MNM – Episodio 60
“¿Puedes usar poder sagrado?” (César)
“¿Te sorprendería saber lo que puedo hacer?”
Irenea alzó la voz con altivez.
En realidad, no era sorprendente que Irenea pudiera usar poder sagrado. ¿Qué tiene de malo que una santa use poder sagrado? Tener tal poder no cambia la esencia de Irenea, así que a César no le importaba.
Además, en ese momento de temblor y emoción…
“Ya veo. Tengo ganas de ver qué tan increíble será más tarde.” (César)
César sonrió suavemente y se sentó junto a Irenea.
La suave piel de Irenea rozó el brazo de César. César, sobresaltado, se apartó de ella. Ahora que lo pensaba, Irenea llevaba su pijama habitual, César respiró hondo y se volvió hacia Irenea.
Entonces dijo solemnemente:
“Creo que ahora puedo preguntarte con honestidad.” (César)
“¿…Qué?”
Irenea ladeó la cabeza, si bien la calma de César la había aliviado, su solemnidad, tan fuera de lugar en aquel ambiente, le pareció extraña.
“¿De dónde sacaste ese pijama? ¿De verdad hay algún problema con los bienes del Gran Ducado? Por eso era tan fino y pequeño…” (César)
“César.”
Irenea se llevó la mano a la frente. Pensándolo bien, solo había oído que César le había contado eso al mayordomo principal, y que Bigtail escuchó esas palabras. Si César hubiera hablado directamente con Bigtail, él podría haberle hecho ver la verdad, incluso con una reprimenda brutal, pero no lo hizo.
Según lo que le contaron, el mayordomo principal, un hombre de modales, lo único que hizo fue regañar a César y asegurarle que no era así.
Así que César debía de seguir pensando de esa manera.
“…Supongo que debería haberle pedido a Bigtail que te diera una paliza.”
“¿Qué quieres decir?” (César)
“¿Por qué crees que estuve usando algo así?”
Era su primera noche de bodas, así que la Madame le había hecho un pijama nuevo, un pijama que dejaba ver más piel de la que ocultaba, un pijama que dejaba su silueta por completo al descubierto.
“…No lo sé. La verdad es que me siento incómodo cuando usas ese tipo de pijama, siempre he creído que era una persona moral, pero cuando Irenea lleva un pijama así… siento como si despertara la bestia que llevo dentro.” (César)
‘Qué persona tan directa.’
A medida que conversaban con sinceridad y se acercaban más, César se volvía cada vez más franco.
Aun así, fue un alivio, Irenea pensó que no le parecería atractiva con ese tipo de pijama, pero no era así. Bueno, sí decía que se veía guapa, quizás ella no era poco atractiva, como decía Karolia. O quizás César simplemente tenía gustos peculiares.
“…Entonces será como lo aceptes.”
“No lo entiendo.” (César)
“César.”
Si César era honesto, Irenea también debía ser igual de honesta. Irene también tomó valor porque la otra persona no se sintió avergonzada.
“Lo usé para seducirte.”
Irenea levantó su pequeña barbilla.
“No es porque el Gran Ducado no tenga dinero ni porque falte tela, me lo puse para mostrárselo a César y seducirlo. Claro, sé que no tengo muy buena figura ni soy atractiva y probablemente no sea muy glamurosa, pero pensé que era mejor que no hacer nada.”
“¡Oh… Por Khaleesi!” (César)
César buscó a un dios que nunca había visto en vida.
¡Resulta que Irenea usó ese camisón tan escueto solo para seducir a César! Además, no entendía de qué hablaba Irenea, ella no era una persona fea como afirmaba.
Y la piel radiante que revelaba cada vez que usaba ese camisón cautivaba los ojos a César. No le extraña que incluso se lo contara al mayordomo, sintiéndose tan agraviada.
“Para nada.” – César dijo con seriedad.
“Irenea es bastante atractiva y el pijama también te sienta bien… No, no es cierto, te queda tan bien, pero preferiría que no usaras ese pijama. Me cuesta controlarme cuando Irenea usa esa ropa. No sé en qué me podría convertirme si sucumbo a tu seducción.” (César)
La Gran Dama le había recalcado a César el poder de la razón, le dijo que debía tener especial cuidado, sobre todo porque su sangre estaba sucia. No quería que Irenea, quien ya había crecido presenciando las atrocidades de Rasmus y el Emperador, viera esa faceta suya.
“… ¿En qué cambiarías?”
“Creo que te desearía sin vergüenza, en cualquier momento y en cualquier lugar.” (César)
Irenea inhaló profundamente, César realmente no sabía cómo elegir las palabras, de una manera muy positiva. Los ojos de César le suplicaban a Irenea la verdad y estaban teñidos de pura codicia.
Era diferente de la mirada turbia y sucia que Rasmus había usado durante su aventura con Karolia.
Irenea tragó saliva.
