Capítulo 12: Viviendo juntos
Cuando despertó del desmayo, estaba de vuelta en el Palacio Chaolu y lo primero que vio al abrir los ojos fue la cara regordeta de Jin Lan.
Al ver a Jun Min Xin despierta, los pequeños ojos de albaricoque de Jin Lan se iluminaron de inmediato, aplaudió y rió con dulzura y dijo con voz dulce y clara: “¡Princesa, por fin ha despertado! Cuando el joven maestro Chen la trajo de vuelta a toda prisa, le dio un susto de muerte a esta sirvienta. ¡Pensé que se había encontrado con un asesino! Princesa, por favor, no se mueva por ahora. ¡Tome un poco de papilla!”
Aun antes de que la papilla llegara a sus labios, a Jun Min Xin se le revolvió el estómago al pensar en la difunta Yun Huan, apartó apresuradamente el cuenco de papilla de Jin Lan y, con un gemido, se desplomó junto a la cama, vomitando violentamente, incluso bilis amarga, sin parar hasta que se le nubló la vista, y solo después de eso se desplomó, exhausta contra el cabecero de la cama, agarrándose el pecho dolorido mientras jadeaba en busca de aire.
Jin Lan estaba tan asustada que dejó caer el cuenco de gachas, rompiéndolo y las brillantes gachas blancas salpicaron como una flor de ciruelo blanca sobre la suave alfombra bordada. Sin inmutarse por el desastre, limpió las comisuras de los labios de Jun Min Xin con la manga, mientras gritaba y lloraba en voz alta.
“¡Mu Jin! ¡Mu Jin, ve a llamar al médico real! ¡La Princesa está vomitando terriblemente! ¡Ve a llamar rápido al médico real!” (Jin Lan)
Al oír esto, Mu Jin, que estaba afuera, entró corriendo en la habitación, agarrando una toalla sin escurrir en la mano. Se sobresaltó por el desorden en el interior, pero rápidamente recuperó la compostura, tiró la toalla a un lado y dijo:
“No te preocupes, iré a buscar al médico enseguida.” – Dicho eso, se levantó la falda con patrón de flores y salió corriendo.
El anciano médico le tomó el pulso a Jun Min Xin de vez en cuando y descubrió que su pulso era a veces débil y a veces acelerado, pero no parecía una enfermedad aguda. Incapaz de llegar a ninguna conclusión en ese momento, simplemente atribuyó su estado al susto y le recetó decocciones calmantes antes de marcharse temporalmente.
Jun Min bebió la sopa medicinal y cayó en un sueño profundo.
Su sueño estaba lleno de escenas sangrientas y sombrías, la muerte de su vida pasada y el dolor de esta vida se entrelazaban una y otra vez, enredándose sin cesar como tela de arañas, como un capullo de gusano de seda, oprimiendo y atando a Jun Min Xin, impidiéndole respirar. En su vida pasada, le suplicó a Luo Chang’an, pero Luo Chang’an la mató; en esta vida, Yun Huan le suplicó, pero ella condujo a Yun Huan a la muerte…
Un revoltijo de imágenes fragmentadas se superponía y entrelazaba, y de repente soñó que se había convertido en Luo Chang’an. En el valle de Luoxia, las azaleas eran de un carmesí embriagador y soñó que estaba de pie en el mismo lugar que Luo Chang’an, mirando impotente a su yo del pasado caer, empapada de sangre, en las profundidades del barranco.
Al despertar en mitad de la noche, una oleada infinita de miedo se apoderó de ella. Empapada en sudor, buscó por todas partes hasta encontrar a Mu Jin durmiendo profundamente en la otomana junto a su cama. Pero Jun Min Xin aún no podía tranquilizarse, y tuvo que despertar a Mu Jin para que la acompañara antes de sentir un poco de alivio.
Mu Jin, pensativa, encendió una habitación llena de velas para ella, tan brillantes como la luz del día, el cálido resplandor finalmente le trajo algo de paz. Tumbada en la cama bordada, reflexionó un momento y luego preguntó:
“Mientras estaba inconsciente, ¿vino alguien a visitarme?”
“El Rey corrió aquí en cuanto supo que algo le había pasado y volvió con el general a la hora de la cena y nos encargó que cuidáramos a la Princesa con esmero.” (Mu Jin)
Mu Jin avivó el fuego en el brasero, con su sereno y exquisito perfil bañado por el resplandor dorado de la luz de las velas. – “Sobre todo el joven maestro Chen, estuvo extremadamente preocupado durante el tiempo que estuvo inconsciente. No dejaba de preguntarle al médico real cuándo despertaría y a qué debíamos prestar atención cuando despertara y no se fue hasta que llegó la hora del cambio de turno. Incluso volvió hace un momento, cuando se realizó el cambio de turno de medianoche, le arregló las esquinas de la colcha y luego se fue sigilosamente.”
