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DLHA – Cap 1 – Part1

CAPITULO I – Parte I

 

¡PLAFF!

Con un dolor punzante, su cabeza se sacudió hacia un lado. Volvió la cara para mirar a su padre con ojos impasibles, su rostro estaba enrojecido e inflamado, pero una risa fina y sin gracia escapó de sus labios.

Finalmente revelas tu verdadera naturaleza’.

Fue un gran placer para Karinna ver cómo el hombre que siempre había sido tan educado y culto en público se derrumbaba tan rápidamente. Qué desagradable era que siempre sonara tan adulador frente a otros nobles, esta forma bestial le quedaba mejor.

«¡¿Sonríes?! ¡Te estás riendo ahora, puta loca!»

«Gracias por el cumplido» replicó Karinna lánguidamente, pasándose el dorso de la mano por la mejilla ardiente; sabía muy bien cómo hacerlo enfadar. La mano del hombre, que debía de estar empuñando una espada, se torció al ver sus labios, que luego volvieron a curvarse hacia arriba.

¡PLAFF!

Esta vez le tocó a la otra mejilla. Karinna no pudo evitarlo, sintió como el dolor abrasador se extendió por su mejilla. Un sabor a pescado permaneció en su boca. Estaba claro que sangraba.

Ambas mejillas se hincharán.’

De todas formas, no podría volver salir de casa, así que no le quedó otra opción.

«¡Cómo te atreves a quedarte embarazada! ¡Con qué clase de porquería te has mezclado, puta demente!»

«¿Quieres saber? Era un tipo que conocí en un bar de mala muerte, su cuerpo estaba cubierto de músculos, su voz ronca por la embriaguez era encantadora, e incluso fue todo un jinete nocturno…».

¡PLAF!

Su cara volvió a girar. El dolor se agravó por el hecho de que se había mordido la lengua sin querer. Pero Karinna no lo demostró; se sentía lo bastante bien como para despreciar la oportunidad de disfrutar haber arruinado los grandes planes del hombre que tenía delante.

«¡Cállate! Estás castigada desde hoy. No podrás moverte ni un paso de tu habitación, ¡que alguien la encierre en el sótano ahora mismo!».

«Es una pena que perdieras una gran oportunidad de vender a tu hija por mucho dinero».

«¡Dije que la saquen de aquí!»

Los vasallos no tardaron en rodearla con sus brazos. Karinna se retorció y los apartó con una mirada desafiante, sus fríos ojos amarillos de bestia los miraron sin decir palabra.

Dejaron de moverse un momento, como asustados por el desprecio de su mirada carente de emoción.

«No me sujeten, iré por mis propios pies.»

«¡Maldita sea, puta malagradecida!»

El sonido de algo rompiéndose resonó en mis oídos.

Karinna sonrió al entrar en una habitación pequeña y oscura que olía a humedad.

Se salvó de ser casada con un conde gordo y maloliente, además de permitirle destruir la fachada perfecta del asesino y sucio pervertido de su madre.

«Ugh. Me duele”.

Sus mejillas ya estaban hinchadas por los golpes de un hombre que había empuñado una espada toda su vida. Karinna bajó los ojos al entrar en la estrecha habitación del sótano. Su vientre hinchado ya no era algo que pudiera ocultar.

Tras un golpe seco, la puerta de hierro se cerró con un ruido metálico. Soltó un pequeño suspiro y se sentó en la cama destartalada y chirriante.

Para llegar al momento que llevó a este espectáculo, debía retroceder seis meses. Se tumbó cansada en la cama, hecha un pequeño ovillo, y cerró los ojos.

∴※✻※∴

«El Conde Buffo desea tomarte como su concubina. Tendrás medio año para prepararte, y luego procederemos».

Karinna apretó los puños ante la voz de su padre. Era un matrimonio que iba en contra de sus deseos, un matrimonio que sólo beneficiaba a su padre, el vizconde Tyrian.

El Conde Buffo tenía fama de ser el hombre más rico entre los nobles. Estuvo mezclado con todo tipo de negocios y su padre le había dicho en más de una ocasión que es muy exitoso. Por supuesto, nada de ese asunto tenía que ver con ella.

De hecho, ése no era el problema.

El Conde Buffo ya tenía una esposa y tres concubinas y era conocido por sus gustos extraños al intimar con las mujeres, además de su enorme cuerpo que hacía ruidos grotescos al andar.

Karinna se estremeció por la sensación escalofriante que le recorrió el cuerpo al recordar al conde Buffo, lo había visto en el único banquete al que pudo asistir.

