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MNM – Episodio 47

 

Entonces, la siguiente pregunta fue: “El rostro de la Gran Dama palideció al oír el nombre del Padre Fidelis. ¿Hubo algún problema entre ellos dos? La Gran Dama dijo que no asistiría a su boda si él asiste.”

Ese era un problema más difícil.

La jefa de doncella desvió la mirada y observó más allá de la ventana lejana. Lo que la doncella estaba mirando no era el paisaje fuera de la ventana, sino una escena de mucho tiempo atrás. Estaba contemplando una época en la que el Padre Fidelis aún era hijo de los Condes Newraiser y la Gran Dama era simplemente Diana Benoit.

“…El Sacerdote Fidelis fue una vez el prometido de la Gran Dama.” (Jefa de Doncellas)

Las pupilas de Irenea se dilataron.

Irenea había oído la historia del amado prometido de la Gran Dama, quien se vio obligada a enredase con el anterior Emperador. ¿Pero uno de los protagonistas de ese melodrama era el Sacerdote Fidelis?

“La Gran Duquesa abandonó al Padre Fidelis de manera muy despiadada, a pesar de que él quería permanecer a su lado, incluso se ofreció a vivir como el padre de Su Alteza el Gran Duque, pero la Gran Dama rechazó todas sus peticiones.” (Jefa de Doncellas)

Era una historia que, de todos modos, iba a escuchar de boca de otra persona. En lugar de incorporar juicios subjetivos, la jefa de doncellas intentó transmitir la historia pasada de la forma más objetiva posible.

Era tarea de Irenea juzgar la historia.

“…Supongo que la Gran Dama pensó que era en beneficio del Padre Fidelis.”

“Así es. Sin embargo, contrariamente a lo que todos esperaban, Lord Fidelis decidió unirse al templo, la Gran Dama no ha visto al Padre Fidelis desde entonces, a pesar de que él la visitaba con frecuencia.” (Jefa de Doncellas)

Irenea parecía comprender el corazón de la anterior Gran Duquesa. La Gran Dama también debió haber sentido un profundo afecto por el Padre Fidelis, por eso lo dejó ir, para que no se involucrara con la familia imperial, lo que ella más temía. Sin embargo, en lugar de buscar su propia felicidad, Lord Fidelis se hizo sacerdote y permaneció cerca de la Gran Dama.

Quizás la Gran Dama aún espera que el Padre Fidelis encuentre su lugar.

 

Por fuera, César parecía una persona perfecta, sin carencias, sin embargo, al experimentar sus vivencias en persona, César reveló un pozo más profundo, uno lleno de algo más que pura felicidad. César también albergaba dolor.

La anterior Gran Duquesa estaba desconsolada y César asumió toda la responsabilidad por ella.

Irenea se tocó la frente.

“…Su Alteza la Gran Duquesa. Está bien.” (Jefa de Doncellas)

“¿Qué?”

La expresión de Irenea se tornó desconcertada ante las repentinas palabras.

“No es culpa de Su Alteza la Gran Duquesa.” – La jefa de doncellas sonrió.

“El dolor y el sufrimiento del pasado provienen de aquella época, no de Su Alteza la Gran Duquesa.” (Jefa de Doncellas)

“… ¿Entonces dices que no debería sentirme culpable?”

“Así es, además, Su Alteza la Gran Duquesa desconocía lo que ocurrió en aquel entonces. De hecho, la historia del Sacerdote Fidelis se trata con discreción en el territorio Benoit.” (Jefa de Doncellas)

“…La relación entre él y César parecía cercana.”

“Incluso mientras servía en la Capital Imperial, el Sacerdote Fidelis regresaba a menudo a Benoit y cada vez que lo hacía pasaba tiempo con Su Alteza el Gran Duque. Él ha sido como un padre para Su Alteza el Gran Duque.” (Jefa de Doncellas)

Si tan solo el anterior Emperador hubiera quedado fuera de esa hermosa foto familiar, todos habrían sido felices. Sería inoportuno interferir entre el Padre Fidelis y la anterior Gran Duquesa.

Irenea no podía hacer nada.

¿Qué pasaría si Irenea, que acaba de llegar a Benoit, interfería en la relación entre esas dos personas, en la que nadie más había intervenido, y eso condujera a un resultado erróneo?

Irenea sonrió con amargura. Sería culpa de Irenea.

“Gracias por la explicación. Estoy segura de que necesitaré su ayuda a menudo en el futuro.”

“Siempre estaré encantada de ayudarla, Su Alteza la Gran Duquesa.” (Jefa de Doncellas)

La jefa de doncellas sonrió.

Irenea vislumbró la oscuridad de Benoit, era triste ver que en ella solo había víctimas, no culpables.

Echaba de menos a César.

Él estaba tragando las lágrimas a escondidas con una sonrisa en la cara.

Las lágrimas que no había conocido en su vida pasada parecían ser visibles ahora.

 

* * *

 

Más allá de las fronteras de Benoit, los persiguió hasta las tierras de la tribu Yi y los masacró durante su época de desove. Incluso César mató a todos los individuos que huyeron, con un sonido sin aliento.

