de rojo carmesí, sus brillantes ojos negros resplandecían con un toque de dolor, teñido con una pizca de desconcierto.

Cerró los ojos; sus largas y rizadas pestañas la aislaron del mundo.

¿Saben que es lo más aterrador del mundo? No es soportar el sufrimiento, sino no saber cuándo terminará ese sufrimiento… De repente se sintió completamente derrotada, profundamente disgustada consigo misma por no atreverse a afrontar la realidad, siempre acobardada a la sombra de Luo Chang’an, débil y llorosa.

‘¿Cuándo terminaría esta evasión?’

El banquete ya debía de haber llegado a su clímax, aburrida, Jun Min Xin cogió su pipa de la habitación interior, se recostó en el sofá y tocó una melodía completamente diferente a las suaves y apacibles canciones que se oían a lo lejos: «Derrotando a mil Tropas.»

Como dos ejércitos enfrentándose, las notas subieron de graves a agudos, de lentas a feroces. Pero de repente, las cuatro cuerdas crujieron, los tambores retumbaron como locos, sus diez dedos volaron por las cuerdas, los sonidos metálicos y crepitantes se estallaron en una furia caótica, y de repente, un impulso majestuoso se apoderó de la sala… Con un movimiento de sus dedos de jade, la pieza terminó, dejando solo ecos temblorosos persistentes.

Jun Min Xin sacudió la cabeza: Había aprendido aproximadamente el 70% de la intensidad, pero no había alcanzado el límite.

Al levantar la vista casualmente, vio de repente a un joven vestido de negro de pie junto a la puerta, parecía tener unos quince o dieciséis años, con ojos penetrantes, labios finos y un cabello como cortado con tinta, las sombras dividían su rostro en dos mitades, una brillante y otra oscura… No tenía ni idea desde cuándo había empezado a estar allí.

Sus miradas se cruzaron, y ambos quedaron paralizados.

Temblando de aprensión, ella había buscado todos los medios posibles para evitarlo, pero inesperadamente, el destino los había reunido en tales circunstancias. ¡Era ineludible, es en efecto, el destino!

Tras una sacudida en el corazón, sintió una calma inesperada. Jun Min nunca imaginó que, al ver a ese hombre frío y despiadado, no sentiría aprensión ni resentimiento. En cambio, un solo pensamiento cruzó por su mente: ‘¡Luo Chang’an tenía ese aspecto en su juventud!’

…Parecía que, con el paso de los años, incluso había olvidado la apariencia de su enemigo.

 

***

 

La joven doncella como una flor de cardamomo, que tenía delante, acunaba una pipa de color rojo sangre. Su cabello negro azabache estaba recogido en dos trenzas, adornado con dos horquillas doradas en forma de pinzón inclinadas en las sienes, con borlas doradas balanceándose, y un toque de colorete rojo ciruelo adornaba su frente. Llevaba un vestido lila, falda con estampado de peonías y una banda palaciega amarillo pálido, los ricos estampados florales florecían en capas sobre sus prendas, enmarcando su delicado rostro blanco como la porcelana y el brillo húmedo de sus ojos oscuros.

“¿Tocaste esa pieza de pipa tú?” – El joven de túnica negra levantó ligeramente la barbilla para mirarla y sus ojos de fénix ligeramente inclinados hacia arriba, reflejaban una arrogancia inconfundible, y el tono que usó era inequívocamente interrogativo.

Jun Min Xin no lo miró, dejó la pipa, se levantó y preguntó: “¿Por qué su Alteza el Noveno Príncipe no está en el banquete y está aquí?”

“¿Me reconoces?” – Luo Chang’an arqueó las cejas con sorpresa.

‘¿Cómo no reconocerte? ¡No olvidaría ese rostro tuyo ni aunque se convirtiera en cenizas!’ – Jun Min Xin sonrió fríamente, con un toque de burla en sus ojos oscuros. – “Túnica negra con estampado de dragón; esa ropa no puede usarlo cualquiera.”

“Bebí unas copas de más en el banquete, así que salí a dar un paseo y oí vagamente el sonido de una pipa, así que seguí el sonido hasta aquí.” – Luo Chang’an, con los brazos cruzados, la miró desafiante y preguntó. – “Ahora dime, ¿quién eres?”

Jun Min Xin frunció los labios sin decir nada y Luo Chang’an tampoco la presionó, simplemente se quedó allí, observándola en silencio con una mirada tan aguda como la de un halcón. El ambiente se volvió incómodo por un momento…

“¡Princesa, algo terrible ha sucedido! El Rey y el General Qiu comparten un odio común… ¿Eh? ¿Quién es este?” – Justo cuando estaban en un punto muerto, una figura apareció a un lado, llevaba con una falda con estampado de hojas de sauce y dos moños en espiral, era nada menos que la doncella, Mu Jin.

