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Capítulo 81 – Si la verdad no puede salvarnos – 1

 

Psyche estaba tan sorprendida por la pregunta de Clint que se tapó la boca con ambas manos.

Pudo ver una pequeña bolsa de cuero que parecía desgastada.

Era claramente algo que no podía ignorar porque era una pertenencia suya.

No tenía ni idea de cómo las hierbas anticonceptivas que había preparado habían acabado en sus manos.

Pensó que había sido cuidadosa, pero no fue así. Sería difícil saber que eran hierbas anticonceptivas desde el principio.

Sin embargo, a juzgar por su expresión, parecía que ya lo sabía todo.

“Clint… ¿qué haces con eso…?”

“¡Cómo puedes hacerme esto!” (Clint)

Clint alzó la voz de repente.

El rostro de Psyche se distorsionó al mismo tiempo.

“Yo, yo, ¿Qué debo hacer contigo!” (Clint)

Clint tiró al suelo la bolsa de cuero que sostenía en la mano con voz autocrítica.

Psyche entró en pánico.

Nunca imaginó que las cosas terminarían a una catástrofe como esa antes de poder hablar con él.

Todos sabían que era un hombre obsesionado con sus herederos y para él, esas hierbas anticonceptivas… Eran algo inaceptable.

“Clint, entiendo perfectamente por qué estás enojado. Pero, aun así, déjame contarte mi historia.”

“¿Te divertiste engañándome todo este tiempo?” (Clint)

Clint parecía no escuchar a Psyche en absoluto.

Aun así, él confiaba en Psyche.

Por eso, en algún momento, había deseado que ella también confiara en él.

Incluso si no podía esperar una confianza ni una fe completas, esperaba que Psyche confiara al menos la mitad de lo que él confiaba en ella.

¿Era un hombre tan poco digno de confianza?

Claro que sabía que al principio no confiaban el uno en el otro.

Al principio, él solo necesitaba una mujer que le quitara de encima a Rachel.

Las mujeres nobles del Capital Imperial no querían enfrentarse a Rachel, así que solo necesitaba a alguien que ocupara el puesto de Duquesa. Una mujer que no supiera nada.

Pensó que sería mejor que no tuviera familia y no tuviera adónde regresar. Las personas desesperadas tienden a aferrarse más a su posición.

Además, si no tenía familia, no habría conflictos de intereses, lo que, desde el punto de vista de Clint, sería más limpio.

Al tener un estatus como Duque, no quería necesariamente depender de la familia de su mujer.

Pensándolo bien, Psyche era la mujer perfecta para ese papel.

Aunque la habían empujado al borde del precipicio, el hecho de que no pareciera desesperada era diferente de lo que él deseaba, aún así Clint valoraba incluso esa actitud no servil.

Psyche…

Era una mujer hermosa.

Con un cabello plateado que parecía la luz de la luna y una impresión de dulzura. Era una mujer atractiva que desprendía dos vibraciones diferentes a la vez: fría y cálida.

Cualquiera que la viera la consideraría una belleza. Sus ojos carmesí, a juego con su cabello plateado, le recordaban a un lago donde se había hundido el sol rojo.

Sus ojos, profundos y penetrantes, eran como gemas rojas incrustadas en sus párpados, y su piel era blanca y clara; además, su delicada naturaleza le daban una atmósfera misteriosa.

Sin embargo, a Clint no le gustaba simplemente por su apariencia.

Su actitud segura y digna a pesar de no poseer nada, su modestia era la justa medida, sin menospreciarse a sí misma. Esas características la hacían parecer más noble que cualquier noble del Capital Imperial.

Quizás por eso le gustó desde el día que la conoció.

Simplemente… No era porque fuera la mujer perfecta para las condiciones que él buscaba.

<“Yo también perdí a mis padres de joven.”>

Clint sintió una sensación muy extraña frente a la mujer que hablaba con calma sobre sus tragedias del pasado.

¿O quizás era algo así como compasión ante una persona que había sufrido lo mismo?

El propio Clint no se daba cuenta, pero ya se sentía atraído por ella desde su primer encuentro.

Ese sentimiento pronto se convirtió en un deseo posesivo por mantenerla a su lado.

No sabía de dónde venía ese sentimiento, pero aun así quería tenerla.

Así que, cuando descubrió que Rachel intentaba hacerle daño a Psyche, intentó protegerla a su manera.

Y…

No le fue difícil encontrar la apariencia de su madre en Psyche.

En realidad, no se parecían en nada.

Y, sin embargo, Clint no pudo evitar pensar en su madre.

La primera mujer que anheló que lo amara, la mujer que esperaba que lo mirara.

Pero una mujer que nunca lo había mirado, una madre cruel.

Clint cerró los ojos con fuerza al recordarlo.

Sentía como si la tragedia del pasado volviera a ocurrir otra vez.

Sintió que ojos se oscurecían y luego sintió que volvía a la realidad.

¿Cómo habían terminado así?

No podía expresar sus miserables sentimientos en ningún lugar, así que apretó los puños con más fuerza.

Bueno, ¿cuántos años tenía?

¿Sería alrededor de nueve?

Ese momento, que había sucedido hace tanto tiempo, parecía un recuerdo lejano.

