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Capítulo 78 – El invitado no invitado del miércoles

* * * *

El dormitorio estaba cerrado en total oscuridad, incluso en pleno día, gracias a las cortinas opacas.

Björn se acostó en su cama, mirando al techo. No miró el reloj, intuyó que era alrededor del mediodía. No había prisa, no pasaba nada importante hoy. No, a menos que Erna tuviera la intención de molestarlo con algo.

Se preguntó qué tipo de aventuras mundanas esa mujer podría haber planeado para ellos si se levantara ahora. Dejó escapar un suspiro y cerró los ojos.

Había decidido no ir a la habitación de su esposa cuando regresó anoche, pensó que sería más cómodo para los dos. Erna lo habría acosado demasiado temprano en la mañana y luego lo habría perseguido por la mansión, como si estuviera a punto de llorar.

(N/T: ¡Maldit0 estup1d0!)

Incluso solo pensar en Erna aferrándose a él constantemente era suficiente para molestarlo, así que tocó el timbre de servicio y comenzó a levantarse de su cama. Los pies apenas tocaron el suelo cuando las criadas entraron corriendo, descorrieron las cortinas e iluminaron el dormitorio con la brillante luz del sol.

Björn se acercó a la ventana. El sol le hizo cosquillas en su piel con calidez y le recordó el toque de Erna. En el momento en que la mujer volvió a cruzar por su mente, se dio cuenta de que la mansión estaba inusualmente silenciosa.

—¿Mi esposa ha salido?

—Sí, Alteza. —Dijo la doncella que servía el té a última hora de la mañana y a la hora del almuerzo.

—¿Para qué?

—No lo sé, Alteza, iré a consultar con la señora Fitz.

—No. —Dijo Björn, tomando una taza de té. —No tienes que hacer eso.

El rico aroma del té le hizo cosquillas en la nariz mientras tomaba un sorbo. El sol estaba cálido, había un agradable aroma a flores en la brisa y el día estaba tranquilo, no había necesidad de salir y perseguir el caos, cuando el día comenzó tan bien.

La mañana se sintió como el momento antes de que Björn decidiera tomar una esposa. Tranquilo, relajado y todo hecho a su ritmo. Bebió el té, leyó el periódico, luego se duchó y se sentó a la mesa del desayuno en el balcón, fumando un cigarro. Se olvidó por completo de Erna.

Sabía muy bien que Erna era sólo una mujer inocente, que lo seguía como un patito recién nacido. Ella siempre lo miró como si fuera el centro del mundo. Ella lo aceptó tal como era y lo entendió. No creía que Erna tuviera nada más que amor en su corazón.

Luego se encontró pensando en el artista. Él desconocía sus verdaderas intenciones, pero al menos Erna insistía en que él era solo un amigo. El hecho de que lo supiera demasiado bien lo hacía sentir mal y no le gustaba ese sentimiento en lo más mínimo.

¿Son esto celos? Björn se preguntaba eso de vez en cuando y cada vez se reía para sí mismo. ¿De qué tiene que estar celoso? Era amigo de Erna, eso era todo, Erna insistía bastante en ese hecho. No había necesidad de estar celoso.

Cansado de pensarlo, Björn decidió caminar por los jardines para aclarar su mente. No servía de nada obsesionarse con eso, no había mucho que se pudiera hacer al respecto.

Era el tipo de relación en la que tenía que perseverar, disfrutar de su esposa y amarla lo mejor que pueda. No le daría ningún significado innecesario a los sentimientos en la cama. Lo mantendría ligero y fresco, como un medio más de entretenimiento en su vida.

Björn arrancó una manzana verde y roja madura de un árbol y se apoyó en la barandilla que bordeaba el pequeño arroyo que bajaba hasta la fuente. Sus chorros de agua brillaban bajo el sol del mediodía. Dando un mordisco a la manzana, Björn dejó que los jugos ácidos se hincharan en su boca y disfrutó de su dulzura.

El mal presentimiento que lo había estado atormentando desde que pensó en Erna y Pavel se desvaneció como un sueño y pudo disfrutar de la espléndida tarde.

O eso le pareció.

 

* * * *

 

—¿Ya es tan tarde? —Dijo Erna al darse cuenta de la hora.

