«¿Qué quieres decir?»
«Ella necesita tiempo, yo se lo estoy dando, y de sobra. Me estoy acercando a ella despacio porque no quiero asustarla y perder todo lo que hemos avanzado».
«No se trata de miedo, dijiste que darías con la solución adecuada, ya han pasado 10 años de esa promesa».
La boca del Emperador se curvó en una oscura sonrisa ante las palabras de Basster. Aun así, no ayudó el hecho de convertirse en Emperador.
Emperador y familias nobles.
Ten era originalmente el vástago de una familia caída. Ella recorrió un camino oscuro durante un tiempo, viviendo en las calles hasta que tuvo poco más de diez años, fue en ese entonces que Basster le tendió la mano y la acogió.
Hace algunos años que trabaja a la sombra de Basster, asumiendo poco a poco el cuidado de la mansión.
Cuando el emperador permaneció en silencio, Basster dejó por fin la pluma que rodaba en su mano y se levantó de su asiento. Se dirigió al sofá frente al emperador, se sentó y se encontró con su mirada.
«Es cierto, han pasado 10 años, así que ha llegado el momento de acabar de una vez por todas con esta lenta descomposición que nos rodea. Ella está ansiosa, pero yo la tranquilizo y no tengo ninguna duda de que al final, lo nuestro llegará a buen puerto».
«…»
«Así que no hagamos esto. No quiero que me molestes, Basster. No importa lo importante que seas para mí, tiendo a volverme un poco loco cuando me enfado».
El Emperador hizo girar el dedo un par de veces. Basster soltó un leve suspiro. Asintió irritado, se preguntaba por qué había viajado hasta aquí de repente, pero al parecer era para tener una discusión.
«Igual tú, mantente fuera de mi camino.»
«Vamos, ¿alguna vez lo he interrumpido en algo, Archiduque?»
Si llevarse a Ten es una interrupción, entonces había perdido la cuenta de todas sus imprudencias. Es cierto que hasta ahora el trabajo de Ten se había mezclado con el de la anfitriona, pero eso acabó después de que compartiera parte de las responsabilidades con Karinna.
Así que Ten también tendrá algo de tiempo personal. Basster respiró hondo, miró al Emperador con ojos de incomprensión y chasqueó la lengua para sus adentros.
El emperador al verlo dudar en ceder, apretó la mandíbula.
«Basster. ¿Por qué crees que Ten, conocida por tener una personalidad tan despiadada, no ha sido capaz de alejarme en el transcurso de estos diez años?».
«Eso es porque siempre vienes envestido de emperador».
«Vamos, en tu opinión, ¿Ten era realmente ese tipo de mujer?»
El Emperador rió entre dientes. Ante las palabras del Emperador, los ojos de Basster se abrieron de un modo extraño. Sus pestañas se agitaron hacia abajo y se alborotó el pelo.
«Ha trabajado como tu ayudante y del emperador, nadie mejor que ella entiende lo que es bueno y lo que no, y sabe que, si traza la línea y me rechaza, realmente no me acercaré a ella».
Eso es lo que piensa, porque eso es lo que él ha mostrado. El emperador trató de hacerlo parecer así. Como si fuera un hombre que puede hacer y romper los lazos. Como si pudiera negarse una vez y nunca más la perseguiría.
Basster que lo conocía mejor que nadie, sabía que esa solo era otra de sus tantas artimañas.
«Por supuesto, eso es algo que ella podría estar pensando ahora, aunque yo no pretendo eso en absoluto».
‘Tú la volviste así Basster. Me hizo sentir que una vez que trazara la línea, nunca la volvería a ver.’
Ella era el tipo de persona que, una vez que daba un paso atrás, empezaba a dar los suficientes hasta que, en algún momento, estaría sola por su cuenta. Por eso, cuando esta vez se acercó a mí y me dijo: ‘Vamos a parar con esto’, se me encogió el corazón. Lo habría considerado hasta el final si no fuera por su mirada inquieta y su incapacidad para establecer contacto visual.