Determinada a no ceder, se escapó mientras las doncellas salían a buscar ropa limpia y nueva para el invitado de su padre. Hoy tenían mucho trabajo por hacer convirtiéndose en una oportunidad para Karinna. Era una forma desesperada de sobrevivir, pero esto era mejor que ser la marioneta de alguien el resto de su vida.

Si todo salía según lo previsto, no sólo destruiría el matrimonio, sino que también se vengaría de su padre, el vizconde Tyrian.

«Oh… Mierda.»

Un gemido bajo se le escapó mientras se agachaba en cuclillas en el callejón del patio trasero.

Tras esconderse en un lugar adecuado en los alrededores de la casa, Karinna se escapó justo cuando oscurecía.

«…»

Mientras se preguntaba por dónde empezar para encontrarse con algún hombre, oyó una voz en el callejón. La mirada de Karinna se dirigió naturalmente en esa dirección.

‘… ¿Es un hombre?

Su pelo castaño oscuro y los ojos rojos llamaron su atención. Las pupilas del hombre estaban vidriosas y desenfocadas, y su rostro mostraba una mueca de dolor.

‘… ¿Debería aprovechar de preguntar?’

Karinna carecía del sentido común, ya que siempre permaneció recluida en su habitación, solo compartía con otras personas cuando asistía a banquetes por orden del vizconde Tyrian.

Tras un breve momento de vergüenza y sopesar mi futuro, su decisión fue rápida.

Giró hacia el callejón.

«Oye, ¿estás bien?»

«… ¡Quién es!»

El hombre agitó la mano salvajemente. De cerca, pudo ver que el hombre tenía la mirada pérdida.

«¿No puedes ver?»

«…»

«Tengo una pregunta, y pensé en ayudarte para pedirte algo, ¿puedes ayudarme?»

«… ¿Qué?»

Se quedó atónito ante la voz que hablaba frente a él. Estaba claro que ella tenía algo que pedir, aunque parecía que estaba dispuesta a ayudar, seguramente no sería gratis.

Incluso le sorprendió un poco lo sencillo que parecía todo aquello, por lo también sospechó.

«¿Te duelen los ojos?»

«… Sí. Necesito un lugar para pasar la noche».

De hecho, no tenía otra opción, con esto en cuenta, respondió mansamente.

La maldición le quita la vista. Normalmente saba cuándo pasará y evita salir ese día.

Sin embargo, hubo días como estos en que la luna desaparecía, un fenómeno conocido como «eclipse inesperado», que era imprevisible y a veces causaba dificultades como estas.

«Ya veo.»

El hombre entrecerró los ojos ante la voz de la mujer, que sonaba torpe y un poco prepotente.

«Es suficiente con una posada donde los viajeros pasan la noche, ¿verdad?»

«Sí.»

«Hay una no muy lejos de aquí, déjame ayudarte. ¿Puedes caminar?»

«Tómame… de la mano y seguiré tus pasos».

«Sí.»

Karinna asintió rápidamente.

Extendió la mano y se la estrechó con fuerza. El cuerpo del hombre se crispó un instante, pero luego se relajó.

«Por aquí.»

Karinna tiró de él. Él la siguió, con la capa aún envuelta. Escudriñó su entorno con sus agudos sentidos, tratando de no ser reconocido por ningún de los transeúntes.

‘Espero que no pretenda llevarme a un sitio raro.’

Ese pensamiento fue rápidamente desechado. El olor de la comida y el sonido de la bulliciosa actividad pronto llenaron sus oídos.

Karinna entró despreocupadamente en una posada bastante grande. La posada estaba abarrotada de comensales y viajeros.

«¿Se quedarán esta noche?»

«Si.»

«¿Estaría bien una habitación?» preguntó la empleada, que miraba de un lado a otro al hombre que tenía detrás y a Karinna. Ella se lo pensó un momento y luego asintió.

«Son 60.000 pesos».

«Um… Oye, no tengo para pagar, ¿tienes dinero?»

El hombre asintió ante la inocente pregunta de Karinna.

«No tengo problema», respondió el hombre, sacando una bolsa del interior de su túnica y entregándosela a Karinna. Karinna lo miró y entrecerró los ojos.

‘Una moneda de plata costaba 10.000 pesos‘.

Utilizando el sentido común que había leído en el libro, sacó seis monedas de plata y las puso sobre la mesa. Por suerte, eran del valor correcto, y la empleada le puso las llaves en la mano sin hacer ningún comentario.

«Pásenlo bien».

«¿Eh? Sí. Gracias.»

Karinna inclinó la cabeza en respuesta al saludo de la empleada y volvió a tomar la mano del hombre.

«Bien, vamos.»

Siguió a Karinna escaleras arriba. Buscó la habitación con el mismo número en la llave, la introdujo y se trasladó al interior.

