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CAPITULO 11

A diferencia de Lucy, Kanna no tenía a nadie.

Así que, de niña, se callaba la boca cuando estaba enferma.

No podía hablar porque temía que su familia la odiara aún más si se quejaba de estar enferma…….

Hasta que un día, no pudo ocultar su resfriado y tosió violentamente.

¿La reacción de Kallen?

-Ese sonido.

El sonido.

Todavía podía oír el sonido de la lengua de la joven Kallen.

Incluso el desprecio en sus ojos.

-No te acerques a mí, hermana.

-Por favor, por favor, que no te vean.

-Nadie quiere verte, ni siquiera una hermana enferma, así que no salgas de la habitación.

La voz de Kallen era tan fría.

Un recuerdo que había olvidado hacía tiempo. Vuelve a mí tan claro como una mentira.

En un instante, el rostro de Kanna se enfrió. Sus ojos se hundieron en el libro.

Sí, era él.

El joven que ahora se comportaba con tanta dignidad era el chico que la había tratado como a una mierda en el pasado……..

Me trajo recuerdos desagradables.

Pero los recuerdos son los recuerdos.

No tiene sentido darle vueltas.

Kanna dejó de recordar de una vez por todas y volvió a centrar su atención en su libro. Afortunadamente, después de eso, Kallen no habló.

No hasta mucho después.

«¡Hecho!»

Por suerte, todos los ingredientes que necesitaban estaban en el libro.

Kanna anotó los nombres de los ingredientes y se lo entregó a Kallen.

«Coge estos».

Kallen revisó la lista y frunció el ceño.

Algunas de las hierbas eran conocidas por su eficacia en el Continente Oriental, pero otras eran completamente desconocidas.

«¿De verdad me estás diciendo que estas curarán a Lucy?».

«¿Estás seguro de que puedes conseguirlas todas? ¿No es posible que no hayan sido traídas del Este?»

«No hay problema.»

Sí, claro que no hay problema, sólo pregunto, por si acaso.

¿Hay algo en el mundo que la familia Addis no pueda conseguir?». Kanna le palmeó el hombro rígido.

«Avísame cuando estés lista, pero mientras tanto, voy a bajar al laboratorio. Mi habitación y el laboratorio seguirán ahí, ¿verdad?».

«Sí.

¿Qué?

¿Qué estaba diciendo Kallen ahora? Kanna levantó la cabeza. Como si leyera su pregunta, Kallen volvió a responder.

«Sigue ahí».

Kanna se sorprendió.

En realidad no había esperado mucho, pero ¿todavía estaba allí?

Cuando se enteró de que la había dejado fuera, esperaba que hubiera borrado todo rastro de sí mismo…….

«Coge la llave, mi padre la ha cerrado para que nadie pueda entrar ni salir».


Kanna se dirigió primero al dormitorio.

«¡Vaya!

Era como si hubiera retrocedido en el tiempo.

La cama y la mesa inmaculadamente empolvadas, los libros esparcidos y el chal desparramado por el sofá.

‘Está tal y como lo dejó la moneda el último día’.

El día que se fue de aquí para casarse con Sylvienne.

Está pegado ahí, tal como estaba.

Pensé que mi padre lo habría barrido todo tarde o temprano.

«¿Por qué lo dejó allí?

¿No es como quien quiere recordar al dueño de una habitación, o como quien espera volver en cualquier momento…….

Tonterías».

Kanna soltó una carcajada sangrienta.

Mi padre quiere acordarse de mí, esperarme.

No hay suposición más ridícula en el mundo.

No puede ser.

Tiene que haber habido un error.

No puede haber dejado su marca deliberadamente.

Deseché mis pensamientos y me dirigí directamente al laboratorio del sótano.

«Lo mismo digo.

Los ojos de Kanna parpadearon mientras escrutaba el laboratorio.

Antes de ser poseída por la moneda.

Su vida se había practicado aquí.

Alquimia. La alquimia era lo único que conocía.

Lo único bueno de volver a este cuerpo era que podía volver a hacer alquimia.

La alquimia requiere piedras preciosas, y no existen en Corea.