«Vaya donde vaya, Ten volverá a ti».
Por eso no quería llegar a ese punto. Una cosa es que me aparte de su lado porque no tiene nada de interés en mí y otra que me aparte por el juicio de una tercera persona.
«Así que, por favor, no hagas nada presuntuoso y no te metas más en esto».
Unos fríos y hundidos ojos dorados le advirtieron.
Las comisuras de sus labios se curvaron hacia arriba, pero sus ojos eran tan mordaces como sus palabras. La desagradable sensación hizo que Basster se frotara los ojos.
No debería ser difícil salir de este atolladero.
Aunque Basster no solía ser paciente, y menos con aquellos que lo amenazaban de forma directa, reconoció que el Emperador tenía un punto, actuó un poco presuntuoso en este caso.
Después de pensarlo, Basster asintió lentamente. Al mismo tiempo, la expresión del emperador se ensanchó. Esta vez, sus ojos eran redondos y sonreía.
«Gracias por tu comprensión amigo mío. Te daré un asiento en primera fila en mi boda».
«… Suena como algo horrible.»
«Oh, vamos».
Se encogió de hombros y pareció más relajado. Tal vez porque sabe que Basster no es de los que hablan a medias y es un hombre de palabra.
«Sin embargo, no te la prestaré en el futuro».
«¿No es eso… demasiado descarado de tu parte?»
«El mero hecho de estar fuera tres días dejó un gran vacío», dijo Basster con firmeza. Era su pequeña venganza. El Emperador hizo un mohín como un niño. Basster resopló levemente ante la expresión de disgusto de su rostro.
Ni siquiera tenía gracia.
«Así que, ¿tuviste una aventura amorosa secreta?»
«¿Hasta cuenta relacionarás a Yvette Pearson conmigo…?»
«No, no hablo de Yvette Pearson, me refiero a la Archiduquesa… quiero decir la señorita Karinna.»
El Emperador le tendió la mano para que se calmara. Basster habló secamente, como si estuviera decidido a botar al Emperador fuera de su despacho, y luego se detuvo, sugestionado por la historia de Karinna.
«¿De qué aventura amorosa secreta estás hablando?»
«Es sobre el hijo de la Archiduquesa. ¿Dijiste que era Nitens?»
«Sí.»
«¿No se parece un poco demasiado a ti? Sinceramente, no iba a decir esto, pero no es muy diferente a tu yo más joven, incluso llegué a pensar que eras una persona nueva con otro color de pelo».
Las palabras del Emperador dejaron boquiabierto a Basster. Vincent ya se lo había dicho muchas veces. Frunció el ceño y se cruzó de brazos.
«No, no recuerdo haberla conocido antes».
«No te pregunté si la recuerdas, ¿dijiste que el niño tiene casi tres años?».
«Sí.»
«Y si mi memoria no me falla, estás a punto de entrar en tu cuarto año de que conociste al espejismo».
Basster frunció el ceño ante las palabras del Emperador. No era difícil darse cuenta de lo que decía: la única vez en que habría sido imposible saber quién era.
“¿No es eso demasiada coincidencia?”
«… Yo, sigo investigando sobre eso».
«Piénsalo por un momento, quiero decir, podría ser ella con quien estuviste esa noche».
Basster se cruzó de brazos y suspiró. No sabía por qué tratar con el Emperador es tan agotador. Su carácter tranquilo era completamente una fachada del actuar normal en él.
«Ajá, lo pensaré».
No estaba satisfecho consigo mismo por haber respondido de esta manera, pues toda esta charla no había hecho más que aplazar su trabajo. El Emperador volvió a hablar ante la floja respuesta de Basster.
«Entonces la Archiduquesa te oculta ese hecho, pues a menos que sus ojos también estuvieran ciegos, habría recordado tu rostro desde el primer momento en que se reencontraron».