Una oleada de calidez inundó el corazón de Jun Min Xin, podía imaginar la ternura y la preocupación en los ojos azul oscuro de Chen Ji, sus finos y bien formados labios debían de estar ligeramente fruncidos, con un toque de calma y determinación. Entonces, ella sonrió y dijo:
“Cuando Ah’Ji era pequeño, no era tan considerado, siempre me llamaba «Su Alteza» esto y «Su Alteza» aquello, con ese comportamiento rígido, solemne y taciturno, totalmente desagradable, propio de un pequeño adulto.”
Mu Jin rió entre dientes, dejando al descubierto dos pequeños hoyuelos en sus mejillas, se acurrucó junto a la cama de Jun Min Xin, abrazada a la colcha, y rió en silencio un momento antes de darse cuenta: “Por cierto, la Reina Consorte también vino a verla.”
Jun Min Xin se quedó atónita y preguntó: “¿Vino mi madre?”
Mu Jin asintió. – “Alrededor de la hora You*, se levantó un viento frío, fui a cerrar la puerta y vi a la Reina Consorte de pie, sola en la puerta del palacio, mirando en silencio hacia adentro. Noté que tenía los ojos un poco enrojecidos y supe que estaba preocupada por usted, así que corrí a presentarle mis respetos… Pero por alguna razón, la Reina Consorte se dio la vuelta y se fue en cuanto me vio. Me quedé perpleja, si la Reina Consorte había venido desde tan lejos para verla, ¿por qué no entró? ¡Estar ahí fuera con ese viento, qué frío debió pasar!”
(N/T: *酉時 (Yǒu Shí / Hora You) = Período de tiempo entre las 5:00 p.m. y las 7:00 p.m.)
Antes de que Mu Jin pudiera terminar de hablar, los ojos de Jun Min Xin ya estaban rojos.
Pasó el día, aturdida, sin mostrar ninguna mejoría y su tez se ponía cada vez más pálida. A la mañana siguiente, el Rey Jing y Chen Ji encontraron tiempo para visitarla de nuevo.
El Rey Jing aún vestía su túnica púrpura oficial, con un cinturón de jade negro, la corona de oro púrpura y un broche de jade blanco. Su túnica, confeccionada a la medida, se mecía con la brisa al moverse, y su rostro permanecía tan hermoso como el jade en su belleza sin pulir, sin cambiar con el paso de los años.
Chen Ji acababa de regresar de estudiar literatura con el Rey Jing, por lo que vestía ropa informal azul oscuro, que acentuaba la profundidad y el encanto de sus hermosos ojos azul oscuro. Una faja de satén negro ceñía su cintura recta, y sus estrechas mangas estaban adornadas con un ribete negro, irradiaba un espíritu heroico sin ser ostentoso, lo que le daba el aire de un general erudito.
Jun Min Xin seguía pálida, el Rey Jing se sentó junto a la cama, le tocó la frente y le preguntó con preocupación: “¿Te sientes mejor?”
Ella forzó una sonrisa, su rostro tan transparente y pálido que era desgarrador y dijo. – “Gracias al favor de padre, tomé la medicina que me recetó el médico real y ahora me siento mucho mejor.”
Mientras servían el té, Jin Lan, siempre protectora de su señora, irrumpió en la conversación, su puchero se profundizó y su rostro regordete se arrugó aún más como un bollo:
“¡Princesa, miente otra vez! Su Alteza, no lo sabe, pero la Princesa estuvo asustada y tuvo pesadillas sin cesar toda la noche sin encontrar un momento de paz. Aunque la hermana Mu Jin y yo nos turnamos para encender velas en la habitación, ¡la Princesa no pudo dormir tranquila ni media hora! O está atormentada por las pesadillas o se despierta asustada, ningún método para calmarla funciona. ¿Qué debo hacer?” (Jin Lan)
Originalmente, Jun Min Xin no quería preocupar a su padre ni a Chen Ji, pero ser expuesta en público le causó vergüenza y molestia, miró suavemente a Jin Lan con sus ojos oscuros y dijo débilmente: “¡Te dije que hablabas demasiado! ¡Te mereces una bofetada!”