Llevaba dos horas hablando sin parar.

—Lo siento, no quería quitarle demasiado tiempo, debería irme. — Dijo la joven Gran Duquesa con los ojos muy abiertos.

—¿Cuánto tiempo vas a seguir haciendo esto? —Dijo la Duquesa Arsene, fijando a Erna con una mirada furiosa. Había estado en silencio todo el tiempo que Erna estuvo hablando. A su gato blanco no pareció importarle, acurrucado en el regazo del invitado no invitado.

Fue hacia el final del último invierno cuando Erna comenzó a invadir el Ducado Arsene. Ella sólo había venido a saludar y tal vez a hablar de lo maravillosa que había sido su luna de miel.

A la Duquesa Arsene no le agradaba su nieto mayor porque había convertido una vida de orgullo en una vida de vergüenza. Odiaba aún más a la esposa de su nieto, ya que sentía que la Gran Duquesa sólo estaba tratando de mostrar su posición.

La Gran Duquesa permaneció más de dos horas en el salón. Antes de partir, dejó un pequeño obsequio, con una nota para sugerir que regresaría la próxima semana.

Sospecha que la Duquesa Arsène había ordenado que lo tiraran a la basura. Se informó que la Gran Duquesa estaba tratando de comprar favores con regalos caros, pero cuando una doncella vació la caja, la Duquesa se sorprendió al encontrar unas zapatillas, un chal y un broche de ramillete. Regalos de apariencia relativamente común y de muy poco valor.

Lo que era más absurdo era que la caja de al lado, un regalo para Charlotte, la gata blanca, contenía una pequeña almohada y una caña de pescar con plumas.

Originalmente había pensado que Erna estaba tratando de gastarle una pequeña broma. Eso fue hasta que escuchó que Erna le había dado a Felipe un atril de lectura y a Isabel un par de tijeras de podar. Parecía que Erna ignoraba por completo el hecho de que eran el Rey y Reina, pero considerando sus pasatiempos de lectura y arreglos florales, eran regalos totalmente apropiados.

Se rió cuando escuchó que Erna le había regalado un par de anteojos a Leonid. Parecía que la mujer estaba haciendo todo lo posible para encontrar regalos que la gente encontrara útiles. Ella se rió de nuevo y tiró el suyo a la basura.

Pensaba que Erna era una snob que se aseguraba el puesto de Gran Duquesa por su apariencia. Ahora que había llegado a conocer a la niña, parecía precisamente eso, una niña pequeña sin apenas un lado interesante en ella.

Fue sólo por esa razón que quería conocer a la nueva Gran Duquesa en primer lugar, pero ahora estaba atrapada en conocer a la chica todos los miércoles, o eso parecía.

    <—Te preguntaré directamente, ¿cuáles son tus intenciones?> — Le dijo a Erna antes de irse.

La Duquesa se sintió tonta por tener miedo de hacerle a la chica una pregunta tan seria. Si era increíblemente inteligente o simplemente una idiota sin ningún plan, iba a descubrirlo. Ver la sonrisa en el rostro de la Gran Duquesa hizo que la Duquesa Arsene se sintiera como un idiota.

<—Es el cumpleaños de Björn en un par de meses, tengo muchas ganas de invitarla a cenar.>

¿Cómo podía no saber que era una petición grosera? ¿Es esta chica un monstruo o algo así?

    <—¿Está segura? Han pasado años desde que celebré el cumpleaños de tu marido.>

    <—Lo sé, pero todavía quiero invitar a su abuela.>

    <—¿Por qué?>

    <—Es el primer regalo de cumpleaños que quiero darle a mi marido.>

Esta chica de aspecto inocente, que era a la vez idiota y monstruo, estaba declarando la guerra con una sonrisa angelical.

    <—¿Tu marido te instó a hacer esto?>

Seguramente esta niña no podría haber ideado tal complot por sí sola. ¿O simplemente pretendía burlarse de la Duquesa de Arsene?

    <—No, por favor, debe mantenerlo en secreto para Björn, será una sorpresa.>

La Gran Duquesa dio una respuesta tan emocionante que rompió el espíritu de lucha de la Duquesa Arsene. Luego, desde hace dos meses, vuelve cada miércoles, como un reloj, perturbando su tranquila vida.

