Capítulo 117 — Siguiente
* * * *
La Duquesa siempre estuvo abierta a recibir invitados en su casa, pero no pudo evitar negar con la cabeza con desaprobación ante un invitado que dijo que no podía venir, pero vino de todos modos. Sin embargo, no podía perdonar a su nieto por engañarla.
Björn mantuvo su atención en Erna durante toda la cena.
Erna sonrió, comió tranquilamente y parecía tranquila. Björn todavía se sentía frustrado porque Erna permanecía un poco fuera de su alcance. Incluso en los momentos de patética autodesprecio. En orden de poder participar de esta cena, tuvo que reorganizar toda su agenda.
Odiaba trabajar por la mañana, pero se esforzaba por mover las cosas y asistir a la reunión de la junta directiva del banco por la mañana. Luego tomó el almuerzo a una hora temprana. Quienes lo conocían bien se sorprendieron por su repentino cambio de comportamiento, pero Björn se mantuvo concentrado y decidido a hacerlo funcionar.
Continuó dando prioridad a su compromiso con Erna, incluso si eso significaba esforzarse más allá de sus límites. Estaba decidido a mantener esta dedicación inquebrantable.
—Ya es tarde. — Dijo Björn, mirando el reloj sobre la repisa de la chimenea.
—No es momento de exagerar, ¿qué más podrías haber planeado para esta noche? — Dijo la Duquesa, poniendo la servilleta en el plato.
—Me gustaría quedarme, pero no puedo satisfacer mis propios deseos de forma egoísta. — Respondió Björn.
La Duquesa pudo ver que Björn se inquietaba cada vez que miraba a Erna. Tenía la intención de invitar a Erna a pasar la noche, pero parecía que Björn tenía otros planes. Su intensidad lobuna dejó en claro que no quería dejar el lado de Erna en el corto plazo.
«De tal padre, tal hijo, tal nieto.» — Pensó la Duquesa.
Si pensaba en Felipe cuando estaba recién casado, quien era brillante en todo, pero actuaba como un tonto cuando estaba cerca de su esposa y provocaba la ira de su esposa con sus frustraciones, podía ver que eso estaba sucediendo aquí, nuevamente ahora. Los Lobos del Denyister no parecían tener el ingenio necesario para dedicar sus brillantes mentes al romance.
La Duquesa miró fijamente a Björn y después de un momento de mirarlo fijamente, Björn sonrió con gracia y asintió.
Su gesto de confianza fue descarado, pero también impresionante. La Duquesa sólo pudo suspirar mientras notaba los rasgos del orgullo de Denyister y la terquedad de Arsene. Si Björn pudiera ser domesticado, sería un gran marido, pero la tarea sería un desafío.
La cena finalmente terminó mucho antes de lo previsto. La Duquesa acompañó a sus invitados hasta el carruaje.
—Estás haciendo un escándalo. — Dijo la Duquesa, aprovechando para reprender a su nieto mientras Erna subía al carruaje. — Si vas a hacer esto, por qué no intentas tener una cita por una vez. Esa es una habilidad útil que encontrarás que es bastante efectiva.
—Abuela, ¿estás borracha? —Björn siguió insistiendo en actuar como un tonto ante un consejo serio.
—Incluso si estuviera borracha, seré mejor yendo a una cita que tú, Björn Denyister.
—Erna es mi esposa, abuela.
—¿Quién dice que no?
Björn la miró por un largo momento, antes de responder con una suave sonrisa y entrar al carruaje. La Duquesa se sintió desanimada por la muestra de terquedad, que le recordó a Isabel en años pasados y, al igual que cuando se casó por primera vez, las perspectivas de Björn y Erna no parecían muy prometedoras.
—No sé por qué los Lobos de Denyister y sus compañeros siempre parecen polos opuestos.
* * * *
Erna estaba mirando las luces de gas de la ciudad que pasaban, pero sin darse cuenta se había quedado dormida y estaba apoyada en el hombro de Björn. Björn la miró con ojos tranquilos como una noche profunda.
—Oh, no. — Dijo Erna de repente, sentándose con la espalda recta.
Se ajustó la ropa y se arregló el cabello desordenado, con las mejillas sonrojadas.
—¿Estás bien? — Preguntó Björn.
—Lo siento. — Dijo Erna, después de recuperar el aliento.
Realineó el cuello torcido del vestido y el corpiño mientras el carruaje giraba por el camino de la orilla del río. Erna comenzó a relajarse y la mirada de Björn se suavizó mientras observaba a su esposa ponerse nerviosa con su atuendo.
—¿No disfrutaste tu pequeña siesta? — Dijo Björn.
Los hombros de Erna se hundieron ante la pregunta. Preferiría haber repetido ese irritante saludo. El sonido de cascos al galope llenó el angustioso silencio del carruaje. Erna miró por la ventana mientras Björn la observaba.
Parecía que todo avanzaba sin problemas. Incluso cuando le ofreció su hombro a la somnolienta Erna, Björn se sintió seguro de que volverían a su querida rutina. El carruaje se detuvo frente a la mansión poco iluminada y Erna lo miró con una sonrisa en su rostro. Al final, se encontraron de nuevo donde empezaron.
—Erna. — Björn susurró su nombre.
