MNM – Episodio 48.
Solo cuando termine esa obra, el flujo de fondos se detendría, y el Conde Aaron se sentiría mucho más tranquilo.
Y además el Conde Aaron podría abandonar esa mansión sofocante.
Quedándose aislado de esa manera, a pesar de tener a Karolina, le provocaba el temor de ser abandonado por Rasmus. Si llegaba a separarse de Rasmus, la familia del Conde Aaron no sería nada.
La única razón por la que el Conde Aaron ocupaba un puesto en el Ministerio de Finanzas del Palacio Imperial se debía enteramente a la influencia de Rasmus, pero si Rasmus retiraba esa gracia, el Conde Aaron tendría que renunciar a todo lo que disfrutaba.
El Conde Aaron se tambaleó y se apoyó en la pared.
Estaba ahogando su ansiedad con alcohol.
“¡Ugh…!”
Su vista estaba mareada, quizás por el alcohol. No, últimamente no había tenido un momento en el que bebiera con moderación. Pero no era algo que pudiera resolverse molestando a Karolina o a la Condesa. Esto no era algo que pudiera resolverse con esfuerzo humano a menos que Dios lo mirara con compasión.
Tampoco podía continuar interpretando ese teatro con la familia del Archiduque Benito.
Fue cuando el Conde Aaron parpadeó, con la vista nublada, mientras se tambaleaba hacia adelante.
“¡Cariño!” (Condesa)
La Condesa, que siempre hacía hincapié en la dignidad de la nobleza y nunca corría, se movía hacia él como una flecha, el Conde se asombró de que ella tuviera piernas para correr. Empapado en alcohol, el Conde Aaron extendió los brazos.
“¡Bienvenida, señora!”
“¡Ahora no es el momento para eso, cariño! ¡Finalmente llegó la noticia!” (Condesa)
La Condesa gritó con voz clara y fuerte.
“¿Qué?”
El Conde se apoyó en la pared, la Condesa frunció el ceño, viéndolo luchar por mantener la compostura. ¿Cómo puedes estar ebrio en un momento tan crucial cómo ese? Nada podría ser más patético que eso, sin embargo, la única protección de la Condesa era el Conde Aaron.
Si él caía, la familia caería y la Condesa quedaría en la calle. La Condesa apoyó al Conde y le explicó todo con detalle.
“¡Karolia lo logró! ¡Nuestra hija lo logró! El próximo heredero de la Gran Casa Ducal de Benito nacerá del vientre de Karolia. ¡Nuestra hija se convertirá en Archiduquesa, cariño!”
El Conde Aaron tropezó, la Condesa no pudo evitar tambalearse junto con su pesado cuerpo. El Conde, aturdido, pensó:
‘Embarazo… Archiduquesa…’
‘Sobrevivirá.’
Por fin se había abierto el camino para la familia Condal de Aaron. El Conde dejó caer su copa de vino, la cual golpeó la suave alfombra y rodó por el suelo. El líquido del interior empapó el suelo, pero no se arrepintió ni un poco.
El Conde Aaron se cubrió la cara y soltó una risa empapada de alcohol.
“¡Jajajajaja!”
Su mente se alejaba cada vez más, el alcohol se apoderó repentinamente de su cuerpo relajado. El Conde Aaron cerró lentamente los ojos.
“¿Cariño? ¡Cariño!” (Condesa)
Dejando atrás esa voz.
* * *
Habían pasado más de diez días desde su llegada al Norte. Mientras tanto, el Sacerdote Fidelis había llegado sano y salvo y se alojaba en el anexo, había declarado que no deseaba ver a nadie hasta la boda, alegando la necesidad de purificar su mente y su cuerpo antes.
Sin embargo, todos en la Gran casa Ducal sabían perfectamente que Fidelis pasaba su tiempo libre paseando por el jardín, que ofrecía una vista clara del dormitorio de la Gran Dama, o explorando lugares llenos de recuerdos del pasado. Aun así, todos hicieron la vista gorda.
Irenea también había sido informada del asunto, pero cerró los ojos junto con ellos. El sacerdote Fidelis era un hombre digno que tenía derecho a recordar y saborear un pasado que jamás podría regresar. A pesar de haber pasado por todo eso, ¿no había corrido hasta el norte solo porque César le había pedido ayuda?
Irenea recordó el día en que lo vio por primera vez.
Ese rostro bondadoso y sonriente, su voz amable. Comprendió por qué lo primero que le vino a la mente a César en esa situación fue el padre Fidelis. El sacerdote Fidelis debió de ser a la vez una fuente de consuelo para César, así como su único refugio.
Al recordar cómo la gente decía que el sacerdote Fidelis era como un padre para César, Irenea lo sintió, era una persona compasiva y amable. ¿No tan diferente de la gente del mundo donde vivía Irenea?
A diferencia de quienes ansiaban apropiarse de lo ajeno, la gente de Benoit era como árboles que daban sombra al sol y techo sobre sus cabezas, ofreciéndoles protección contra el frío a los demás. Irenea le tomó cariño a Benoit y deseó poder unirse también a ellos.
‘No te sientes realmente ligera de corazón, Irenea.’
Le había dicho a César que no podía hacerle daño, así que se iría de inmediato en cuanto él encontrara a alguien a quien amar, pero luego le entregó su afecto a Benoit. Aunque sabía que era una tontería, no podía controlar el flujo de su corazón.
