MNM – Episodio 34
La Gran Dama, que había dado a luz a un niño mientras odiaba al difunto Emperador, no pudo dejar Benoit, para proteger al bebé, por lo que de repente, su confianza se desvaneció. Irenea temía el tener que irse después de dar a luz, según el contrato, si César quería, Irenea tenía que dar a luz y marcharse…
‘Puedo hacerlo.’
Un leve afecto surgió hacia un niño que aún no había sido concebido, Irenea se consoló diciendo que tenía que cumplir el contrato, no podía encadenar a César con ella. Irenea no era perfecta, pero no quería ser una carga para nadie.
Irenea interrumpió sus pensamientos enredados, aún no había sucedido. Eso no era de lo que Irenea debía preocuparse, sino de lo que estaba a punto de suceder.
‘La Gran Dama…’
* * *
En ese momento.
César estaba reunido con sus caballeros. Tan pronto como regresaran al norte, se enfrentarían una guerra a pequeña escala con los bárbaros de las tribus Yi que habían codiciado la frontera durante su ausencia. Más allá de la frontera norte vivían las tribus Yi, se les llamaba tribus Yi porque poseían poderes sobrenaturales, sin embargo, eran más parecidos a las bestias que a los humanos.
Se les clasificaba como humanos porque el templo los clasificaba como tales porque los Yi podían pensar y hablar lenguaje humano. Sin embargo, eran bestias que preferían actuar antes de hablar.
Poseían poderes superiores a las humanas en visión y fuerza, eran personas que priorizaban la codicia y el robo de las posesiones ajenas en lugar de cultivar y cosechar sus propios cultivos, sus brazos estaban cubiertos de duras escamas y blandían lanzas como armas.
Tenían pupilas verticales y lenguas largas y delgadas con la punta bífida. Con su piel azul pálido, era difícil definirlos como humanos.
“¿Cuánto daño habrá causado la tribu Yi?”
Sabiendo que César estaría ausente con motivo de la festividad de la diosa, habían invadido el norte, la muralla oriental se había derrumbado y habían sido saqueados. Por más que fueran norteños no eran más que simples mortales frente a la tribu Yi.
Solo los caballeros del norte podían lidiar con ellos.
“Dicen que se han perdido los alimentos que les habrían permitido sobrevivir a esta sequía.” (Caballero)
César murmuró con voz fría.
“…Que el gobierno central compre esa cantidad de comida y al llegar, organicen un grupo de búsqueda para registrar los alrededores…”
César tragó saliva.
El festín de la diosa había pasado, y pronto sería la temporada de desove de la tribu Yi, ellos ponen huevos, no bebes. Y en abril, cuando pasaba la Festividad de la diosa, se volvían aún más feroces durante la temporada de desove. Y los norteños, de acuerdo con su tratado con el gobierno central, tenían que vigilar a los bárbaros de la tribu Yi.
“Liberaremos una expedición punitiva*.”
(N/T: Una «guerra punitiva» es una expedición militar que tiene como objetivo castigar a otro país o grupo por una acción percibida como desobediente o inmoral. El propósito es imponer un castigo y puede utilizarse como alternativa a una declaración formal de guerra, aunque a menudo puede encubrir motivos de venganza o ser un pretexto para conflictos mayores como la anexión colonial.)
César murmuró con voz fría.
Si las tribus Yi hubieran sido individuos capaces de coexistir, esa decisión podría no haber sido necesaria, sin embargo, mientras las tribus Yi continuaran su explotación, esos ataques continuarían sin cesar. Había perdido a varios de sus caballeros por las poderosas lanzas de las tribus Yi y César había aprendido a los trece años que cuanto más débil pareciera, más perdería.
Su misericordia había regresado con la muerte de sus subordinados, por lo que nunca volvería a cometer ese error.
Su guerra se extendía más allá del Imperio y también más allá del Norte.
“Sí, Su Alteza. Como siempre, solo traeré la victoria.” (Caballero)
“…Sí. Brinden el apoyo suficiente a las familias de las víctimas.”
“Sí, Su Alteza.” (Caballero)
César se pasó una mano por el cabello y miró por la ventana, el cielo, al encontrarse con el mar azul zafiro, parecía fundirse con el agua, era un espectáculo donde la paz y la armonía coexistían. – ‘¿No había manera de resolver los problemas de la tribu Yi?’
Si las cosas seguían así, la tribu Yi y el Norte podrían enfrentarse a la destrucción mutua. César contuvo un suspiro.
Cuanto más se acercaba al Norte, más sentía que la realidad lo oprimía y en medio de todo eso, incluso las manos de la familia imperial lo empujaban por la espalda.
“Su Alteza el Gran Duque.” (Caballero)
César, aturdido, fue llamado de nuevo por sus subordinados.
“¡Su Alteza el Gran Duque!” (Caballero)
“¿Mmm?”
César finalmente apartó la vista de la ventana y Bigtail señaló hacia la puerta.
“Su Alteza la Gran Duquesa está aquí.” (Bigtail)
“¡Qué!”
César se levantó de un salto sorprendido, en el proceso se golpeó la rodilla contra el escritorio y soltó un gemido. El rostro de Irenea se iluminó de sorpresa y luego soltó una risita. Irenea, con el cabello recogido en una coleta alta y un refrescante vestido azul cielo, dijo:
“Vine a ver si quieres almorzar conmigo.” (Irenea)
“Almorzar… ¿cómo llegamos a eso?”
“Sí. El tiempo vuela, ¿verdad?” (Irenea)
Irenea rió suavemente.
Concluyó que sería mejor almorzar con César que sola. César era un buen conversador, y ella creía que esos momentos los ayudarían a conectar más rápidamente.
“Sí…”
César asintió.
