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Capítulo 70 – Palabras Románticas

 

Erna estuvo en cama, resfriada, durante tres días. Cuando pudo levantarse, sólo pudo llegar hasta la mesa del desayuno.

—Afortunadamente no te has convertido en el fantasma de la Gran Duquesa de Lechen —bromeó Björn.

Erna se ajustó la ropa, haciendo un escándalo. Llevaba un chal sobre su vestido, que estaba bordado con varias flores, siendo su favorita un broche. Su cabello estaba trenzado y recogido con una cinta rosa.

Habló menos de lo habitual en la mesa del desayuno, para deleite de Björn, y aunque encontró la energía para ir a la mesa del desayuno, todavía estaba demacrada. Vació su plato de comida paso a paso.

—¿Volverás a llegar tarde hoy? — Preguntó ella.

Dejando la taza de té que había estado sosteniendo durante mucho tiempo, miró a su marido, que había terminado su desayuno hacía un rato. Björn estaba a punto de levantarse, pero decidió volver a sentarse y se reclinó.

—¿Qué estás pensando, Erna? — Preguntó con calma.

—¿Por qué? Incluso si te lo dijera, simplemente lo olvidarías.

—Eso es… — Björn hizo una pausa al notar la sonrisa en el rostro de Erna. —¿Crees que ahora es el momento de bromear sobre esos asuntos?

—Por supuesto, lo diría más elegantemente, pero…

—¿Pero?

— Pero cuando eso sucede, solo finges escucharme gratamente.

La expresión de Erna era seria. Parecía que estuviera interpretando en el papel del chico malo, pero después de la forma en que trató a Erna, no fue un juicio particularmente equivocado.

—Entonces, ¿por qué no lo dices de una manera elegante?

Björn le guiñó un ojo al asistente que entró en la habitación para anunciar que su carruaje estaba listo. Esta era una cita a la que no podía faltar, aunque el Águila Calva que era el noble linaje de Felia tenía mal genio, no irían a la guerra porque los hiciera esperar un par de minutos.

—Te escucharé Erna. — Dijo Björn en voz baja.

Erna todavía estaba reuniendo el coraje para decir lo que pensaba.

—Sólo quiero cenar contigo, si tienes tiempo. — La confianza que finalmente encontró se vio socavada por su voz ronca, que hizo añicos la elegancia de las palabras.

—Lo haré. — Estuvo de acuerdo Björn, después de pensar por un segundo.

No tenía otras reuniones programadas para ese día y lo bueno del impaciente Águila Calva, era que terminarían bastante rápido.

—¿Puedes mirarme a los ojos y decir eso? — Dijo Erna, toda noción de alegría había desaparecido de ella y miró a Björn con una mirada severa.

Björn miró a Erna directamente a los ojos y repitió lo que había dicho. Satisfecha, Erna sonrió aliviada.

—¿Qué tal mañana? Me gustaría viajar contigo. — Dijo Erna, tentando suerte.

—No, no quiero. — Dijo Björn, pudo ver que ella aún no estaba en condiciones de viajar.

Erna parecía como si le hubieran dado una bofetada en la mejilla inesperadamente. Todas sus aspiraciones de repente se estrellaron contra el suelo.

—¿Por qué? ¿No dijiste que me escucharías?

—Te escuché y dije que no.

—¿Estás tratando de burlarte de mí tratándome como a un niño?

—¿Entonces?

—Así que espero que todavía no me veas como una niña.

—Puede que ahora tengas veinte años, pero aún eres más joven que yo.

—Sólo por cinco años.

Era difícil saber cuándo vio a esta mujer por primera vez, pero ella puede ser muy conversadora. Ni siquiera el hecho de estar enferma fue un obstáculo para su locuacidad. Una vez que empezaba, no había forma de detenerla.

—¿Por qué no me tratas amablemente a veces? ¿Cómo ahora, así?

—Y qué más…

El asistente volvió a entrar en la habitación para expresar la necesidad de ponerse en movimiento. Björn necesitaba irse.

—A veces sería bueno escuchar algo romántico.

Incapaz de perder esta rara oportunidad, Erna encontró el coraje para decir mucho más.

—¿Romántico?

Björn se levantó de la mesa y se ajustó el abrigo. Parecía como si hubiera regresado al mismo Príncipe de siempre, que acababa de olvidar de qué habían estado hablando. La expresión de su rostro le picaba, como si estuviera mirando a un niño inmaduro.

Erna cambió de opinión acerca de darle un ejemplo a Björn y salió a despedirlo, como siempre hacía. Ella ignoró su orden de volver a la cama. Era justo, él la ignoraba todo el tiempo, lo que era justo para él lo era para ella también.

—Hasta luego. — Dijo Erna. —No llegues tarde.

Miró a Björn a los ojos cuando se lo recordó. Sus ojos eran grandes y muy abiertos, y brillaban cuando captaban la luz del sol.

Björn la miró y asintió una vez, antes de poner en marcha el carruaje. No pudo evitar reírse cuando su ruta lo llevó más allá de la antigua catedral.

Hubo un pequeño alboroto, pero al final todo volvió a su lugar. Ligero y fresco, sin ningún cansancio emocional innecesario. A Björn le gustó el hecho de que ella fuera una mujer tranquila y clara. Cuando estuvo convencido de que este matrimonio algo impulsivo era una buena elección, el carruaje se detuvo frente al palacio real.

