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Capítulo 97 – Tienes que soportarlo

* * * *

   Erna se despertó con el golpe y abrió los ojos. Mientras lo hacía, se dio cuenta de que su pincel había caído y rodaba por el escritorio. El pincel cayó al suelo y dejó una mancha roja que amenazaba con manchar la alfombra.

—Adelante. — Llamó Erna, mientras tomaba un paño para secar la mancha.

—Oh, déjelo, Su Alteza. — Dijo Lisa entrando a la habitación y viendo a la anfitriona arrodillada. —¿Por qué haces el trabajo de sirvienta?

—Como fue mi culpa, me quedé dormida.

—El clima es cada vez más caluroso, es fácil quedarse dormido con este calor. — Lisa agitó una mano como si no hubiera nada de qué preocuparse.

Erna ha estado durmiendo muchas siestas últimamente. Era inevitablemente el tema de conversación y circulaban rumores de que no hacía mucho tiempo que ella se había quedado dormida durante un espectáculo de ópera.

Si bien fue ciertamente un error de Erna, no necesariamente justificó las intensas críticas que recibió. De todos modos, la gente se indignó y arremetió contra la Gran Duquesa, que no era más que una salvaje con la que no podían identificarse. No dudaron en compararla con Gladys, quien se caracterizaba por su clase y elegancia.

—Todo esto se debe a que es muy diligente. Cuando trabaja tan duro, su cuerpo no puede seguir el ritmo. Necesita tomarse un descanso cuando tenga tiempo libre. ¿Qué son estas cosas?

—Me preguntaba cómo sería regalar flores de verano a la gente de la residencia del Gran Duque. — Respondió Erna con una sonrisa fría. —Creo que a todos les gustó las flores de ramillete que les regalé la última vez.

—Lo hicieron, pero ¿por qué se toma tantas molestias?

Erna se encontró incapaz de pronunciar las palabras que estaba pensando, sabía que todo era inútil, así que solo sonrió y asintió.

Lisa quería contarle a Erna sobre los sirvientes que más chismeaban a espaldas de Erna, incluso después de aceptar sus regalos, pero Lisa se contuvo, no serviría de nada. No es que no entendiera el deseo de Erna de hacer algo bueno por los sirvientes. Aún así, en comparación con el principio, estaba haciendo algunos progresos.

—Oh, Su Alteza, solucionemos eso más tarde, tenemos que ir a buscar los regalos.

—¿Regalos?

—Sí, acaban de llegar los bienes que el Príncipe compró en la feria. Cuando lo vea, se sorprenderá.

 

* * * *

 

Björn acababa de volver a dormir después de soportar el ruido de los enérgicos locos remando arriba y abajo del río justo afuera de la ventana de su habitación.

—Björn, Björn, ¿estás despierto? —Erna irrumpió en su habitación, toda energía y ninguna cortesía para llamar.

Erna corrió y se sentó en el borde de la cama, luego comenzó a sacudir fervientemente a Björn hasta que reconoció que estaba despierto. Dejó escapar un largo suspiro y miró a su emocionada esposa. Después de haber jugado al póquer hasta el amanecer, apenas había llegado a casa y se había acostado, le parecía medianoche. Aunque no era el momento oportuno para que lo despertaran, Erna no tuvo consideración por el momento.

—Björn, han llegado todos los regalos de la feria, todas las cosas que compraste.

—Lo… sé. — Dijo Björn perezosamente.

Expresó su molestia con un gemido bajo y alejándose de Erna. Se cubrió la cabeza con las sábanas. A pesar de su clara señal de no querer ser molestado, Erna se negó a prestarle atención y continuó insistiendo en el asunto.

—Necesitamos hablar, Björn, por favor.

—¿Hablar acerca de qué?

—Los regalos, hay demasiados regalos. — Gritó Erna, su voz ahora carente de cualquier rastro de alegría.

Björn salió de las sábanas y dijo como si lo hubieran rociado con agua fría. La expresión pensativa de Erna se reflejaba en los ojos somnolientos de Björn, era una mirada que no había visto en ella antes.

—Lamento molestarte. — Dijo Erna, notando la mirada irritada de Björn. — Pero aún así, no puedo tener todos los regalos y debemos devolver los que no quiero, ¿vale?

—¿Por qué?

—La gente… — Dijo Erna, sus ojos eran intensos, estaba segura de que él ya sabía la respuesta.

—Ja, claro, gente. — Björn cerró los ojos, haciendo todo lo posible por contener la ira. Respiró lenta y deliberadamente, los músculos de su cuello se tensaron y se contrajeron. —No importa lo que hagas, la gente pensará y hablará sobre lo que quiera, creerá lo que más le convenga.

Björn se volvió y miró a Erna de nuevo, sus ojos estaban llenos de una frialdad helada. Esto no le sentó bien a Erna, quien últimamente había estado cada vez más preocupada por su reputación. Todos sus intentos de aumentar su posición habían sido en vano, al igual que la constante conducta fría y desdeñosa de Björn hacia ella.

Después de un momento de profunda reflexión, Erna respondió con una expresión de terror en su rostro: —Lo sé, pero más tarde tendré que poner excusas para apaciguar a esa gente.