“Entonces, ¿podemos almorzar juntos?” (Irenea)
“Sí, Irenea.”
Los caballeros guardaron silencio. Entonces, César exhaló profundamente solo después de salir de la sala de conferencias, como si se hubiera olvidado por completo de ellos. Bigtail exclamó:
“¡Guau! ¡Parece un oso polar domesticado!” (Bigtail)
Si fuera el César de siempre, los habría retenido hasta que terminaran todos sus asuntos, sin importar la hora del almuerzo, pero tan pronto como Irenea invitó a César a almorzar, él la siguió obedientemente. No podían quitarse de la cabeza la sensación de haber visto un oso gigante y a su domador.
“Comamos también. Si no fuera por Su Alteza la Gran Duquesa, ¡nos habríamos muerto de hambre!” (Bigtail)
Los caballeros se pusieron de pie ruidosamente, charlando y riendo.
* * *
Residencia del Gran Ducado Benoit en el Norte.
La residencia del Gran Ducado Benoit bullía de actividad debido a los preparativos de la boda de César. Era la primera celebración en Benoit en mucho tiempo y el ambiente, ya deprimido por la invasión de los bárbaros, ahora estaba animado.
“¿Quién será Su Alteza la Gran Duquesa?”
“¡Podría ser una tirana de la Capital!”
“¿Crees que Su Alteza el Gran Duque elegiría a alguien así?”
“¡Nadie lo sabe! ¿Has estado alguna vez en la Capital Imperial?”
“Hmm. No. ¿Ha ido tú?”
“La amiga de mi prima dijo que ha ido.”
Las criadas de la lavandería estallaron en carcajadas. El tema de conversación, por supuesto, era la Gran Duquesa, que ahora era el centro de atención de todos. No se sabía nada de ella, simplemente que César había ordenado los preparativos para la boda.
La jefa de doncellas no dejaba de refunfuñar.
‘No. ¿Cómo vamos a saberlo si habla con tanta vaguedad? ¿Acaso somos adivinos? Necesitamos saber los gustos de quien será Su Alteza la Archiduquesa en el futuro…y hacer los vestidos a medida. ¿Cree que una boda es algo que se puede conseguir simplemente tocando a la puerta?’ (Doncella principal)
Esa era más o menos la queja general.
Sin embargo, desde que César anunció su intención de casarse, la sonrisa no se le borró del rostro de la doncella principal y había estado radiante de anticipación.
Y no eran la únicas llena de expectación.
“Me pregunto si Su Alteza el Gran Duque se volverá más gentil cuando entre la Archiduquesa.” (Caballero 1)
“¿Gentil?” (Caballero 2)
“No lo has visto blandir su espada contra los miembros de la tribu Yi, ¿verdad?” (Caballero 3)
“Ah…” (Caballero 4)
Los caballeros se estremecieron, como si sus pieles estuvieran horrorizadas, la espada de César era despiadada. Él sabía muy bien que la misericordia mostrada a los miembros de la tribu Yi podía volverse en contra de ellos. Cesar podía abatir a tres o más miembros de la tribu Yi con un solo golpe de su espada.
En el campo de batalla, César era despiadado y frío, a diferencia a como era normalmente no se parecía en nada.
“¿No dicen que los recién casados se vuelven un poco más dóciles?” (Caballero 1)
“¿Lo hiciste tú?” (Caballero 2)
“¡Oh! Creo que sí. Oh, he oído que Su Alteza la Gran Duquesa es un ángel.” (Caballero 1)
“¿Qué?” (Caballero 3)
“Un ángel que bajó del cielo. Eso es lo que dicen los rumores, ¿no?” (Caballero 1)
“¡Dios mío!” (Caballero 3)
La historia de la mujer que manifestó poder sagrado nacida de la profecía, se estaba distorsionando y difundiendo. La gente empezó a pensar que Irenea era tan hermosa que cegaba e incluso podía conmover a un hombre de piedra como César.
Por supuesto, la historia de Irenea llegó a la Gran Dama.
‘César se casó.’
Una risita escapó de sus labios, César era la personificación misma de su desgracia, se preguntaba qué clase de pobre mujer está siendo atraída hacia Benoit por ese hombre llamativo. La Gran Dama jugueteó con su taza de té.
Esperaba que la desgracia y la maldición de César no se le transmita a esa mujer. ¿Cómo demonios la convenció para venir desde la capital Imperial hasta allí? Esperaba que Benoit no causara ningún daño a la familia de esa mujer.
“…Dile a la doncella principal que se asegure de que la nueva Archiduquesa no carezca de nada.”
“Sí, Gran Dama.” (Doncella)
La Gran Dama contempló la bebida rebosante en su taza de té con ojos llenos de pesar.
¿Pero por qué, a pesar de todo, se sentía aliviada? ¿Será porque César no había sido arrojado como chivo expiatorio al igual que su estimada madre?
‘¿Es una conclusión precipitada?’
La Gran Dama conocía las oscuras nubes que se cernían sobre el futuro de César. Benito, con Rasmus a su lado, siempre había apuntado su espada contra César, la sucesión de Torben al trono se debió únicamente al poder de la difunta Emperatriz y dado que no podía tener hijos, era el turno de César o de Rasmus.
La Gran Dama era la única que podía proteger a César de Benito.
‘¿No habría sido mejor dejar atrás esa vida cuando era más joven?’
Esperaba que al menos César no sea tan manipulado en su vida como lo fue la Gran Dama. Si bien es cierto que César era una maldición y una desgracia en sí mismo, aún esperaba que el niño no termine viviendo una vida tan desastrosa como la suya.
Sus sentimientos contradictorios hacia César se entrelazaban y desgarraban mutuamente, lo odiaba y lo amaba al mismo tiempo.
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