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CAPITULO 03

¡Splash!

Los ojos de Kanna se abrieron de golpe cuando el agua fría le golpeó la cara.

«¿Por qué aún no se ha levantado, Señorita?».

Aún no totalmente despierta, Kanna parpadeó lentamente ante el alto techo y el dosel de seda blanca que la rodeaba. Así que he vuelto de verdad.

Esto no era Corea, sino un dormitorio en el estado de Valentino.

‘¡Maldita sea! ¿Qué tengo en la cara?’

«¡Señorita, levántese! ¿No me oye?»

‘Oh, era ella’.

Kanna vio el jarrón junto a la cama y se dio cuenta de lo sucedido. Aquella criada había estado despertando a Kanna (o, digamos, a Joohwa) salpicándola con agua, arrebatándole la manta o incluso abofeteándola. Sin embargo, Joohwa no había hecho nada al respecto, soportando el trato en silencio para complacer al duque. Esta criada había trabajado para la familia Valentino durante mucho tiempo, y Joohwa no quería que les informara si perdía los estribos.

‘Es realmente estúpida, ¿verdad?’

«Tú. ¿Cómo te llamas?» preguntó Kanna secándose el agua de la cara.

La criada pareció sobresaltarse.

‘¿Qué? ¿Acaso la tonta que ha estado viviendo en mi cuerpo no le ha respondido antes?’ pensó Kanna con desprecio.

Según sus recuerdos, esta criada se llamaba Mary. Tenía unos cuarenta años y se había convertido en la jefa del personal de la casa Valentino durante su increíblemente largo servicio.

«Me llamo Mary Goldian, Señorita. ¿Se le ha olvidado de repente? ¿Le ha pasado algo en la cabeza?». respondió Mary con seguridad, endureciendo su voz dijo: «¡Deje de decir tonterías y levántese ahora mismo! Es hora de que presente sus respetos a la señora».

‘¿Presentar mis respetos?’ Kanna sintió de pronto un agudo y punzante dolor de cabeza. ‘Increíble’.

‘Ah, cierto. La madrastra del Duque Valentino vive con él en esta mansión’. Josephine, la madrastra del Duque, había pedido que su nuera le presentara sus respetos tres veces al día, mañana, tarde y noche.

‘Esto es una locura, y no sólo para los estándares coreanos’. Joohwa lo había hecho, lloviese o truenase, con la esperanza de ganarse algún día el favor del Duque. Pero Kanna no tenía intención de seguir así. «No voy a ir.»

«¿Cómo dijo?»

«He dicho que no voy a presentar mis malditos respetos».

«¡¿Cómo puede decir eso, Señorita?!»

«¿»Señorita»? ¿Quién es aquí una ‘señorita’? Soy la Duquesa Valentino y la Señora de esta casa. Te referirás a mí como ‘Mi Señora'».

La cara de Mary se puso rígida. Parecía no poder creer lo que estaba oyendo. Esta Kanna era completamente diferente a la que estaba acostumbrada, la que siempre forzaba una sonrisa e intentaba agradar a todo el mundo. ‘¿Qué le pasa? ¿Se levantó con el pie izquierdo?’

Los labios de la criada se torcieron en una mueca. ‘¿Está intentado jugar a ser la Señora de esta casa?’

Nadie veía a Kanna como una noble. Ella era como un fantasma, la esposa del Duque sólo de nombre. Su pelo negro y sus ojos negros la marcaron para siempre como un símbolo de la Niebla Oscura que había aparecido siglos atrás, aniquilando todo el Sur del Continente. Ese maldito color la había condenado a ser odiada desde su nacimiento. Incluso su propia familia la trataba como basura por ello.

«Lady Josephine es la Señora de esta casa. Yo sólo respondo ante ella», dijo Mary, pensando que eso pondría a Kanna en su lugar como había hecho antes.

Y la chica permaneció en silencio, tal y como Mary esperaba al menos hasta que abruptamente empujó su mano hacia delante. «Dámelo».

«¿Cómo dijo?»

«Ese jarrón. ¿Le queda agua?» preguntó Kanna antes de arrebatarle el jarrón de las manos y mirar en su interior. Luego, con un gran chapoteo, arrojó su contenido sobre Mary.

«Cómo te atreves, desgraciada insolente».

El agua goteó de la cabeza de la criada al suelo. Parecía en estado de shock. A pesar del agua que goteaba de su cara, simplemente no podía creer lo que acababa de suceder.

