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MNM – Episodio 30

 

La vista de Irenea estremeció, había elegido ese camino para proteger a Benoit, pero si Benoit resultaba herido por culpa de Irenea, ¿no habría sido inútil?

Frente a la pasarela que conducía al barco, los caballeros llamaban con vehemencia a Irenea y los mercenarios se abalanzaban sobre ellos.

Finalmente, los caballeros que custodiaban a Irenea fueron arrastrados a la refriega y el caballero que iba delante tiró de Irenea, que iba detrás.

“Su Alteza, puede confiar en nosotros y seguir adelante.” (Caballero)

“Pero…”

Si abandonaban a Irenea, todos ellos estarían a salvo.

Pero nadie allí parecía considerar tal movimiento, no era diferente a antes, Benoit siempre había sido tan leal como un oso. ¿Cuánto tiempo ha pasado desde que conocían a Irene para arriesgar su vida por ella?

“Corra, Su Alteza.” (Caballero)

El caballero empujó la espalda de Irenea e Irenea comprendió que no tenía derecho a ignorar su devoción. ¿Cómo percibirían a Irenea? La santidad de Irenea sería visto como una oportunidad.

Una luz que había llegado a César.

Proteger a Irenea era lo mismo que proteger al heredero César, Irenea cargó hacia adelante.

Irenea tropezó con una roca y trastabilló, pero siguió corriendo sin detenerse.

Pero parecía que tan pocos caballeros eran demasiado para una fuerza mercenaria tan grande y una mano negra también se extendió hacia Irenea.

“¡Ay!”

Irenea sintió una mano áspera en su hombro y cerró los ojos con fuerza. En cualquier caso, su cabeza estaba oculta bajo la capucha, invisible a esa hora de la noche y dado que el Conde Aaron no pudo haber informado sobre el cabello plateado de Irenea, no había razón para revisar su cabello.

“Oye, abre los ojos.” (Mercenario)

El hombre siseó siniestramente.

Irenea abrió los ojos lentamente.

Los ojos del hombre se abrieron de par en par, Irenea leyó la emoción en sus ojos.

“¡Maldición…!” (Mercenario)

¿Qué gran cosa podría ser cambiar el color de sus ojos por un instante? Irenea sonrió suavemente y en ese momento, una enorme sombra se cernió tras el hombre.

“¿Cómo te atreves…” (César)

Una voz grave resonó por el puerto.

“¿Quién se atreve a manosear a alguien de Benoit?” (César)

Era César.

César apartó la mano del hombre de Irenea. Con su llegada, la conmoción en el puerto se apaciguó, aunque solo fueran despiadados mercenarios, habían oído hablar del Archiduque de cabello negro.

Apuntar con una espada al Archiduque equivalía a cometer traición.

No ganaron nada, ni siquiera pudieron encontrar a la mujer que buscaban de la casa Aaron, en cambio, provocaron la ira de Benoit.

Irenea se bajó la capucha y volvió a caminar hacia el barco.

Los ojos de Irenea, ocultos bajo la capucha, volvieron a la normalidad.

Un instante fugaz había salvado a Irenea.

“Su Alteza, la Archiduquesa.” (Doncella)

La doncella que esperaba en el barco la llamó, Irenea asintió y subió a bordo.

César, tras confirmar que Irenea había embarcado a salvo, despejó el puerto. Los mercenarios, estupefactos por la presencia de César, quedaron con la moral por los suelos, estaba en una situación en la que, solo con que César abriera la boca, podrían ser acusados de traición.

Pero en lugar de acusarlos de traición y encarcelarlos, César decidió liberarlos, porque ahora podrían decir que no había nada en los barcos de Benoit.

Todos los miembros de la expedición abordaron los barcos.

Irenea suspiró mientras observaba cómo el barco levantaba anclas sin problemas.

‘…Realmente escapé.’

El momento perfecto y la inteligencia de todos se unieron para superar la crisis.

Y así, sin más…fue la despedida.

De todo lo que la había mantenido cautiva.

La próxima vez que Irenea regresara al Capital Imperial…Sería después de estar lista para derribarlos.

Irenea permaneció en la popa por un buen rato.

Como si se estuviera despidiendo de un pasado largo y lejano.

 

* * *

 

César experimentó por primera vez hoy la sensación de ‘creer que le iba a estallar el corazón.’ Así fue en el momento en que vio la mano del mercenario sobre el hombro de Irenea y agradeció haber llegado al lugar en el momento oportuno.

Y agradeció que todos pudieran zarpar hacia el norte sanos y salvos.

Incluso después de zarpar, César, quien tuvo que revisarlo todo, finalmente tuvo tiempo de ver a Irenea después de dos horas. Afortunadamente, esto fue después de que Emma, ​​quien había acompañado a Irenea, le dijera que estaba a salvo.

César, vestido con ropa cómoda, llamó a la puerta del dormitorio de Irenea.

“Adelante.”