Esa era la misión de César, así que era inevitable. Solo habían encontrado tres zonas de desove, la tribu Yi solía tener múltiples zonas de desove. Si los hubieran dejado desovar con seguridad, el daño del año siguiente sería el doble que el de este año.

César se inclinó hacia el miembro de la tribu Yi que parpadeaba con un gruñido. César, sentado en el suelo con las rodillas flexionadas, cerró los ojos del miembro de la tribu Yi con la palma de la mano.

“…Descansa en paz. Rezo para que en tu próxima vida no nazcas como un Yi.”

Era la mejor oración que César podía ofrecerles.

César levantó con dificultad su pesado cuerpo. Siempre que se mancha de sangre así, todo su cuerpo se sentía pesado.

Los caballeros rodearon a César mientras salía de las zonas de desove de los Yi.

“Ya podemos regresar.”

“Es más rápido de lo que esperaba.” (Caballero)

“Ejem.”

“¿Hay alguna razón? Creíamos que el Archiduque estaba poseído por un oso negro.” (Caballero)

Los caballeros rieron a carcajadas, sus rostros adornados con una expresión burlona, porque parecían haber adivinado por qué César se había tomado tantas molestias para librar semejante campaña de subyugación. De hecho, todos seguían igual que siempre, excepto por una cosa.

Irenea había llegado al norte y la gente en el castillo del Archiducado Benoit se estaban apresurando con los preparativos la boda.

“…La prueba del vestido ya debe haber terminado, sin embargo, yo dejé a mi nueva esposa sola tanto tiempo.”

“Aunque se gane su resentimiento, no tendrá nada que decir. ¿Acaso Su Alteza la Archiduquesa no se está adaptando sola a Benoit ahora mismo?” (Caballero 1)

Los caballeros estallaron en risas bulliciosas.

“¡Aunque escuche su resentimiento durante un año, no tendrá nada que decir! Según Tail, dejó a su esposa atrás durante un mes debido a una expedición punitiva, ¡solo para ser maltratado durante un año!” (Caballero 2)

“Y el bebé nació mientras yo estaba fuera… Oh, ¡Dios mío! ¡Perdí 5 kg en ese momento solo por comer comida con la mirada!” (Caballero 3)

Todos reían, pero César era el único que no podía.

Como decían, César era un pecador que había abandonado sola a su novia recién casada y aunque parecía que Irene no se preocupara por eso, a César sí le importaba.

Y…  también la extrañaba.

Era realmente extraño.

Irenea era como un huracán que repentinamente había azotado su vida. Y, sin embargo, como si fuera algo natural, se le metió en la piel. A Irenea le resultaba tan fácil sacudir el corazón de César, que era como una fortaleza de hierro.

Una inexplicable sensación de familiaridad atraía constantemente a César.

Y lo arrastraban sin remedio.

 

* * *

 

Mientras tanto, los rumores ominosos se hacían cada vez más fuertes en la capital Imperial.

Tan pronto como se reunían tres o más personas en un mismo lugar, no hacían más que hablar de la tragedia de la familia del Conde Aaron. Las doncellas de la casa Condal de Aarón estaban muriendo a causa de una fiebre contagiosa. La gente temía que la enfermedad se propagara.

Había llegado una época oscura a la Capital Imperial, donde las reuniones sociales siempre habían sido activas, la gente se resistía a salir, la economía de mercado se había estancado y también disminuyó el número de personas que caminaban por la calle.

“No hay nadie afuera. ¡Dios mío! Es la primera vez que ocurre algo así en 50 años.”

“¿Te movilizaste con cautela? ¿Hay noticias importantes de la capital imperial?”

“Eso dicen. Afortunadamente, la familia del Conde Aaron parece haber cerrado las puertas a tiempo, dicen que el brote empezó con la hija mayor.”

“¡Dios mío…! ¿La prometida del Archiduque Rasmus?”

“Eso dicen. Algunos dicen que fue una suerte que se llevaran primero a la hermana menor.”

“¿Qué demonios está pasando?”

Esa era la conversación típica entre los nobles. La familia Condal de Aaron fue elogiada por su rápida respuesta inicial, y Rasmus fue considerado afortunado por evitar el desastre con la ayuda de Dios.

Y el Conde Aaron, el protagonista de esos rumores, apenas respiraba, encogiendo su cuerpo lo máximo posible.

El Conde Aaron, con una copa de vino en la mano, caminaba por el pasillo vacío.

Los mercenarios matarían a Irenea en el acto, tan pronto como la encuentren, el Conde Aaron les pagaba una suma enorme cada mes.

De hecho, ese acuerdo le parecía más cómodo. Si no encontraban a Irenea, podían dejarlo así y si lo hacían, simplemente la matarían, de tal modo que el asunto quedaba ordenado y limpio. La obra que la familia del Conde Aaron había preparado estaba llegando a su clímax.

El número de sirvientes disfrazados que la familia del Conde Aaron había hecho morir bajo el pretexto de la fiebre y sacado como un señuelo eran siete. La cantidad gastada para montar esa obra era astronómica.

Sin embargo, aún les faltaba una pieza del rompecabezas: Nada menos que el embarazo de Karolia, habían estado esperando eso, por lo que aún no podían anunciar la muerte de Irenea.

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