El corazón de Jun Min dio un vuelco y pensó. – ‘Ay, Dios mío, ¿por qué Mu Jin tiene que llegar justo en este momento?’

“Oh, eres la hija del Rey Jing.” – Como era de esperar, Luo Chang’an entrecerró sus ojos de fenix y una sonrisa se abrió paso entre el hielo, al pronunciar las palabras que tanto la habían arruinado en su vida anterior.

Él dijo: “Dicen que la familia Jun es famosa por producir bellezas y al verla hoy, veo que realmente merecen esa reputación.”

Como un hechizo. Su corazón latía con un caos incontrolable, una mezcla de pánico y desconcierto. Tras una larga pausa, respondió con voz forzada, intentando mantener la compostura: “Su Novena Alteza, exagera.”

Sus grandes y hermosos ojos húmedos albergaban un profundo resentimiento, como un cervatillo tímido y enfadado. Luo Chang’an se burló para sus adentros: ‘¡Interesante!’

Mu Jin se quedó sin aliento e inmediatamente se arrodilló para saludar: “¡Esta sirvienta saluda a Su Alteza!”

Luo Chang’an ni siquiera la miró, en cambio, le dijo a Jun Min Xin: “Este príncipe acaba de llegar y no conoce el camino, por favor, solicito a la Princesa de la familia Jun que me guíe de regreso al banquete.”

Jun Min Xin no respondió, pero le susurró en voz baja a Mu Jin: “¿Qué pasó con mi padre?”

Mu Jin echó un vistazo a Luo Chang’an y dijo con cautela: “El General Qiu está creando dificultades deliberadamente a Su Alteza, la situación no es buena.”

Solo entonces Jun Min Xin giró la cabeza y le dijo con fría indiferencia a Luo Chang’an. – “Por favor, sígame, Su Alteza.” – Luo Chang’an esbozó una sonrisa inescrutable y la siguió descaradamente fuera del salón, hacia el salón principal.

Los cantos y bailes del banquete habían cesado, y las mesas estaban llenas de buen vino y exquisiteces, la gente bullía de un lado a otro, y las coloridas túnicas oficiales brillaban con fuerza. Incluso llegó la Reina Consorte Liu, a quien hacía tiempo que no se le veía, llevaba el cabello negro recogido en un moño al viento y una corona de orquídeas doradas en la cabeza, su rostro de jade y sus labios carmesí hacían que su belleza rivalizara con la de un tesoro nacional.

En la mesa de Qiu Chuzhao, había un funcionario de mediana edad que, a juzgar por su atuendo, parecía ser un funcionario civil de sexto rango y discutía acaloradamente con la secretaria principal, Gu Qinshu, sobre el tema de «la abundancia de tesoro del Reino Jing que justificaba el aumento de los tributos fiscales al Gran Jiang».

Gu Qinshu, siendo una mujer de temperamento tranquilo y sereno, respondió con prontitud y tranquila sabiduría: “Las tribus Hu han invadido el sur, y el norte sufre tormentas de nieve. Acaso Su Excelencia, ¿no ha visto a los refugiados apiñados a las puertas de la ciudad de Reino de Jing? Los libros de cuentas están llenos de asientos claros como el agua, con letras negras sobre papel blanco*, así que, ¿de dónde viene la afirmación de que el tesoro está desbordado?”

(N/T: * «白紙黑字» (bái zhǐ hēi zì) significa literalmente «papel blanco y letras negras», y se refiere a tener pruebas escritas y concretas de algo, como un documento o contrato con una evidencia irrefutable. Se usa para indicar que algo está escrito y es una prueba clara, innegable o definitiva.)

El funcionario civil se atragantó, incapaz de refutar sus palabras, sin darse cuenta, que los refugiados bajo las puertas de la ciudad eran en realidad tres mil soldados de élite disfrazados bajo el mando de Jun Xian, un mero engaño para desviar la atención.

Jun Min Xin frunció los labios y se sentó tranquilamente junto al Rey Jing sin mostrar emoción alguna y al levantar la vista, captó la mirada burlona de Luo Chang’an, e instintivamente apartó la mirada, como si se hubiera quemado.

Justo cuando se esforzaba por mantener la compostura, una voz desprovista de emoción flotó en el aire, cargada de una sombría intención asesina: “¿Quién acaba de llegar es la joven Princesa de la familia Jun?”