«Necesitas que te den una lección. Tú. Tráeme un látigo», dijo Kanna a una criada que había estado observando desde fuera de la puerta.

Cuando la criada vaciló, levantó la voz. «¿Qué haces ahí de pie? ¿Quieres que te azote a ti también? Si no me lo traes ahora mismo, ¡tú serás la primera!».

«¡Ahora mismo, Mi Señora!»

Un momento después, la criada trajo un látigo y se lo entregó a Kanna.

«Levántate la falda», ordenó Kanna a Mary, que aún parecía totalmente perdida.

El rostro de la criada empezó a ponerse blanco. ‘¿Cómo se atreve a tratarme así? ¿Sabe cuántos años llevo trabajando para esta familia?’

«¿Qué está haciendo, Señorita? ¿Ha olvidado quién soy?» Mary finalmente habló. La señora me tiene en alta estima. Llevo muchos años trabajando para la familia Valentino…».

«Eres una criada», dijo Kanna, cortándola bruscamente. «Una criada loca que se atreve a salpicar la cara de su ama con agua. Eso es lo que eres. Mary».

«Pero…»

«¿Y yo? Soy la Duquesa Valentino, la Señora de esta mansión con todo el derecho a darle una lección a su criada. Y con esa autoridad, te ordeno que levantes tu falda.»

«Pero…»

«Si te niegas, todas las demás doncellas de esta mansión serán azotadas junto a ti. Mejor aún, debería golpear al mayordomo por haber hecho tan mal trabajo entrenando a las criadas.»

Mary se quedó sin habla.

«Entonces, ¿qué será? ¿Prefieres recibir la paliza sola o con todas las demás criadas de la mansión?».

El color desapareció de los labios de Mary. La criada que trajo el látigo miró nerviosa a su alrededor. Tras un momento de silencio, por fin se levantó la falda.

‘Está muerta de miedo’. Y debería estarlo. Kanna se había convertido de repente en otra persona y estaba frente a ella, dispuesta a darle una paliza.

Kanna ladeó la cabeza y miró a Mary, pensando que aquel susto sería suficiente. Pero justo entonces, una vocecita sonó en su cabeza.

«Si tienes que castigar a alguien, Kanna, asegúrate de cumplirlo».

‘Nunca me he equivocado siguiendo el consejo de mamá’. Kanna levantó el látigo y lo bajó con fuerza.

«Ahh» Ese golpe sacudió todo el cuerpo de Mary y dejó una clara línea roja en sus piernas. Pero ya que un solo golpe sólo conmociona…

¡Swish!

«¡Ahhh!»

Un segundo golpe fue necesario para reforzar el dolor. Y luego el tercer golpe…

«¡Mis más sinceras disculpas, Mi Señora!»

…la deja suplicando piedad.

Kanna finalmente bajó el látigo. «¿Por qué te disculpas?»

«Me-me atreví a echarle agua encima…»

«Pero eso no es todo, ¿verdad? Tú también me has despertado antes con una bofetada, ¿no?», preguntó Kanna con burla.

‘No puedes dejar que la gente te pisotee, Joohwa. Por mucho dolor que te hicieran pasar, lo único que hacías era sonreír. Hasta un gusano se da la vuelta, pero tú dejaste que pase’.

‘Justo como yo lo hice… antes de convertirme en ti’.

«M-mis más sinceras disculpas, Señorita.»

«¿Señorita?»

Kanna volvió a inclinar la cabeza, haciendo temblar los hombros de Mary.

«¡Lo-lo siento, Mi Señora! Ha sido un error, Mi Señora. No volverá a ocurrir».

«Será mejor que te asegures de que no, o la paliza no acabará tan rápido la próxima vez. . Kanna bajó el látigo antes de agitar la mano. «Márchate».

Mary empezó a llorar mientras se levantaba. Sus hombros estaban caídos por la derrota, pero su rabia era palpable mientras se daba la vuelta para salir de la habitación.

‘Supongo que es demasiado esperar un cambio después de una sola lección.’ suspiró Kanna, mientras tomaba asiento en el sofá en cuanto las criadas se marcharon.

‘Oh, Joohwa. La débil y patética Joohwa. Lee Joohwa… Hice un buen trabajo con tu vida. Me gradué en una buena escuela, me convertí en médico, e incluso te conseguí el novio perfecto.’

‘Pero tú… Todo lo que hiciste fue hacer mi miserable vida aún peor.’

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Angela

+52 1 614 196 7923 Chihuahua, México Edita: La basura de la familia del Conde

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