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EPP – 122

14 febrero, 2024

Capítulo 122 — ¿Lo que todos anhelan apasionadamente?

* * * *

     Lisa fue a visitar la oficina de la señora Fitz esa misma tarde. Aunque últimamente había estado de mal humor, hoy estaba particularmente triste y nadie sabía por qué.

—¿Qué pasa Lisa? — Preguntó la señora Fitz, mientras cerraba un libro de contabilidad.

—Quiero irme del Palacio Schuber. — Dijo Lisa, con determinación en su rostro.

—¿Qué quieres decir? — Dijo la señora Fitz, mirando a Lisa con los ojos entrecerrados.

Lisa sintió que los ojos de la anciana perforaban su alma, desafiándola a decir más, pero Lisa no retrocedió. Ella puso rígida la espalda y dio un paso adelante.

—Iré a la Mansión Baden Manor, con mi Ama.

—¿Ir a Baden? ¿Pero Su Alteza no quería eso?

Lisa se frotó las manos, luchando por contener las lágrimas. Había recibido una carta de Erna hace dos semanas, disculpándose por irse sin decir una palabra y agradeciendo a Lisa de todo corazón, por todos los momentos que compartieron. También le había pedido a la señora Fitz que le proporcionara un trabajo a Lisa o que la derivara a otra familia si no había espacio para Lisa.

—No sé si ha decidido regresar. — Dijo Lisa.

A pesar de las expectativas de todos, Lisa decidió esperar a que Erna regresara, pero nunca lo hizo y Lisa estaba al límite.

—Si no quieres quedarse, puedo escribir una carta de recomendación para otra familia, como lo solicitó Su Alteza.

—No. — Dijo Lisa, sacudiendo vigorosamente la cabeza. —Iré a la Mansión Baden, por favor.

—¿Realmente vas a desobedecer las órdenes directas de Su Alteza?

—Oh, no, Su Alteza me ha dicho que nos volveremos a encontrar.

Lisa rápidamente le entregó la carta que Erna le había escrito. Era claramente la Gran Duquesa, su letra bien cuidada era inconfundible.

—Lisa…

La señora Fitz leyó la carta con atención y una sonrisa apareció en sus labios. La carta decía claramente que se volverían a encontrar una vez que todo estuviera resuelto. La señora Fitz sintió pena por Lisa y dejó escapar un suspiro.

La señora Fitz se levantó de su asiento y se acercó para mirar por la ventana. Podía ver el jardín y parecía desolado. Había llegado el momento de poner fin al optimismo por el regreso de Erna.

En las cartas a la señora Fitz y Lisa, no había ni una sola mención de Björn y era difícil encontrar signos de curiosidad sobre cómo iba su trabajo en torno al Gran Duque.

Frotándose la sien palpitante, la señora Fitz se volvió para mirar a Lisa, quien le devolvió la mirada con el ceño fruncido y una determinación obstinada.

—Bien, puedes irte.

Lisa quedó aturdida por un momento, esperando que la señora Fitz se resistiera más, pero su desconcierto fue rápidamente reemplazado por emoción.

—Gracias. Gracias.

—Sin embargo, hay condiciones. — Enderezándose de nuevo, la señora Fitz se acercó a Lisa con propósito. —Hay una cosa que tienes que hacer por mí.

 

* * * *

 

Después de la reunión con los directores, que salieron apresuradamente del estudio, Björn los vio salir desde el sofá, reclinado hacia atrás con las mangas arremangadas hasta el codo. El único signo de la larga reunión era la acumulación de ceniza sobre la mesa.

Cuando la puerta del estudio se cerró, Björn se levantó, caminó hacia la ventana y miró el cielo enrojecido mientras se ponía el sol. Los árboles desnudos se mecían con el viento, recordándole que el invierno se acercaba rápidamente y soltó una carcajada. Era un hábito que había desarrollado desde que Erna se fue.

Se volvió y miró hacia la chimenea, donde podía oír el crepitar de la leña. Luego miró el cuadro que colgaba sobre la repisa de la chimenea, el cuadro del Gran Duque y la Duquesa de Schuber, de Pavel Lore. Erna Denyister era hermosa con su sutil sonrisa, algo que satisfizo y molestó a Björn.

Decidió colgar el retrato en el estudio para que no interfiriera con el espacio de Erna. También era de mala educación colgar el retrato a la vista, el estudio le pareció el lugar más adecuado para colgarlo.

«Un marido al que ya no amo.»

La carta sólo profundizó su burla. Él se rió, como había hecho tantas veces antes. Lo peligroso que podían ser los ciervos, debería haberlo sabido mejor después de la última vez que lo mordieron en la nuca.

Con el paso del tiempo, la estación cambió. Erna no había hecho ningún esfuerzo por contactar a Björn, ni una sola vez. Había escrito a la señora Fitz y a su doncella personal, pero no le habían enviado nada. ¿Estaba tratando de provocar alguna respuesta por parte de él?