Björn soltó una risa rechazada mientras reflexionaba sobre las palabras de su esposa, sintiendo como si fueran malas palabras. No pudo evitar pensar que era injusto para él tener que gastar su dinero en la locura de su esposa.

Sería bueno ser feliz de vez en cuando, pero Erna siempre era así, no podía simplemente disfrutar de las pequeñas cosas. Él entendía su comportamiento y su deseo de tener a la gente de su lado, aunque solo fuera para detener los rumores, pero ¿siempre tenía que hacerlo irritante para él?

(N/T: ¡Claro! ¡Solo tu te irritas! ¡Y ella!)

—¿Cuáles son tus intenciones, seguir como si estuvieras muerta? Solo ser como una estatua que respira o algo así. — Björn acarició con los dedos el cabello de Erna. —Hagas lo que hagas, la gente chismorreará con el pretexto de que eres una Duquesa incompetente que no sabe hacer nada bien.

Erna parecía herida, pero Björn no mostró preocupación. Así era la vida de la Gran Duquesa de Schuber. Cualquier mujer que cumpliera ese papel después de la Princesa Gladys, habría sido propensa a recibir el mismo trato, sin importar a quién eligiera Björn como su segunda esposa.

Erna había aceptado voluntariamente el papel, sin tener idea de cuál sería el precio y, como tal, tenía la obligación de soportarlo. Björn odiaba que su esposa todavía se aferrara a ese pensamiento y no pudo evitar burlarse de sí mismo por persistir en él.

—Yo no me detendría tanto en ello, porque cuanto más te importe, más persistente y cruel te parecerá la gente. No importa lo que digas o hagas.

—¿Es eso así? — La voz de Erna tembló levemente.

Erna entendió lo que Björn intentaba hacerle ver, pero desapegarse de las emociones no le resultó tan fácil. No pudo evitar escuchar todas las burlas, lo quisiera o no. Su pena se hizo más profunda cuando pensó en todos esos artículos escritos sobre ella, apilados en el cajón de su abuela.

—Sí, Erna. — asintió Björn. —Sí, lo es.

Su tono era ligero, pero su sinceridad era inconfundible. Parecía imperturbable ante todas las acusaciones y especulaciones que le lanzaban. Su actitud fue completamente indiferente, como si no fuera él a quien la gente criticaba.

Erna hizo un puchero y bajó la cabeza sin decir una palabra más. No gustándole su reacción, Björn le agarró suavemente la barbilla y le levantó la cabeza para mirarla a los ojos.

—Oye, podemos soportarlo juntos, Erna, no estás sola. Desafortunadamente, es la naturaleza de nuestras vidas en este momento.

Sus ojos grises eran exquisitos, brillando como joyas finamente elaboradas. Era una Duquesa extravagante y desconocía por completo lo que eso significaba.

La reprimenda y una mirada fulminante recorrieron su rostro, como si anticipara el caos que estaba a punto de apoderarse de la ciudad. Fue desafortunado, pero esta vez Björn no podía culpar a la gente.

—Lo siento. — Dijo Erna. — Y gracias.

Erna expresó sinceridad al decir gracias, casi exagerándola. Sólo entonces Björn soltó el rostro de su esposa. Los gritos de los remeros fuera de la ventana de repente se hicieron claros cuando pasaron por la ventana.

—Esos locos bastardos. — Murmuró Björn y sacudió la cabeza.

Björn se levantó de la cama y Erna observó su desnudez bañarse en la brillante luz del sol. Se dio cuenta de que había estado mirando fijamente y desvió la mirada, avergonzada. Björn se rió entre dientes, divertido por su comportamiento tímido.

—Oh, por cierto, ¿por qué compraste ese enorme elefante? — Dijo Erna, viendo a Björn acercarse a la ventana y encender un cigarro.

—¿Elefante? No sabía que había comprado un elefante. — Aparecieron arrugas en su frente mientras pensaba.

Sus pensamientos fueron interrumpidos cuando alguien llamó a la puerta. Greg apareció y la vergüenza fue clara cuando se dio cuenta de que Björn estaba desnudo y la Gran Duquesa también estaba allí.

—¿Qué pasa, Greg? —Dijo Björn.

Greg miró nerviosamente a la Gran Duquesa mientras cruzaba la habitación para entregarle una carpeta a Björn. Con los ojos entrecerrados, Björn leyó el informe.

—¿Está pasando algo? —Erna preguntó, estudiando la expresión de preocupación de Björn.

—No. — Respondió Björn con calma, devolviéndole la carpeta a Greg. El mayordomo no podía salir de la habitación lo suficientemente rápido. —No es nada.

—Tu expresión dice algo diferente, ¿realmente estás bien?

Björn dejó a un lado su cigarro como si liberara una emoción persistente y luego puso sus manos en el regazo de su esposa. Mientras se besaban, los hombros de Erna temblaron ligeramente. Ella no lo rechazó, nunca podría rechazarlo.

—Estoy bien. — Susurró Björn. No era mentira.

La codicia de Walter Hardy todavía estaba bajo su control y sería necesario apretar las riendas, aunque el proceso puede resultar algo difícil y caótico.

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