«…»
Basster respiró hondo. Era un hecho que había estado ignorando deliberadamente, aunque le venía a la cabeza de vez en cuando, tampoco tenía ánimos de que se lo recordaran.
Parecía un poco disgustado y chasqueó la lengua, poco a poco se llenaba de impaciencia.
La mirada de Basster volvió al Emperador. El Emperador rió, viendo que se había convertido en un manojo de nervios y ansiedad en un instante.
«Tú tampoco estás exento de culpa”.
Estás siendo tan astuto como ella. El Emperador esbozó una sonrisa divertida.
«¿Qué quieres decir?»
«No, sólo tengo curiosidad. La situación de la Archiduquesa con su padre no fue buena. Como yo lo veo, te habría dicho la verdad en cuanto se conocieron y te habría pedido ayuda».
«…»
Tengo una vaga idea de por qué no me dijo nada. Cualquiera en su posición tendría miedo de decir algo así, sobre todo cuando él trazó la línea en el primer encuentro, y sabía mejor que nadie la capacidad que tenía de causar miedo en su oponente cuando asumía una posición defensiva.
«Es porque hice algo mal al principio: había mucha gente y no era la mejor situación para hablar».
«¿Y ahora? Ya se conocen bastante y parece que la vida en pareja va bien también”.
«Detente, ¿no hay posibilidad de que no sea ella?»
Ante las palabras de Basster, el Emperador se cruzó de brazos e inclinó la cabeza. Con la cabeza gacha, se frotó la barbilla en silencio durante un largo momento. Suspiró, puso los ojos en blanco y luego se encogió de hombros.
«No para mí. Quiero decir, parece que es tu alter ego versión infantil».
Dicen que se puede engañar a los hombres, pero no a la sangre. La herencia es algo maravilloso. Nitens luce exactamente como una copia de Basster.
«… Cómo te dije hace un momento, aún estoy investigando sobre el padre de Nitens.»
«¿Todavía?»
«Nadie era cercano a ellos, así que no conseguí información en los alrededores, dentro de la mansión del vizconde Tyrian, de las pocas siervas que quedan de ese tiempo, ninguna sabe algo o quieren hablar».
Basster sonaba frustrado.
La verdad que tanto se había esforzado por reprimir resurgió. Si realmente habían pasado la noche juntos, ¿por qué Karinna no se lo ha dicho?
Digamos que no pudo, porque estaba encerrada en la mansión de su padre. Como no tenía conocimiento de su entorno, es muy probable que no supiera quién era él en primer lugar, así que lo más sensato sería que se lo diga ahora.
«¿Pondrás al niño en el registro familiar?»
«Me pidió que no lo pusiera en el registro».
El Emperador se quedó boquiabierto ante la respuesta de Basster. Había oído algo que no esperaba. Frunció los labios varias veces, asombrado, y luego soltó un grito ahogado.
«¿La propia Archiduquesa?»
«Sí.»
«¿Por qué…? Tener el título de heredero es lo que todos desean para sus hijos, ese niño sería el primero en la fila para el puesto, y tampoco tiene hermanos», replicó el Emperador, realmente incapaz de comprender.
Él también era un hombre que por mucho tiempo codició el trono y la corona imperial, por lo que resultaba difícil entender por qué Karinna querría evitar que su hija sea el futuro archiduque del imperio, sin luchas internas con sus hermanos y gozando de una estructura de poder estable dejada por su padrastro.
«Ella no tiene ningún interés en esas cosas».
«Pero… bueno, me lo pareció al conocerla.»
Karinna no parecía disfrutar mucho de la interacción humana. Eso se notaba en sus conversaciones con las demás señoras.
Normalmente, se habría dirigido primero a las damas más influyentes según su estatus, pero Karinna seguía sus propias normas, así que se acercaba y hablaba con quién le apetecía, lo que debió de confundir a bastantes personas.