“Pero Irenea, intentaste seducirme…” (César)
“…”
“¿Eso quiere decir que me lo permites esta noche?” (César)
“Eso…”
Por alguna razón, un calor peligroso pareció envolverlos a ambos. Irenea echó las caderas hacia atrás y en ese mismo instante, César se acercó más a ella.
“¿Es correcto?” – César volvió a preguntar.
La mente de Irenea estaba hecha un lío.
César había dicho que su cuerpo no se movería hasta que su corazón lo hiciera. Fue Irenea quien lo sedujo y lo arrastró a la cama.
Así que tal vez César también se sienta atraído por ella de forma natural. Pero… ¿por qué…
‘¿Cree que me ama?’
Irenea se quedó sin aliento.
La mirada de César, esa mirada que la contenía, parecían expresar una emoción apasionada y dulce como la que ella sentía. Los ojos de Irenea temblaron, probablemente era una ilusión de Irenea, que estaba sedienta de afecto. César era un hombre amable y gentil, y debió sentirse atraído por Irenea, quien permanecía a su lado.
E Irenea probablemente estaba disfrazando ese sentimiento de amor.
Pero Irenea quiso saborear esa ilusión durante mucho tiempo.
César era el príncipe de cuento de hadas de Irenea, y su primera calidez… al mismo tiempo.
Él fue su primer amor.
Ese pequeño y preciado primer amor que desgarró el corazón de Irenea.
Le dolía porque no podía ser, y se sentía triste porque solo podía observar. Quería tomar su mano e ir a ver el mar. Pero Irenea estaba atrapada en una jaula, obligada a colaborar en la muerte de César y solo observar.
Los sentimientos que creía que ya se habían reducido a cenizas parecían arder de nuevo.
Igual que la fiebre que había sufrido antes.
La garganta de Irenea se obstruyó con un calor intenso.
Irenea separó los labios, César miró fijamente la carne roja expuesta entre sus dientes blancos. Sus ojos le suplicaban, como si pidiera permiso.
“Así es.” – Dijo Irenea con voz entrecortada.
César se enamoró de Irenea como una bestia que la había estado esperando. Sus respiraciones se deslizaban entre sus labios dulcemente entrelazados y la noche de bodas se hizo más intensa.
* * *
Soy un novio recién casado.
César parecía afirmarlo con su rostro y sus acciones e ignorando por completo las ocasionales miradas de desaprobación de Bigtail y los demás caballeros, visitaba a Irenea a la menor oportunidad.
Para almorzar juntos.
Para hacerle una pregunta rápida.
De pasada, un momento.
Solo porque pensaba en Irenea.
Para cenar juntos.
“Es la época de la miel, ¿verdad?” (Mayordomo)
El mayordomo principal y la ama de llaves testificaron.
En cualquier caso, César era claramente un recién casado a ojos de cualquiera, inmerso en las alegrías de su vida de recién casado. Y hoy no era diferente, en cuanto llegó la hora del almuerzo, César, que había estado inmerso en su trabajo, se levantó bruscamente.
“¿Adónde va?” (Bigtail)
“¿No es la hora de almorzar?”
“… ¿No solía comer sándwiches cuando trabajaba?” (Bigtail)
“¿Cuándo hice eso?”
César se hizo el desentendido.
Bigtail miró a César con los ojos entrecerrados, pero no lo detuvo. El olor a miel vibraba en el interior del castillo, pero era más fácil servir a un señor feliz que uno en conflicto.
Además, interferir en su relación significaría experimentar al látigo de la ira del mayordomo y la jefa de doncellas.
César abrió la puerta del despacho de Irenea.
La nueva asistente de Irenea, Serpin, quien acababa de ser contratada, lo saludó y se fue, como si ya estuviera completamente familiarizada.
“Irenea, es la hora de comer.” (César)
“Ah. No me di cuenta de que ya era tan tarde.”
Irenea sonrió alegremente.
Irenea también se estaba acostumbrando, al principio, César parecía un oso escondido tras un muro, pero ahora era como un cachorro moviendo la cola con entusiasmo, dondequiera que Irenea iba, César estaba allí. Y si ella le sonreía y le extendía la mano, él meneaba la cola.
Irenea se estaba acostumbrando a esa ceguera.
“Hace un día bonito hoy.” (César)
Afuera, caía una lluvia torrencial.
Solo a los ojos de César, que tenía una venda en los ojos, le parecía bien. Irenea observó el paisaje por la ventana y sonrió.
“Así es.”
Si a César le gustaba, entonces estaba bien.
“Creo que estaría bien tomar un té después de comer, he oído que hace poco llegaron unas hojas de té buenas. Como dijo Irenea, desde que empezamos a mejorar las carreteras, ha aumentado el número de comerciantes.” (César)
Por supuesto, el trabajo de Irenea con Bigtail también influyó. A medida que compraban ingredientes para elaborar los medicamentos, empezaron a interactuar con más comerciantes y, naturalmente, comenzaron a establecerse en el norte.
Sin embargo, ese trabajo aún se mantenía en secreto para César.
Nameless: Nos quedamos aquí, nos vemos la próxima semana.
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