Agarró la punta del bastón, tratando de defenderse de la ansiedad que hormigueaba por su cuerpo, no quedaba tiempo para pensar en la incertidumbre.
Erna se volvió para mirar a Björn con cautela. Parecía agotada y sus ojos lánguidos aún le dejaban sin aliento. La bella mujer era como un encantamiento seductor.
—Esa cosa, Erna. — Björn decidió finalmente hablar.
—¿Cosa? — Erna ladeó la cabeza.
—Con Gladys y el divorcio.
—Oh…—
—Era una cuestión de Estado. A cambio de un interés nacional sustancial, no tuve más remedio que mantener ese secreto indefinidamente. Era un compromiso que tenía que asumir y, en última instancia, una responsabilidad para mantener la paz entre Lars y Lechen.
Björn había querido contarle todo a Erna en ese mal día y desde entonces, no aparecía una oportunidad apropiada para tal discusión y una vez que la confusión disminuyó, las circunstancias correctas dejaron de estar claras. Al principio se dijo a sí mismo que no había necesidad de ir abriendo viejas heridas, pero en retrospectiva, fue sólo una evasión cobarde.
—Si lo hubieras compartido conmigo, ¿crees que no habría podido mantenerlo en secreto? — Preguntó Erna, su voz insegura.
—No era una cuestión de confianza, Erna.
—¿Por qué no?
—El acuerdo confidencial con Lars se estableció con la condición de que sólo mi madre, mi padre y Leonid lo supieran, y sólo Leonid porque iba a convertirse en Príncipe Heredero. Estaba obligado a cumplir esa promesa. Si hubiera sido cualquier otra persona, no habría hecho ninguna diferencia.
—Yo… entiendo. — Asintió Erna.
Björn tenía razón, la confidencialidad era una cuestión de importancia y antes de ser el marido de una mujer, este hombre como Príncipe de una nación, tenía el deber de priorizar los intereses de la nación. No podía culparlo.
—Pero, Björn, ya viste lo difíciles que eran las cosas para mí. — La voz de Erna tembló mientras las lágrimas brotaban de sus ojos. —Mi bebé, si la obra de ese poeta no se hubiera publicado, nuestro hijo habría crecido, condenado para siempre a estar a la sombra de la Princesa Gladys.
—Supongo que sí. — Dijo Björn con calma. —Les habría proporcionado una gran compensación a ti y a nuestro hijo de otras maneras.
«¿Compensación?»
Mientras susurraba la palabra suavemente, el carruaje se acercó a un puente bien construido. Erna colocó cuidadosamente sus manos en su regazo, luchando contra las lágrimas que tan desesperadamente deseaban liberarse. Su respiración se estabilizó gradualmente.
«Björn era un marido dedicado.»
Aunque las cosas resultaron diferentes a lo que ella imaginaba, era innegable que era cierto. Él la había designado como su esposa y dentro de esos límites, la trataba con respeto y lealtad. Habría sido un padre igualmente devoto, de eso no había duda.
—De todos modos, las cosas ya están arregladas. — Dijo Björn. Se adelantó y acunó la mejilla de Erna.
El mito de Gladys se había hecho añicos y ahora nadie la miraba como la Princesa de Lechen. La gente ahora aclamaba a Erna como su heroína, una esposa que había apoyado a su marido con amor puro e inquebrantable. Ella era una verdadera mujer noble y nada menos que una Reina.
Ella estaba libre del tormento de su padre, quien había caído en desgracia hacía mucho tiempo y finalmente exiliado. Cosechó las consecuencias de sus acciones y fechorías. Björn se aseguró de ello. La heroína salvada por un apuesto Príncipe y vivían felices, el final perfecto.
Sin embargo, no podía expresar sus pensamientos.
Cada vez que veía a los otros niños reales, temía que su hijo hubiera sido intimidado y excluido, tal como ella. No tenía ninguna posibilidad de convertirse en una gran Princesa como Gladys y admitir que se odiaba a sí misma no habría ayudado.
Como madre incompetente, lo único que podía esperar era que su hijo se pareciera más a su padre. Esperaba que nadie encontrara ningún rastro de ella, para no transmitirle la pena de querer teñirse el cabello al sol.
Nadie sabía cómo oraba todas las noches, esperando que su hijo no se convirtiera en un inadaptado y que su vida fuera tan radiante como la de su padre, pero ahora esas oraciones nunca necesitan ser respondidas.
Era hora de pasar al siguiente capítulo, de olvidar la infelicidad y el dolor provocados durante el último año. Ahora podrían avanzar hacia el deseo de felicidad que les esperaba.
—Si aún necesitas más, Erna. — Dijo Björn, interrumpiendo los profundos pensamientos de Erna.
—No. — Dijo Erna bruscamente. —He leído el libro y ya lo sé todo. Debe haber sido difícil para ti, pero no tienes que pasar por eso otra vez. — Erna contuvo las lágrimas e incluso se obligó a mostrar una débil sonrisa. — Como dijiste, todo se ha resuelto ahora y estoy bien, de verdad.
Cuando el carruaje pasó por el puente de luces, Björn se acercó y besó a Erna. Reacia al principio, Erna cedió y finalmente abrió los labios para aceptar la muestra de afecto. Después de todo, no fue tan difícil.
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