«Cuando le ofrecí volverla amiga de mi hermana, se negó, así que hice una pequeña investigación por mis medios…».
El emperador murmuró, aún incapaz de comprender. Jadeó como un hombre al que le falta el aire en los pulmones y luego levantó la cabeza.
Basster puso cara de disgusto y cerró la boca. El Emperador dejó de reír, percibiendo el extraño ánimo de Basster.
«¿Cuál es la razón?»
«Dijo que no quería que Nitens estuviera atado al mundo aristocrático».
«Ah…»
El emperador apretó la mandíbula. Al mismo tiempo, Basster se quedó callado. Entrecerró los ojos y asintió.
Cualquiera que haya nacido en la nobleza debe haber sentido el peso de ese deber en un momento u otro. Tanto el Emperador como Basster lo comprendían.
Karinna, en particular, estuvo bajo el yugo del vizconde Tyrian. Los largos años de esclavitud no habían hecho más que ahondar en sus pensamientos; para ella, era una vida que no habría tenido que soportar de no ser por la nobleza.
Ser preparada y utilizada como un objeto para ser vendida a alguien a cambio de un gran negocio, era algo que no ocurriría a menos que fueras de noble cuna.
Así que Basster no la obligó ni coaccionó, sólo sintió la necesidad de hablarlo un poco más con ella dentro de un tiempo, cuando sus heridas mentales estuvieran más cerradas.
«Tiene un punto», el emperador dijo.
Tanto el Emperador como Basster han vivido una vida de obligaciones imperiales y aristocráticas y de privación de libertad. Ahora están acostumbrados, pero lo que han visto antes era una vida de tenerlo todo al alcance de la mano y nada en las manos.
No siempre era fácil ser noble.
A veces era difícil respirar, con tantas cosas enormes interponiéndose en nuestro camino, construidas a lo largo de los años como barreras.
«Me gustaría presentarle a mi hermana, la princesa.»
«Ella sin duda, es un espíritu libre.»
«Seguro la ayudará a organizar su cabeza y su vida».
El Emperador negó una vez más con la cabeza, un poco turbado, pero no sin una sonrisa en el rostro.
«Aun así, supongo que no es tan avariciosa como el vizconde Tyrian, como llegué a pensar.»
«Ni siquiera los compares», gruñó Basster, sin ocultar su disgusto. El Emperador soltó una risita. Pero, esas mismas risitas pronto se apagaron. El Emperador asintió levemente en respuesta.
«El vizconde Tyrian es un brote de peste que hay que podar, y o le estás dando demasiada confianza al asunto, o eres demasiado estúpido para darte cuenta».
«El Vizconde Tyrian no debe ser tocado.»
«¿Por qué?»
«Ella se encargará, o lo haré yo».
El Emperador frunció el ceño.
Desde el inicio de la purga, el nombre del vizconde Tyrian estaba en la lista de limpieza. ¿Por qué mantener a su lado a un murciélago como ese cuando hay tantas otras personas dignas del título?
Por supuesto, sabían que tiene que haber una cierta cantidad de suciedad para que la sociedad funcione. Así que iban a dejar algo de suciedad, pero no era el caso del vizconde Tyrian.
Sería una mancha para la Archiduquesa y una mancha para el renombre de Basster, conocido por ser un asesino a sangre fría de sus enemigos. El emperador no era lo bastante bondadoso ni afectuoso como para tolerar algo así. Cualquiera que estuviera al lado del emperador debía ser alguien resolutivo sin una mota de suciedad o debilidad.
Se puede ser excéntrico y cruel, pero no sin que algo te pique en la espalda. El vizconde Tyrian, sin embargo, era un hombre con demasiadas asquerosidades. Si trataba de cubrirlo para evitar un desenlace peor, lo único que obtendría sería mancharse de podredumbre y hedor.
«Sacúdete la mugre rápidamente, Archiduque».
«Nos ocuparemos de ello este año».