 

* * * *

 

A última hora de la tarde, mientras la Gran Duquesa tomaba el té en la Mansión de huéspedes, recibió una visita inesperada.

Lisa había intentado negociar con el hombre que había prometido una audiencia con la Gran Duquesa sin cita previa y regresó jadeando.

—Su Alteza, tiene que ir. Esto es realmente algo que no puedo explicar.

Lisa se la llevó a rastras y Erna no pudo hacer nada más que dejarse llevar por su doncella, quien la condujo al salón, donde el invitado estaba esperando. Los demás sirvientes estaban todos tan sorprendidos y atónitos como Lisa, incluso Karen.

—¿Qué diablos está pasando aquí?

En el salón, Erna se encontró cara a cara con un hombre educado que se inclinaba ante ella. La gente se alineó detrás de él, cada uno con una caja de colores.

—En primer lugar, tome asiento. — Dijo Karen, llevando a Erna al sofá en el medio de la habitación. — Es un regalo del Príncipe.

Los ojos de Erna se agrandaron mientras se sentaba y Karen le susurró al oído. Un hombre de mediana edad, que había estado esperando, se acercó tan pronto como Erna se sentó.

—Es un honor para nosotros presentarle ante usted, su Alteza Real, la Princesa de Lechen, estas maravillosas joyas. — Se inclinó nuevamente, mientras hablaba torpemente en idioma lecheniano. —Según lo ordenado, hemos seleccionado solo lo mejor para usted, Su Alteza.

Cuando sonrió con un rostro lleno de pompa y orgullo, lanzó una mirada a los demás detrás de él. Habían estado esperando pacientemente en las sombras del salón, pero ahora dieron un paso adelante y abrieron sus cajas.

—Por favor, tómese un tiempo y elija. — Mientras daba un paso atrás, los portadores de la caja se acercaron un paso más.

Las joyas reveladas. Joyas que eran tan hermosas y lo suficientemente resplandecientes como para hacer que su cabeza divague.

 

* * * *

 

—¡Björn! — Erna llamó tan pronto como entró al salón.

Björn se detuvo cuando notó que el joyero todavía estaba haciendo guardia afuera del salón, debería haberse ido hace tiempo. Erna estaba sentada en el sofá, rodeada de gente que sostenía cajas llenas de colores brillantes.

—¿Aún no has elegido? — Björn miró su reloj, desconcertado.

Las joyas habían llegado a tiempo, lo que debería haberle dado a Erna tiempo suficiente para elegir. Parecería que Erna estaba increíblemente indecisa.

—Yo… simplemente no puedo hacerlo.

Erna corrió hacia él y lo agarró de la manga, parecía como si le estuviera rogando que la alejara de eso. No podía creer que ella se hubiera quedado atascada eligiendo un simple accesorio. Dejó escapar un largo suspiro y la llevó de regreso al sofá, como si fuera una niña perdida.

—Esposa mía, debes darte prisa y elegir.

—Lo siento, simplemente no puedo.

—¿Por qué?

—No sé sobre estas cosas, todas se ven tan hermosas que es imposible para mí elegir una.

Mientras ella continuaba hablando, Björn podía sentir que su impaciencia aumentaba y se estaba enojando. Al mirar a Erna, pudo ver la confusión en su rostro y probablemente lloraría si él levantaba la voz, aunque fuera un poco.

—Si te resulta tan difícil decidirte, tómalas todas.

—De ninguna manera. Eso no es lo que quiero en absoluto, nunca. — Erna se sonrojó. —Ya recibí tantas gemas cuando nos casamos que no podría, la verdad es que no soy tan codiciosa.

—Erna.

—¿No puedes elegir por mí, por favor?

—Ojalá pudiera, pero verás, tienes mucho mejor ojo para estas cosas que yo, así que sé que lo que elijas será la joya más especial.

Björn colocó su mano sobre el hueso de la cadera de Erna y suavemente la empujó hacia las joyas. Asintió con la barbilla hacia el joyero que los había estado observando y se acercó.

—Trae la más cara.

Los ojos del joyero se abrieron ligeramente ante la orden del Príncipe. Rápidamente recuperó la compostura e hizo pasar al empleado del medio, quien se adelantó con una caja que contenía un collar de diamantes azules.

—Este es un collar que hice recientemente. Estoy orgulloso de decir que esta es una de las joyas más finas y únicas de Felia…

—Me quedo con esa. — Dijo Björn.

Björn había cortado al joyero antes de que tuviera oportunidad de terminar de explicar, estaba decepcionado de no poder compartir el trabajo que había puesto en ella, sobre lo única que era la gema y la fascinante tecnología utilizada para cortarla y engastarla, pero aceptó la petición del Príncipe.

Björn puso la caja que le dio el joyero en manos de Erna.

—Hace un rato, ¿qué dijiste? — Preguntó Erna, mientras examinaba el collar con miedo y alegría.

—Palabras románticas.

Una sonrisa se dibujó en el rostro de Erna, Björn estudió esa sonrisa durante un largo rato. Los ojos de su esposa eran tan hermosos, que las joyas de Felia no se podían comparar y estaban llenas de él.

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