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DLHA – Cap 5 – Part3

CAPITULO V – Parte III

 

De todos modos, no le gustaba la idea. Basster tomó la palabra, habiendo llegado a su conclusión.

«No te gusta quedarte conmigo, ¿Karinna?»

«No, eso está bien… Me gustaría volver a dormir con Nitens. Además, yo podría molestarte…»

Karinna frunció los labios.

Vaciló varias veces. Como si quisiera decir algo pero no le salieran las palabras.

Basster ya se había acostumbrado a este tipo de pausas, así que esperó en silencio, y no le costó demasiado esperar a que hablara.

Si Karinna pensaba lo suficiente, conseguía sacar a relucir la historia que quería contarle. Aunque a veces tardaba desde unos minutos hasta varios días en conseguirlo.

Frustrado al principio, aprendió a ser paciente, dándose cuenta de que Karinna necesitaba ese tiempo para sentirse más segura, y entonces le contaba más historias que si la hubiera presionado desde el principio.

«Pensé que podría ser un poco ruidosa por la noche».

«…»

Se llevó un dedo a la frente arrugada y miró a Karinna, que estaba sentada a su lado. Basster meditó un momento su respuesta. Fue todo lo que dijo, y no parecía dispuesta a decir nada más.

«No eres ruidosa».

«No lo sabes, no sabes cuán ruidosa puedo ser».

«No, de hecho, lo sé porque no sueles despertarte una vez dormida. ¿Es por qué temes roncar por la noche?».

Karinna miró en silencio a Basster, que la miraba con expresión inexpresiva, como si realmente no supiera nada.

Karinna meditó su respuesta.

‘Estoy teniendo pesadillas nuevamente’.

Es una respuesta sencilla, pero tenía bastante miedo de las preguntas que vendrían a continuación. Son recuerdos en los que no le gusta pensar, pero también era una historia que no quiere contar a nadie.

«No, no es eso.»

«¿Y?»

«¿Me lo preguntas porque realmente no lo sabes, o pretendes no saberlo?» preguntó Karinna, incapaz de comprender su rígida negativa a separar sus habitaciones.

Una vez que se quedaba dormida, no se despertaba fácilmente. Incluso si se despertaba de vez en cuando, ella sabía que él estaba dormido. Aun así, ella no podía creer que él no lo supiera.

«¿Acaso no eras muy sensible a lo que sucede a tu alrededor?”

De hecho, Karinna recuerda que sus sentidos eran muy agudos. A pesar de ser invidente en ese momento, fue capaz de moverse y desenvolverse tan bien que no ella podía creer que lo fuera.

«¿Qué es lo que evitas decirme?»

«Yo…»

Karinna al verlo dudar, puso los ojos en blanco y tragó saliva.

«Por mi parte, solo espero que una respuesta sincera de tu parte».

A Basster le gustaba la franqueza sin adornos de Karinna, pero al mismo tiempo a veces le resultaba frustrante. No podía mirarla a los ojos y habló después de un largo momento, porque quería ocultarle algo que ahora ella esperaba oír sinceramente.

«Si me preguntas sí sé que sueles tener pesadillas, si, ya lo sabía».

«… Cómo lo sabes.»

«Pero si preguntas porque crees que eres molesta por serdemasiado sensible, no lo eres».

Karinna aguantó la respiración al oír las palabras de Basster, con los ojos en blanco durante un largo instante, como si estuviera un poco confusa, y luego abrió la boca lentamente.

«Pero soy tímida, así que prefiero tener mi propia habitación…»

«Si te vas, te despertarás y continuarás llorando así todas las noches».

«… ¿Qué?»

«¿No es mejor si te tranquilizo en mi abrazo mientras rápidamente te vuelves a dormir?».

Karinna no tardó en darse cuenta de lo que Basster quería decir, y sus labios hicieron un leve mohín de vergüenza. Abrió y cerró la boca como un pez de colores durante un largo rato, y luego inclinó la cabeza.

«Alguna vez… ¿Me has calmado así?»

«Sí, más de un par de veces. Pronto te recompones y duermes profundamente enseguida».

«Oh no…»

Karinna se quedó blanca como la leche.

Quizá por eso se despertaba tan a menudo en brazos de Basster. Karinna arrugó la cara, avergonzada.

