Aunque todos en la habitación miraban al Duque de Noruega con aguda vigilancia y hostilidad, él habló con una actitud relajada.
«Antídoto.» Sonríe y se toma una pausa intencionalmente. “Tengo un antídoto que puede curar a la Duquesa”.
El rostro de Ain se distorsionó ante las palabras que pronunció el Duque de Noruega. Lo que dijo ahora revelaba claramente que él fue quien contaminó a Roselia con ese raro veneno.
Además, también se atrevió a venir a decirles eso, a ellos los grandes Duques de Chade.
Si quisiera sobrevivir, huiría en lugar de acercarse concienzudamente a la cueva del león, pero en cambio entró en el ducado con sus propios pies.
Cassius y Ain lo examinaron minuciosamente. Si lo tuviese escondido dentro de su cuerpo, haciendo alarde de su gran hazaña, consideraron en someterlo allí mismo y arrebatárselo. Pero instintivamente supieron que el antídoto no estaba aquí. Seguramente estaba resguardado en un lugar secreto donde nunca lo encontrarán.
«Incluso para los poderosos Chade, es imposible hacer un antídoto de la noche a la mañana».
Así que el Duque de Noruega estaba seguro de que necesitarían su antídoto para salvarla. Y no se equivocó. Cassius pregunta sin ninguna emoción exterior, pero rechinaba los molares con cada palabra.
“¿Qué quieres a cambio?”
«Bien, bien, ya estamos en la dirección correcta. Te daré todas mis condiciones a partir de ahora».
En un giro de eventos, el Duque de Noruega tomó como rehén a Roselia y exigió una enorme fortuna a cambio de entregarles en antídoto. Ain quería asesinarlo de inmediato, pero tenía que soportarlo.
Los apoyabrazos que sostiene Ain se agrietaban peligrosamente, pronto empezarían a ceder.
«Ah, empecemos con las piedras mágicas».
“¡…!»
“No tiene sentido exigir el negocio, ahora mismo eso no me interesa… En cambio, estaré satisfecho con la mitad de la cantidad que ha sido extraída actualmente, desde que inició la excavación».
«La mina de piedras mágicas es una empresa conjunta con la familia Imperial, no tenemos la suficiente autoridad para hacer eso».
Cassius explicó con pausa por qué su condición no era racional, incluso se mostró tranquilo a pesar de que el impulso de Ain y otros ayudantes y sirvientes que custodiaban la situación, amenazaban con volverse violentos en cualquier momento.
“Tch. ¿Por qué me estás explicando algo tan aburrido? Si hay un problema como ese, la gran familia Chade lo solucionará por mí».
Las demandas del Duque de Noruega fueron hasta el final descaradas y codiciosas. Todos los presentes se estremecieron al verlo.
De hecho, descubrieron que no podían soportar el hecho de ver a sus amos quedarse quietos y solo mirar al oponente que se regodeaba frente a ellos, si el joven amo o el señor se lo proponen, podrían manejar limpiamente a ese hombre burlesco con una sola mano.
Yes que hasta ahora, la familia Chade nunca había sido sometida a tal humillación. Siempre que ocurría tal situación, los Duques eliminaban al oponente sin dudarlo. Eso era perfectamente normal en el pasado, pero ahora, tenían las manos atadas, no podían actuar precipitadamente por el bien de la señora.
Le dieron a sus ojos la fuerza suficiente como para levantar las venas y tendones de sus rostros e hicieron todo lo posible por no cortarle el cuello al Duque de Noruega por sus amos.
«A menos claro, si la vida de la Duquesa no vale la pena para tomarse esa clase de molestias, entonces no hay nada que podamos hacer al respecto y aquí terminan las negociaciones».
El Duque de Noruega levantó una comisura de la boca y amenazó sin decoro a Cassius y Ain.
Fingía estar relajado, pero en realidad estaba muy nervioso. Tan pronto como entró a este lugar, temió perder la vida. Pero a la vez estaba seguro. Ambos harían cualquier cosa para salvar a la Duquesa. Y viendo las reacciones contenidas de los dos hombres aquí, quedó claro que sus convicciones eran correctas.
En ese momento, los labios de Cassius se abrieron lentamente.
«Lo tendré preparado».
Cassius concedió todas las condiciones del Duque de Noruega. Pareció estar preocupado por un momento debido a las piedras mágicas, pero ahora no quedaba ningún rastro de duda en su voz.
El cuello del Duque de Noruega se estiró rígidamente. No esperaba lograr vencerlos tan rápidamente. Sus ojos brillaron sin piedad. Una campana sonó en su cabeza. Le llegó una idea brillante que no pudo evitar decir en voz alta.
«No cabe duda… La Duquesa es la única debilidad del gran Duque de Chade».
«¡¡…!!»
El Duque de Noruega soltó una breve carcajada mientras se reclinaba lánguidamente sobre su espalda.
“Si lo hubiera sabido desde el principio… No lo desaprovecharía así. Es verdaderamente una lástima».
Si desde el principio hubiera amenazado con secuestrar a Roselia, habría sido diferente a su situación actual de tener que salir huyendo del Imperio.
Sin duda fue una pena que así fuera, pero tampoco estuvo del todo mal reclamar la enorme fortuna del Duque de Chade por extorsión. Si lo combina con la propiedad que tiene como Duque, podrás recibir el mismo trato noble que aquí posee aunque vaya al extranjero.
Ante sus palabras insolentes, Ain no pudo soportarlo más y a una velocidad abrumadora se levantó, se colocó frente a él y extendió la mano para alcanzar su cuello. El Duque de Noruega sintió una gran amenaza cernirse sobre él como si una espada lo hubiera apuñalado en la garganta en un instante.
Intentó retroceder con fuerza, pero el sofá se apartó solo un poco.
Es un instante, Ain atrapó el cuello del Duque de Noruega con una mano, en su cara se proyectaba el deseo de estrangularlo y torcerle el cuello de inmediato.
«Ain. Baja tu mano».
Cassius le dio una orden en voz baja. Sin embargo, la mano de Ain no cayó de inmediato. Vaciló y continuó sosteniéndolo por el cuello, pero ahora sin darle tanta fuerza a su agarre. Las manos de Ain temblaron en conflicto.
«Dije, bájala».
Cassius dio la orden una vez más como un susurro amenazante. Solo entonces Ain soltó la mano con nerviosismo. Sin embargo, su mirada amarga hacia el Duque de Noruega siguió siendo la misma.
Cuando Ain se alejó, el Duque de Noruega tosió como si tuviera la garganta ahogada. No perdió el conocimiento, pero el solo hecho de que la mano de Ain estuviera sosteniendo su cuello ya le dificultaba respirar. Tosió durante un rato y luego volvió a respirar correctamente. Miró a Ain y murmuró en un tono amenazador.
«Niño insolente. Si me pasa algo, nunca encontrarás el antídoto».
“¡¡…!!»
El rostro de Ain se contrajo mucho. Su rostro enrojeció como si se hubiera roto un vaso sanguíneo, la ira y la vergüenza goteaban de su cara enrojecida. Esta vez, sin embargo, no se acercó ni lastimó al Duque de Noruega.
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