Sin embargo, aparte de eso, los acontecimientos que sucedieron ese día eran tan vívidos que aún podía recordarlos con claridad hasta ahora.

A los nueve años, cuando sus pensamientos aún no se habían desarrollado por completo, sintió que iba a morir ante la mayor angustia de su vida.

Incapaz de dormir ni comer y angustiado por el asunto, decidió contarle la verdad a su padre, el Duque.

Consideraba que era la única y mejor opción que podía tomar.

Durante todo el camino a la oficina de su padre, o mejor dicho, del anterior Duque, las palabras que se había repetido una y otra vez no dejaban de repetirse en su mente:

<“En el futuro, serás Duque, así que compórtate como es debido.”> (Anterior Duque)

<“No importa adónde vayas, no hagas nada que pueda ser motivo de crítica.”> (Anterior Duque)

Era algo que solía oír a diario.

El anterior Duque, que no era un padre muy cariñoso, era más bien bastante estricto.

Aunque fue criado como el primogénito de la familia Valentine y heredero del Duque, su padre, el Duque, no reconocía a Clint como tal.

Eso se debía a que su madre no pertenecía a la nobleza.

El matrimonio del anterior Duque causó un gran revuelo en el mundo aristocrático. El hecho de que la Duquesa no fuera noble era un gran problema.  Cuando el Duque anterior era aún el pequeño Duque, salió a tomar un respiro, se enamoró a primera vista de una mujer y la convirtió en su Duquesa.

Ambos se enamoraron apasionadamente y, a pesar de la oposición por ser ella plebeya, él siguió adelante con el matrimonio.

Desafortunadamente, su amor no duró para siempre.

Su madre, que era plebeya, no entendía al Duque, que salía a trabajar todos los días, y tampoco se llevaba bien con las damas de la nobleza.

<“Tu madre siempre está tratando de pisarme los talones, es una mujer que no puede hacer nada por sí sola.”> (Anterior Duque)

<“Espero que no te parezcas a tu madre. No puedes convertirte en Duque con una actitud tan débil.”> (Anterior Duque)

La Duquesa, sintiéndose sola, se aferró a su relación con el Duque, lo que provocó que este se alejara cada vez más.

Siempre que el Duque asistía solo a un banquete, la Duquesa lloraba y se aferraba a él. Las lágrimas de la Duquesa se debían principalmente a sus sospechas.

Sin embargo, el Duque odiaba los escándalos más que nadie, así que nunca tuvo ni una concubina ni amante por separado.

De hecho, tener concubinas o amantes era algo que causaba mucho revuelo social, y más aún en el caso de los nobles de alto rango. Sin embargo, la cantaleta de amor de la Duquesa parecía muy aburrida para él.

<“Estoy harto. Nada cambia, aunque sepas la verdad.”> (Anterior Duque)

<“¿La verdad? Que ya no siento ningún afecto por ti. ¿Te sientes mejor ahora?”> (Anterior Duque)

No dudaba en abusar verbalmente de la Duquesa y, en lugar de apoyarla, a menudo la trataba con desprecio.

Y esa actitud se trasladó naturalmente a Clint.

Así que Clint sufrió la compulsión de complacer a ambos padres desde una edad muy temprana.

Su madre intentaba complacer a Clint proyectando en él el afecto que no recibía del Duque, y el Duque se enfadaba cada vez que veía en Clint rasgos que consideraba poco aristocráticos como en el caso de la Duquesa.

Clint siempre sentía que apenas mantenía el equilibrio al borde de un precario precipicio.

La sensación de caer al abismo si daba el más mínimo paso en falso lo asfixiaba cada noche y cada mañana.

El problema fue algo que Clint había presenciado unos días antes.

Ese día, regresaba a su habitación desde el campo de entrenamiento tras practicar esgrima hasta altas horas de la noche.

Mientras se disponía a devolver al establo el caballo que había montado esa mañana para su lección de equitación, oyó la risa de un hombre y una mujer.

Al principio, creyó haber oído mal, pero a medida que se acercaba a los establos, se oyó una conversación tensa entre un hombre y una mujer.

E, increíblemente, la voz de la mujer era la de su madre.

Las risas seductoras de la mujer y la conversación provocativa eran de un tipo que no se podía escuchar, y Clint, a pesar de su corta edad, intuyó que la relación entre ambos no era apropiada.

Así era.

Su madre finalmente no pudo soportar la fría mirada del Duque y se había enredado con un caballero que la cortejaba.

Al principio, intentó fingir que no lo sabía.

Por compasión, pensando en lo sola que debía sentirse.

Sobre todo, porque, incluso a los ojos del pequeño Clint, su madre con su padre no parecían felices en absoluto.

Sin embargo, aunque fuera solo por un momento, su madre pareció más feliz que nadie con un hombre desconocido.

Esa risa lo atormentaba incluso en sueños.

Clint sabía que nunca podía cargar con ese peso él solo.

Así que, después de pensarlo durante unos días, finalmente decidió contárselo a su padre, el Duque.

Le había dicho que no hiciera nada que pudiera ser motivo de crítica, para que el error de su madre no fuera un problema para todos…

Pensó que sería mejor contárselo a su padre.

En aquel momento, eso era lo que pensaba.

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