«¿No es mejor que pases eso junto a mí que enseñárselo a Nitens?».

«No. Ya no quiero, no compartiré habitación con ninguno de los dos, así que me mudaré a una habitación para mí sola».

Basster sonrió amargamente ante la obstinación de Karinna. ¿Hay alguna razón para su patológica reticencia a ayudar? ¿O es que está muy, muy avergonzada?

«¿Por qué odias tanto apoyarte en mí?»

«No… es muy vergonzoso, y no es realmente un buen aspecto para mostrar».

«Pero últimamente no tienes tantas como antes, ¿no te percataste?».

Los ojos de Karinna se abrieron de par en par al oír las palabras de Basster. Él por su parte, sonrió ante sus sorprendidos ojos de conejo. Esta mirada le sienta extrañamente bien.

«¿De verdad?»

«Sí, si tienes a alguien que te bride consuelo, mejorarás, así que no pienses en rechazarme, sino en buscar mi ayuda y mejorar permaneciendo a mi lado».

Los ojos de Karinna se abrieron de par en par, sorprendida.

De hecho, desde que Basster puede recordar, Karinna tenía pesadillas a diario, pero últimamente había tenido más noches tranquilas.

«Cuando me asegure de que estés completamente mejor, te daré una habitación para ti sola, aunque no la quieras».

«Pero yo te causo problemas, me dijiste que no te gusta acostarte con nadie».

«¿Qué?»

«Si. Que realmente no te gustan las chicas ni el roce físico, y sé que somos amigos… pero ¿no odias tener que pasar por eso todas las noches?»

La pregunta de Karinna hizo callar a Basster.

En su primer día de conocerse, sin duda dijo eso. Fue uno de esos recuerdos que aún se me quedan grabados. Pero fue un reproche a medias, una maniobra para evitar que lo molestara con cursilerías o ideas equivocadas.

No le gusta el roce carne contra carne, pero sigue siendo un hombre y no rehúye ni le disgusta el sexo opuesto. Las mujeres que no le gustan son las que intentan ser presuntuosas y acuden a él esperando obtener algo suyo. Ya sea amor, dinero o cualquier otra cosa.

«Karinna, creo que ya hemos conversado sobre esto antes, así que no, no me estás molestando, así que está bien, no necesitas preocuparte más».

‘¿Por qué las palabras que salen de mi boca son siempre tan rígidas?’

Basster dejó escapar un largo suspiro mientras consideraba sus palabras.

‘Si dije una tontería la última vez, esta vez podría haberlo organizado un poco mejor, o reformularlo. Que idiota.’

«¿No te molesto? Yo sí creo que soy una molestia para ti».

«Espera, ¿por qué piensas eso?»

«Eso es…»

La sonrisa de Karinna vacila y luego se borra, con las comisuras de los labios crispadas, como si se sintiera un poco avergonzada.

«Te he estado molestando desde que nos conocimos».

Basster se quedó helado al oír la voz nostálgica de Karinna.

«Creía que por eso te molestaba tanto, aunque dijeras que no fuera así».

«¿Que… qué significa eso?»

«Es como que conoces a esa persona que te preocupa porque crees que va a morir, pero no quieres obligarla a no hacerlo. Eso es exactamente lo que sentí de tí».

«…»

Basster sintió como si alguien lo hubiera golpeado en la nuca con un martillo. Durante un largo instante, solo tragó saliva, incapaz de hablar; no había esperado que ella mantuviera semejantes malentendidos suyos.

Es cierto que lo pensó. De hecho, lo hizo. Pero es un poco injusto oírla reprocharle eso ahora.

Porque ya no lo era, y sigue deseando permanecer junto a ella.

«En realidad, por eso no salí de la villa, no quería que me vieras. Pensé qué si te molestaba más que eso, podrías pedirme que regresara».

«… ¿Por qué piensas eso?»

«Porque nuestra relación está totalmente a tu merced, Basster».

¿Por qué ella lo dice con una sonrisa despreocupada?

El hecho de que ella respondiera con «ya sabes», en lugar de «antes», sugiere que sigue considerando su relación como tal. Inconsciente o conscientemente lo ve como su superior, no como su pareja o amigo.

«De todos modos, me alegro de que ya no te moleste».