«Lo tacharé de la lista de los principales por caer, pero no alcances al límite de la paciencia de lo que Emperador puede esperar».
Basster asintió a las palabras arrogantes y autoritarias del Emperador. Dejar que el Emperador se encargara sería innecesariamente perjudicial para Karinna. El Emperador sonrió satisfecho.
«Volviendo al punto, lo mejor será que hables con ella y la disuadas de esa tonta idea, e inscribe su nombre en el registro familiar cuanto antes».
«Lo sé.”
«Es un chico muy listo y bien parecido».
Habló en voz baja, con los ojos entrecerrados. Basster asintió, aunque frunció ligeramente el ceño.
«Es bastante adorable de ver».
La expresión del Emperador se tornó inexpresiva ante el elogio de Basster, y luego su boca se curvó en una sonrisa.
«Basta con solo mirarnos, para ver que el amor realmente vuelve tonto a un hombre».
«…»
«Las mujeres siempre son fuertes cuando se trata de romper y alejarse, en cambio nosotros no».
Basster pensó en Karinna y Ten. Ambas sabían poner límites. Quizá si se separaran, sería Karinna la primera en retomar su vida.
«Sería sumamente gracioso si fuera tu hijo, pero no eres tan guapo».
Ante la broma del Emperador, la expresión de Basster volvió a endurecerse. Aspiró y parpadeó lentamente. El Emperador ladeó la cabeza, sonriendo torcidamente.
«No te ves muy bien.»
«Quizá sea mejor que no sea mi hijo».
«¿Por qué?»
El Emperador entrecerró los ojos. Basster frunció los labios, con una falsa expresión de ‘sabes la respuesta, no hace falta preguntar’. Si no expresaba esto que sentía, su estado de ánimo caería aún más bajo.
«Porque me voy a enfadar».
«Lo entiendo, si Ten hubiera hecho eso, probablemente yo también estaría muy resentido».
El Emperador se levantó de su asiento. Al verlo estirarse ligeramente, Basster lo siguió hasta la puerta dejando escapar un leve suspiro.
«Y si es real, puedo entender los sentimientos de la Archiduquesa».
«¿Qué quieres decir?»
«Tú fuiste quien la asustó en primer lugar, y si crees que es culpa tuya, puede que lo sea».
«¿Qué clase de pecado es ese?» dijo Basster con incredulidad.
Si accidentalmente tenía un niño de un día para otro, era culpa de ambas partes. También era culpa mía por no estar preparado desde el principio. Aunque a ella le pareciera bien, la relación debería haber sido cautelosa.
«A menudo, Archiduque, a un hombre no le gusta que otro cargue con sus pecados».
«…»
«Conoces el peso de sus pecados, así que, si te enfadas, hazlo con moderación».
«Puede que nada de esto sea cierto, así que para» replicó Basster, contrariado. El Emperador soltó una sonora carcajada, luego asintió y tragó saliva.
«Yo creo que sería estupendo que no exista otro de por medio».
El Emperador respondió con un tono de voz retorcido y salió despreocupadamente de la sala. Basster dejó escapar un largo suspiro de pesar y se enjugó la frente.
«Es mi hijo…»
Basster apretó y soltó la mano, la sensación de tenerla abrazada, su estatura, o el espíritu libre que a menudo mostraba, sin duda guardaban un parecido asombroso con la dama que él recordaba.
‘Entonces, ¿por qué lo escondiste?’
Si esto es cierto, ¿por qué lo ocultó?
Sé que empecé con mal pie. He hecho todo lo posible por enmendarlo, y creo que ahora estoy mejor. Me he reprimido y he intentado empezar de nuevo.
‘Tendremos que volver a hablar.’
Si realmente es ella, debo pensar en qué demonios se supone que debo hacer.
Ni siquiera estaba seguro de si se sentía bien o mal por ello, suponiendo que hubiera ocurrido.
Mencionó al padre del niño una y otra vez.