Jun Min Xin levantó la vista de repente y vio que quien hablaba tenía unos veintiséis o veintisiete años, vestía una túnica militar azul oscuro con un furioso dragón marino bordado en el cuello, su rostro era afilado como un cuchillo, su nariz como la de un águila, ojos de lobo y cejas que se extendían oblicuamente hasta las sienes. Era Qiu Chuzhao, el general de confianza del Emperador de Jiang. Quizás debido a que las heridas que le había infligido en una vida pasada eran demasiado profundas, Jun Min Xin sintió de repente que apenas podía respirar bajo la mirada opresiva de Qiu Chuzhao.

El Rey Jing metió la mano bajo la mesa, sin dejar que nadie lo notara, para agarrar los dedos de su hija, que se retorcían por el nerviosismo, él sonrió levemente: “Efectivamente, es mi hija.”

La voz de Qiu Chuzhao permaneció mecánica, fría e inflexible. – “Princesa, ¿sabe cantar y bailar?”

Habiendo recuperado por fin su propia voz, Jun Min Xin se armó de coraje para mirarlo a los ojos y se disculpó: “Últimamente no me he sentido bien, lamento decepcionar al general.”

“Si realmente no te encuentras bien, ¿cómo habrías podido tocar con tal grandiosidad, con el aura de mil soldados y diez mil caballos*?” – Interrumpió Luo Chang’an, con una sonrisa curvando sus labios y una mirada gélida. – “Tocas la pipa, una actuación en público delante de todos sin duda asombraría a los presentes.”

(N/T: *Ver traducción en Cap.07: Pipa como la sangre.)

Jun Min Xin no pudo evitar apretar los dientes en secreto, pero permaneció serena, sin mostrarse arrogante ni servil al responder: “Si Su Alteza el Noveno Príncipe está dispuesto a entretener a los invitados con una danza de espadas, no me importaría tocar una melodía.”

La diversión en los ojos de fénix de Luo Chang’an se desvaneció al instante, su rostro palideció y resoplando con frialdad, guardó silencio.

“Jaja, los miembros de la familia Jun son realmente ingeniosos.” – Qiu Chuzhao levantó su copa de vino, con una sonrisa burlona. – “Nadie más que la familia Jun podría hacer desaparecer decenas de miles de tropas Jing de la noche a la mañana… Es un truco que no cualquiera pueda lograr. Rey Jing, ¿qué opina?”

La expresión de Jun Min Xin se ensombreció. – ‘¿Acaso Qiu Chuzhao había descubierto pruebas de la expansión del ejército? ¡Cómo es posible!’

Ella miró inconscientemente a su padre a su lado, pero el Rey Jing permaneció impasible. – “¿Qué quiere decir, general?”

“Su Alteza es un hombre inteligente, pero yo, Qiu Chuzhao, tampoco soy un tonto.” – Qiu Chuzhao ejerció fuerza en sus manos y, con un chasquido, la vasija de vino de bronce se deformó como un trozo de arcilla. Con una sonrisa forzada en sus labios, dijo con voz grave:

“Esos 100.000 soldados adicionales, o quizás incluso más, que Reino de Jing ha sumado a las filas en los últimos años… Su Alteza no puede ocultarle nada a su Majestad. Su Majestad el Emperador me ha pedido que le transmita un mensaje: ¡cuídese bien*!”

(N/T: * «好自為之» puede tener dos significados opuestos dependiendo del contexto: puede ser un consejo para «hacer lo mejor de uno mismo» o, más comúnmente, se usa como una advertencia para «que cada uno se cuide o se atenga a las consecuencias» de sus acciones. Esta segunda acepción implica una desaprobación, sugiriendo que la persona está a punto de actuar de manera inadecuada y no recibirá ayuda.)

“Agradezco la preocupación de Su Majestad.” – La sonrisa del Rey Jing permaneció humilde en sus labios, pero sus profundos ojos violetas se volvieron aún más fríos, incluso el aire a su alrededor se enfrió varios grados. Dos miradas chocaron en el aire, y por un instante, ¡saltaron chispas!

En el momento crítico, una voz femenina autoritaria resonó con firmeza desde el otro lado de la puerta del palacio:

“¡El general Qiu es muy hábil! ¡Se atreve a venir a mi casa, excitar a la milicia y pedir explicaciones*! ¿Pretende incluir también a esta anciana en sus planes?”

(N/T: «興師問罪» La expresión se refiere literalmente a «excitar la milicia y pedir explicaciones por una falta», lo que implica enviar un ejército para castigar a un infractor. En la actualidad, se utiliza para referirse a «anunciar la culpabilidad de alguien y reprenderlo severamente».)


Nota del autor: La escena en Chang’an ha comenzado. ¡Queridos espectadores, preparen látigos y velas para administrarle un severo castigo!

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