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MNM – Episodio 44

 

La malicia y la perversidad de Irenea provenían de él, Irenea tenía que colocar a César en el trono por cualquier medio. ¿Moralidad? ¿Ética? No podía asegurar ese puesto sin considerar esas cosas. Rasmus ya tenía mucho de eso, y era algo de lo que César carecía.

Y la epidemia no era algo que se pudiera prevenir, en primer lugar.

La forma en que los sacerdotes y médicos trataron la epidemia no fue nada especial. Simplemente reunían a los infectados en un solo lugar y los quemaban y luego, mientras la epidemia remitía, distribuyeron una cura desarrollada. Irenea también conocía la receta de ese medicamento.

Era una enfermedad para la que no existía ninguna medida preventiva desde el principio.

No, sería más preciso decir que Irenea no sabía cómo prevenirlo, ya que no lo había visto ni aprendido.

En lugar de gastar esfuerzos innecesarios, planeó actuar con eficiencia, salvando muchas vidas y ganándose el apoyo público.

“Primero haremos la medicina.”

“¿Sabe cómo hacerla?” (Bigtail)

“Sí. Se puedes hacer combinando hierbas medicinales fáciles de conseguir. Sin embargo, creo que eso por sí solo no va a tener un efecto dramático.”

“Así es.” (Bigtail)

Irenea respiró profundamente.

“¿Qué tal si anunciamos mi existencia en ese momento?”

“¿Sugiere que usemos a Su Alteza la Archiduquesa?” (Bigtail)

“Sí. Por suerte, tengo más que solo este cabello plateado sagrado.”

Irenea sonrió.

El poder sagrado fluyó por sus venas a voluntad, el poder sagrado se elevó alrededor de Irenea como una neblina, disipándose en una luz blanca antes de volver a filtrarse en ella.

Bigtail miró a Irenea boquiabierto.

“A-ahora…” (Bigtail)

“Sí. Tengo el poder sagrado, así que tenemos bastantes cartas en la mano.”

“¿Le es posible curar?” (Bigtail)

Preguntó Bigtail con el rostro enrojecido. Sobresaltado, se puso de pie de un salto y empezó a caminar de un lado a otro con pasos nerviosos, su impaciencia y anticipación eran palpables. Irenea asintió con la cabeza en respuesta.

“Sí. Puedo usar mis poderes sagrados de la manera que desee.”

“Entonces, si es así…” (Bigtail)

“Debería ir a la Ciudad Imperial, antes de que la epidemia llegue al Norte.”

Bigtail apoyó ambos brazos sobre el escritorio.

“¡Así que piensa aprovechar esta oportunidad para sentar las bases en la Ciudad Imperial!” (Bigtail)

Irenea asintió. Por suerte, Bigtail parecía haber adivinado astutamente lo que intentaba hacer.

“¡Ojalá pudiera hacer eso…! ¡Si pudiera ejercer la profecía, el poder sagrado e incluso el apoyo del pueblo, entonces Su Alteza el Gran Duque…!” (Bigtail)

“Sí. César podría superar a Rasmus y convertirse en un candidato fuerte. Y si además sigue la voluntad del Cielo, lo sería aún más.”

“Pero eso podría no ser suficiente.” (Bigtail)

“No se preocupe, Sir Bigtail. Tengo un último movimiento preparado.”

“Si dice que tiene un último movimiento…” (Bigtail)

Irenea sonrió radiante.

‘Eso es todo por hoy.’

¿No debería Irenea tener también una carta bajo la mano? Bigtail asintió, como si leyera la mente de Irenea.

“Muy bien. De ahora en adelante, soy las manos y los pies de Su Alteza la Gran Duquesa.” (Bigtail)

“¿Eh?”

Los ojos de Irenea se abrieron de par en par.

“Si Su Alteza el Gran Duque alguna vez hace un berrinche, puedo darle una palmadita en la nuca.” (Bigtail)

Bigtail dijo con seriedad.

“¿Eh?”

Esta vez, fue Irenea la que se sorprendió.

“Incluso puedo darte una patada en el trasero.” (Bigtail)

“¿Qué…?”

Bigtail apretó los dientes y habló.

“Yo también lo escuché. Las palabras que dijo mi padre mientras se golpeaba el pecho. Su Alteza el Archiduque dijo: ‘¿Está la Gan familia Ducal en apuros económicos últimamente? El camisón de la Gran Duquesa es delgado y corto.’, esas fueron sus palabras.” (Bigtail)

La cara de Irenea se puso roja como una batata ardiente al instante. Bigtail apretó los dientes y sus ojos brillaron. Enseguida comprendió lo que estaba pasando.

“¡Como nosotros hicimos de él un hombre de madera que ni siquiera sabe cómo usar un pijama en su luna de miel, así que debemos asumir la responsabilidad!” (Bigtail)

Bigtail apretó el puño.

Cuando Bigtail escuchó esas palabras, no podía creer lo que oía, se preguntó si César tendría dolor de cabeza y se lamentó de que alguien pudiera ser tan aburrido. ¡Cómo podía ser tan ignorante para no entender de los sentimientos de una mujer!

“Lo prometo, Su Alteza la Gran Duquesa. ¡Me aseguraré de que Su Alteza no encuentre el más mínimo obstáculo en su camino!” (Bigtail)

“E-Eso es demasiado…”

Irenea rió con torpeza.

Por supuesto, Irene también se sorprendió al escuchar esa historia, pero no tanto como para querer darle un golpe en la nuca. Era solo… era solo que… César no entendía muy bien a las mujeres.

“¡No! ¡Haremos todo lo posible! ¡No sabe cuántas veces nos ha regañado Emma! Pero como no podemos darle una lección a Su Alteza el Gran Duque, así que al menos le daremos una paliza.” (Bigtail)

La seriedad de Bigtail hizo que Irenea estallara en carcajadas.