«… Sí, no te preocupes, no me molestas en absoluto.»

«Sí. Prometo que no volveré a incomodarte o hacerte preocupar innecesariamente».

Se le encogió el corazón. Basster se sentía frustrado porque no lograba entender por qué ella lo mantenía alejado de su corazón. Ladeó la cabeza, pensativo, pero seguía sin encontrar una respuesta.

«Como dije, eres mi salvador, en más de un sentido».

Esas palabras de Karinna significaban mucho.

¿Había algo que pudiera describirse como «en más de un sentido»? Basster no tuvo que pensar demasiado. Ya había dicho algo parecido antes.

«Puedes molestarme…»

«¿Uh?»

«¡Puedes molestarme tanto como quieras, no lo odio en absoluto!»

Los lóbulos de las orejas de Basster se enrojecieron mientras hablaba. Karinna lo vio y se rió un poco por lo bajo. Ella responde que lo entiende, pero para Basster solo parece poco más que un agradecimiento breve.

«De todos modos, debemos bajar. O le pido que suba, si quieres quedarte con este atuendo».

“Haz lo que quieras». Mientras hablaba, Karinna se deslizó fuera de la cama, «Voy a cambiarme y bajo. ¿Adónde quieres que vaya?»

«En el salón sería mejor».

«De acuerdo».

∴※✻※∴

Cuando terminó de arreglarse y salió, Basster seguía apoyado en la puerta, lo que sorprendió a Karinna.

«¿Por qué estás aquí?”

«Voy contigo».

«¿También te harás trajes?»

«Llevo mucho tiempo con los mismos, así que pensé en hacerme unos cuantos más a juego con los tuyos, incluso pediré nuevos uniformes para las sombras».

Los ojos de Karinna se entrecerraron ante las palabras de Basster.

Por lo que parece, no era cuestión de un día o dos que trajera al famoso diseñador ambulante para que le confeccionara la ropa.

«¿Qué es una sombra?»

«Bueno, son un poco diferentes de los Caballeros, pero cumplen funciones similares».

Karinna ladeó la cabeza ante las palabras de Basster. Asintió suavemente y no indagó más.

Karinna era una persona muy fácil de tratar, o antes lo era para Basster. No es que fuera fácil en sí misma, sino que no le pedía nada, no le preguntaba nada, ni se veía en la necesidad de decir algo demás.

Para él, ese solía ser el tipo de mujer que le gustaba. Alguien que no discutía y se limitaba a ejecutar su parte del trato.

‘No sé por qué tengo estos sentimientos desagradables revolviéndose dentro de mí, aunque sé que todavía me gustaría en una capacidad profesional, me enoja su desinterés.’

«Y tendrás que disculparme, pero no podré acompañarte a dormir mañana».

«¿Mañana?»

«Sí, tengo algo pendiente por terminar».

Basster parecía extrañamente reacio a hablar. Karinna ladeó la cabeza en señal de duda, pero luego asintió.

«De acuerdo».

«… ¿no me preguntarás nada?».

«¿Puedo preguntar?»

Basster apretó la mandíbula ante las palabras de Karinna.

«Puedes preguntar. Te lo dije, puedes hacer lo que sea».

«… Así que, ¿qué es eso que tienes que hacer?»

Fueron necesarios muchos empujones para que se acercara, pero resultó extrañamente reconfortante. Basster abrió la boca, sintiéndose de algún modo orgulloso de tener con quien compartir su secreto.

«Estoy maldito desde que nací».

«¿Maldito?»

«Sí, pero es un secreto, no puedes decírselo a nadie. Sólo te lo digo porque eres mi esposa», Basster susurró en voz baja a Karinna, que entrecerró los ojos. Parecía que le estuviera contando un secreto.

«Yo no lo diré. Tampoco tengo a nadie con quien hablar y aunque lo tuviera, no voy a hablarle a nadie de ti».

Fue un comentario sutil. En lugar de señalar su soledad, Basster prefirió abrir la boca para explicarse.

«Siempre las noches sin luna afectan negativamente mi cuerpo».

«Ah… eso es lo que te pasó esa noche…» murmuró Karinna en voz baja.

Si de lo que hablaba era de perder la vista, entonces las rarezas que vio entonces y la situación de ahora tenían sentido.