Kanna caminó lentamente por el laboratorio, abrumada por la emoción.

Pasó las yemas de los dedos por los gruesos libros apilados en su escritorio.

Tenían las esquinas deshilachadas.

Era más viejo que ella, pero lo había desgastado de niña, casi hasta meterlo por un lado.

De algún modo, estos textos de alquimia le parecían amigos a Kanna.

No, en realidad eran amigos.

La alquimia era lo único que hacía compañía a su yo más joven.

‘Ha pasado mucho tiempo…….’

Mientras deambulaba por el laboratorio en un estado de felicidad.

Oía pasos.

Pasos bajando las escaleras del sótano y caminando por el pasillo.

¿Por qué?

Una premonición me golpeó como un rayo de que no era la criada, ni el criado, ni Kallen.

Al mismo tiempo, la puerta se abrió de golpe y…….

«Hola, guarro».

La llamada familiar. Un insulto familiar.

Un pequeño suspiro se me escapó al oírlo. La alegría de reunirme con Alquimia se desvaneció como el humo.

Como se suele decir, los presentimientos nunca fallan.

‘Sí, claro que lo vería, esta es su casa’, pensé.

Lo esperaba, pero…… no esperaba verlo tan pronto.

Kanna se volvió lentamente.

Sus ojos se clavaron en los del hombre que la miraba fijamente.

«Tienes razón. Tienes razón».

Los rasgos afilados del hombre eran similares a los de Kallen, pero más gruesos y masculinos.

Una complexión intimidantemente grande, el pelo rojo despeinado como la melena de un león. Ojos verdes que recordaban a los de un depredador.

Aquellos ojos violentos le trajeron un torrente de recuerdos.

-¡Puta asquerosa, suicídate, es lo mejor para la familia!

-¿Dónde vas a huir? Te mereces más.

Recuerda las palabras que siguieron, las acusaciones que la atravesaron como flechas.

Cada una de ellas, hasta la palma de su mano que la abofeteó sin previo aviso.

Las recuerda todas.

«Orsini.

Orsini Addis.

El hermano menor que, de niño, había cometido brutales actos de violencia contra ella.

«Te arrastraste hasta aquí por tu propio pie, pensé con seguridad.»

Un paso, un paso.

El hombre, que había crecido hasta alcanzar un físico aún más imponente que el que ella recordaba de antaño, se cernió amenazador sobre ella.

«Tu asquerosa hermana ha regresado».

Las piernas de Kanna se clavaron en el suelo, inmóviles.

No, no podía moverse. Las cadenas parecían atar todo su cuerpo.

Sus manos se crisparon al recordar la violencia, las acusaciones, el abuso que Orsini había ejercido en el pasado.

Estaba tan, tan…….

enfadada.

‘Eso es lo que hizo, me pisoteó.

Bofetada, bofetada, bofetada, bofetada…… y bofetada otra vez.

Cómo dolía. Qué miserable era.

Kanna movió sus temblorosos labios para formar una sonrisa.

No pudo evitar reír.

Al reencontrarse con la persona que tanto la había atormentado en el pasado, no pudo evitar sonreír.

«Me alegro de verte, Orsini».

«…… ¿qué?»

La expresión se desvanece del rostro de Orsini.

Kanna sonríe profundamente, sus ojos devoran sus rasgos.

Un escalofrío recorre mi espina dorsal hasta las puntas de mi pelo.

Esto me gusta.

Tan, tan, tan, tan bueno.

«Me alegro mucho de verte».

Volviéndome hacia Kanna, añado otra cosa buena.

«Te he echado mucho de menos».

Me alegro tanto de verte.

«Atentamente.»

Si te vuelvo a ver, juro por los cielos que te vengaré.


Orsini Addis regresó a casa antes que su familia.

La fiesta había durado días, y ella se estaba aburriendo un poco.

Y entonces.

«¿Qué? Kanna Addis es…… No, ¿Kanna Valentino ha vuelto?».

Oír la noticia fue como recuperar la sobriedad.

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Angela

+52 1 614 196 7923 Chihuahua, México Edita: La basura de la familia del Conde

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