“…Por favor, espero contar con tu apoyo de ahora en adelante.”

Dijo Bigtail con una expresión ligeramente aliviada.

“En realidad, el camino a seguir es desolador. La capital Imperial y el Norte están separados, y no hay forma de expandir la influencia de Su Alteza el Gran Duque allí… Y Su Alteza es débil, así que no puede hacer nada… De hecho, cuando apareció Su Alteza la Gran Duquesa, pensé que había llegado un ángel.” (Bigtail)

Ella también escuchó esas palabras de Velia, le llamó la atención que los hermanos se parecieran en ese aspecto.

“Muchas gracias, Su Alteza la Gran Duquesa.” (Bigtail)

“Todavía no he logrado nada.”

Irenea habló con torpeza, avergonzada.

“Aun así, tengo esperanza, creo que todo saldrá bien. Me convertiré en el caballero de Su Alteza la Gran Duquesa, no de Su Alteza el Gran Duque, mientras la luz de Benoit me acompañe.” (Bigtail)

“También le agradezco su ayuda, Sir Bigtail, no es necesario golpear a César en la nuca.”

Irenea se aclaró la garganta y añadió:

“Prefiero un oso inocente a un zorro vil.”

Los ojos de Bigtail se abrieron de par en par.

Entendió el significado de las palabras de Irenea. Si el oso inocente era César, entonces el zorro vil sería Rasmus. Pero el gusto de Irenea era César.

Parecía que César había elegido a alguien mucho más generoso que él como su Archiduquesa.

“¿Y no es cierto que un oso inocente se puede domesticar?”

Irenea hizo una mueca traviesa.  No era de extrañar que a Bigtail le gustara.

Desde ese día, Bigtail se convirtió en seguidor de Irenea, sucediendo a Emma.

 


 

César blandió su espada hacía el bárbaro de la tribu Yi, cuya mirada se cruzó con la suya.

Un humano que ansiaba sangre humana.

Probablemente César había matado a tantos miembros de la tribu Yi como las tribus Yi habían matado a humanos. No, tal vez había matado incluso a más. Ese hecho siempre atormentó a César, nadie en este mundo podía medir el peso de la vida.

Pero había momentos en que César sentía una punzada de culpa, como si se atreviera a sopesar la gravedad de la situación por sí mismo.

“¡Kiririririk-! ¡Humano, humano!”

El hombre de la tribu Yi, hablando con una voz dividida en múltiples direcciones, rozó a César y rodó por el suelo. La espada de César atravesó el torso del hombre de la tribu Yi, la sangre del hombre era del mismo rojo que la de los humanos. César apretó los dientes, cada vez que se salpicaba con la sangre caliente de un miembro de la tribu Yi, no podía evitar el remordimiento que lo embargaba.

Bigtail le había dicho a César a menudo que no era apto para blandir una espada, y tenía razón. César se sentía más cómodo sosteniendo una pluma que una espada.

Pero la aptitud y el talento parecían diferir, hasta el punto de que por donde pasaba César, la sangre de los hombres de la tribu Yi fluía como ríos, y sus cadáveres formaban colinas. Esta fue la razón por la que el Emperador tenía a César en tan alta estima, nadie podía infundirles tanto miedo a los bárbaros como César. Incluso los mimbros de la tribu Yi solían huir sin luchar cuando aparecía César.

Con César, la moral de los caballeros del Norte solía subir por las nubes, en esa oportunidad no era diferente, y por alguna razón, sintió que podrían volver a la normalidad en menos de dos semanas.

‘¡Irenea…!’

Sí, ahora no era el momento de preocuparse por la culpa ni por esos sentimientos. ¡Irenea, que significaba más para César, lo estaba esperando! No podía permitir que los preparativos de la boda continuaran indefinidamente sin el novio. César cargó hacia adelante como un oso negro.

“¿Qué…?”

Era un poder que sorprendió incluso a los caballeros del Norte, aquellos que dudaron momentáneamente de sus ojos, se miraron entre sí y luego levantaron las manos en el aire.

“¡Si, vamoooos!”

Aquellos que se habían detenido sorprendidos por un momento corrieron tras César.

 

* * *

 

Irenea había hecho una pregunta importante al final de su conversación con Bigtail:

<“¿Cuándo sería un buen momento para visitar a la Gran Dama?”>

Y Bigtail respondió con una expresión verdaderamente seria y cautelosa.

<“Lo más tarde posible. En unos tres días… No, ¿quizás cinco días?”>

Irenea no sabía nada de la Gran Señora, sin embargo, decidió seguir el consejo de Bigtail, se decía que la Gran Señora rara vez salía desde que se recluyó en el tercer piso. Mientras tanto, Irenea se mantuvo ocupada.

También se había preparado para la boda y había aprendido las habilidades necesarias.

Originalmente, Bigtail se encargaba de todo solo cuando César se ausentaba, pero ahora Irenea se ofreció a ayudarlo con el trabajo voluntariamente. De hecho, como anfitriona, era justo que se encargara de algunas tareas.

Como todavía no tenía la habilidad suficiente para tomar decisiones por sí sola, necesitaría la ayuda de Bigtail durante un tiempo, y así empezaron a trabajar juntos.

Había estado intentando adaptarse al trabajo, a los preparativos de la boda y a la casa del Gran Duque, y no se dio cuenta que habían pasado cinco días volando.

De vez en cuando también pensaba en César, era un caballero invicto, por lo que sabía que no sería derrotado por la tribu Yi, pero le preocupaba porque ella también estaba ligada a César por el destino. Esperaba que César regresara sin que se derramara ni una sola gota de su sangre, ese era su deseo.

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