Decía que estaba muerto. También lo llamó benefactor. Todas esas palabras no encajaban con él.
‘Está vivo y bien, justo delante de ella…’
Si en realidad es ella, y le dijo que el padre del niño estaba muerto, sería un shock en sí mismo. Secándose la frente, Basster exhaló lentamente un suspiro.
«Tengo que ir a trabajar».
La urgencia inmediata estaba en el ahora, no en el futuro.
Tenía que ocuparse antes de la pila de papeles que lo esperaba para poder acercarse a su familia y compartir tiempo de calidad juntos. Se sentó y se puso manos a la obra.
La montaña de papeles pronto redujo notablemente su volumen.
∴※✻※∴
«Buenos días, Nitens.»
«¿Eh… Tío?»
Se frotó los ojos con sueño y murmuró que reconocía a Basster. Como era evidente que seguía adormecido, le acaricié despacio la cabeza y abrió los ojos lentamente.
Parpadeó durante un largo instante, como si intentara comprender la situación, y luego soltó una risita y abrazó a Basster. Parpadeó un par de veces, con su cara frente a la mía.
«Papá».
El niño miró a su alrededor y llamó a Basster en voz baja.
Tumbado con la cabeza en su abrazo, susurró en voz muy baja, como si contara un secreto.
«… Sí.»
Cada vez que mi hijo me llamaba papá, me sentía muy extraño. Se me torcían las comisuras de los labios y se me saltaba el corazón. El estómago se me llenaba de una emoción distinta a la que sentía cuando veía a Karinna.
«¿Y mami?»
«Todavía estoy en el país de los sueños.»
«Oh… mamá es una dormilona.»
«Sí, no sé por qué duerme tanto, ¿antes era así?».
Karinna dormía más de lo que él consideraba normal; no era de las que se acostaban tarde, pero si la dejaban a sus anchas, dormía hasta bien pasado el mediodía. Al oír las palabras de Basster, Nitens se acurrucó más cerca en sus brazos.
«No, cuando Nity y mamá vivían juntos no se quedaba en el país de los sueños mucho tiempo.»
«¿Por qué?»
«Um, el feo vizconde entraba de sorpresa en la habitación de Nity y mamá…»
Su voz era mucho más relajada que de costumbre, como si acabara de despertarse, y su lengua estaba más suelta, con un sonido más arrastrado.
«¿Hacía eso…?»
«¡Sí! Entonces mamá se despertaba y abrazaba fuertemente a Nity y…»
A menudo, las historias que contaba Nitens no eran relatos muy bellos ni detallados, pero pintaban un cuadro vívido de la miserable vida de Karinna.
El niño relataba despreocupadamente un pasado que Basster nunca pudo ayudar a cambiar ni alcanzar. Tan despreocupadamente que ni siquiera le resultaba extraño. La violencia era una forma de vida para él.
Basster rodeó al niño con sus brazos. Nitens se refugió en los brazos de Basster, con la mejilla apoyada despreocupadamente en su hombro.
Los labios del niño se movieron de forma pensativa.
«Mamá y el Vizconde siempre están peleando».
«¿Peleaban con el cuerpo?»
«Sí, mamá solía tener siempre miedo, pero abrazaba a Nity y lo escondía del feo vizconde».
El niño levantó las manos como si hubiera aparecido un monstruo, dijo: «¡Alimañas inservibles!» y volvió a reír. Para Nitens, el hecho de poder contar estas historias sin llorar era el paraíso.
«Ya veo.»
«Sí, por eso papá tiene que proteger a mamá».
«Sí. Protegeré no sólo a mamá, sino también a Nitens. No te preocupes.»
Nitens asintió lleno de tranquilidad, aunque no era una promesa lo que estaba haciendo, le creía. Cuando hacía una promesa, la cumplía. Al día de hoy, Nitens y Karinna siguen vivos e ilesos porque su papá los ha protegido.
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