El Rey Jing extendió la mano y la colocó sobre las frías yemas de los dedos de su hija y dijo con suavidad: “Min’er, sin importar si el Emperador Jiang reduce el poder de los estados vasallos, el Reino de Jing no debe caer. Esta tierra ha sido el hogar de las leyendas de nuestra familia Jun durante siglos. Tu padre debe proteger el legado de tu abuela, como descendientes de la familia Jun, ni tú ni yo podemos perder, ni podemos permitirnos perder.”
Jun Min Xin miró a su padre confundida, sin saber el propósito de sus repentinas palabras.
“Porque si caemos, habremos perdido el último vestigio de la dignidad de la familia Jun…” (Rey)
Los estrechos ojos de fénix violetas del Rey Jing se volvieron tan profundos como un estanque en un instante, brillando con una luz fría y dijo a continuación: “Tarde o temprano, el legado del Reino Jing pasará a tus manos, ahora es un buen momento para decirte que: la paz y la tranquilidad de este Reino Jing fueron conquistadas por mi padre, arrebatándolo pulgada a pulgada al Imperio Jiang y las hordas bárbaras Hu; se logró a través de innumerables guerras, caos, derramamiento de sangre y muerte, y como gobernante de este Reino, la responsabilidad de las innumerables esqueletos y almas asesinadas de esta nación recae sobre mí,… Pero Min’er, debes recordar que: la sangre que derramaste por tu propia supervivencia y honor, será perdonada por tu pueblo.”
Como un golpe en la cabeza, el corazón de Jun Min sintió al instante como si las amables palabras del Rey Jing resonaran en sus oídos como un rayo de mil libras, palabras que perdurarían durante mucho tiempo.
Comprendiendo el significado de las palabras del Rey Jing, ella bajó la cabeza en silencio, aunque mil olas se agitaban en su corazón: ‘¿Quién de los hombres más poderosos que se encuentran en la cima del mundo no ha aniquilado a miles de enemigos con un chasquido de dedos? ¿quién no se ha manchado las manos de sangre? Jun Min Xin, oh, Jun Min Xin, ¡eres cobarde, eres débil, te regodeas de autocompasión y ni siquiera puedes superar este pequeño obstáculo hoy! ¿Cómo enfrentarás el auge y la caída del mundo en el futuro? ¿Futuro? ¿Cómo podrás justificar que los cielos te hayan concedido dos vidas?’
El Rey Jing se levantó y la cubrió con una manta y le dijo. – “Descansa bien, volveré más tarde a verte.” – Después de decir eso, les dio a Mu Jin y Jin Lan algunas instrucciones más detalladas antes de darse la vuelta y marcharse.
Los labios de Chen Ji se movieron ligeramente, como si quisiera decir algo, pero al final, solo tuvo tiempo de lanzar una mirada preocupada antes de marcharse apresuradamente con el Rey Jing.
Jun Min Xin sabía que a finales de año siempre había muchos asuntos triviales que atender, y todos estaban constantemente ocupados. Qué fastidio que se hubiera puesto enferma precisamente en ese momento, y no pudiera echar una mano.
Con un largo suspiro, incapaz de conciliar el sueño, Jun Min Xin sacó un objeto frío y elegante de debajo de su almohada, un puñal con mango de marfil con incrustaciones de malaquita azul intenso, en una funda adornada con hilo dorado y una hoja fría y solitaria, era la daga que había sacado de la manga de la Reina Consorte Liu, ese día.
Una luz fría y cortante brilló en la hoja, reflejándose en sus ojos, Jun Min Xin sostuvo la daga un largo rato, suspirando: “Madre, todavía te preocupas por mí…”
Al anochecer, Chen Ji llegó solo al Palacio Chaolu.
Jun Min Xin estaba sentada con la espalda recta en la cabecera de la cama afinando las cuerdas de su pipa cuando vio a Chen Ji entrar al Palacio Chaolu con su ropa de cama y sus prendas enrolladas alrededor de la cabeza y exclamó sorprendida: “Ah´Ji, ¿qué estás haciendo?”
Chen Ji arrojó la manta a la pequeña habitación lateral, bajó la cabeza y se alisó las mangas y dejó que dos rizos de su cabello le cayesen sobre los ojos y una leve sonrisa tiñó su voz cuando respondió:
“Estaré de guardia en el Palacio Chaolu durante los próximos días, velando por la seguridad de la Princesa día y noche.”
Nota del autor:
Los días en que la Princesa y el hermoso joven Ah´Ji vivan juntos… ¡Mirando al cielo!
Nameless
Siempre me había preguntado que significaba: 兒 (er) que se pone al final de un nombre (Ejemplo Min’er): es un sufijo diminutivo común en el mandarín, que da un matiz de «pequeño» o de afecto, a menudo utilizado en nombres o apodos.
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