Irenea contuvo un suspiro.
Alguien tiró de Irenea, que estaba sumida en sus pensamientos.
“Su Alteza la Archiduquesa, ¿podría mirar hacia aquí, por favor?”
“Ah, ya entendí.” – Irenea recobró el sentido y respondió.
Hoy era el día de los últimos retoques del vestido de novia de Irenea, el vestido blanco, con pliegues que se ondulaban como olas blancas, era tan hermoso que parecía como si estuviera hecho con las nubes del cielo y combinaba a la perfección con el cabello plateado de Irenea.
“Es una pena, Su Alteza la Gran Duquesa.” (Madame)
La Madame, que había estado mirando a Irenea con expresión absorta, murmuró, olvidando la cortesía.
“Si Su Alteza la Gran Duquesa no tuviera el cabello tan corto, habría sido aún más hermosa. Si se lo hubiera recogido en un semirecogido y lo hubiera decorado con rosas de verano rosadas, habría sido perfecto…” (Madame)
La jefa de doncellas tocó el costado de la Madame, que aún estaba aturdida y el costado opuesto fue apuñalado por Emma. La Madame soltó un “¡Ugh!” por el dolor y recobró el sentido.
“¡Oh, lo siento mucho! ¡Supongo que dije cualquier cosa por la frustración!” (Madame)
La Madame se tapó la boca.
“No, al contrario; más bien le agradezco que haya hecho un vestido tan bonito tan rápido.”
Irenea jugueteaba con el dobladillo de su vestido. Como la Madame había sugerido, si hubiera llevado el cabello más largo para poder decorarlo con flores frescas, habría quedado perfecto. El vestido era blanco con detalles dorados según los gustos de Irenea y aunque no le gustaba el rosa, que era un color que se usaba a menudo en las bodas, así se veía bien.
Esa era una boda solo para el gusto para Irenea. En su vida anterior, toda su boda se había preparado completamente según el gusto de Karolia; como decían que era una pena que Karolia no pudiera casarse formalmente, Irene tuvo sacrificarse por ella y aunque era una falacia, en aquel entonces, Irenea no tuvo más remedio que obedecer.
Por naturaleza, la mayoría siempre triunfa sobre la minoría.
Pero la boda de hoy estaba hecha a medida solo para Irenea. Tal como ella deseaba, estaba decorada con una atmósfera sutil, sin adornos excesivos, encaje en lugar de volantes, blanco en lugar de rosa, flores en lugar de joyas deslumbrantes.
No sabía cuándo tendría que separarse de César, pero acaso ¿no habían prometido dar lo mejor de sí mismos el uno por el otro?
‘Quiero que sea una boda perfecta.’
Porque Irenea no tendría otra oportunidad como esa.
“Pensemos en el cabello, una peluca podría ser una opción.”
“Sí, Su Alteza la Gran Duquesa.” (Madame)
La Madame apartó la mano con la que se cubría los labios.
“Una peluca me parece una buena idea. ¡Buscaré en todas las tiendas hasta encontrar una que combine perfectamente con el cabello de Su Alteza la Gran Duquesa!” (Emma)
Emma habló con energía, pero la Madame la detuvo.
“Emma también está ocupada con su propio trabajo. El arreglo personal es mi responsabilidad, así que haré todo lo posible, Su Alteza la Gran Duquesa. Buscaré por todo el país para encontrar una peluca que le quede bien.” (Madame)
La madame reafirmó con determinación; aunque su ambición de buscar por todo el país era prácticamente imposible, Irenea simplemente sonrió, solo por el hecho de que se esfuerce tanto por ella, estaba encantada.
“¿Pero ha perdido más peso?” (Madame)
La Madame tocó la cintura de Irenea, con el rostro lleno de preocupación. Su cintura estaba aún más delgada que antes, por lo que la Madame suspiro con pesar y dijo:
“A este paso, quizá tenga que hacer otra prueba de vestido, Su Alteza la Gran Duquesa. ¿Está haciendo dieta últimamente?” (Madame)
“No, la verdad es que no. No sé por qué, pero estoy perdiendo peso.”
Quizás, como dijo Karolia, simplemente no era atractiva porque no puede subir de peso. Irenea se tocó la cintura, tendría que subir de peso para verse tan bien como Karolia.
En ese momento, Emma levantó la mano, como si tuviera algo que decir.
“¡Ya sé por qué!” (Emma)
“¿Emma?”
Los ojos de Irenea se abrieron de par en par, mientras Emma adoptaba una postura combativa.
“Su Alteza la Gran Duquesa, ¡usted no come mucha comida grasosa! Come muchas más verduras que carne, ¡así que por supuesto está perdiendo peso! ¡Y ni siquiera come bocadillos…!” (Emma)
El rostro de Irenea se tornó desconcertado.
Para ella, cosas como la carne y los bocadillos eran como una recompensa ocasional. En casa del Conde Aaron, el estatus de Irenea era inferior al de una sirvienta, tenía que sentarse frente a una estufa caliente, recibiendo golpes en la cabeza.
Aunque a menudo había sirvientes que la cuidaban, ni siquiera ellos podían darle carne a Irenea sin permiso. Por supuesto, los postres caros estaban descartados.
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