‘Y ese fue el día en que la luna desapareció de repente’.

A veces hay días así. El día en que la luna desaparece del cielo. Nunca había prestado mucha atención a la luna, así que no lo sabía, pero podía causar algo así.

«¿No preguntarás que es lo que me pasa?»

«Oh, claro. Sí. ¿Qué te pasa?»

«Afecta principalmente a mis ojos. Pierdo la vista durante toda esa noche».

Karinna asintió a las palabras de Basster.

Era algo que ya sabía, así que la cara de sorpresa no le salió fácilmente. Abrió un poco la boca y agrandó los ojos para parecer lo más sorprendida posible.

«No pareces muy sorprendida».

«No, eso no es verdad… Cada persona atraviesa ciertas clases de malestares, por ejemplo, mi caso».

«Por eso ese día no podíamos dejar entrar a cualquiera al Archiducado».

«Por eso fui yo quien lo propuso primero».

Basster se detuvo ante el comentario casual de Karinna. No habló con facilidad, un poco avergonzado.

«¿Basster?»

«… Nada, solo tuve algunos pensamientos impuros.»

«¿Cómo cuáles?»

«No quiero decírtelo porque creo que te enfadarás».

Basster tartamudeó, como si se sintiera avergonzado. Era evidente que quería evitar el tema. Karinna no indagó más, no dio muestras de curiosidad.

Se limitó a asentir en silencio.

«Vale, entonces no tienes que decirlo».

Basster se estremeció al ver que Karinna respondía sin preguntar. Mientras se dirigían al salón, ella no sacó más el tema.

«Pero, ¿cuánto costará hacerme vestidos?».

«… Con el presupuesto que te he asignado. Normalmente tienes a tu disposición el presupuesto de un año, así que prueba hacerte algunos y si no es suficiente, te daré un poco más el año que viene».

«¿Ah, cuestan tanto? No. Estoy bien, prefiero darle un montón de trajes nuevos a Nitens».

Karinna miró a Basster.

El dinero era un tema delicado. El vizconde Tyrian siempre miraba con un brillo en los ojos cualquier cosa que tuviera que ver con el dinero, aunque se tratara de una pequeña cantidad.

Como resultado, Karinna nunca ha tenido mucho dinero propio, aunque han le quedaba un poco de lo que el vizconde Tyrian le había dado.

«¿Te importa si gasto el presupuesto de la Archiduquesa en Nitens, o tengo que gastarlo sólo en cosas que necesito?».

«…»

«Eso… es que nunca me enseñaron sobre finanzas, así que no lo sé, lo siento».

Los hombros de Karinna se desplomaron cuando Basster no respondió. Él dejó de caminar y la miró, con el rostro inexpresivo. Karinna apretó los labios, un poco avergonzada.

«¿Debería preguntarle a Vincent sobre esto porque tal vez… te hice una pregunta demasiado obvia?»

«Había olvidado preguntarte esto, ¿qué y cuánto te enseñó el vizconde Tyrian?».

Karinna bajó los ojos ante la pregunta de Basster. Ladeó la cabeza como si la pregunta no tuviera mucho sentido y, tras un largo rato, abrió la boca lentamente.

«¿Cómo sé cuánto me enseñó? Tengo la formación académica básica».

«Además de eso, ¿has aprendido algo sobre lo que suele ser hacer la señora de una familia noble?».

Basster relajó un poco su tono de voz y volvió a preguntar.

Karinna miró a Basster, luego al suelo, de nuevo a Basster y de nuevo al suelo. Ligeramente, como si no lo entendiera.

«Bueno, no estoy segura de lo que estás hablando, pero… he aprendido a seguir lo que diga mi esposo. Umm… No sé si se llama intimidad o… Um, aparte de eso, ¿qué más debería saber?»

«… ¿Eso es todo?»

«Sí, las criadas hacen las tareas domésticas y lo único que tengo que hacer es permanecer en la cama y obedecer las órdenes de mi esposo si no quiero que me eche…».

La gran mano de Basster tapó la boca de Karinna, que la miró un instante, como perplejo, y luego soltó un suspiro.

«Ese no es tu trabajo».

«¿Eh?»

«De todos modos, eso no es lo que hemos hecho juntos, ¿verdad?»