Cerró la puerta tras de sí, dejó el bolso sobre el escritorio, en el otro extremo de la habitación, y lo observó mientras se quitaba la capa.

«Oh, justo delante de donde estás parado está la cama, y a la izquierda está el escritorio, y puse tu bolsa de dinero sobre el escritorio».

«Gracias por la ayuda…»

«No, en realidad sólo estoy tratando de conseguir algo a cambio.»

Karinna sacudió ligeramente la cabeza.

«Entonces, ¿qué quieres a cambio?»

«¿Dónde debo ir para estar con un hombre?»

«… ¿qué?»

«Necesito un hombre con el que pasar la noche, y me han dicho que puedo encontrar algún en un bar o algo así, pero no sé».

El hombre, que se había quitado el abrigo, dio pequeños pasos hacia el escritorio y lo tendió sobre la silla que tenía delante, al escucharla se detuvo en seco. Estaba desconcertado. Su ceño se frunció cuando realizó la pregunta.

«… ¿Por qué necesitas a un hombre así?»

«Para vengarme de alguien que realmente odio».

El hombre estrechó más el ceño al oír las palabras de Karinna, pero por ahora decidió dejar de intentar averiguar si sus palabras eran ciertas o no. Al no poder ver, tenía que confiar en sus otros sentidos para muchas cosas, pero no había fingimiento en su voz.

‘… ¿Será por una discusión con un amante?’

Se me ocurrió que podría ser una represalia, del tipo que descubrió a su amante en el acto, así que ella lo engañará a él, pero él sabía mejor que nadie lo sucio y peligroso que era este barrio.

«Es una idea peligrosa, si lo que buscas es venganza, te sugiero que busques otra alternativa».

«No, no tengo tiempo, tengo que hacerlo hoy», dijo Karinna con voz ligera. Hacía mucho tiempo que no se sentía cómoda hablando así con alguien, y se alegró de que la otra persona fuera ciega.

No importa lo que pregunte, no importa lo que ella diga, él no sabrá quién es.

«… ¿Es algo que obligatoriamente debes hacer?»

«Sí.»

El hombre cerró la boca.

«No me digas que no me vas a ayudar, yo hice lo que prometí».

«Tú me ayudaste, así que yo te ayudaré», dijo el hombre, quitándose la blusa blasonada de su uniforme. Se desabrochó los puños y se remangó el chaleco blanco.

«Gracias”.

Los pasos eran tan precisos que Karinna no podía creer que estuviera ciego.

Sus sentidos eran más agudos que los de la mayoría, y no le era difícil saber dónde ella estaba por el sonido de su respiración.

Karinna, sentada en el alféizar de la ventana, volvió la mirada hacia el hombre que se había acercado tanto. No había ningún atisbo de sospecha en su expresión.

El hombre estiró el brazo y le puso la mano en la mejilla.

«¿Y yo qué?»

«¿Eh?»

«Soy mejor que un puñado de tipos que no sabrás de dónde vienen ni si podrán satisfacerte».

Karinna miró con ojos entrecerrados al hombre. Por supuesto, supongo que no es tan malo. Era un hombre de apariencia muy hermosa.

«¿Estás seguro de que eres ciego?»

“Soy sincero al decir que no puedo verte, pero, aun así, puedo hacerlo correctamente».

Se inclinó y la besó en los labios. Los ojos de Karinna se abrieron de par en par.

«¿Te sientes incómoda?»

«……Hmm, no, está bien.»

En respuesta a su sinceridad, la mano de él se deslizó hacia abajo para estrecharle la cintura con firmeza. Ella frunció el ceño ante la aspereza de su beso, pero no separó sus labios.

«Relájate, pareces una estaca, así no podrás dormir con ningún hombre».

Inclinó la cabeza hacia Karinna, que se puso rígida y se negó a moverse. Con una risita, le mordisqueó el labio inferior.

«Si algo no te gusta, dímelo y lo corregiré».

Karinna se lo pensó un momento y luego sonrió. Un ciego era mucho mejor que encontrarse con un desconocido en algún otro sitio.

«No pasa nada, sigamos».

Cuando ella asintió con la cabeza, él la levantó y la llevó a la cama.

‘¿Estás seguro de que eres ciego?’

Se movía con una facilidad sorprendente. Volvió a besarle los labios mientras yacía allí, deslizando la mano bajo su ropa.

Fue una noche de primicias para Karinna.

∴※✻※∴

Ouch…’

Tenía muchas ganas de preguntar si realmente era ciego.

Al principio parecía hacerlo por obligación, pero luego repitió varias veces sus besos y caricias para ver si a ella le gustaba. Le dolió un poco, pero no lo odiaba, así que en algún punto debió relajarse.