Se oyó la voz tranquila de Irenea y en ese momento, César sintió una oleada de alivio.

Irenea, con un cómodo vestido de estar en casa blanco, estaba sentada en una silla, contemplando el mar ondulante del amanecer. Era una escena que César había conservado.

Con esfuerzo por controlar su inexplicable confusión, le preguntó a Irenea:

“¿Estás incómoda en algún lugar?” (César)

Irenea sonrió levemente y negó con la cabeza.

“Estoy bien.”

“¿Te sientes mareada?” (César)

“Afortunadamente, parece que tengo una constitución física fuerte.”

César sonrió ante la pequeña broma de Irenea. Por suerte, a pesar de todo el caos, Irenea parecía ilesa. César cerró la puerta y entró, sentándose en la silla frente a Irenea. El mar permanecía en calma, como si celebrara su salvación.

Las olas que rompían contra el barco estaban calmadas y el viento amainaba, si continuaban navegando por la ruta marítima, llegarían sanos y salvos al norte sin encontrarse con ningún arrecife.

Simplemente, la fatiga los había invadido a ambos, mientras esperaban el amanecer sin dormir.

“¿Por qué no duermes?” (César)

“Me gustaría, pero por alguna razón me cuesta dormir. Quizás sea porque es mi primera vez en un barco o quizás porque me siento completamente liberada de Rasmus.”

Irenea se encogió de hombros.

Seguramente, después de después de pasar por todo el alboroto, debería haberse quedado dormida de cansancio, pero tenía los ojos muy abiertos. Emma ya había revisado su cama y se había acostado.

Y entonces se dio cuenta de algo.

Era la primera vez que Irenea subía a un barco, ya fuera un barco de recreo o una embarcación grande. Flotando así en un barco que se mecía mientras Irenea se recuperaba de nuevo de la incomodidad, César habló.

“El Duque Benito ya no podrá perseguirnos, lo mismo ocurre con la Casa Aaron, ni una hormiga puede cruzar el castillo del norte sin el permiso de Benoit.” (César)

Irenea parpadeó.

Sintió que debía haber una razón para que él repitiera algo que ella misma ya sabía, quizás percibiendo la mirada de Irenea, César tosió brevemente y se acarició la barbilla.

“…Entonces, puedes estar tranquila.” (César)

“¿Sí…?”

Nunca imaginó que César diría algo así.

¿No estaban Irenea y César unidos por acuerdo contractual? César no tenía por qué preocuparse por esos aspectos emocionales y, sin embargo, siempre se mantenía por encima de los límites que Irenea había asumido.

Las definiciones de ‘pareja formal’ que César e Irenea tenían eran a la vez similares, pero muy diferentes.

Irenea sonrió levemente, nadie había compartido jamás esos sentimientos con ella.

“Ya veo. Puedo estar tranquila.”

César nunca había visto a Irenea sonreír con tanta facilidad. Se mordió la lengua.

“Sí…” (César)

César respondió con torpeza, sin siquiera sentir el dolor.

“Rasmus y Aaron buscarán una ilusión que no podrán encontrar, perderán el tiempo en el puerto y vagarán por todas partes buscándome. César, entonces te protegeré.”

Los ojos de César se abrieron de par en par.

Su cabello plateado caía en cascada por el rostro de Irenea, quizás por eso sintió una luz tenue emanar de ella, Irenea sonrió con los ojos entrecerrados y dijo.

“Yo también tengo planes, César. Planes que ni siquiera te puedes imaginar.”

Aún no había podido discutir los detalles con Bigtail porque no habían podido coordinar los horarios, Emma había dicho que iría al norte y le haría espacio. Los planes que Irenea tenía en mente no eran con César, sino con Bigtail.

Porque lo que el honesto y justo César no podía hacer, Bigtail e Irenea sí lo harían.

“…No tienes que esforzarte demasiado…” (César)

César murmuró estúpidamente. Claramente él no era así, pero a menudo se comportaba como un idiota delante de Irenea, había sido así desde su primer encuentro.

Irenea interrumpió a César.

“¿De verdad? Pero, César. Prometí protegerte.”

Irenea respiró profundamente.

“Lo que quiero decir, es que es una apuesta con mi destino y te haré el vencedor de esta batalla, sin falta.”

César soltó una risa hueca.

¿Estaba loco al pensar que Irenea, en ese preciso instante, se veía a sus ojos como la diosa que le salvaría la vida? …La madre a lo que había resentido toda su vida, el peso de Benoit colocado inevitablemente sobre sus hombros, la amenaza de que su vida pudiera ser arrebatada en cualquier momento, parecía que Irenea estaba llevándose todo eso.

Si Irenea le extendiera la mano ahora, César la tomaría como si le hubieran arrebatado el alma.

Incluso si Irenea fuera un demonio que codicia el alma de César.

César no pudo evitar reírse descontroladamente ante la radiante Irenea.


Nameless: Nos quedamos aquí, nos vemos la próxima semana.

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