Björn miró el retrato de su bella esposa, que todavía estaba jugando estos trucos apenas disimulados. No estaba dispuesto a dejar que Erna se quedara con su familia, pero era absurdo que ella se hubiera escapado en medio de la noche. El período se prolongaba, un mes y una semana, Björn empezaba a impacientarse.

—Su Alteza, soy la Sra. Fitz.

—Adelante.

Björn se volvió y se recostó en el sofá. Se bajó la manga y volvió a colocarse los gemelos. Mientras lo hacía, la señora Fitz entró en la habitación.

—Voy a enviar a la criada personal de Su Alteza de regreso a Buford. — Dijo la señora Fitz.

Ella era muy consciente de la disminución de la paciencia del Príncipe e hizo todo lo posible para transmitir su mensaje con tacto. Björn arqueó una ceja ante la declaración, una clara señal de que estaba cada vez más agitado.

—¿Lisa? ¿El guardián del infierno que Erna llamó sirvienta?

—Si su Alteza.

—Bueno… Está bien. — Dijo Björn asintiendo, como si no fuera gran cosa.

Nunca le gustó la forma en que Lisa deambulaba por los pasillos del palacio con una expresión sombría, como si estuviera a punto de desmoronarse. La ausencia de una doncella, especialmente una como Lisa, no se extrañaría en lo más mínimo.

—Estaba pensando en despedirla de todos modos, así que todo salió bien. (Björn)

—Tal vez, Su Alteza, le he pedido a Lisa que envíe cartas periódicamente para mantenernos informados sobre Su Alteza.

Björn dejó lo que estaba haciendo y miró fijamente a la señora Fitz.

—Debe estar muy preocupado por su esposa, ¿verdad, Su Alteza? —Dijo la señora Fitz.

—¿Por qué? — Dijo Björn.

—¿Su Alteza?

—Ella volverá sola, así que no hay necesidad de actuar de esa manera. — Björn le dedicó a la señora Fritz una de sus sonrisas características.

La señora Fitz comprendió el significado de no hacer más objeciones innecesarias y observó al Príncipe salir del estudio.

Justo antes de salir de la habitación, hizo una pausa y miró a la señora Fritz.

—No me esperes, llegaré tarde.

 

* * * *

 

—¿A quién le toca llamar? — Preguntó Björn.

Sus fríos ojos azules recorrieron la mesa y se fijaron en Peter, quien frunció el ceño mientras miraba fijamente su mano. En lugar de pronunciar ninguna palabra, Peter simplemente asintió y tosió. El largo juego estaba llegando a su fin y, como siempre, Björn Denyister había ganado.

Se había hecho conocido como el Asesino del Club Social e incluso después de limpiar las manos de todos y llevarse la mayoría de las fichas, no estaba feliz, nunca más lo estuvo. De hecho, su comportamiento le llevó a humillar a sus oponentes como nunca antes.

Björn rara vez se ponía así, pero recientemente estaba mostrando una crueldad que realmente demostraba su comportamiento de perro rabioso.

La atmósfera era tensa y todos estaban siendo especialmente cautelosos ante las afiladas hojas azules de la ira de Björn. Cuando escogía a sus víctimas, aparentemente de la nada, las drenaba hasta dejarlas secas, de sangre y riqueza, y luego volvía a adentrarse en la noche, dejando tras de sí un aire que aterrorizaba a los jugadores de cartas.

—Oh, ¿ya te vas? — Dijo Peter.

Cuando Björn se levantó de su asiento, la sensación de alegría se extendió por la mesa.

«Por favor vete, por favor. Todos pensaron.»

Björn asintió con la cabeza hoscamente y todos resistieron el impulso de vitorear. El lobo aparentemente se había saciado y regresaba corriendo a su guarida. Tan pronto como se fue, la sala estalló en protestas frustradas. El más ruidoso de ellos fue Leonard, que había sido el más afectado.

—Simplemente se está desahogando. — Dijo Leonard, sacudiendo la cabeza. —Está derramando toda su ira y frustraciones sobre nosotros.

—Sí, pero ¿por qué nosotros? — Dijo Peter, hundiéndose en su silla. —Ya no puedo afrontar su ira.

—¿Cuándo volverá la Gran Duquesa? Espero que para finales de año.

—¡No seas tonto, es demasiado largo! ¡Si ella regresa a fin de año, me convertiré en un mendigo!

Todos esperaban el regreso de la Gran Duquesa, pero ninguno tenía ganas de aspirar a que el sueño se hiciera realidad.

 

* * * *

 

Tara Square estaba terriblemente fría y desierta de vida. El invierno acechaba. Björn miró la hora en la torre del reloj mientras se dirigía a la fuente, aún faltaba media hora para que el cochero viniera a llevarlo a casa.

Björn se sentó al borde de la fuente y miró las estrellas. Estaban hermosas esta noche e inmediatamente comenzó a pensar en Erna nuevamente.

—Erna…

El nombre escapó de sus labios como una nube de niebla helada y flotó hacia el cielo nocturno.

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