«Sí, en realidad tampoco me dijiste qué hacer, así que supuse que era sólo eso».

Basster se quedó sin habla durante un largo instante, como si se hubiera quedado mudo. Parecía un hombre que acabara de oír una historia inquietante. Karinna lo miró confundida.

Ella ha mejorado bastante, pero nada fundamental. Karinna llevaba tanto tiempo reprimida que no le resultaba fácil cambiar sus hábitos. Basster la comprendía.

El trauma de la guerra no se borra fácilmente. Karinna sufrió abusos constantes. Es extraño que de repente estuviera bien mental y físicamente.

«No tienes que hacer eso».

«¿Eh?»

«No tienes que obedecerme ni esperar en la cama… ni nada de eso».

«Sí, me habías dicho que no querías esto último, pero si lo necesitas aún puedo…»

Basster suspiró pesadamente. A Karinna no parecía interesarle demasiado lo que él tenía para decirle. O debería decir que no le importaba.

«Si tú no quieres hacerlo, yo tampoco».

«Realmente no me importa.»

«¿Qué?»

«No, no me importa. Aunque seas tú o alguien más».

Karinna se encogió de hombros. Era la primera vez que Basster se daba cuenta de que una persona podía decir algo así tan a la ligera. Se quedó pensativo un momento.

«Y el dinero entregado a la Archiduquesa es sólo tuyo, así que gástalo en Nittens o regálalo, como desees».

«Oh, ¿puedo hacer eso?» preguntó Karinna, desconcertada. Basster asintió sin vacilar.

«Sí. Si no te importa, puedes aprender de Vincent los deberes de la anfitriona del Archiducado».

«Ohh, ¿qué suele hacer la anfitriona?»

«Suelo llevar la casa, ya sea el interior, contratar a gente, organizar meriendas o hacer vida social».

La expresión de Karinna cambió ligeramente ante la explicación de Basster. Aunque en ese momento él no vio su expresión, ya que sus ojos miraban hacia otro lado, llenos de frustración.

«Y es trabajo de la anfitriona gestionar el coste de la vida en un lugar así y llevar la contabilidad».

Al mismo tiempo que Basster terminaba de hablar, la expresión de Karinna se volvía completamente pálida. Tras un largo momento, sacudió la cabeza para mostrar su desaprobación.

«No creo que necesite hacer eso…»

«Recuerda que eres la Archiduquesa, y si puedes hacerlo, deberías hacerlo».

«Pero eso es pasarse de la línea».

Las palabras de Karinna volvieron a tensar sus nervios. El rostro de Basster se contorsionó en un momento de enmudecimiento.

Línea esto, línea aquello, línea lo otro…

¡Esa maldita línea!’

Karinna había trazado una línea firme en la arena, pero eso era sólo una idea infundada a la que se aferraba para no dar el paso…. Basster se esforzó por no gritarle. Si actuara siguiendo su verdadera personalidad, habría levantado la voz. Principalmente por su temperamento impaciente y contundente.

«… Y no soy buena aprendiendo cosas nuevas, así que probablemente no seré de ayuda».

«Puedes aprender a escribir y a leer libros de Vincent, ¿sabes de matemáticas?».

«Sí, he aprendido… pero no tengo mucho sentido del dinero ni nada, así que…»

Basster respiró hondo y giró lentamente la cabeza. Miró a Karinna con tanto control sobre su temperamento como pudo reunir.

No es vergonzoso decir lo que uno no ha aprendido. Era mucho mejor que esconderse o mentir avergonzado por no haber aprendido. Basster la observó un momento y abrió lentamente la boca.

«Eso es algo que tienes que aprender».

«Sí, lo sé…»

«En mi casa, si no trabajas, no comes, así que espero que hagas tu trabajo como Archiduquesa».

Karinna apretó la mandíbula ante las palabras de Basster.

Más que ningún otro dicho, el de no poder comer si no trabajas le dio en la cabeza. La historia de Basster fue bastante chocante, y Karinna se quedó con la boca abierta como una carpa.

«¿No hay comida si no trabajo?»

«No, no lo estoy diciendo de forma literal, pero necesito que entres en razón, poco a poco de lo que significa el rango que posees».

Karinna asintió ante la franqueza de Basster.

 

 

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