Si se hubiera encerrado y no hubiera visto a la Gran Duquesa, probablemente se habría sentado y tomado té con el gato. Cuando se sentaba frente a ella, sin mostrar nada más que un severo desprecio, la chica seguía parloteando sin cesar, sobre todo sobre su marido.

—No podré respirar hasta que pase este cumpleaños. —Dijo la Duquesa.

Charlotte se estiró en el regazo de Erna, antes de caminar malhumorada hacia su cojín al otro lado del sofá.

—Su cumpleaños no es sólo este año, abuela.

La niña pronunció palabras tan rencorosas, pero su rostro permaneció plácido y despreocupado. ¿Era por eso que Björn había elegido a esta esposa? Qué joven tan problemática.

—Nunca vuelvas. — Dijo la Duquesa Arsene, cuando Erna se fue.

—Nos vemos la semana que viene. — Respondía siempre la Gran Duquesa.

Y así fue, que el invitado no invitado del miércoles regresaba cada semana para acosar a la pobre anciana.

 

* * * *

 

Toda la cuenca del río Arbit se había teñido de rojo, Erna lo vio mientras cruzaba el puente del Gran Ducado en su carruaje.

Masticando un cordón de regaliz para aliviar el dolor de garganta, Erna contempló el paisaje. El cielo estaba pintado de rojo por el sol poniente y con el agua de color rosa, no podía tener suficiente. Ella siempre fue así, aunque lo veía todos los días, igual que a su marido.

Pronto regresará al Palacio Schuber, donde, con suerte, la estará esperando su marido, si es que aún no ha salido. Erna lo aguantó.

Erna lo soportó. Se levantaba tarde, rompía sus promesas y se iba al club social. Bebía y jugaba hasta altas horas de la madrugada, llegaba borracho y dormía hasta la tarde. Una y otra vez Erna lo soportó, pero su marido tenía talento para mostrarle su cariño cuando más lo necesitaba y por eso aguantó un poco más.

Erna se quedaba dormida y despertaba repetidamente, esperando que Björn regresara a casa. Intentó que no le importara si él volvía a casa o no y trató de dormir bien por la noche, pero no podía relajarse, durmiendo sola en su cama.

    <—Björn, ¿por qué no puedes ser un marido más incondicional? No me gusta esto.’> – Había dicho, cuando él finalmente llegó a casa, apestando a alcohol.

    <—¿Con quién crees que te has casado?> —Él se echó hacia atrás el cabello despeinado y la miró con ojos fríos, nada característicos de un borracho. <—¿No es gracioso casarse con un hijo pródigo y esperar un santo?>

    <—Eso no es lo que quise decir…>

    <—Si te casas con este tipo de hombre, entonces deberías amarlo de todos modos, ¿no es ese el deber de una esposa?> — Dijo Björn, acercándose a Erna con la cabeza ladeada, mirándola de arriba abajo.

Lanzó una mirada aguda y burlona a Erna, mezclada con un tono amistoso como si susurrara amor. Pasó junto a ella como si nada hubiera pasado.

Erna intentó tener paciencia. De alguna manera iba a lograrlo, pero Björn había roto su último nervio, había roto su paciencia.

    <—Se suponía que dormirías en mi cama conmigo esta noche.>

Mirando su espalda mientras se dirigía hacia su habitación, Erna reunió el coraje para enfrentarlo. Ella lo odiaba mucho en ese momento, pero no quería que él la rechazara.

    <—Björn, se suponía que íbamos a compartir la misma cama.>

Björn abrió la puerta de su dormitorio con un suspiro, entró y volvió a cerrar la puerta detrás de él. Erna permaneció en el pasillo silencioso, sola, durante mucho tiempo.

Erna abrió los ojos cuando el carruaje se detuvo, trató de borrar los pensamientos que nadaban interminablemente en su mente. Hoy entendería que, si Björn quisiera pasar toda la noche bebiendo y jugando al póquer, realmente lo esperaba.

—Bienvenido, Su Alteza, el Príncipe la está esperando. —Dijo la señora Fitz.

Por supuesto, hoy fue el día en que el hombre no quiso hacer nada de lo que más le gustaba.


Nameless: Saben… Tengo un dolor terrible en el corazón por Erna.

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