‘No tengo ningún banquete programado por un tiempo, así que va a ser una gran sorpresa’.

Karinna chasqueó la lengua para sus adentros y salió silenciosamente de la cama. Fue literalmente una aventura de una noche.

Un encuentro de una noche que pasará tranquilamente, sin nada por lo que hacer un escándalo, principalmente porque el hombre nunca le vio la cara.

Karinna recogió su ropa, se miró en el pequeño espejo y volvió a ponerse la capa.

Tal vez el hombre estaba cansado, se había dormido profundamente y no despertó con sus movimientos ni sonidos. Para alivio de Karinna, salió de la posada sin contratiempos.

Tras conseguir un carruaje adecuado, me apeé en la mansión, dije a los guardias que pagaran y entré. Afortunadamente, era tan temprano que todo el mundo, excepto los guardias, parecía estar durmiendo.

Karinna bajó lentamente al sótano. El vizconde Tyrian lo único que le había cedido para vivir era una estrecha habitación. Incluso en el sótano, había espacio suficiente para bañarse, aunque no contaba con un baño completo.

Se lavó a conciencia con el agua fría a la que ya estaba acostumbrada y se tumbó en la chirriante cama.

Mañana por la mañana, al llegarle la noticia de que se escapó, el vizconde Tyrian bajará furioso, pero solo eso sabría. No contaba con su venganza.

Desde muy joven el vizconde Tyrian fue un hombre muy libertino, por lo que sería natural que tuviera uno que otro hijo bastardo, esa hija bastarda era Karinna.

De hecho, le costaba creer que el vizconde Tyrian sólo tuviera un hijo fuera del matrimonio; no había forma de saber el paradero de todas sus aventuras y si quedaron o no embarazadas.

En cualquier caso, la madre de Karinna no pudo soportar las penurias de la vida y la vendió al vizconde Tyrian.

Aunque las intenciones de la madre podían haber sido ganar dinero para aliviar su pobreza y dar a su hija una educación mejor, hubo una razón mayor por la que el vizconde Tyrian estaba dispuesto a acoger a una niña de origen desconocido proveniente de la calle.

El aspecto de Karinna destacó desde muy pequeña. Heredó el pelo blanco platino de su padre y los ojos ambarinos, fríos como de una fiera salvaje de su madre.

Por ello, aceptó a Karinna como su hija tardía.

El vizconde Tyrian quería una hija para lograr un matrimonio arreglado, pero por desgracia, durante su tiempo en vida, la vizcondesa no había logrado dar a luz, y menos a una hija.

Eso era él, un canalla que veía incluso a sus propios hijos como garantía en sus negocios futuros.

Por esto, amenazada con cubrir sus necesidades básicas como garantía de su buena conducta, la libertad de Karinna fue suprimida y se vio obligada a hacer lo que él le decía. Ella debía ser valiosa y, en consecuencia, le enseñó mucho.

Pero como Karinna pasaba la mayor parte del tiempo en el sótano, carecía de sentido común básico.

Podía hablar de la historia del imperio, pero no tenía ni idea de cuánto costaba una posada al día, el precio de una manzana o en qué estación brotaban las uvas.

Odió ver que retuviera a su madre en una dependencia anexa en lugar de dejarla marchar, y menos le gustó que, cuando se cansó de ella, la dejara allí encerrada hasta morir.

Por esto y más, Karinna odiaba al vizconde Tyrian.

Este era su plan final para frustrar las ambiciones del vizconde. Ya había hecho bastante. Ahora era el momento de esperar a que su suerte la acompañara.

Después de hoy, el vizconde Tyrian probablemente la castigará por un tiempo, y probablemente la encerrará como castigo por su comportamiento rebelde. Así que no tendrá otra oportunidad en un futuro cercano de volver a intentarlo.

‘Ojalá tuviera un hijo’.

Era una cuestión de suerte. Si tiene suerte, triunfará; si no la tiene, será la mascota de un sádico para siempre, cambiando de manos, pero siempre con una correa.

Era un deseo egoísta, lo sabía. Era algo extraño, incluso para sí misma, pero para sobrevivir no tenía otra opción. Era una mascota enjaulada y no podía hacer nada al respecto. Tener un hijo sería un golpe para el vizconde Tyrian. Ese hombre había invertido más de una década de su vida en Karinna. Para aumentar su valor y asegurar los mejores términos para su matrimonio.

Pero entonces, ella lo arruinará todo, riéndose en su cara. No podía ni imaginar lo doloroso que sería verlo perder toda su inversión. Karinna soltó una risita.

«… ¿cómo te llamaspreguntó el hombre en medio de dulces caricias.

Por supuesto, Karinna fingió no oírlo.

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